«Nuestra casa se sitúa tan sólo a unos cuantos kilómetros de la estación, apartada del núcleo histórico del pueblo y a un corto paseo del agua. Esta vez, por alguna razón, sentí una punzada cuando vi la puerta principal al final de la breve pero melancólica hilera de árboles de la vida. Habían pasado décadas desde la última vez que vi a mi madre abrir aquella puerta, no sé por qué en esta ocasión eso me afectó más que de costumbre.»
Elizabeth Kostova es una escritora estadounidense que alcanzó notoriedad en 2005 tras la publicación de su primera novela La historiadora, en la cual aborda la leyenda del príncipe Vlad III el Empalador de Valaquia, más conocido como Drácula, en donde mezcla tanto aventura como historia y funciona muy bien como novela de misterio con cierto encanto juvenil sin que pueda precisarse en esta categoría. Kostova, de origen eslovaco, es también una académica egresada de Yale y obtuvo un doctorado en Bellas Artes de la Universidad de Michigan.
La historiadora es una novela de cierto volumen que le significó a la autora un trabajo de diez años. Elizabeth Kostova no es precisamente prolífica en las letras, por lo que apenas cuenta con dos publicaciones y esta novela que estoy reseñando, El rapto del cisne, es su otra obra, publicada en 2010. En El rapto del cisne toma como fondo el impresionismo, una base muy afín a su profesión y pasión por las bellas artes. Las diferencias entre sus dos novelas son bastante amplias tanto en temática, estilo, ritmo y mensaje, por lo que quienes conocieron a Kostova por La historiadora podrían salir bastante decepcionados al encontrarse con una novela con una perspectiva más literaria, madura y me atrevería a decir que hasta ambiciosa sin caer en la pretensión.
Por suerte para mí el tiempo que había mediado entre la lectura de La historiadora y El rapto del cisne era de más de quince años, así que estaba más que preparado para no esperar nada parecido ni sugerido a una temática vampírica, y más para sumergirme en una historia donde apenas si me importaba la sinopsis que, por cierto, es la siguiente:
«Cuando el pintor Robert Oliver intenta destruir un cuadro en la Galería Nacional de Arte, la única explicación que ofrece es: "Lo hice por ella". ¿Pero quién es ella? El psiquiatra Andrew Marlow no consigue sacarle nada a su misterioso paciente. Impulsado por una curiosidad profesional que poco a poco va convirtiéndose en una irresistible obsesión, Marlow se embarca en una incesante búsqueda que lo lleva a internarse en los perturbados paisajes de la mente del pintor. Hasta que el encuentro de unas cartas de amor de más de un siglo de antigüedad le hace descubrir una historia oculta de traiciones y pasiones secretas, una tragedia en el núcleo del impresionismo francés que tal vez contenga la clave del misterio de Oliver.»
La novela tiene un corte psicológico e intriga al lector en el primer momento, en la primera escena. El que un reconocido pintor y profesor universitario tenga un arranque de ira y pretenda hacer daño a un raro óleo del siglo XIX es una situación bastante extraña y se torna más desconcertante cuando este pintor de mediana edad cae en un mutismo autoimpuesto que le prohíbe revelar sus motivaciones y esquivar la ayuda profesional del psiquiátrico donde fue internado. La pintura que trató de dañar era Leda de Gilbert Thomas. Tanto la obra y el autor son elementos ficticios dentro de la novela, pero de alguna manera la autora nos sugiere que imaginemos la obra Leda de Francois Edouard Picot de 1832, la cual de hecho es parte de la portada del libro.
La narración se apoya en varios recursos: por un lado, tenemos la narración en primera persona del psiquiatra, Andrew Marlow, un hombre de 52 años, soltero con aire melancólico y que de a poco se obsesiona con el caso de su célebre paciente. Podríamos situar los acontecimientos en el primer decenio del siglo XXI y también establecer como protagonista a Andrew Marlow y no a Robert Olivier, porque mientras ahonda en el caso también está resolviendo una crisis interna donde toma consciencia de su soledad, la ausencia de la juventud y el estancamiento profesional. Otro hilo narrativo es el de Kate, la exesposa de Robert Olivier, con quien viajamos al pasado inmediato para conocer quien era ese pintor que trató de hacer un acto sacrílego al arte mismo. En esta parte nos adentramos en su matrimonio desde el nacimiento del noviazgo hasta la aciaga separación y conocemos a otras dos mujeres de la vida de Oliver, una a la que le robó el corazón y otra quien lo posee. El último hilo narrativo es de un pasado más distante y en sus inicios aparentemente inconexo con la historia del presente. Esta narración es en tercera persona y nos sitúa en Francia de 1878. Aquí conocemos a Beatriz de Clerval, una joven pintora, y a su tío político y mentor, Olivier Vignot, que es un artista consumado. Esta narración también se apoya en cartas escritas por Beatriz a su tío que curiosamente obran en poder de Robert Olivier.
No puedo negar que la historia, luego de la impresión inicial pierde mucha fuerza y empieza a dar pasos quizás un poco lentos en los que no estamos seguros de la dirección o el rumbo que tomarán los acontecimientos. Pero he decir que página a página la historia se hace más sólida, cobra un súbito realismo y los personajes terminan empatizando e importando. Cualquier novela que me provoque a investigar más allá de sus páginas pues se merece mis aplausos y precisamente El rapto del cisne a cada cierto tiempo motivaba a consultar fuentes sobre la corriente del impresionismo y había que invertirle varios minutos para visitar galerías virtuales de Claude Monet, Édouard Manet, Edgar Degas, entre otros. El apartado histórico de Kostova aquí se mantiene y con sobrada elegancia nos cuenta el nacimiento del impresionismo, nos describe las emociones en las pinturas, nos enamora del arte tal como si fuese la primera vez que veíamos una pintura.
Entre pintores reales y ficticios, Kostova también introduce la tragedia del amor, del olvido y de la muerte y lo hace con asombrosa maestría. No hay giros bruscos en ningún lugar y los acontecimientos fluyen con tanta naturalidad que entre los recodos nos encontramos con revelaciones que nos apremian. Es como recorrer un río desde su fuente hasta su delta, el recorrido y el tiempo hace que el caudal aumente tan discretamente que cuando nos damos cuenta estamos frente al océano infinito en donde todos los finales yacen. Y hablando de finales, el de esta obra francamente es brillante.
El rapto del cisne es una muy buena novela. Probablemente no sea una novela para todos, puesto que esta no gozó de muchas ediciones y traducciones y a quienes llegó lo hizo por la inercia de su antecesora. No obstante, me parece que es una obra superior a la media y que Elizabeth Kostova es una muy buena novelista que impregna su espíritu en lo que escribe. Lamentablemente no escribe demasiado, pero en lo poco que hay existe un talento narrativo exultante.
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