«Yo había crecido oyendo la palabra “terrorismo, pero nunca había entendido realmente qué significaba. Hasta ese momento. El terrorismo es diferente de la guerra, donde los soldados se enfrentan en la batalla. Terrorismo es sentir el miedo a tu alrededor, es irte a dormir por la noche sin saber qué horrores traerá el día siguiente. Es abrazarte a tu familia en la habitación central de la casa porque habéis decidido que es el lugar más seguro. Es caminar por tu propia calle sin saber en quién puedes confiar. Terrorismo es el miedo de cuando tu padre sale de casa por la mañana no regrese por la noche.»
Malala Yousafzai es una mujer pakistaní que obtuvo notoriedad desde la infancia al abogar por el derecho a la educación de las niñas. Su pueblo tranquilo y edénico en el valle del río Swat fue ensombrecido por la llegada del talibán que por su interpretación fundamentalista y radical del islam provocaron acoso, violencia y zozobra en la población. El activismo pacífico de Malala Yousafzai la hizo acreedora del Premio Nobel de la Paz en 2014 cuando contaba con apenas 17 años convirtiéndose en la persona más joven en recibirlo en la historia.
En Malala: mi historia, publicada en 2015, Malala literalmente nos cuenta de una manera muy personal su vida, sus sueños, sus temores, así mismo, nos presenta a su familia, haciendo énfasis en su padre, Ziauddin Yousafzai, a quien consideró un héroe de la vida real y que siempre la motivó, aconsejó e inculcó a superarse, a no darse por vencida. Previamente ya había sido publicada una autobiografía de Malala, en 2013, pero eso había sido antes de que le otorgaran el Nobel de la Paz, por lo que había un capítulo más por escribir, además que se precisó profundizar un poco más en su vida y sus emociones. En el libro de 2013 tuvo el apoyo de la periodista Christina Lamb, una corresponsal británica muy laureada por su trabajo en los países del norte de África. La publicación del 2013 fue nombrada el Libro del Año por la British National Book Awards. Malala: mi historia, por otra parte, fue coescrito con Patricia McCormick, una periodista y escritora estadounidense, reconocida en 2002 con el nombramiento de ALA Best Books for Young Adult del año, así mismo ha sido finalista en dos ocasiones del National Book Award, que es uno de los premios a las letras más importantes de Estados Unidos.
El acompañamiento de una escritora y periodista para contar la historia de Malala Yousafzai le otorga al libro no solamente la calidad literaria y profesional que requiere, sino también la calidez, fluidez y emotividad para empatizar con el lector. No dudo de la capacidad de escritora de Malala Yousafzai cuya fama de hecho comenzó con la escritura de un blog en internet para la BBC donde contaba sus peripecias, frustraciones y miedos ante el acoso de los talibanes a las escuelas que llegaba hasta incendiarlas y destruirlas. Este blog lo empezó a escribir de manera anónima, pues contar la verdad en medio de radicales y terroristas puede traer consecuencias. Obviamente el anonimato pronto no sentó del todo bien y se dedujo sin demasiada sorpresa la autora de aquellos blogs.
En 2011 el activismo por el derecho de estudiar de las niñas hizo acreedora a Malala Yousafzai del Premio Nacional por la Paz de Pakistán. Es importante hacer un paréntesis y señalar que el gobierno pakistaní combatía a los talibanes en su frontera con Afganistán, pero la frontera es tan amplia y la propensión de los pueblos no solo a caer en el yugo sino adoptar las prácticas es tan grande, que siempre pareció una guerra sin fin y sentido.
En el ojo de los talibanes se encontraba el padre de Malala, pero debido al activismo de la niña y al premio recibido por el gobierno de Pakistán, no tardaron en convertirla en un blanco. El 9 de octubre de 2012, mientras se dirigía a estudiar al colegio con otras niñas, un grupo de terroristas intercepta el autobús escolar en el que se encontraba y al identificarla abren fuego hacia ella, recibiendo un disparo en la frente y otro en el cuello. Malala podría haber muerto en el acto, pero afortunadamente recibió la atención médica de urgencia, tuvo el apoyo de muchas personas importantes e influyentes y fue trasladada a Inglaterra para su estabilización y recuperación.
El atentado fue un duro golpe para la familia de Malala puesto que significó el exilio de su país. Para Malala significó estar al borde de la muerte en coma inducido a la espera que las balas no crearan daños permanentes y limitaran su calidad de vida. No obstante, esto no frenó la determinación de Malala Yousafzai y aunque ya no estaba en su hogar en el valle del río Swat, podía abogar y ser la voz de muchas niñas que, como ella, como sus amigas, de diferentes países del mundo, se les niega el derecho a la educación por el hecho de ser mujeres. Con todos los fondos y apoyos que logró recaudar Malala, incluyendo la dotación del Nobel, fundó Malala Fund, una organización que defiende el derecho a la educación de las niñas.
En 2021 fue incluida por la BBC en una selección de las 100 mujeres más inspiradoras y influyentes en todo el mundo y al momento de escribir esta reseña Malala es una mujer joven de 25 años, así que si la providencia le favorece, tiene todavía una vida por delante para luchar por sus ideales.
Leer a Malala nos hace apreciar algunas libertades que tenemos. Ciertamente los países de América Latina no son perfectos y cada uno tiene sus propios retos, algunos más grandes que otros, pero no se puede negar que hay algunos espacios ganados por las mujeres que en países bajo una interpretación más estricta del islam simplemente no existen. Debo destacar que Malala nunca niega y ni siquiera disminuye su fe al islam. Así como en la edad oscura hubo cristianos que quemaron en el nombre de Dios a niñas creyéndolas brujas, en el islam hay talibanes que matan niñas y anulan a la mujer como persona en nombre del Corán. La ignorancia es una enfermedad de la humanidad y poco tiene que ver con la fe y la espiritualidad y más con la brutalidad y el poder.
Para concluir, Malala: mi historia, es un libro muy recomendable independientemente la edad del lector. Sea un niño que lo leo o un adulto que lo analiza, encontrará un mensaje y conocerá a una niña muy simpática y normal, probablemente nada especial o destacable, salvo por su determinación y valor, su capacidad de defender su derecho como como mujer, como persona. Y por supuesto, Malala Yousafzai es una inspiración de propósito de vida.
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