martes, 8 de julio de 2025

TAMBIÉN ESTO PASARÁ de Milena Busquets

«Y pienso que tal vez podría decirle que estás en un lugar mejor, pero sé que no es verdad, porque durante mucho tiempo no hubo nada que te gustara más que estar con tus nietos y conmigo. Algún día, hablaremos mucho de ti. Yo estoy empezando a respirar mejor y ya casi no tengo pesadillas, y algunos días siento revolotear el polvo de hadas por encima de mi cabeza, no mucho y no muy a menudo, pero es un principio.»

Milena Busquets es una escritora y periodista española nacida en Barcelona. Hija de la reconocida editora y autora Esther Tusquets, creció en un entorno literario que marcaría su carrera como escritora. Estudió en el Liceo Francés de Barcelona y se licenció en Arqueología por el University College de Londres. Tras colaborar en el mundo editorial, publicó su primera novela, Hoy he conocido a alguien, en 2008, pero alcanzó notoriedad internacional con También esto pasará, publicada en 2015, una obra con componentes autobiográficos inspirada en el duelo por la muerte de su madre. La novela fue traducida a más de treinta idiomas y consolidó su proyección como autora. Posteriormente, ha publicado títulos como Gema y Ensayo general, donde continúa explorando temas como la pérdida, la amistad, la maternidad y la fugacidad del deseo.

«También esto pasará» es una sentencia que pertenece a ese linaje de expresiones que han atravesado los siglos, desprovistas de autor conocido pero cargadas de significado. No es una simple frase: encierra, en su brevedad, una verdad incómoda, una enseñanza que resulta tan inevitable como desasosegante. Su eco atraviesa distintas culturas y tradiciones, siempre vinculada al reconocimiento de la transitoriedad de todo lo humano, como un recordatorio inapelable de que nada, ni la dicha más plena ni el dolor más profundo, es permanente. A menudo, su tono puede parecer neutro, casi indiferente, pero en realidad encierra una serenidad áspera, la aceptación lúcida —y sin atajos— de que todo, incluso lo que más amamos o tememos, acabará por desvanecerse. Al titular su novela con esta sentencia, Milena Busquets no la suaviza ni la presenta como consuelo; al contrario, la devuelve a su raíz más desnuda: todo pasa, incluso el duelo más insoportable, incluso el amor más feroz. Y acaso lo que más inquieta no es la pérdida en sí, sino la certeza de que, de un modo u otro, también sobreviviremos a ella. Pero antes de continuar con la reseña, he aquí la sinopsis:

«Cuando era niña, para ayudarla a superar la muerte de su padre, a Blanca su madre le contó un cuento chino. Un cuento sobre un poderoso emperador que convocó a los sabios y les pidió una frase que sirviese para todas las situaciones posibles. Tras meses de deliberaciones, los sabios se presentaron ante el emperador con una propuesta: “También esto pasará”. Y la madre añadió: “El dolor y la pena pasan, como pasan la euforia y la felicidad”. Ahora es la madre de Blanca quien ha muerto. Pero frente a ese dolor queda el recuerdo de lo vivido y lo mucho aprendido, y cobra fuerza la reafirmación de la vida a través del sexo, las amigas, los hijos y los hombres que han sido y son importantes para Blanca. Todo ello en el transcurso de un verano en Cadaqués, con sus paisajes indómitos y su intensa luz mediterránea que lo baña todo.»

Hay libros que uno no busca, sino que lo encuentran, como si aguardaran pacientemente el momento exacto en que no serán simplemente leídos, sino vividos. También esto pasará es uno de esos libros. No se trata de una aproximación al duelo ni de una ficción sobre la pérdida: es el duelo mismo, en carne viva, sin mediaciones, sin adornos, sin el amparo de la solemnidad. Leer esta novela equivale, en cierto modo, a asomarse a una herida abierta que rara vez consuela y que, con mayor frecuencia, incomoda, irrita o simplemente desarma. Porque no todos están dispuestos a aceptar que el dolor también puede ser luminoso, ligero, o incluso caprichoso. También esto pasará se inscribe en ese conjunto de obras confesionales que abordan el duelo, aunque de manera más descarnada, luctuosa y penetrante, como Ordesa de Manuel Vilas, Patrimonio de Philip Roth, Examen de mi padre de Jorge Volpi, La distancia que nos separa de Renato Cisneros, El año del pensamiento mágico de Joan Didion, o aquella que, a mi juicio, lleva el título más poético y trágico: El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince. Aunque —salvando las distancias— la obra de Milena Busquets, una autoficción que roza lo biográfico, donde prácticamente sólo parece haber cambiado los nombres de los personajes, encuentra su propia voz. Muy distinta a todas las anteriores, sí, pero no por ello ajena al vasto territorio del duelo.

Desde la primera página comprendí que lo que Milena Busquets propone no es una elegía lacrimosa ni un homenaje edulcorado a su madre, la también escritora y editora Esther Tusquets, reconocida figura de la cultura literaria española durante varias décadas. Esther Tusquets dirigió Tusquets Editores, la editorial familiar que, bajo su mando, se convirtió en uno de los sellos más influyentes del ámbito hispano. Allí publicó a grandes autores como Javier Cercas, Milan Kundera, Haruki Murakami, John Irving y Almudena Grandes, entre muchos otros, construyendo un catálogo que combinaba calidad literaria y refinamiento estético. Ella misma fue autora de varias obras, entre las que destaca El mismo mar de todos los veranos, una novela que, en su momento, causó cierta conmoción por su honestidad erótica y su tono confesional, y que hoy sigue siendo leída como un hito dentro de la narrativa intimista. No hay, sin embargo, en la novela de Milena Busquets voluntad de ensalzar ni de sublimar esa herencia materna: lo que hay es la narración desvergonzada, casi impía, de una hija que llora, que desea, que se enfada y que ama con la misma intensidad con la que recuerda. Una hija que no está dispuesta a ocultar las aristas ni las mezquindades, que no necesita justificar el amor ni recubrirlo de heroísmo. Y eso, para muchos, puede resultar incómodo, incluso perturbador.

La novela se presenta bajo la apariencia de un diario confesional. Blanca, la protagonista, acaba de perder a su madre y, para sobrellevar el duelo, se refugia en Cadaqués, junto a sus hijos, sus amigas, sus ex maridos y sus amantes. La historia está narrada en primera persona, con la voz íntima y desinhibida de Blanca, que se desliza por el relato con la ligereza y la espontaneidad de quien piensa mientras escribe o habla a solas. No se trata de un flujo de conciencia en el sentido estricto, como el de Joyce o Woolf, pero sí de una confesión continua donde las reflexiones, los deseos, los recuerdos y las emociones se entrelazan sin interrupciones, creando la sensación de un monólogo interior perenne, aunque perfectamente inteligible. Lo que podría parecer un mosaico banal de relaciones sentimentales es, en realidad, una sutil exploración de la fragilidad humana. Blanca bebe, desea, rememora y se abandona al dolce far niente mientras el duelo la atraviesa de forma caprichosa y errática. La muerte de la madre está presente en cada línea, no como un peso fúnebre, sino como una sombra inevitable, como una marea que sube y baja sin previo aviso.

Pero lo que convierte a esta novela en algo singular es su firme negativa a la solemnidad. La escritura de Busquets es ligera, chispeante, con frases cortas y agudas que se clavan como dardos. Hay humor, hay frivolidad, hay deseo, pero también una melancolía que se desliza por las rendijas, una tristeza que rehúye los discursos edificantes y no se deja encerrar en consuelos fáciles. También esto pasará es, ante todo, una novela sincera hasta la incomodidad. La relación con la madre se muestra sin hipocresías: una madre exigente, en ocasiones egoísta, otras veces adorable, pero siempre humana. Blanca no la idealiza, pero tampoco puede evitar amarla con una ternura que desarma.

Mientras leía, no podía evitar pensar que esta novela no es para todos los lectores. Hay quienes esperan de la literatura sobre el duelo cierta gravedad, una suerte de decoro tácito que confunde el dolor con la solemnidad, como si el sufrimiento debiera siempre envolverse en silencio, en recogimiento, en una dignidad casi ceremonial. Pero Milena Busquets ofrece algo distinto, algo más honesto y, por ello mismo, más desasosegante: el duelo como un vaivén impredecible entre el recuerdo y el deseo, entre el llanto y la risa, entre la culpa y el alivio. Y es que, pese a su aparente universalidad —todos, tarde o temprano, enfrentamos la pérdida de una madre, un padre, un hermano, un hijo o la pareja—, el duelo jamás es uniforme ni responde a un único molde. Las convenciones sociales, con sus ritos y sus discursos, pretenden dictarnos cómo debe vivirse la pérdida, qué gestos son apropiados y cuáles resultan inaceptables, pero lo cierto es que nadie habita el dolor del mismo modo. Cada persona sostiene con el ausente una historia irrepetible, tejida con matices únicos, con recuerdos que sólo a ella le pertenecen y con heridas que nadie más puede medir. Por eso, lo último que deberíamos hacer es juzgar la manera en que alguien atraviesa su duelo. No se trata de si es correcto o incorrecto, de si resulta digno o inadecuado: el duelo es, ante todo, un acto íntimo, irrepetible, que escapa a las normas y que sólo puede entenderse desde la singularidad de quien lo padece.

En lo personal, la novela me impactó precisamente por esa valentía. No intenta complacer al lector ni busca congraciarse con el mito materno. No ofrece redenciones ni consuelos fáciles. Lo que entrega es el retrato vívido de una hija que no puede, ni quiere, juzgar el amor que recibió. Porque, al final, su madre fue eso: su madre. Con sus defectos y sus virtudes, con su amor y con su ausencia definitiva. Y ese amor, por contradictorio que fuera, no necesita justificación alguna. Debo admitir, sin embargo, que no siempre logré empatizar con la protagonista; hubo momentos en los que me resultó lejana, incluso desconcertante. Pero también creo que esa insistencia en buscar identificación con los personajes es una falacia recurrente entre los lectores, como si toda novela debiera confirmar nuestras emociones o reflejar nuestras experiencias. Blanca, que en apariencia es un personaje de ficción, es en realidad un trasunto evidente de Milena Busquets, una suerte de alter ego apenas disimulado, si es que se disimula en absoluto. Y aunque no me identifiqué con ella en todo momento, respeto profundamente el denuedo con que Milena se expone, la franqueza con la que escribe y la transparencia que sostiene cada página. Tan transparente, diría, que no me sorprendería que, en su momento, algunos de sus círculos más cercanos se sintieran incómodos, incluso alejados; pero, al mismo tiempo, estoy convencido de que esa misma honestidad atrajo a lectores, quizá muchos más de los que ella misma habría imaginado. Porque esta es, ante todo, una novela coherente consigo misma: podrá gustar o no, conmover o irritar, pero nunca se traiciona, nunca busca agradar, y está, además, muy lejos de cualquier pretenciosidad.

Leer También esto pasará es como escuchar una conversación privada, una de esas charlas que uno recuerda a deshoras, cuando el mundo calla y la memoria insiste. Es una novela que sigue resonando mucho después de haber sido cerrada, como un eco persistente, como una frase que se repite en la mente. Y en su título ya está contenida toda su filosofía: también esto, como todo, pasará. Pero mientras dure, mientras duela, mientras queme, merece ser contado. Quizá, y esto lo digo desde la voz de la experiencia, esta novela adquiera un significado más hondo para quienes han atravesado —o atraviesan— un duelo. Porque, aunque muchos pretendan teorizar sobre la pérdida, lo cierto es que el duelo no se comprende desde la razón, ni desde la teoría, sino únicamente desde la vivencia. Sólo quien ha habitado ese territorio incierto y desgarrador puede reconocer, en estas páginas, esa mezcla extraña de lucidez, dolor y hasta cierto alivio. Y es en esa verdad donde esta novela encuentra su fuerza mayor.

«Un hombre que no es amable con los camareros, no es amable con nadie y acabará no siéndolo contigo.» 

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