«Lo de primavera, en definitiva, nos parece más mítico que real: una exageración cargada de fuertes tintes ideológicos que se deriva más de la actitud positiva con que algunos evaluaron los cambios sociales del periodo, que de una auténtica consolidación de las prácticas democráticas o de lo que denominamos estado de derecho. Guatemala tuvo, en estos años, una democracia incipiente, frágil, plagada de limitaciones y defectos, acosada por muchos enemigos, que estuvo constantemente en peligro de naufragar. Lo que ocurrió inmediatamente después concluyó por impedir que estas luminosas promesas pudiesen convertirse en realidad.»
Carlos Sabinos es un académico de carrera, nacido en Buenos Aires, ha recorrido y residido en varios países de Latinoamérica lo cual le ha proveído de una visión más cosmopolita de las interacciones de las sociedades. En su tesis doctoral Empleo y gasto público en Venezuela abordó las temáticas centrales desde diferentes ángulos y disciplinas de las ciencias sociales. Sabino además posee amplios conocimientos de historia del siglo XX y como investigador y profesor universitario establecido en Guatemala ha escrito varios libros dedicados a este país.
Guatemala: la historia silenciada está compuesta por dos tomos. El primer tomo titulado Revolución y Liberación abarca casi dos décadas del siglo XX de la historia guatemalteca, desde los acontecimientos que concluyeron con la Revolución de Octubre de 1944 hasta el derrocamiento del general Ydigoras Fuentes en marzo de 1963. El siguiente tomo, nombrado El dominó que no cayó continúa con la toma de poder de facto por el coronel Enrique Peralta Azurdia hasta el comienzo del amanecer democrático en 1989 marcado por un acontecimiento internacional, la caída del Muro de Berlín.
Esta investigación histórica está constituida por cientos de fuentes documentales comprendidas en investigaciones, tesis, monografías, ensayos, biografías, memorias, artículos de periódico y cartas, además de decenas de consultas en fuentes primarias compuestas principalmente por entrevistas a quienes estuvieron directa o indirectamente relacionados con los hechos o los actores de los acontecimientos. La orientación de la publicación de Guatemala: la historia silenciada, pese a que tiene una estructura académica y profesional, es completamente pública. Abierta a cualquier lector. La narración de Carlos Sabino es fluida, entretenida y coherente, sin perder de vista en ningún momento la seriedad de sus exposiciones. Reta al lector a sacar sus propias conclusiones al final de cada capítulo desde una posición objetiva, desnudando a los hechos de la pasión ideológica y mostrándolos tal y cual son.
Revolución y liberación está compuesto por diez capítulos, aunque el último en realidad es una recapitulación de los primeros nueve. El eje central de la narración es la Revolución de Octubre; no obstante, Sabino comienza por los detonadores que dieron origen a esta revolución y lo hace explicando la Guatemala bajo la dictadura del general Jorge Ubico y como este controversial hombre en sus momentos y hasta la fecha ha sido tan temido como repudiado, tan querido como amado, tan admirado como denostado. Hasta el propio Juan José Arévalo llegó a considerarse ubiquista y su sueño era que Ubico lo nombrara ministro. Particularmente había creído que la salida de Jorge Ubico del poder había tenido su grado de violencia; no obstante, fue completamente pacífica. Ubico en aquellos momentos padecía de una enfermedad que dos años después acabaría con su vida y fue consciente que ya no contaba con el apoyo de la mayoría y le dolió profundamente el que sus amigos más íntimos también le hubieran dado la espalda por lo que prefirió renunciar. Sabino, consciente de la complejidad de la figura de Ubico, tanto como líder y dictador, posteriormente le dedicó otro libro, Tiempos de Jorge Ubico en Guatemala y el mundo, un capítulo era insuficiente para profundizar en una figura que gobernó a Guatemala por catorce años. Aunque había una Constitución Política que establecía como debía cederse la primera magistratura del país, a Ubico, como todo dictador, le importó poco o nada lo que dijera la Ley y entregó el mando a Federico Ponce Vaides, quien no tenía ni el carisma ni el liderazgo suficiente para ganarse sino el aprecio, al menos el respeto de la población. Ponce Vaides quería constituirse en el próximo dictador, pero es allí cuando meses después, con los ánimos caldeados, se da la Revolución de Octubre.
La Revolución de Octubre fue un evento catártico para las urbes que aspiraban a la consolidación de una verdadera democracia. Eran muchos los sectores poblacionales que querían que Guatemala pasara de una nación agrícola pseudofeudal a una república democrática moderna e industrializada. El problema de la Revolución fue que, como suele ocurrir en cualquier evento violento, las personas que tomaron el poder empezaron erosionar a otros sectores más tradicionalistas, polarizando y dividiendo a la población con ideologías de clase y exclusión. El triunvirato que tomó el poder tras el derrocamiento de Ponce Vaides tenía muy buenas intenciones con el país, pero ningún plan concreto. Lo primordial era acabar con las dictaduras y pasar a la democracia. Lo poco y mejor que lograron hacer fue el llamado a elecciones libres y tan transparentes como la euforia del momento lo permitió. El doctor Juan José Arévalo fue electo presidente por una abrumadora mayoría que jamás se ha repetido y empezó a legislar y a ejecutar acciones sociales que tanto requería el país. Eventualmente la legislación y acción social pasó de un equilibrado centro político a una orientación de izquierda, lo cual en un inicio tampoco suponía una gravedad para un país que había descuidado a los sectores más amplios de la población, hasta que la política social empezó a cambiar influida por ideologías izquierdistas más radicales, surgiendo en el escenario político agrupaciones abiertamente comunistas.
Carlos Sabino profundiza en el punto de quiebre de la Revolución, lo que marcó el camino de no retorno, y como todo en la política fue una conspiración coronada por un vil asesinato. El coronel Francisco Javier Arana, uno de los principales actores de la Revolución, era uno de los principales candidatos para suceder a Arévalo en las siguientes elecciones. Sin embargo, Jacobo Arbenz, también quería ser presidente y no quería esperar. Entre discusiones y acuerdos de quien sería el candidato oficial se terminó por quebranto de palabras y enemistades. Arana, con mayor rango militar, maduro y experimentado, representada un movimiento de orientación social más moderado y gradual. Jacobo Arbenz más joven e influido por los radicales de izquierda, representaba el vehículo con el que se podían hacer grandes cambios en el país para sentar las bases de un nuevo régimen. El resultado es que un grupo armado de civiles y militares, incluyendo a Árbenz, emboscaron a Arana con el pretexto de capturarlo por un complot que él estaba organizando para deponer a Arévalo. Ni el complot era cierto y tampoco la captura, porque Arana fue asesinado a sangre fría y su cadáver trasladado a la casa del propio Árbenz. La ejecución de Arana, una figura muy respetada en el ejército fue mantenida en secreto y luego por declaraciones del propio presidente Arévalo la culpa endilgada a la delincuencia común. Una de las personas leales a Arana, el coronel Carlos Castillo Armas, entendió la conspiración e inició un levantamiento en una base militar de la que salió herido, encarcelado y posteriormente prófugo y exiliado.
Si el asesinato político contra Javier Arana había funcionado, también podría hacerse contra la oposición política. Árbenz con el camino despejado como el único candidato del oficialismo y con la ventaja del poder institucional, declara conspiradores a los opositores políticos, entre ellos el general Ydigoras Fuentes, quien pasó la campaña previa a las elecciones como prófugo y posteriormente también se convirtió en otro exiliado.
Después de los capítulos dedicados al gobierno de Arévalo y a la conspiración contra Arana, Sabino aborda el gobierno de Jacobo Árbenz. Es interesante que Árbenz se presentara como un gobierno desarrollista, nacionalista y progresista, con el propósito de empujar la consolidación del capitalismo en Guatemala mediante la atención de cuatro ejes de política pública: comunicaciones (con la construcción de la carretera al Atlántico), energía (con la construcción de la hidroeléctrica Jurún Marinalá), comercio (con la construcción del puerto Santo Tomas) y agricultura (con la reforma agraria); de todos estos proyectos políticos, Árbenz se concentró finalmente en uno, el último, que también resultaba ser el más polémico de todos. La construcción de los megaproyectos fue una promesa incumplida, no pasaron de su fase de estudio y fueron otros presidentes muchos años después que realizaron la obra. Esta idea del desarrollo capitalista propuesto por Jacobo Árbenz es una contradicción a la orientación socialista de la extrema izquierda que le asesoraba, aunque en el comunismo en realidad todo es contradicción. Según Marx el socialismo se consigue como una etapa ulterior al capitalismo, por ello era necesario que Guatemala pasara de una economía pseudofeudal a una capitalista. La reforma agraria era un paso importante, pero pronto la misma se vio mancillada por tintes políticos profundos e insalvables. Si la expropiación de tierras hubiera sido con el propósito de entregarla a los agricultores en propiedad, habría sido un paso firme al desarrollo rural, en cambio las tierras expropiadas eran nacionalizadas y entregadas en usufructo vitalicio, por lo que los agricultores rurales siempre se les negaba la propiedad privada. Aunque sí hubo algunos pocos que recibieron en propiedad la tierra lo que era ilegal según el propio Decreto 900, pero la corrupción empezaba a salirse de control en el gobierno de Árbenz.
A Jacobo Árbenz se le retrata como el mártir que cayó ante el imperialismo semicolonial de los Estados Unidos. Pero eso también es un hecho retorcido con fines propagandísticos. La UFCo, una empresa transnacional estadounidense con un fuerte enclave en el país, se había convertido en el mayor latifundista de Guatemala por una serie de concesiones de los gobiernos liberales y dictatoriales anteriores. La UFCo, también conocida como la frutera, era el más afectado con la promulgación del Decreto 900. Más del 70% de los terrenos de la UFCo fueron expropiados y pagados a una fracción de su valor comercial. Las acciones contra la UFCo pudieron ser graduales y negociadas, pero qué mejor para un gobierno con tendencias socialistas que ir a por el mayor latifundista de la nación y como premio, que también sea una empresa gringa, los imperialistas opresores y explotadores de las repúblicas bananeras y cafetaleras. Aunque es importante mencionar que también existía un alto grado de componente político en la propia UFCo, verbigracia, sus nexos con la CIA y su influencia en el senado estadounidense. Pero decir que Árbenz fue derrocado por culpa de la UFCo no solo es simplista, sino que también trata de ocultar una realidad mucho más profunda. Un gobierno democrático en cualquier país debe ser representativo y gobernar para todos, pero en cambio Árbenz no buscaba la gobernabilidad ni la democracia. Si hoy Giammattei, actual presidente de Guatemala, tomara la decisión de remover a tres magistrados de la Corte Suprema de Justicia porque no está de acuerdo con un amparo sobre un acuerdo que el promulgó, rompería el orden constitucional y todos los grupos de ciudadanos organizados se rasgarían las vestiduras y saldrían a la calle a pedir la renuncia. Hace más de medio siglo esta premisa era la misma y Árbenz agudizó la situación política al hacer precisamente eso. Todos querían su renuncia.
Los regímenes siempre crean un temor en la población y esperaban lo que siempre había sido tradicional en Guatemala, un golpe de Estado, pero este no llegó, al menos no de la forma acostumbrada. El ejército de liberación encabezado por Castillo Armas era muy reducido, risorio en comparación con la fuerza, estructura y tamaño del Ejército de Guatemala. Aunque Castillo Armas tuviera el apoyo con equipo bélico proveído por la CÍA y además de soldados y mercenarios proveídos por aliados como Nicaragua, Honduras y República Dominicana, su misión no dejaba de ser un intento destinado al fracaso. La clave de la caída de Árbenz fue la neutralidad del Ejército de Guatemala. No combatió a la milicia invasora, pero tampoco derrocó a Árbenz, simplemente se mantuvo al margen. En medio de la Guerra Fría la palabra comunista en América era una señal de alarma. Árbenz ya no tenía más apoyo y las bases que pensaba que lo apoyaban ya no lo hacían por la radicalización de sus políticas. Se vio obligado a renunciar y tal como lo hizo Jorge Ubico, rompió el procedimiento constitucional y nombró a Carlos Enrique Díaz como sucesor, a quien le apodaron Carlos Enrique Horas porque su gobierno duró menos de un día. Carlos Sabino también le dedica un libro biográfico a Árbenz, en el cual se muestran más detalles sobre su vida y trayectoria.
Guatemala recibió con vítores de triunfo a Carlos Castillo Armas y su ejército de liberación, que en realidad no tuvo más que una breve escaramuza y su victoria se debió más a factores internos de gobernabilidad que su acción invasiva. De cualquier manera, como todo caudillo, se mantuvo en el poder y empezó también su propio régimen de radicalización anticomunista donde hubo muchas persecuciones y exiliados. Con el tiempo tampoco cumplió varios acuerdos que había mantenido previo a hacerse con el poder y terminó rodeándose de enemigos. Su suerte concluyó de forma trágica con el magnicidio del 26 de julio de 1957. En la Casa Presidencial fue asesinado a sangre fría por un soldado en extrañas circunstancias. La muerte de Castillo Armas continúa sin resolverse, aunque apuntaba a una conspiración que escalaba hasta fuera de las fronteras.
Revolución y Liberación nos lleva hasta el gobierno del general Miguel Ydigoras Fuentes a quien la izquierda política lo veía como un caudillo de corte dictatorial al estilo de Jorge Ubico, mientras la derecha lo veía como vacilante, indeciso y poco certero. Ydigoras Fuentes con fuerte tendencia derechista procuró la unidad apuntando a una política más equilibrada, pero esto en un país polarizado y dividido no satisfizo a ninguno. Con el arribo del hasta entonces exiliado Juan José Arévalo se marcó el fin del gobierno de Ydigoras Fuentes. Juan José Arévalo, quien gozaba de mucha popularidad en la población y quería volver a ser presidente de la república, era mal visto por el Ejército porque tenían muy reciente al arbentizmo y querían marcar mucha distancia por el sentimiento anticomunista que se había desatado en la mayoría de los círculos. Juan José Arévalo en sus discursos buscó establecer también una distancia entre su anterior gobierno y el de Árbenz, pero no logró convencer a muchos. Ydigoras Fuentes fue el más perjudicado porque al no actuar, hizo que el Ejército actuara y lo depusiera, llegando al poder el coronel Enrique Peralta Azurdia.
Esta reseña parece un resumen, pero en realidad es apenas un esbozo de la historia y lo que podría encontrarse en las páginas escritas por Carlos Sabino. La historia muchas veces se distorsiona a favor de una idea y entre más reciente sea el acontecimiento más distorsionada suele ser la apreciación. Todo lo que hemos escuchado acerca de la Revolución de Octubre está plagado de romanticismo, hay mucho idealismo inmerso, principalmente en la figura de Árbenz. Contrastar todos los hechos y traer de vuelta aquellas cosas que sucedieron que se creían olvidadas es una buena forma de equilibrar la balanza y tener un mejor juicio de los sucesos. Arturo Pérez Reverte expresa que «es un error grave mirar el pasado con los ojos del presente», por lo que siempre es oportuno evitar que la emoción gane y reflexionar que en medio de la buena intención también puede existir crueldad y tiranía.
«Los sujetos colectivos nunca comenten crímenes: son los hombres concretos, de carne y hueso, los que toman las decisiones y organizan las conspiraciones.»
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