martes, 13 de octubre de 2020

LOS JUECES de Arnoldo Gálvez Suárez


«Eso que serpentea delante de sus ojos y se pierde en la oscuridad, como si estuviera vivo, como si respirara, es el camino de lodo, piedras y hoyos, franqueado por crecidos matorrales, que rodea la Colonia. No hay alternativa: para salir de allí sin ser vista, la mujer tiene que tomar ese camino. Se lo dijeron así sus vecinos: esta es la única salida si no quiere llevarse una sorpresa y terminar en la cárcel. La mujer apenas los escuchó y hundió el pie en el acelerador antes de que los vecinos terminaran de hablar.»

Arnoldo Gálvez Suárez es un joven escritor guatemalteco que se ha destacado en la literatura por la calidad de su prosa, con un estilo muy particular, y la realidad social de sus relatos que contrastan a sus personajes sobre las cicatrices abiertas de la Guatemala de la postguerra. Con Los Jueces Arnoldo Gálvez Suárez ganó en 2009 el Premio Centroamericano de Novela Mario Monteforte Toledo y en 2015 obtuvo el primer lugar en el certamen BAM Letras con Puente adentro. Gálvez Suárez además de escritor es periodista y colaborador del periódico digital Plaza Pública, un medio de comunicación fundado por la Universidad Rafael Landivar con un enfoque de denuncia social.

La primera novela que leí de Gálvez Suárez fue Puente adentro, la cual posee una prosa cautivante y una calidad literaria que sin duda le hicieron meritoria de reconocimiento. Los jueces, publicada siete años atrás no es tan diferente en las impresiones que brinda al lector, aunque su prosa es ligeramente diferente. Es el mismo estilo, pero con otros brillos y tonos. La voz que nos cuenta la historia pertenece a un narrador omnisciente que entre la belleza y elocuencia de su retórica nos muestra sin tapujos escenas y situaciones que resuman tristeza, crudeza y violencia, llegando a extremos de brutalidad en cierto momento que provocan un sentimiento visceral en el lector. Los jueces es una novela de extensión moderada que no por ello se lee fácil. Existen capítulos en los que es importarse darse un respiro. No porque lo leído sea incomprensible, sino porque se siente demasiado auténtico que aterra.

Son tres historias o líneas narrativas las que sirven como ejes en esta novela. En primer lugar tenemos el relato de la Señora Vendedora de Huevos, una madre soltera que se gana la vida precisamente vendiendo y distribuyendo huevos a restaurantes y tiendas. El segundo relato es el de la Muchacha, una joven de diecisiete años que trabaja de edecán para mantener a su padre, un viudo, desempleado y gandul. Y el último relato es el del Señor de las Serpientes, un nuevo vecino de la Colonia con deseos de formar parte del círculo principal o del comité, pero que es rechazado por su excentricidad. La mayor parte del relato transcurre en un lugar denominado la «Colonia», un asentamiento que se originó en los alrededores urbanos a consecuencia del terremoto –debemos por la obviedad presumir que es el de 1976–, y en el cual se formaron inicialmente dos secciones: la «A» y la «B», donde la primera al encontrarse a orillas de la carretera tuvo un mejor desarrollo y con el tiempo las mejores casas se fueron ubicando allí. El asentamiento creció por las migraciones y se formó posteriormente una tercera sección, la «C», que ubicó a sus pobladores en condiciones más hostiles, quienes construyeron sus casas a orillas de barrancos y en algunos casos en la verticalidad de la propia ladera. 

Cada capítulo se concentra en una línea narrativa, excepto los últimos en donde todas las piezas confluyen y encajan de forma magistral, cerrando el extraño círculo abierto en el primer capítulo. La narración es no lineal y al menos en las primeras dos terceras partes de la obra se percibe cada capítulo como independiente o autoconcluyente, aunque solo en apariencia porque cada uno deja un cabo suelto. Esta forma discontinua de la obra hace que todo inicialmente vaya sobre ruedas más lentas y sin dirección, lo cual lejos de ser contraproducente, resulta ser un acrecentador de expectativas. Es difícil advertir cual será el punto catártico, aunque sin duda la portada y el título elegido, Los jueces, juega en contra porque presupone al lector de que habrá algún juicio tribal o barbárico. 

Los jueces es una novela que puede entenderse como una metáfora nada sutil de la conflictividad de la sociedad guatemalteca desde la perspectiva del escritor. Cada elemento y cada personaje representa un contexto mucho más amplio de la realidad en lo que probablemente el lector en algunos casos deba asumir algunos roles interpretativos, pero que tampoco son difíciles de concebir. Ningún personaje tiene un nombre propio, sino un título identificador producto de alguna característica, puesto o profesión, lo que significa que cualquiera podría ocupar el lugar del personaje. Lo mismo pasa con los lugares, podrían ser cualquiera. Existe un énfasis en las diferencias de clase en la que encontramos no solo discriminación, también marginación y segregación. Me atrevería a decir que ninguna situación, elemento o personaje es adrede y que el escritor los planificó meticulosamente.

El sector «A» representa a la clase alta; el «B», la media; y, el «C», la clase baja o popular. Naturalmente en el sector «C» viven muchas más familias que duplican en número a la de los primeros dos sectores, son personas pobres cuyas viviendas están en situación de peligro y riesgo constante de derrumbe o deslave, su desarrollo es más bien rural y también están más afectados por la violencia. El Comité de Vecinos lo integran únicamente personas de los sectores «A» y «B», donde el presidente pertenece al «A» y aparentemente es un militar retirado que se expresa con prepotencia y autoritarismo y constantemente denigra a los pobladores del sector «C» acusándolos de ser la fuente de todos los problemas de la Colonia. Gálvez Suárez me parece que fue demasiado lejos cuando en una reunión de bienvenida, los integrantes del Comité de Vecinos empiezan a conversar acerca de cómo desaparecer el sector «C» y mencionan ideas de quemar las viviendas y hacer bombas. Aquí se pierde completamente la realidad buscando calzar a la fuerza la idea del genocidio –acabar con un grupo social–, que es una idea que se ha extendido con mucha fuerza por ciertos grupos de izquierda en el país, que también incluye a algunos intelectuales. No entiendo si el propósito de Gálvez Suárez era marcar lo irreal que parece la idea del genocidio, o lo surreal por lo impune que fue –si su pensamiento se orientara a apoyar esa idea–. En todo caso, ningún elemento está demás. Vemos que la Señora Vendedora de Huevos y la Muchacha pertenecen al Sector «B» y que tienen por común denominador la disfuncionalidad familiar y el esfuerzo por el trabajo honesto y honrado. Con la Muchacha es interesante su situación, que una vez saliendo de la Colonia, su trabajo de edecán la clasifica como una chica tipo «C», y esto puede ser una representación de que fuera del país las clases medias son igualmente pobres. Y esto por mencionar algunos significados, porque existen muchos, muchísimos más.

La novela permite múltiples exploraciones y eso la hace verdaderamente fascinante. Bastante recomendable, no solo por su originalidad y creatividad, sino también que, a pesar de una estructura narrativa compleja, podemos deleitarnos al mismo tiempo que perturbarnos en su prosa, tan redonda como aguda, tan emotiva como salvaje, tan ficticia como real.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Arnoldo Gálvez Suárez, quien únicamente había publicado un libro de cuentos, titulado “El tercer perfil” (Editorial Letra Negra, 2005), vino a oxigenar el catálogo de novelistas del país con su novela “Los Jueces”.
    La temporalidad de la narración es el mejor acierto, ya que el narrador logra controlar los hilos del tiempo, iniciando y finalizando en el mismo punto, y en el ínterin refiriendo con habilidad acciones del pasado, presente y futuro. Es decir, no se cuenta la historia en una línea temporal plana, sino que hay saltos para atrás y adelante en el tiempo algo que han aplaudido del autor, ya que este recurso muchas veces tiende a confundir al lector y a desesperarlo.
    Otro acierto es que alrededor del hecho central se conjugan las diferentes historias, por lo que se entreteje la trama de varias microhistorias que confluyen en un mismo hecho. La mayor parte de la historia se desarrolla en la Colonia, la cual constituye el macrocosmos de la narración y que representa, simbólicamente, a las clases sociales de un país.
    En pocas palabras, ocurre un linchamiento; y como parte de la narración, se vinculan justificaciones del porqué de éstos en sociedades como la guatemalteca, y es que básicamente no se tiene fe en el sistema de seguridad-justicia.
    Quizás la recriminación al autor vendrá en la creación de personajes en los cuales profundizo mucho pero les dio poco protagonismo dentro de la novela como por ejemplo la ya citada Vendedora de Huevos, una mujer que ha luchado en contra del machismo que no le permite del todo económicamente, ve en el linchamiento una oportunidad de vengarse contra el Hombre en general. Sin embargo, sus motivaciones no quedan muy claras y su accionar es ambiguo. También se construye el conflicto del Hombre de las Serpientes, un personaje que, siendo del Sector A, sufre el rechazo de los vecinos por sus extravagancias. Sin embargo, en la novela se esfuerza mucho por construir a este personaje, quizá realizando un excelente perfil psicológico, pero que a la larga quedó muy grande para el papel insignificante que termina ejecutando.

    Hay otros personajes, como el Tomador de Fotos, un adolescente que queda impresionado profundamente por la belleza de la Muchacha, a tal punto que sería capaz de cometer una locura por ella. Sin embargo, de nuevo hubo un gran esfuerzo por construir este personaje, para que luego el narrador se olvidara de él, y ya no participara en la acción.

    Asimismo, el conflicto que se desarrolla, la tensión entre sectores (clases sociales) de la Colonia, el cual supuestamente dispararía el clímax de la novela, no alcanzó nunca niveles de verdadera tensión, ya que después se explica que el linchado no tenía ninguna relación con el Sector C, y que se trataba, más bien, de un indigente que ya había perdido la capacidad de razonar.

    El personaje de la joven que supuestamente es ultrajada, para los lectores fue algo muy sacado de la manga que el autor no supo quizás manejar adecuadamente dando unos hecho de como se accidento algo difícil de creer, pero creo que esto también debe ser parte del ingenio del autor que sabe que muchos de estos casos han sido manipulados con información errónea.

    Por último, entre las deficiencias, es que el acto del linchamiento se queda muy corto con la crueldad que usualmente se hace en estos hechos, sobre todo en los que tenemos noticias en Guatemala.

    Lo aplaudible la forma de su narrativa que ya mencionaste y la forma en que va tejiendo la historia en la cual el narrador no suelta de la mano al lector, una prosa que promete mucho con un autor que seguramente seguirá sorprendiendo.

    ResponderEliminar