jueves, 22 de octubre de 2020

DEVASTACIÓN de Tom Kristensen


«-Es que hay libertad de pensamiento.
Jastrau volvió a menear la cabeza de un lado a otro.
-No, eso no es más que una ilusión. Uno puede opinar lo que le venga en gana, estética, ética, qué sé yo… Pero cuando sus opiniones se adentran un poco en el terreno de lo económico, adiós libertad.»

Tom Kristensen fue un poeta, novelista, periodista y crítico literario, considerado uno de los mejores escritores daneses de su generación. Al inicio de la década de los 20’s se destacó por la calidad de su poesía, la cual era un retrato del idealismo de aquella época, además de estar matizada con los pensamientos de juventud de Kristensen. No obstante, no fue hasta 1930 con la novela Devastación que ganó notoriedad en Europa, llevando a muchos críticos a considerarla la obra como la versión escandinava de El lobo estepario de Hesse. Harían falta casi cuarenta años para que esta obra fuera traducida al español.

Muchos consideran a esta novela como cruda y difícil de leer porque estamos siendo testigos de cómo un hombre joven y correcto, esposo y padre, se transforma progresivamente en una sombra del vicio. Creyendo que su vida es la apoteosis de la decadencia la convierte en la viva efigie de la miseria. Probablemente para los cánones estilistas y literarios de Europa de aquella época esta novela tenía un tono mucho más oscuro, el realismo de su historia fácilmente podía compararse a la decepción e incertidumbre marcada en los albores de los años 30´s. No hay elegancia ni rimbombancia en sus descripciones, todo parece más liso y directo, sin ambages o eufemismos en su retórica. Hoy en día nos encontramos con novelas como el Club de la pelea de Chuck Palahniuk donde el nihilismo y la autodestrucción son llevados a otros extremos tan viscerales como profundos. De allí que para el lector actual la novela no sea tan cruda como lo fue en su momento, aunque no por ello deja de ser una obra difícil.

He aquí la sinopsis: 

«Aburrido del aburguesamiento de su existencia y asfixiado por las actitudes correctas, las conversaciones anodinas y las reuniones literarias, Ole Jastrau, un crítico literario, siente que su vida carece de sentido. A pesar de sus coqueteos con el comunismo y el catolicismo, la sensación de vacío aumenta, así como su sentimiento de haber traicionado el espíritu revolucionario de su juventud. Es esa frustración la que estimula una propensión al alcohol que le llevará a emprender un camino de descenso a los infiernos.»

Al igual que El lobo estepario fue una autoficción de Hesse, Devastación lo fue para Kristensen. Ole Jastrau posee muchas de las cualidades y características del autor: poeta en su juventud, crítico literario, trabajo estable en un periódico, vida acomodada. Sin embargo, Kristensen no cedió a la dipsomanía y tampoco destruyó su vida al arredrarse a un vacío incontrolable. En todo caso este libro fue una catarsis liberadora en que por medio de la ficción vertió sobre un camino espinoso a un personaje creado con un fragmento de su alma.

Ole Jastrau con treinta y cuatro años ha logrado una posición respetable como crítico literario. Tiene una bella casa en la ciudad, bastante amplia, donde su pequeño hijo Uluf juega y crece. Su esposa Johanne es una mujer leal que lo respeta y apoya. Su matrimonio parece ser feliz. Su vida es el sueño de otros. Una noche, cuando Ole Jastrau trabajaba en la reseña de un libro, recibe una visita inesperada, se trataba de un antiguo amigo de la universidad, Bernard Sanders, quien más que un alojamiento por una noche buscaba un lugar donde esconderse. Él no estaba solo, lo acompañaba Stefan Steffensen, un joven poeta. Sanders y Steffensen eran comunistas y defensores de la revolución, bolcheviques hasta el tuétano. Ole Jastrau les abrió las puertas de su casa a dos personas que para su esposa e hijo eran perfectos extraños. Dos personas que tomaron el favor de Jastrau como una obligación y deferencia ineludible hacia ellos. Los comunistas no tardaron en criticar de forma indirecta, y posteriormente muy directa, el estilo de vida de Jastrau, quien en un pasado no tan distante no fue diferente a ellos. Jastrau se había convertido sin que hubiera sido consciente de ello en un burgués acomodado, la antítesis del proletariado.

Jastrau pronto empatizó con Steffensen, el más idealista y misterioso de sus invitados. Surgió una relación de amistad y camaradería tan enfermiza como peligrosa. Steffensen había modificado su apellido por estar en rebeldía con su padre, un respetable escritor que tampoco agradaba a Jastrau, aunque por otras razones más concernientes al arte literario. Si hay un momento detonante, una semilla de perdición, una implosión de valores, esa sería cuando Ole Jastrau encontró un poema de Steffensen. La novela no lo explica y a el lector solo le queda inferir que Jastrau vio en Steffenson un recuerdo de su pasado y un vacío devastador.

«Cual rufián con las manos sanguinas
de peleas e infiernos de alcohol
me levanto de un lecho azaroso,
un diván al filo del horror.
En la angustia de un poder asiático,
madurada en larga inmadurez,
a diario la siento en el pecho
cual si viera mundos perecer.
Mas mis angustias libero en anhelos
y en visiones de miedo y dolor.
He anhelado barcos naufragados,
muerte súbita y devastación. 
He anhelado ciudades en llamas,
razas de hombres que huyen con pavor,
un quebranto que estremezca el orbe,
un seísmo al que llamen de Dios.»
Desde ese momento hasta llegar a la mendicidad y a las miserias del vicio transcurrió poco más de un año. El poema fue una profecía que caló hondo en el espíritu de Jastrau. Perdió su matrimonio, no volvió a ver a su hijo, perdió su trabajo, perdió su casa, perdió todo. Y por más que hubo amigos que quisieron rescatarlo de su colapso, todo intento fue completamente inútil. Jastrau no quería ser rescatado. Su deseo era hundirse y yacer en el fondo. Anhelaba muerte súbita y devastación.

La escritura de Tom Kristensen asemeja en estilo a algunos autores rusos; aunque no podría precisar a ninguno en particular. La narración está construida sobre una base del diálogo que narra los sucesos tal y como se están desarrollando, haciendo un uso moderado de elipsis y manteniendo en completo misterio el pasado de los personajes, así como sus motivaciones y pensamientos más profundos. Las emociones las conocemos ligeramente y lo suficiente para hacer creíble el relato. No hay apelaciones al romanticismo o exaltaciones vanas convertidas en discursos. La voz es de un narrador equisciente, nunca nos separamos de Jastrau. Vemos, oímos, gustamos, olfateamos y tocamos lo que él ve, oye, gusta, huele y toca. No hay demasiadas descripciones y el vocabulario, aunque elegante y sobrio, se deja leer con facilidad, salvo por algunas referencias culturales de las cuales agradecemos al traductor las notas al pie de página. La obra es un vivo ejemplo del realismo literario edulcorada con la depresión del capitalismo y las amenazas totalitarias que distinguió aquella época de degradación posterior a la Primera Guerra Mundial.

¿Puede alguien sentirse identificado con Jastrau? En la juventud se idealiza el mundo y es frecuente que cualquier hombre culto y académico en sus veintitantos que escriba poesía y aprecie la libertad, también sienta el ardor y deseo por un mundo más justo y por qué no, una mejor distribución de la riqueza. Hoy sabemos el desastre que es el socialismo y las aberraciones provocadas por el comunismo, pero en aquella lejana época en la que Lenning llevaba gobernando apenas tres años con puño de hierro las frías tierras rusas, parecía la mejor alternativa. Es extraña la deformación de la realidad en la que la dictadura del proletariado se convierte en la tiranía de un partido político cuyos seguidores a pesar de ser testigos de crímenes y corrupción, callan y apoyan una causa con fe ciega como si se tratara de un dogma fundamentalista que lava del cerebro toda consciencia de justicia y democracia. Jastrau era un poeta que había dejado de escribir versos revolucionarios, era un comunista que se había convertido en un burgués. Kristensen no nos deja entender a Jastrau más que por sus acciones y eso obliga a una identificación muy particular con su personaje. A pesar de que la narración sea en tercera persona, no hay un distanciamiento sano y de allí la dureza de este libro.

Es curioso como en el extracto de este post Jastrau se queja de que la libertad termina cuando las personas opinan de economía. Jastrau era un literato, no tenía ninguna noción de economía o política, al igual que sus amigos comunistas, que seguían la causa de la revolución sin conocimiento alguno del funcionamiento de la sociedad. Sin entender el capitalismo lo despreciaban. 

Si extrapolamos las seiscientas cincuenta páginas de la novela a una simple metáfora de pocas líneas, el hogar de Ole Jastrau es un país funcional. Ha logrado lo que tiene con trabajo y nada más que trabajo. Tiene muy buenas relaciones y verdaderos países amigos. Apenas deja entrar al comunismo y el sistema empieza a colapsar. Los amigos de aquella noche son los partidos comunistas que no aportan más que palabras vacías. Son críticos de todo, piden todo, pero no trabajan por ello. El gobierno del país –Jastrau– se corrompe al punto de llevar a su hogar a la miseria. Los países amigos, aún traicionados, le aportan recursos, brindan ayuda y consejo, pero existe un agujero incapaz de salvar. Todo se convierte en devastación.

«Los restos de un naufragio nunca sufren. Se deslizan. Ceden a la resistencia.»

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