martes, 9 de marzo de 2021

MÁS ALLÁ DEL INVIERNO de Isabel Allende


«A finales de diciembre de 2015 el invierno todavía se hacía esperar. Llegó la Navidad con su fastidio de campanillas y la gente seguía en manga corta y sandalias, unos celebrando ese despiste de las estaciones y otros temerosos del calentamiento global, mientras por las ventanas asomaban árboles artificiales salpicados de escharcha plateada, creando confusión en las ardillas y los pájaros. Tres semanas después del Año Nuevo, cuando ya nadie pensaba en el retraso del calendario, la naturaleza despertó de pronto sacudiéndose de la modorra otoñal y dejó caer la peor tormenta de nieve de la memoria colectiva.»

Isabel Allende es probablemente la escritora chilena más popular de su país con más de una veintena de novelas publicadas a la fecha, acumulando con cada publicación una gran cantidad de premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional. Muchos la consideran como una de las más importantes exponentes del realismo mágico, aunque también entre sus narraciones navega por las aguas de la política, la denuncia social y la crítica a los sistemas totalitarios. Sobrina de Salvador Allende, ha conocido el exilio y el desarraigo y ese vaivén cuasi nómada de país en país que siempre que puede lo retrata en sus novelas, donde además vierte no solo su propia historia, sino el de las afinidades y los vínculos familiares a los que pertenece.

La inspiración de Más allá del invierno, novela publicada en 2017, es una cita de Albert Camus: «en el medio del invierno aprendí por fin que había en mi un verano invencible». La sinopsis es la siguiente:

«Una trama que va al ritmo de un thriller presenta la geografía humana de unos personajes propios de la América de hoy que se hallan “en el más profundo invierno de sus vidas”: una chilena, una joven guatemalteca ilegal y un maduro judío norteamericano. Los tres sobreviven a un terrible temporal de nieve que cae en pleno invierno sobre Nueva York y acaban aprendiendo que más allá del invierno hay sitio para el amor inesperado y para el verano invencible que siempre ofrece la vida cuando menos se espera.»

He leído muchas de las obras de Isabel Allende: La casa de los espíritus, La hija de la fortuna, Retrato en sepia, Inés del alma mía, etc., y esta es la primera vez que me encuentro con una obra ambientada desde el inicio en los Estados Unidos y en la época actual; cierto que en las regresiones vamos a Chile, Brasil, Venezuela, Guatemala, México, Francia, Portugal, entre otros países y lugares, pero el centro de la historia es Brooklyn, es Nueva York. No puedo afirmar que sea una obra extraña o no compatible con lo que normalmente escribe Isabel Allende, porque ya nos demostró algunos experimentos literarios con la Trilogía de las Memorias del Águila y del Jaguar, el Juego de Ripper o incluso las autobiografías en Paula y La suma de los días. No obstante, considero que es una obra que, aunque en calidad narrativa identifiquemos muchos rasgos típicos de Allende, la historia misma parece haber carecido del tiempo suficiente para cohesionarse correctamente a la trama argumental restándole por momentos verosimilitud. La novela parece ser lo que es, un compromiso de contrato de publicación con la editorial donde con toda probabilidad cuando la comenzó no tenía del todo clara la dirección que seguiría y durante el desarrollo de la escritura fue arreglando lo que pudo.

La historia parte de la reunión de sus tres personajes principales: Lucía Maraz, Richard Bowmaster y Evelyn Ortega, esta última llega de forma fortuita e inesperada, cuyo supuesto secreto, emergencia y pavor no es más que un McGuffin para empujar la historia, que de lo contrario sólo habríamos tenido a dos personas de la tercera edad pasando un gélido invierno entre gatos y perros, cada uno con los fantasmas de sus amores rotos y pasados trágicos por separado. El problema de la aparición del conflicto no es el hecho en sí mismo, sino las acciones que son abrumadoramente absurdas e inverosímiles véaseles por donde se pueda. Esto que comentaré pueda que sea un spoiler, pero en realidad aparece en las primeras treinta páginas, por lo que tampoco afectará mucho la intención de la lectura: ¿qué harías si una desconocida apareciera a tu puerta y te dijera que tiene un cadáver en la cajuela de un carro que no es suyo?  Opción A, ¿llamarías a la policía inmediatamente y reportarías un crimen?; opción B, ¿la echarías del pórtico de tu casa y cerrarías la puerta?; y opción C, ¿te involucrarías haciéndote cargo de la situación y harías desaparecer el vehículo robado y el cadáver en algún lugar lejano? Los personajes optan por la «C», sabiendo que se encuentran bajo la impericia invernal más fría desde hace un siglo, que las calles están desiertas y congeladas, que si alguien está en carretera es solo por una emergencia, que hay policías y puestos de control, que es Estados Unidos y no cualquier provincia de América Latina.

Dejando fuera el absurdo, cuyo nivel es difícil de digerir, la novela de Allende descansa principalmente en las historias y conflictos personales de sus tres personajes. Se narra en tercera persona y en cada capítulo se va revelando los conflictos e historias de sus personajes. Para el lector es una retrospección entre las páginas, para los personajes en ella es una confesión de sus vidas. El denominador común es que todos son inmigrantes en Estados Unidos y lo han sido no por decisión propia, sino por un exilio autoimpuesto por persecución. Lucía Maraz huye de Chile tras la persecución que hubo de los seguidores de Salvador Allende tras su caída, Evelyn Ortega huye de Guatemala cuando las pandillas asesinaron a sus hermanos y Richard Bowmaster no huyó precisamente, sino su padre que era judío tras la ocupación nazi previo al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Los tres personajes si se hubieran quedado en sus lugares de origen no hubieran encontrado más que la muerte.

Lucía, una mujer en sus sesenta, no es más que el alter ego de Isabel Allende dentro de la novela, posee una personalidad similar y le dotó de parte de su propia historia y esto lo podemos notar al encontrar cierto paralelismo de la vida de Lucía respecto a la de la misma Allende, también Lucía es el típico personaje de las novelas de Allende que crea incomodidad porque su razonamiento no sigue la naturalidad de los acontecimientos. Richard Bowmaster es el personaje probablemente más trágico, porque tiene una historia familiar que acaba en muerte y soledad, con mucha probabilidad al lector le será mucho más fácil empatizar con él, porque mientras Lucía parece ser el personaje dominante que fuerza la historia con una sensibilidad hiperbólica, Richard no es más que una figura frágil que no tiene motivos para vivir y que fuera de sus gatos, no hay nadie que lo extrañe, se entiende que puede ser manipulable. Evelyn Ortega, la más joven del grupo, tanto que podría ser la nieta de los personajes anteriores, tiene un pasado marcado por la sangre y violencia y un presente igualmente complicado, como indocumentada, casi una niña, que cruzó la frontera por el Río Bravo, es el personaje que mejor daba y para más, pero el que se quedó con menos; Isabel Allende construyó muy pobremente a este personaje tanto que más que un principal, parece un secundario al ser trasladado como un simple fondo y sin opción de decisión alguna.

La intención de Isabel Allende de realizar una crítica social por la inmigración ilegal, la deshumanización de los latinos indocumentados, la trata de personas, la esclavitud moderna y la humillación racial, queda un tanto pretencioso por la carencia de sutilidad. Lo de Chile, la muerte de Allende y el surgimiento de Pinochet es algo que ya nos ha contado, lo vivió y por lo tanto no se le dificulta a una ficción darle los visos de verosimilitud requerida. La tragedia personal de los Bowmaster queda como una historia familiar desafortunada, donde la ascendencia judía y la interracialidad no son nada determinantes en la construcción, bien podría haber sido un japonés o un irlandés. La presunción se encuentra en la historia de Evelyn Ortega que no solo carga ya con ser el personaje peor construido, tan acartonado y unidimensional como podía haberlo elaborado un escritor aficionado, sino que la investigación que hizo Allende fue bastante somera, hay ensayos del primer año de periodismo mejor construidos. Evelyn Ortega proviene de la aldea indígena llamada Monja Blanca del Valle, que en Guatemala esto parece ser más apropiado para el nombre de un condominio o colonia residencial que para una aldea maya, pero suponiendo que está en algún lugar en las Verapaces o Quiche (por ser el lugar donde se podría encontrar la orquídea llamada Monja Blanca y porque también esto explicaría los vejámenes que sufrió la aldea tras las incursiones de los soldados y la guerrilla en el conflicto armado interno), crearía un agujero que no encajaría con la masacre de las pandillas porque estos grupos delictivos se encuentran concentrados en las áreas urbanas y suburbios de la capital y Escuintla; en los demás departamentos y provincias son otros los problemas que existen y la historia termina de hacer aguas cuando la niña huye para Sololá, y no siendo suficiente para escapar de las pandillas, da un salto para los Estados Unidos. Tratando de escribir una novela que hablara de la exclusión social, racismo, machismo y persecución, termina estereotipando a un personaje al punto de ningunearlo y es allí donde la novela colapsa. Evelyn Ortega jamás se emancipa en realidad, su realidad no cambia, otros deciden por ella todo el tiempo, no importa si son las pandillas, los coyotes mexicanos, unos gringos crueles o una chilena bienintencionada.

Cuando Isabel Allende aborda temas y realidades que conoce, se luce. Le es muy fácil lograr con sus descripciones y matices una realidad que sustente una historia de ficción. Cuando aborda una historia que no conoce, cree que con leer artículos, ver algún reportaje y hablar con alguna persona es suficiente para crear una ficción que se pueda creer. Lo que hizo Isabel Allende no es muy diferente a lo que hace un guionista hollywoodense al colocar a un personaje estadounidense como el héroe en medio de un conflicto en otro país. 

Obviando los agujeros argumentales, Más allá del invierno es una novela entretenida que no hay que tomársela muy en serio, a pesar de que su autora se esfuerce en hacernos creer lo contrario (hay más y mejores novelas que a pesar de que son ficción abordan con verdadera seriedad el problema de la inmigración, las pandillas, la violencia social y familiar, las guerras civiles, el nazismo, la depresión, etc.). Isabel Allende se desconecta de su categoría habitual, el realismo mágico, y en su defecto crea un híbrido entre thriller, aventura y novela rosa.

Para comenzar a leer a Isabel Allende esta no es una novela que recomendaría y supongo que nadie la consideraría dentro del canon principal de la autora. A la larga, como pasa con muchos autores prolíficos, siempre nos encontraremos con obras intrascendentes a las que diremos «es otra más».

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