«Ya la labranza estaba casi terminada, y el sangriento resplandor del ocaso tenía los surcos recién abiertos en la roja arcilla de Georgia de tonalidades aún más bermejas. La húmeda tierra hambrienta que esperaba, arada, las simientes de algodón, mostraba tintes rosados, bermellón y sombras caían a lo largo de las zanjas. La encalada mansión de ladrillo parecía una isla asentada en un mar rojo chillón, un mar cuyo oleaje ondulante, creciente, se hubiera petrificado de pronto, cuando de las rosadas crestas de sus ondas iban a romperse.»
Margaret Mitchell fue una periodista y escritora estadounidense que, con una sola novela –Lo que el viento se llevó–, logró un hito en la literatura norteamericana. Probablemente si no hubiera muerto trágicamente en un accidente habría más libros firmados por ella, quizá hasta una segunda parte. Lo que el viento se llevó fue una novela que no tenía intenciones de serlo y que, en un arco de interrupciones de siete años, finalmente fue publicada en 1936 más por insistencia de un editor que del deseo de la propia autora. Un año después Margaret Mitchell recibió el Premio Pulitzer y en diciembre 1939 se estrenó la adaptación fílmica dirigida por Víctor Fleming, la cual terminó por convertirse en una de las películas más importantes de todos los tiempos y ajustando la inflación, la más taquillera de la historia.