lunes, 26 de abril de 2021

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ de Margaret Mitchell


«Ya la labranza estaba casi terminada, y el sangriento resplandor del ocaso tenía los surcos recién abiertos en la roja arcilla de Georgia de tonalidades aún más bermejas. La húmeda tierra hambrienta que esperaba, arada, las simientes de algodón, mostraba tintes rosados, bermellón y sombras caían a lo largo de las zanjas. La encalada mansión de ladrillo parecía una isla asentada en un mar rojo chillón, un mar cuyo oleaje ondulante, creciente, se hubiera petrificado de pronto, cuando de las rosadas crestas de sus ondas iban a romperse.»

Margaret Mitchell fue una periodista y escritora estadounidense que, con una sola novela –Lo que el viento se llevó–, logró un hito en la literatura norteamericana. Probablemente si no hubiera muerto trágicamente en un accidente habría más libros firmados por ella, quizá hasta una segunda parte. Lo que el viento se llevó fue una novela que no tenía intenciones de serlo y que, en un arco de interrupciones de siete años, finalmente fue publicada en 1936 más por insistencia de un editor que del deseo de la propia autora. Un año después Margaret Mitchell recibió el Premio Pulitzer y en diciembre 1939 se estrenó la adaptación fílmica dirigida por Víctor Fleming, la cual terminó por convertirse en una de las películas más importantes de todos los tiempos y ajustando la inflación, la más taquillera de la historia.

La reticencia inicial de la publicación de la novela por parte de Margaret Mitchell era porque no solamente se encontraba incompleta cuando la entregó a su editor, sino por qué también lo hizo más por un arrebato de emoción para demostrarle a alguien que podía escribir y que tenía un manuscrito que lo evidenciaba –una cantidad ingente de páginas que necesitó de una maleta extra–. También Scarlett O’Hara, la protagonista, era el alter ego de Margaret Mitchell y muchas cosas que le suceden, principalmente a nivel sentimental, están contenidas en la novela y esto era una razón más para que Mitchell no estuviera segura sobre su publicación. Afortunadamente el extenso manuscrito fue editado en poco más de mil páginas. He aquí la sinopsis:

«Scarlett O'Hara vive en Tara, una gran plantación del estado sureño de Georgia, y está enamorada de Ashley Wilkes, que en breve contraerá matrimonio con Melanie Hamilton. Estamos en 1861, en los prolegómenos de la guerra de Secesión, y todos los jóvenes sureños muestran entusiasmo por entrar en combate, excepto el atractivo aventurero Rhett Butler. A Butler le gusta Scarlett, pero esta sigue enamorada de Ashley, que acaba de hacer público su compromiso con Melanie. Despechada, Scarlett acepta la propuesta de matrimonio de Charles, el hermano de Melanie, al que desprecia. Años más tarde, y como consecuencia del final de la guerra, ya viuda, Scarlett debe afrontar situaciones nuevas como el hambre, el dolor y la pérdida e instalarse en Atlanta, donde Melanie espera noticias y de Ashley, y Butler aparece de nuevo.»

Decir que Lo que el viento se llevó es una novela romántica, aún así fuera la más fascinante historia de amor jamás contada, no le hace ninguna justicia. Es reducir la novela en toda la riqueza de su contexto. Scarlett O’Hara es una mujer adelantada a su época y esa característica la hace ser el vehículo perfecto para sostener una historia cuyo fondo es complejo. La voz narrativa es en tercera persona cuyo foco no se aparta de Scarlett más que para darnos una visión general de la situación que afronta el país. La historia abarca un período de diez años y comienza en los albores de la Guerra de Secesión, el conflicto bélico más sangriento y devastador de la historia de Estados Unidos donde se calcula que más de medio millón de personas perdieron la vida. Margaret Mitchell utiliza un lenguaje sencillo con algunos momentos brillantes donde se deja llevar por la prosa casi poética en la descripción de paisajes, situaciones y nostalgia; las descripciones nunca faltan, aunque tampoco sobran. El apoyo en los diálogos nos ayuda a conocer mejor a los personajes, les otorga la profundidad que complementa sus acciones y motivaciones.

Margaret Mitchell, nacida en 1900, no solamente tenía bastos conocimientos sobre la Guerra de Secesión, sino que tuvo la oportunidad de conocer a muchas personas que fueron testigos o combatieron por la Confederación. La Guerra de Secesión no solamente es el fondo sobre el cual lidian los personajes, sino que es también un protagonista de la historia. El lector fácilmente se engancha en las páginas no para leer sobre batallas épicas, sino para contemplar las heridas de la guerra y literalmente el apocalipsis cernido sobre la población civil. Las acaudaladas familias hacendadas en el Sur empiezan a pasar hambre, conocer la miseria y sufrir la muerte de sus hijos. El fin de la Guerra no presupone esperanza para los vencidos. El retrato de la sociedad sureña por parte de Mitchell es como una cápsula de historia. No solo nos enteramos de costumbres, usos y tradiciones, sino también nos lleva a explorar de forma sutil los aspectos políticos que marcaron hechos y otros sucesos que terminaron por convertirse en historia. 

La novela a lo largo de los años siempre ha creado polémica. Retrata una vida rural en el Sur, en Georgia específicamente, casi idílica. La esclavitud en Tara, las tierras que pertenecen a la familia O’Hara, se expone como una cordial relación entre amos y esclavos, donde los primeros no maltratan física ni psicológicamente y los segundos son leales hasta el fin. Literalmente en la novela se expone que las historias de maltrato, dominación y explotación son ficciones, cuentos, creados en los Estados de la Unión con el propósito de ennoblecer sus actos, de hacer de la Guerra una causa justa a favor de la liberación de los esclavos del yugo confederado. Lo cierto es que la Guerra de Secesión no estalló precisamente por el tema de la abolición, había intereses y conflictos más densos entre los estados donde ya se había marcado una línea de desarrollo que separaba a los Estados en el Norte, mucho más industrializados y progresistas, con respecto a los del Sur, rurales y conservadores, más parecidos a enclaves feudales donde poco faltó para que tuvieran títulos nobiliarios. Hasta cuando algunos personajes masculinos de la novela forman parte del Ku Klux Klan, incluyendo al caballeroso Ashley Wilkes, lo hacen de una manera romantizada, pareciera que esta organización clandestina es una voz de auxilio del Sur contra los malditos yankees opresores, y no los supremacistas blancos que conocemos, aunque también es cierto que la organización surgió varias veces y en cada momento lo hizo con nuevos líderes e ideas más radicalizadas. De cualquier manera, la esclavitud es condenable en cualquiera de sus formas y el racismo inaceptable e injustificable.

Scarlett O’Hara es un personaje peculiar, en algunos momentos completamente odioso y en otros, entrañable. Algunas veces era brillante; otras, sucumbía a la inmadurez. Toda una montaña rusa. Una epopeya sureña en sí misma. No obstante, Scarlett O’Hara nunca abrazó el derrotismo. En los días más grises, en las noches más oscuras y en el fuego que arrasaba todo lo que conocía, nunca sucumbió y entre polvo y ceniza siempre supo levantarse. Una mujer luchadora. El germen del feminismo en la literatura. Rhett Butler era otro personaje que parecía adelantado a su época, sínico y con ideas más propias del siglo XX, robaba cada escena en las que aparecía. La interacción entre estos personajes era el plato fuerte de cada capítulo y si bien es cierto que en algunos momentos había comicidad y picardía, había otros en los que ganaba la gallardía y tragedia.

Lo que el viento se llevó exige un compromiso del lector y la recompensa vale la pena. Los arcos se cierran no como quisiéramos o hubiéramos imaginado, aunque dudo que pudieran ser mejores. Una gran novela y no por su extensión. Llegando al final invade el sentimiento de que no es posible que esté terminando y queda del lado del lector darle la continuación. Margaret Mitchell, como Scarlett O’Hara, como Rhett Butler, como todo, se fue con el viento. Solo las historias, las buenas historias, permanecen.

«Los momentos buenos para ganar dinero son dos: cuando se construye un país y cuando se destruye.»

«Las experiencias nuevas son muy útiles, porque enriquecen el espíritu.»

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