«Pero ¿qué es una noche, después de todo? Un período muy breve, sobre todo cuando la oscuridad se difumina tan pronto, y enseguida canta un pájaro, cacarea un gallo, o en el fondo de una ola se aviva un verde casi imperceptible, semejante al de una hoja que nace. A una noche, sin embargo, le sigue otra noche. El invierno almacena toda una baraja y reparte las cartas equitativa, uniformemente, con dedos infatigables. Las noches se alargan y se oscurecen. Algunas sostienen en lo alto nítidos planetas, láminas de claridad. Los árboles otoñales, asolados como están, conocen el brillo que enciende a veces los estandartes hechos jirones en la penumbra fresca de los panteones catedralicios, donde letras doradas y páginas de mármol describen la muerte en combate y cómo los huesos se blanquean y arden muy lejos, en las arenas de la India.»
Virginia Woolf es la escritora inglesa que más se ha destacado en el ámbito literario por sus aportaciones a las letras universales, marcando un hito en el vanguardismo y modernismo y convirtiéndose de esa manera en una de las autoras más importantes del siglo XX. No hay una sola obra que no haya recibido elogios e incluso su vida tuvo matices que superaban cualquier ficción: padeció de trastorno bipolar, depresión y terminó suicidándose. Ha sido la inspiración de muchos escritores en varios países y parece inexplicable que no haya recibido el Premio Nobel de Literatura cuando estuvo nominada en 1938 (ese año el Nobel le fue otorgado a la escritora estadounidense Pearl S. Buck, cuya obra y carrera tiene mucho mérito y valor, pero no es comparable con el legado de Woolf). Una buena parte de la obra de Woolf fue traducida al español por Jorge Luis Borges, quien además se declaraba gran admirador de la escritora. Al faro, publicado en 1927, es su quinta novela.
Al faro es una novela que inicié y dejé, sin pasar más allá de la página treinta, al menos tres veces. No es un libro largo, con apenas doscientas páginas debiera ser una obra para una tarde, pero termina convirtiéndose en material para varios días. Al faro es una obra que resume el modernismo literario y que probablemente sea el mejor camino para conocer este movimiento, al menos es una mejor opción que iniciar con cualquiera de las obras de Proust o Joyce, cuyas dimensiones las convierten más que en lectura, en un proyecto. Aunque confieso que Al faro quizá no sea el mejor libro para conocer a Woolf.
Al faro trata sobre las vivencias de la familia Ramsay y sus invitados mientras se encontraban en su casa de verano en la isla de Skye en Escocia en dos días separados por diez años. Parte con el deseo del hijo menor, James, de visitar el faro el día siguiente, la petición de la madre y la objeción de la imposibilidad por parte del padre argumentando el mal tiempo. Mientras esto pasa entramos y conocemos a cada uno de los personajes y sus relaciones, centrándonos en su comportamiento, emociones y pensamientos, en una especie de introspección, voz interna o, lo que viene siendo lo mismo, un monólogo interno donde unas pocas palabras, una mirada o un gesto son los detonantes para entrar en la psique de estos. No hay mucha acción, realmente ninguna que valga la pena destacar, no hay tampoco muchos diálogos, apenas unas líneas, lo suficiente y esencial para provocar la atención sobre los personajes.
Las convenciones de lo que conocemos como tema, argumento y trama en la literatura, en Al faro son secundaria y difíciles de identificar. La introducción no parece tal, los nudos y conflictos no son fáciles de precisar si es que los hay y ello lleva a la irrelevancia de su conclusión porque no hay nada que resolver, cumplir o perseguir. No hay una historia realmente. La novela empieza, continúa y termina en la casa de verano de los Ramsay como bien pudiera haber sido otro lugar o incluso otra familia, porque tampoco existe algo especial en los Ramsay o sus invitados que los haga destacar por encima de otros ingleses de clase media alta.
La vos es la del narrador omnisciente con foco sobre los personajes, pero que puede cambiar rápidamente la orientación hacia otro en el siguiente párrafo. El lenguaje es bastante pulcro y elegante sin desprenderse de la sencillez e intensidad emotiva. Cada oración parece haber sido trabajada cuidadosamente y es innegable el brillo de elocuencia que se desprende a medida que leemos. El libro está estructurado en tres partes, la primera y la última abarcan un día o momentos de esos días con la distancia de diez años, y la parte central funge como un canal conector entre esos días donde los personajes salen de escena y el tiempo transcurre hasta pasar una década. Esta segunda parte personalmente fue la que más me gustó porque su prosa es un deleite cuasi poético, un óleo del tiempo hecho con tinta y letras.
«Leía muy deprisa, como impaciente para acabar.»
La proposición anterior la extraje de la tercera parte del libro y era una representación misma de mi sentir como lector. Al faro es una novela diferente que no está hecha para los lectores que buscan entretención a través de una buena historia (quedando claro que aquí no hay historia que contar). La basa son los personajes no porque sean especiales, sino porque son un reflejo y consecuencia (y en algunos casos víctimas) del pensamiento y costumbres de la época. Al precisarlos en un lugar en el tiempo de hace un siglo, hace que para el lector de hoy sea difícil encontrar en ellos un enclave empático o de identificación, lo que a su vez se traduce en distancia, pero no provocada por la frialdad, sino por el tiempo. Probablemente el personaje de Lilly Briscoe sea el que más llame la atención, pero esto se debe a que está adelantado a su época y representa la figura de las posibilidades en una mujer que para entonces eran muy limitadas, de hecho, Lilly Briscoe es como una versión de lo que podría haber sido la señora Ramsay y esta última el sentir de la propia autora.
Al faro es un ejemplo de la construcción de los personajes desde sus sueños, frustraciones, sentimientos y emociones y no de sus dichos y acciones. Más allá de eso no hay mucho más que decir, porque si es de los temas que aborda la novela, pues los hay y son varios y estarán en función del enfoque del lector y los paralelismos o analogías que este busque y quiera darle a lo que lee.
La literatura es arte y cada autor sabiendo las reglas del lenguaje y con conocimiento de las técnicas y herramientas de la disciplina, puede crear una obra que esté a la vanguardia y que rompa esquemas, como lo hizo Cortázar con Rayuela o Asturias con El Señor Presidente. Aunque es importante mencionar que todo arte es subjetivo y su valor está en el ojo espectador más que en la mano creadora. No a todos nos gusta lo mismo e incluso los gustos varían de acuerdo con las etapas de la vida. Hay quienes prefieren a Rubens y desprecian a Pollock, a otros les fascine un Picasso pero desdeñen un van Gogh, esto mismo pasa con la literatura y Al faro es una obra de arte y como tal hay quienes prefieran mejor a Orlando o La señora Dalloway, yo soy uno de ellos.
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