«En el sur de marruecos hay un viento en forma de torbellino, el aajej, contra el que los fellabin se defienden con cuchillos. Otro es el africo, que a veces ha llegado hasta la ciudad de Roma. El alm, viento otoñal, procede de Yugoslavia. El arifi, también llamado aref o rifi, abrasa con numerosas lenguas. Ésos son vientos continuos, que vienen en el presente.»
Michael Ondaatje es un poeta, novelista y editor canadiense nacido en Sri Lanka. Su novela más importante es El paciente inglés, publicada en 1992, obra con la que obtuvo muchos reconocimientos, incluyendo el Booker Prize que es uno de los premios más importantes otorgados a las novelas de habla inglesa realizado desde 1969 en el Reino Unido. Por sus aportes a las letras, Ondaatje también cuenta con la Orden de Canadá, que es el máximo reconocimiento otorgado a un civil en este país.
El paciente inglés es más probable que lo recordemos por la adaptación cinematográfica de 1996, la cual estuvo nominada a doce premios de la Academia de los cuales ganó nueve, incluyendo mejor película y mejor dirección. El papel protagónico fue de Ralph Fiennes, a quien posteriormente terminaríamos asociándolo con Lord Voldemort de la saga de Harry Potter. Otros actores sobresalientes de aquella película fueron Willem Dafoe, Juliette Binoche y Colin Firth. Michael Ondaatje participó en el guion, aunque fue Anthony Minghella quien asumió la mayor tarea y terminó llevándose la estatuilla y otros reconocimientos. La adaptación de El paciente inglés compitió con otras producciones como Jerry Maguire y Fargo. Particularmente vi El paciente inglés una sola vez hace casi veinte años, incluso tengo el DVD empolvado en un rincón. La duración de 162 minutos la juzgué excesiva y me acuerdo de que tuve que hacer algunas pausas. La película me pareció algo aburrida, no lo niego, y en estos momentos estoy pensando si acaso ese calificativo se originó más en la impaciencia propia de la juventud que en el análisis de su contexto artístico. No estoy seguro. quizá haya que darle otra oportunidad.
El tiempo que media entre la única vez que vi película y ahora que leo el libro es suficiente como para liberar completamente la memoria y reconstruir en mi mente los episodios narrados por Michael Ondaatje. La sinopsis es la siguiente:
«En los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, cuatro personajes se reúnen en una villa en ruinas en la Toscana: un enigmático hombre sin memoria, que agoniza con el cuerpo completamente quemado, una joven enfermera que cree traer la desgracia a cuantos ama, un cínico superviviente mutilado y un sij dedicado a la desactivación de explosivos. Cuatro extranjeros de sí mismos, atrapados en la retaguardia de sus recuerdos, que van recomponiendo el destrozado mosaico de sus identidades a través de las intermitentes y atormentadas revelaciones de una historia de amor y celos.»
El paciente inglés no es una sino cuatro historias que se encuentran en un punto del tiempo y el espacio desolador y trágico. La Segunda Guerra mundial ha terminado recién para Europa, quedando aún unos días pendientes antes de la capitulación de Japón; pero eso no significa necesariamente la paz y tranquilidad, porque la mitad del mundo ha quedado mutilada y en ruinas. Ese escenario devastador que consume cualquier esperanza es el que atrapa a los protagonistas que, reunidos por el azar, se encuentran en un lugar que otrora fue un paraíso. Cuatro extranjeros lidiando con las heridas de una guerra. Hay una persona quemada con la piel por entero carboniza a quien Hana, una joven enfermera, cuida asiduamente como si fuera su único propósito, como si no quedara más en la vida y en el mundo que hacerse cargo de esa víctima de la guerra a quien ella llama el paciente inglés, aunque la nacionalidad únicamente la intuye por el acento porque poco sabe de él y el paciente es al mismo tiempo una puerta del olvido y un retrato mortal de un espíritu atribulado que no tiene salvación. Con ella está Caravaggio, un veterano de la inteligencia canadiense que se desempeñó como ladrón y quien fue torturado por los nazis cortándole los pulgares. Carvaggio era amigo del padre de Hana y existe cierto sentimiento paternal hacia la muchacha. Posteriormente se suma Kip, un zapador del ejército británico de origen sij (proveniente de India), que llega junto con otros colegas a ese lugar de Italia para desactivar minas y bombas que están por doquier. Hana termina albergando sentimientos hacia Kip y temiendo por su fortuna.
La novela tiene una narración muy faulkneriana: una estructura en el fondo lineal, pero que se construye con entre capas de analepsis, retrospectivas y conflictos de cada uno de los personajes que confluyen orgánicamente en sus historias, no estando jamás el foco concentrado en una sola voz ni en una sola perspectiva; donde hechos, sueños, sensaciones, diálogos y pensamientos se entrelazan mediante una prosa cuasi poética llena de belleza que surge en medio de un escenario lóbrego y desesperanzador que solo sirve para enfatizar el tono que va de un suspiro a un estertor; y donde los matices en oraciones, párrafos y capítulos largos hacen que la obra en su conjunto sea indivisible. Los personajes, todos, transmiten un pesimismo propio de su situación y no esbozan ninguna bandera en particular, son quienes son porque sus acciones, y no el destino, los ha llevado hasta allí.
El discurso de la tragedia individual que orbita en el misterio del paciente inglés es lo que nutre la novela y la encamina a un limbo donde su purga el sentimiento y el pasado; sin embargo, en el tramo final la traición se consuma no porque ellos hayan descubierto algo de lo que no eran conscientes, o ni siquiera esperaban, sino porque Kip que paradójicamente desactivaba bombas, se entera que las dos bombas más grandes que haya conocido la humanidad hasta ese entonces se lanzan sobre población civil en Hiroshima y Nagasaki, un hecho que termina con los últimos rescoldos de la guerra, pero también cuestionándose si era necesario tal acto de lesa humanidad.
Michael Ondaatje nos presenta una obra que, a pesar de que su extensión es moderada, resulta que no es ligera y requiere tanto la paciencia como el compromiso del lector. No es una novela para dejar en el buró y dedicarle unos minutos antes de dormir. En ocasiones tuve que regresar algunas páginas e incluso capítulos para recuperar el hilo narrativo. Hubo momentos en el que sentí que la historia se quedaba estática, talvez caía hasta en el aburrimiento, pero logré entender que era precisamente lo que el autor pretendía, que nosotros también nos sintiéramos varados en un remoto lugar junto a los protagonistas colmados de incertidumbre y que de esa manera, cualquier acción que surgiera, por mínima o poco perceptible que pudiera ser, se esperara más y contribuyera a esas dosis de tensión.
El paciente inglés es una novela bastante elogiada por la crítica literaria porque tiene todo lo que esta aprecia en un libro, pero esto no significa que esté fuera del alcance para un lector casual siempre y cuando no la lea por casualidad y sus expectativas estén no en conocer un fin o un principio, sino en la comprensión del todo como una tragedia de la humanidad que es capaz de llegar a cada individuo. La guerra que termina en la narración no es menor a la guerra interna de sus personajes. Ninguno de los países de procedencia de los personajes estaba abiertamente en guerra y aquí tenéis que perdonadme el spoiler, porque el paciente inglés no es inglés; y eso significa que la guerra nunca es solo entre un país y otro, porque tarde o temprano llega a todos.
Recuerdo el titulo por la película que efectivamente para muchos es un clásico, aunque el film se enfoca más en una relación amorosa entre personajes y el libro habla sobre la trascendencia del ser humano sobre las diferentes tragedias que pueda enfrentar. El paciente ingles que al final se descubre que no es ingles sino húngaro puso a su autor Michael Ondaatje en un revuelo sobre todo en Estados Unidos al aparecer con esta obra, ya que el libro termina con el lanzamiento de las bombas atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, haciendo para algunos de un modo mordaz pero sutil una crítica de que dichas bombas no serian lanzadas sobre ciudades de gente blanca. Para muchos la escritura de Ondaatje es tan clásica por los giros y recursos que utiliza que no han duda en compararlo con grandes autores como Ernest Hemingway. Una de las grandes diferencias entre el libro y la película, es que el primero como suele suceder casi siempre presenta una serie de argumentos y narrativa mucho más sustanciosos lo que hace que el lector empiece rápidamente a comprender el ambiente y los diferentes marcos temporales en los que se sitúan los personajes. Como bien dices es un libro que no se puede leer hoy y volver a leer dentro de una semana, porque el hilo sutil de la lectura que ha colocado el autor se rompe fácilmente si uno no le presta la atención adecuada, cada persona pelea su propia batalla y el autor muestra este conflicto de emociones en cada uno de sus personajes, pareciera como una especie de montaña rusa pero en la cual el carruaje va muy sutil sobre los rieles, claro que se vive la tensión, la decepción, y la frustración dentro de la obra pero el autor no permite que nos quedemos con un sentir de derrota, por lo anterior y por mucho más será es un clásico que perdura por mucho en la memoria de aquellos que la lean.
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