lunes, 13 de diciembre de 2021

CARMILLA de Sheridan Le Fanu

«No puede concebirse un paseo más agradable. El paisaje se rompía en suaves colinas y hondonadas, todas cubiertas de árboles magníficos, lo más opuesto a la formalidad de los jardines artificiales, podados y en perfecto orden. Las irregularidades del terreno hacían que el camino se apartase a veces de su curso para rodear los bordes de las hondonadas y las empinadas laderas de las colinas, entre una variedad de panorámicas casi inagotable.»

Joseph Thomas Sheridan Le Fanu fue un escritor irlandés que se caracterizó por la atmósfera de misterio que sorteaba en sus relatos cuyo germen siempre estuvo en el terror paranormal, su estilo gótico es uno de los mejores ejemplos para describir una narrativa que se teje tramo a tramo donde hasta las acciones más funestas destilan elegancia y no hay personaje cuyos diálogos e incluso pensamientos no tengan como común denominador la elocuencia. Sus historias de fantasmas, demonios y vampiros fueron la inspiración de muchos escritores y lo siguen siendo hasta el día de hoy. Carmilla fue publicada en 1872, un año antes del fallecimiento de Sheridan Le Fanu a los 58 años.

Cuando se piensa en la mejor novela de vampiros nuestra mente señala el camino hacia Bram Stoker, porque ciertamente la gracia de Drácula no es contar una historia que ya es tradicional del este de Europa, sino vaciarla en un entorno victoriano donde mediante el género epistolar llevado a un nuevo extremo nos va mostrando las perspectivas de cada personaje y en cuya diversidad encontramos una explosión de emociones viscerales que espantan tanto como atraen. No obstante, como ya he mencionado, la historia del vampiro no es nueva en la Europa del este y se remonta al Medioevo donde, alimentada por la tradición oral, puede encontrarse raíces aún más profundas en los mitos antiguos de los pueblos del mediterráneo. Además, es importante señalar que la mezcla de ignorancia y superstición, santería y paganismo, miedo y una corta vida de miseria feudal, fueran más que suficientes para que personajes como Vlad Tepes o Erzébet Báthory se posicionaran en el podio de la crueldad y que los siglos mismos lejos de borrar sus nombres se encargaran de convertirlos de leyendas a mitos. Carmilla fue publicada 25 años antes que Drácula, por lo que no es difícil encontrar elementos comunes, todos cortados por un aura de misterio: una extraña enfermedad que mengua las fuerzas, una damisela en peligro, un extraño personaje proveniente de una noble cuna, transformaciones en animales, fascinación y embeleso fatídico, entre otros. Sin embargo, Carmilla es una historia mucho más sutil y hasta cierto punto modesta que Drácula, cuya extensión no solo la hacen más ambiciosa, sino que la seriedad que le da Stoker la inmortaliza en un clásico. Todos conocen a Drácula, aunque no hayan leído jamás a Stoker, pero pocos, muy pocos a Carmilla.

Probablemente Stoker leyó a Carmilla, pero dada la diferencia de estilos y el abordaje que cada escritor brinda a su relato, es muy arriesgado decir que Stoker debe mucho a Sheridan Le Fanu, después de todo, el vampiro ya existía, si hay inspiración, quizá no sea más que en algunas páginas donde se narran escenas que quizá recuerden a Carmilla, fuera de ello, el camino de Stoker es diferente y hasta pareciera que el vampiro es una alegoría, una excusa para una historia subyacente del guerrero de una época y cultura olvidada, pero eso será material para otra reseña. Después de haber leído casi toda la saga vampírica de Anne Rise, me hace mucho más sentido que la inspiración de Rise haya sido Sheridan Le Fanu antes que Stoker. Los elementos góticos y la circunspección de los personajes es una constante de Rise y Carmilla que, aunque no se centra en el vampiro, sino en Laura, su protagonista, es precisamente un embeleso casi erótico entre el vampiro y su víctima.

Sheridan Le Fanu ofrece un relato muy adelantado a su tiempo y a la vez propio de este. En una época victoriana que todavía abrazaba la tradición y el puritanismo, era muy atrevido establecer una relación lésbica, aunque esta fuera urdida con la mayor sutileza del mundo; no obstante, también era la mejor época para contar las historias de una Europa oscura, una Asia lejana o un Nuevo Mundo indomable.

La versión de Carmilla que llegó a mis manos es la de Editorial Alma, la cual además de entregar un libro finamente empastado y cosido, también se encuentra ilustrado por Jana Heidersdorf, una joven artista alemana de fantasía y terror, cuyas obras transmiten el dominio de trazos de ensueño, donde la naturaleza, tanto viva como muerta, más que un fondo, es también protagonista. Las ilustraciones de Heidersdorf brindan un acompañamiento visual a la obra que acentúan sus escenas en icónicas representaciones.

El vampiro es parte de la cultura popular: libros, películas, comics, series, más todo el merchandising asociado. Si te gustó Drácula de Bram Stoker o Entrevista con el Vampiro de Anne Rise, entonces Carmilla te parecerá uno de esos libros imprescindibles, probablemente el relato desde un apartado literal pueda parecer algo plano y predecible, que no ha envejecido del todo bien en la estructura y argumento, pero narrativamente es una fuerza llena de belleza, cuya prosa, al igual que el vampiro, embelesa y clava el colmillo.

«Habréis oído hablar, sin duda, de la espantosa superstición que prevalece en Alta y Baja Estiria, en Moravia, Silesia, en la Serbia turca, en Polonia incluso en Rusia: la superstición, así debemos llamarla, del vampiro.»

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