«En cierto modo estamos perfectamente libres de actuar como queremos el uno respecto al otro, ¿me explico? Es como si estuviéramos en una isla desierta. Una isla en la que tal vez estemos solos años. Porque, sí, fuera de la celda están nuestros opresores, pero adentro no. Aquí nadie oprime a nadie. Lo único que hay, de perturbador, para mi mente… cansada, o condicionada o deformada… es que alguien me quiere tratar bien, sin pedir nada a cambio.»
Manuel Puig fue un escritor argentino que obtuvo notoriedad desde la publicación de su primera novela en 1965, La traición de Rita Hayworth, obra que fue finalista del Premio Biblioteca Breve. Años después publicaría Boquitas pintadas y El beso de la mujer araña, obras que terminarían por consolidar su estilo y temas narrativos. Desde su juventud se declaró abiertamente homosexual, aunque su activismo LGBT+ lo hizo ya cuando gozaba de cierta fama como autor, uniéndose al Frente de Liberación Homosexual –FLH– en Argentina. Su pasión por el cine y la literatura despertaron su veta artística desde la infancia y es fácil contemplar cierta estructura cinematográfica en sus libros.
El beso de la mujer araña se publicó en 1976 y la historia transcurre un par de años antes, en el tercer mandato de Juan Domingo Perón, el personaje político y militar más importante del siglo XX en Argentina que dio nombre a una variante política latina llamada peronismo de la que todavía persisten sus rescoldos y consecuencias en ese país. Manuel Puig no vivía en Argentina cuando escribió y se publicó la novela, aunque entendía la realidad de su patria donde las estructuras paralelas, la persecución política y la anulación de la libertad de expresión eran una moneda más habitual que el propio peso argentino, que ya es decir mucho. De hecho, la novela se nutre de una historia real, al menos en parte, puesto que Puig la matizó con ficción y otros elementos de su propia cosecha.
El beso de la mujer araña aparece incluida en el listado de las mejores cien novelas en español del siglo XX publicado por el periódico El Mundo. Así mismo, fue llevada a la gran pantalla en 1985. Raul Julia interpretó a Valentín y William Hurt a Molina, este último recibió varios premios por su interpretación, incluyendo el Oscar a mejor actor, aunque también es de destacar que el largometraje tuvo nominaciones a mejor película, mejor dirección y mejor guion adaptado. Desde su publicación la obra tampoco se ha dejado de imprimir y aunque ya no tiene el mismo impulso en ventas, todavía puede conseguirse en ediciones de bolsillo.
La novela trata sobre los diálogos de dos prisioneros: Valentín Arregui, un militante revolucionario de izquierda, de 26 años; y Molina, un hombre homosexual de 37 años acusado de perversión de menores que se refiere a sí mismo como «loca». La mayor parte de la obra son historias, viejas películas que Molina le cuenta a Valentín, inicialmente con el propósito de ganar su confianza, ablandarlo y obtener información de la contrainsurgencia, pero que terminan por cultivar un vínculo de camaradería y afecto.
La particularidad de El beso de la mujer araña es que no existe narrador. Los protagonistas charlan y sus conversaciones se traslapan sin que exista paréntesis o párrafos que expliquen el sentimiento, gesto o siquiera anuncien quien habla. Esto es un poco desconcertante porque de entrada no sabemos los nombres de los personajes ni quienes son ni donde están, es de la propia conversación que vamos obteniendo datos sin que se sienta forzado, sino de forma natural y fluida. Podemos identificar a Molina porque es quien más habla, quien cuenta las historias, quien más se abre en recuerdos y sentimientos, es extrovertido y su personalidad resuma en las palabras que usa, mientras que Valentín es retraído, parco y circunspecto. Toda esta estructura solo se interrumpe con dos o tres entrevistas mecanografiadas entre el prisionero Molina y una autoridad de la cárcel, un oficial militar superior; y con un informe final del servicio de inteligencia a manera de epílogo.
Son alrededor de seis películas que Molina cuenta a Valentín en el transcurso de los días, ninguna las termina en la misma noche. Para Valentín escuchar estas historias es un escape de la realidad del encierro, un sosiego tan necesario como el propio sueño. Molina, por otra parte, se entretiene recordando, reinventando o mezclando escenas y momentos que pergeña con sensibilidad y emoción, además que los comenta como un buen aficionado al cine fijándose en las características individuales de los protagonistas, en sus sentimientos, en sus decisiones, mientras que Valentín, al ser más joven e idealista, le gusta establecer y señalar el contexto social del conflicto, muy al estilo de cualquier marxista leninista.
La primera película que cuenta Molina se trataba de una mujer que se convertía en pantera y no podía ser besada. Eventualmente esta historia haría eco en el título de la propia obra, puesto que los reclusos se enamoran y el beso final, el único beso, convierte a Molina en la mujer araña y no la mujer pantera, porque capturó a Valentín en su red que no fue más que un entramado de historias. Valentín era un hombre heterosexual, con un amor fuera de la prisión, con algunos prejuicios acerca de los homosexuales producto de su ignorancia, pero que finalmente no fue obstáculo para unirse a Molina, al principio por compasión, de último por amor.
Pese a la fama que antecedía a la novela, preferí abstenerme de leer sinopsis, comentarios e incluso ver la película. He de confesar que inicialmente no sabía hacia donde se dirigía la novela. Era extraña y experimental. Me recordó un poco a ese comienzo de Las mil y una noches donde una joven cuenta una historia cada día al caer el sol para salvar su vida, aunque aquí no había vida que salvar, al menos no en el sentido literal. Me parece increíble y magistral construir a los personajes tan solo por sus diálogos y dotarlos de una profundidad que los hace transparentes al lector. El vocabulario es sencillo, pero correcto, como cabría de esperar de dos personas comunes.
Es una novela muy recomendable desde la perspectiva de la técnica literaria que no se queda con ello, sino que le suma una historia contada a través de varios relatos, donde el lector logra empatizar con los personajes conociendo sus respectivas realidades, pasado, sueños y miedos. El final de la novela nos deja fríos por la impresión, que si había dudas de que mereciera estar entre las cien mejores novelas en español del siglo XX nos deja en claro su valía y que tampoco estaría en los últimos lugares.
El beso de la mujer araña es una muy buena novela que merece también ser recomendada. Si hubiera sido escrita en el siglo XXI probablemente hubiera obtenido más premios y reconocimientos. Le tocó ser publicada en una década de prejuicios que dificultó incluso su edición, pero el tiempo se ha encargado de que, pese a que el escritor ya haya fallecido, se siga leyendo.
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