«Esto es lo que pasa –decía–. La mayoría de las personas, sean de donde sean y tengan el aspecto que tengan, aspiran a lo mismo. No buscan hacerse multimillonarios. No esperan que otra persona haga lo que pueden hacer por sí mismas. Pero sí creen que, si están dispuestas a trabajar, deberían poder encontrar un empleo que permita mantener a una familia. Que no deberían arruinarse solo por haber caído enfermas. Que sus hijos deberían poder recibir una buena educación, que los prepare para esta nueva economía, y deberían poder costearse la universidad si se han esforzado para ello. Quieren estar a salvo de delincuentes y terroristas. Y consideran que, tras toda una vida de trabajo, deberían poder jubilarse con dignidad y respeto.»
Barack Obama es uno de esos personajes de la historia contemporánea que no requiere presentación alguna, su huella es indeleble. No solo fue presidente de los Estados Unidos, sino el primer presidente afrodescendiente de la primera potencia económica y militar del mundo. Su nivel de popularidad al dejar su mandato estuvo igual o más alto incluso que cuando lo comenzó. Barack Obama es el epítome del sueño americano, un hombre que a pulso se abrió camino, y no precisamente un camino fácil.
Una tierra prometida, publicada en 2020, es la primera parte de las memorias de Barack Obama, un volumen impresionante de páginas que parecen no acabar y que aún así, mientras nos sumergimos en los vaivenes políticos de la Casa Blanca, es apenas un resumen de lo ocurrido desde la inmersión de Obama en la política estadounidense, hasta los momentos históricos previos a la finalización de su primer mandato presidencial. Espero que el volumen siguiente no tarde demasiados años, que hay mucho que decir de como un país que había pernoctado con un presidente que simbolizaba su madurez como sociedad, despierta con la representación retrógrada y populista de Trump, un hombre en el que caben los epítetos decimonónicos de una nación fracturada, xenófoba e ignorante.
No es la primera vez que Obama llega a las librerías, ya lo había conseguido en 1995 con Los sueños de mi padre: Una historia de raza y herencia. Este libro lo empezó a escribir siendo un joven abogado en la mitad de sus treinta después de haber ganado notoriedad en la presidencia de una revista jurídica de la Universidad de Harvard. En aquellos momentos la política no pasaba por su mente, al menos no la partidaria. Era un letrado y académico que vivía con su esposa en un pequeño apartamento y que eventualmente participaba en organizaciones sin fines de lucro. No podría afirmar que era un activista, pero ese contacto con las clases más necesitadas le hizo darse cuenta que si quería hacer un cambio para la sociedad, tenía que estar en el lugar donde los cambios se dan, en la legislación, en la política. El primer libro de Obama tuvo un recibimiento modesto, pero en la medida que su nombre se hizo mediático, alcanzó la categoría de bestseller, agotándose edición tras edición.
Una tierra prometida todavía no había sido publicado y ya era un bestseller. De esos libros que tienen preventa meses antes de estar en las estanterías. No obstante, debo decir que a pesar de que lo firme Barack Obama, hay un equipo de revisores y editores atrás del texto, por lo que todo lo aquí contado si bien es cierto que es la perspectiva y voz de Obama, también tiene un filtro de moderación política y diplomática que no había visto antes. No es explícitamente una autocensura, pero es evidente que en algunas partes Barack Obama corta o suaviza su emoción, acción o pensamiento respecto a determinado momento, recordándome a la mesura y elocuencia de esos caballeros ingleses de las novelas del siglo XVIII. En el propio libro, al finalizar, Obama ofrece los respectivos créditos con apariencia de agradecimientos. Seguramente en el libro Mi vida de Bill Clinton pasó igual, pero ese no lo he leído.
Una tierra prometida trata sobre la vida política de Barack Obama. Su niñez, formación, familia y otros temas personales son abordados de forma expedita en relativamente pocas páginas, seguramente porque es una historia que ya contó antes y no tiene ningún sentido volver sobre lo mismo. Todo joven es un idealista, y Barack Obama siendo un joven abogado sería uno de los mejores ejemplos. Si Barack Obama hubiera dedicado su vida al derecho, a su profesión, probablemente hubiera sido un portentoso abogado de Nueva York o Chicago, con su propia firma o socio de un gran bufete, muy conocido en el medio en que se desenvolvería, pero un anónimo para la nación o el mundo. Esa realidad alterna que pudo ocurrir y nunca sucedería tampoco era despreciable y calzaba bien con el sueño americano típico, aunque no para Obama. Su primera oportunidad real fue la carrera para senador de distrito, lo que consiguió en 1997, y una vez obtenida la experiencia, la apuesta fue mayor, senador de los Estados Unidos, donde permaneció desde 2005 hasta 2008. Una muy buena parte del libro trata sobre el ascenso de Barack Obama hasta la presidencia, donde nos enteramos de su estrategia y su capacidad de reacción, al mismo tiempo que conocemos ese entramado político estadounidense, un sistema no exento de defectos y debilidades, puesto que Obama señaló tempranamente la semilla del populismo en el partido republicano con la candidatura de Sarah Palin y posteriormente las desinformaciones sobre su nacionalidad y otras acusaciones sin fundamento proferidas por un Trump ya sediento de poder.
Enseguida, el libro aborda con mucha propiedad los temas más importantes de su primer mandato, como el colapso económico del 2008 provocada por la crisis subprime, el cual es toda una lección magistral de política económica keynesiana. También se destaca los impulsos legislativos y políticos en temas de medicina y salud, cargas impositivas, inclusión en el ejército, cambio climático, la elección de Soto Mayor, entre otros.
Obama nos cuenta descriptivamente sus viajes y encuentros con otros mandatarios del mundo, incluyendo su primera reunión con Vladimir Putin, el cual ya le daba banderas rojas de su peligrosidad para occidente. Estas partes de libro suelen ser muy fluidas y por qué no decirlo, entretenidas, puesto que repasamos grandes eventos de la historia reciente como la guerra de Afganistán, el conflicto de Irán y el tema nuclear, el cierre de Guantánamo, el incendio de la plataforma petrolera en el golfo de México, la primavera árabe, la caída del presidente de Egipto, la intervención en Libia y la guinda del pastel, la caza de Bin Laden.
Pese a que el libro se hacía muy pesado en algunos momentos, termina fluyendo bien. No es que sea del todo amigable con el lector, pero no deja de ser accesible. Innegablemente estamos ante un libro escrito por un político que tiene en sí mismo el peso de su propio nombre y legado. No obstante, no es cualquier político, se trata de Barack Obama y solo por ello esta obra merece una oportunidad porque nos acerca y nos lleva de la mano a conocer lo que vivió e hizo, contándonos lo que puede o le está permitido, pero sin reservarse la emoción y pensamiento, salvo en algunos casos, que como comenté, tienen su componente de corrección política.
De lo que va del siglo XXI, Barack Obama ha sido el mejor presidente, y si las cosas siguen como se visualizan en el horizonte, probablemente siga siéndolo. Estados Unidos es una gran nación y eso significa además de libertad, diversidad; sin embargo, la gestión de esa diversidad y libertad conlleva el surgimiento de radicalismos, polarizaciones y posturas antidemocráticas que irónicamente se valen de la democracia para acceder a cuotas de poder.
Para cerrar, algunas líneas que vale la pena volver a leer:
«La política no tiene por qué ser lo que la gente cree que es. Puede ser algo más.»
«¿Es útil hacer un retrato de cómo debería ser el mundo si los esfuerzos por alcanzarlo están destinados a no cumplirse?»
«Y ¿por qué no? Lo cierto era que habíamos salvado a la economía de una probable depresión. Habíamos estabilizado el sistema financiero global y evitado el colapso de la industria del automóvil. Habíamos puesto vallas de contención a Wall Street y hecho inversiones históricas en energías limpias y en la infraestructura de la nación, protegido terrenos públicos y reducido la contaminación atmosférica, conectado escuelas rurales a internet y reformado el sistema de préstamos a estudiantes para que las decenas de miles de millones de dólares que antes habían ido a parar a las arcas de los bancos se emplearan en cambio para proveer becas directas a miles de jóvenes que de otra forma no habrían podido pagar la universidad.»
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