«Es verdad que nuestro sistema democrático es injusto e hipócrita… Y desigual y corrupto […] pero este sistema tan lleno de contracciones y de agujeros es lo mejor que hemos sabido hacer los humanos hasta ahora. Nos ha costado siglos de sudor y sangre, de heroísmo y de sufrimiento. Y es el único sistema que tiene la suficiente transparencia como para reconocer sus lacras, y los suficientes mecanismos como para intentar solucionarlas. Nuestra nación es muy joven.»
Rosa Montero, una de las escritoras españolas más reconocidas y galardonadas en la actualidad, ha dejado una huella profunda en las letras hispanas. Antes de dedicarse por completo a la escritura, había acumulado numerosos logros en el campo del periodismo, destacando en particular por su destreza en la realización de entrevistas. Su carisma y la calidad de sus preguntas la han convertido en una figura destacada en este arte. Sin embargo, es en su versatilidad literaria donde verdaderamente brilla, dotando a cada una de sus historias con una identidad única. Con maestría, teje subtextos que transmiten mensajes y reflexiones capaces de calar en cualquier lector.
Los tiempos del odio constituye la tercera entrega de la fascinante serie protagonizada por la detective Bruna Husky. Las dos obras previas son Lágrimas en la lluvia y El peso del corazón. Leer una serie siempre implica un desafío, pero en este caso se presenta una ventaja: cada entrega es autoconcluyente y se esfuerza por explicar los detalles del entorno en el que se desarrolla la trama. No obstante, al tratarse de una serie de ciencia ficción ambientada en la primera década del siglo XXII, fusionando el estilo ciberpunk con la novela negra y explorando una amplia gama de elementos, desde sociedades globales hasta teletransportación, se recomienda seguir el orden de publicación para no perderse esos detalles, comprender mejor los vínculos entre los personajes y disfrutar de una lectura más fluida. Además, sugeriría la lectura de mis reseñas sobre estas obras, ya que en ellas he profundizado en el mensaje, el estilo y ciertos detalles que podrían resultar de interés.
Antes de adentrarnos en la reseña de Los tiempos del odio, como es costumbre, resulta conveniente iniciar con un breve resumen de la trama, y qué mejor manera de hacerlo que a través de la sinopsis:
«Independiente, poco sociable, intuitiva y poderosa, la detective replicante Bruna Husky sólo tiene un punto vulnerable: su gran corazón. Cuando el inspector Lizard desaparece sin dejar rastro, la detective se lanza a una búsqueda desesperada y contrarreloj del policía. Su investigación la lleva a una colonia remota de Nuevos Antiguos, una secta que reniega de la tecnología, así como a rastrear los orígenes de una oscura trama de poder que se remonta al siglo XVI. Mientras tanto, la situación del mundo se hace más y más convulsa, la crispación populista aumenta y la guerra civil parece inevitable. Bruna tendrá que hacer frente a su mayor temor, la muerte, en una historia que es un certero y deslumbrante retrato de los tiempos en que vivimos.»
No puedo negar que la sinopsis se queda un tanto corta y ambigua, por lo que ampliaré un poco más las características que rodean el fondo de la trama. Bruna Husky es una replicante, lo que significa que es un ser humano sintético creado en laboratorio y modificado genéticamente para poseer ciertas características y habilidades específicas. A diferencia de los seres humanos convencionales, los replicantes no nacen, sino que son «activados» a la edad biológica de 25 años y tienen una esperanza de vida de 10 años debido a un fallo irremediable que les causa un cáncer masivo. Los recuerdos de los replicantes también son diseñados e implantados, y son estos recuerdos los que moldean su personalidad y carácter. Durante sus dos primeros años de vida, los replicantes deben trabajar para la corporación que los creó, pero una vez cumplido ese período, obtienen su libertad y pueden integrarse en la sociedad. Sin embargo, es importante destacar que la sociedad les teme y discrimina. En el universo creado por Montero, esta sociedad está llena de elementos que coexisten simultáneamente. Uno de ellos es la geopolítica, el mundo entero se organiza en una gran nación conocida como los Estados Unidos de la Tierra, una entidad joven, desigual y vulnerable en términos de democracia. Además, existen dos pequeñas naciones que en realidad son facciones ubicadas en islas flotantes que gravitan a cierta altura, como un tipo de estación espacial de colosal proporción. Estos estados son totalitarios y colectivistas, uno de ellos es comunista y el otro está basado en una nueva religión.
Otros elementos que definen el escenario de esta serie de novelas son: el contacto y vida con extraterrestres, teniendo la posibilidad de adoptar mascotas alienígenas; exploración y explotación de los recursos del sistema solar; tecnología de saltos espaciales que aminoran distancia; accidentes que producen mutaciones y deformaciones irreversibles; avances en la salud que prolongan la vida de los humanos más allá de los cien años, siempre que se disponga de los recursos; prótesis biónicas de extremidades u órganos artificiales; nuevas drogas que producen diversas reacciones, hasta la implantación de recuerdos incluso; captura y transmisión de la consciencia; y un largo etcétera que se resume en avances en la tecnología robótica, informática, transporte y comunicaciones, además de un esbozo del enramado legalista y de seguridad que trata de ordenar todo el caos.
Desde un punto de vista narrativo, la obra mantiene el mismo estilo que las dos entregas anteriores, aunque se percibe una diferencia significativa: el tono del thriller se intensifica, lo que a su vez limita los matices filosóficos. No significa que estos no estén presentes, pero en esta ocasión se exponen de manera más moderada y con una orientación distinta. En la primera novela, el enfoque estaba claramente en el cuestionamiento de la vida, la memoria, la conciencia y la inexistencia, mientras que ahora se dirige hacia el fanatismo ideológico, la ambición de poder y la violencia inherente. La narración se presenta en tercera persona, con el foco permanente en la protagonista, y la historia se desarrolla de forma lineal y hasta resulta un tanto predecible. Aquí debo destacar que se observa una notable disminución en la calidad literaria en comparación con la primera obra, Lágrimas en la lluvia. Esta última contaba con una mayor variedad de recursos narrativos, lo que la hacía más pulida, interesante y destacable. Aunque Los tiempos del odio puede ser considerada más directa, centrada en su historia, también puede parecer un tanto genérica. Sin embargo, esto no implica que sea aburrida o que se le reste mérito.
En lo que respecta a la protagonista, Bruna Husky no ha sido concebida como un personaje destinado a generar empatía en todos los lectores, a lo sumo algunos cuantos encontrarán identificación con los símbolos de empoderamiento, libertad, rebeldía y dominio propio. Más por hábito que por convencimiento, uno acaba aceptando a Bruna por las características que encarna, pero después de dos entregas, particularmente esperaría un arco de personaje más definido. Sin embargo, no parece ser el caso. Hay un giro al final que se desvía con falsa modestia y hasta parece pretencioso, sin mencionar el epílogo que, en lugar de brindar un cierre, abre la puerta a más entregas. Por otro lado, el conjunto de personajes secundarios que se repiten se siente un tanto rígidos, ya que su desarrollo se encuentra en los libros anteriores y aquí simplemente se convierten en meros figurantes. Por ejemplo, Lizard, el policía secuestrado, era una figura determinante e implacable en su propósito, con una presencia intimidante. Ahora, en esta novela, se presenta como una figura derrotada y doblegada. ¿Cuándo ocurrió este cambio? Además, la labor de investigación no brilla con esplendor, ya que da la impresión de estancarse y solo se resuelve gracias a la casualidad, no se precisa la causalidad acostumbrada. Hasta los nuevos personajes están acartonados y el villano es intimidante mientras está ausente, una vez que sabemos quién verdaderamente es, pasa a un plano corriente. No obstante, es cierto que esto solo se percibe al finalizar el libro. Mientras estamos inmersos en la historia, nos vemos arrastrados automáticamente por el vertiginoso ritmo del thriller.
Al igual que en las entregas anteriores de la autora, Los tiempos del odio nos sumerge en un panorama de acontecimientos que, si tenemos conocimiento de la historia reciente del siglo XX, resultará fácil identificar paralelos con ciertos actos políticos o de terrorismo planteados en la distopía, y su relación con hechos reales. Aunque las resoluciones en la trama pueden parecer simplistas, efectistas e incluso fantasiosas, no ocurre lo mismo con las repercusiones que lamentablemente desconocemos o se dejan como hilos sueltos.
Rosa Montero, en las notas finales, explica que nunca había investigado tanto para hacer creíble una obra de ficción ambientada en el siglo XXII. Jamás había consultado a tantos profesionales y especialistas en tecnología, biología, economía, antropología, sociología y otras ramas humanísticas, y le creo. Imaginar y replantear el futuro y crear una distopía con las características que la hacen única es un desafío colosal. Y ciertamente, cualquier representación del futuro es en realidad una alegoría del presente. En esta obra, la autora plantea que, a pesar de las leyes antimonopolio, todas las corporaciones internacionales están controladas por un número reducido de personas. Según un estudio de 2011, se descubrió que solo 737 instituciones bancarias o corporativas controlaban 43 mil multinacionales en todo el mundo, a través de una compleja red de participación accionaria, apalancamiento de inversiones, flujos de capital y juntas directivas. Esto plantea una reflexión profunda sobre el capitalismo, su concentración y la posible tendencia de que el número de instituciones que lo controlan disminuya, de imaginar un escenario de apenas unas pocas personas con mucho poder económico y político (qué quizá ya sea así y no queremos darnos cuenta).
Durante la expansión del Imperio Británico, existieron empresas monopólicas privadas, como la Compañía Británica de las Indias Orientales, que llegaron a concentrar fortuna, poder e incluso contar con su propio ejército. No se puede descartar la idea de conspiraciones políticas tramadas por entidades o individuos que controlan la mayoría de las corporaciones mundiales cuando una política o ley no les favorece. En esos extremos, ya no se trata solo de dinero, sino de demostrar poder, y muchas veces el simple capricho o una venganza personal son capaces de pasar por encima de la humanidad, deshumanizando por completo.
Los tiempos del odio es una novela aceptable, que cumple con su cometido de entretener. Sin embargo, las altas expectativas generadas por las entregas anteriores han afectado mi percepción hacia una más favorable. Francamente, si esta obra se queda como una trilogía, hubiera deseado un desenlace más satisfactorio. Pero a veces, los lugares comunes son como agujeros negros: por mucho que nos alejemos, su atracción es demasiado fuerte. Me parece que Rosa Montero sucumbió en el horizonte de sucesos. No es que sea mala ficción, ya que incluso lo más mediocre de esta autora supera la media de las novelas de género actuales. Simplemente esperaba más o esperaba algo diferente.
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