«Me ha dicho mi hermano que sois un hombre docto e instruido, por eso sé que entenderéis lo que os quiero decir, como sabéis, la piedra carece de la fugaz precariedad de la condición humana, es inmutable, no está sometida al proceso natural de cambio y de muerte, no desaparece, persiste a través del tiempo. Otros materiales se destruyen con facilidad; el fuego, el viento, el inexorable transcurrir del tiempo lo hacen tan vulnerables como al hombre. De este modo, la piedra se convierte en la esencia sobre la que es posible dejar aquello que nunca debiera caer en el abandono, aquello que nunca debe morir, lo que merece convertirse en eterno.»
Paloma Sánchez-Garnica es una destacada autora española contemporánea que ha forjado una prominente carrera literaria. Graduada en Derecho, ejerció como abogada antes de consagrarse a la escritura. Su narrativa se caracteriza por el enfoque en los matices emocionales y las relaciones humanas. Sus novelas, entre ellas La sonata del silencio, publicada en 2014, y Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido ganadora del Premio Fernando Lara en 2016, han cautivado a lectores con su habilidad para plasmar épocas y ambientes, fusionando historia y ficción con sensibilidad y rigor histórico. En 2021 fue finalista del Premio Planeta con la novela Últimos días en Berlín.
El Camino de Santiago de Compostela, también conocido como el Camino de Santiago, es una antigua costumbre de peregrinación que data de la Edad Media y que, evidentemente, ha dejado una profunda huella en el contexto religioso y cultural de España y, por extensión, de todo el catolicismo europeo. Su génesis se enraíza en el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago en el siglo IX, hallado en Iria Flavia, lo que hoy es Santiago de Compostela, Galicia, desencadenando una marea de devotos viajeros provenientes de toda Europa hacia este enclave lejano que en aquella época se le consideraba el fin de la tierra, finis terrae, al menos de la conocida. Esta corriente constante de peregrinos no solo consolidó el fervor religioso, sino que también suscitó una metamorfosis en las infraestructuras a lo largo de la ruta, con la construcción de caminos, hospitales y albergues; además robusteció la fe católica y fomentó el intercambio cultural y el resurgimiento del conocimiento clásico en la península ibérica, ya que los peregrinos de varias lenguas y culturas trajeron consigo libros y nuevas concepciones, convirtiendo al Camino de Santiago en un ícono cosmopolita de unidad religiosa y cristianismo en España y forjando un legado perdurable en la historia de Europa. Es también el trasfondo de esta novela histórica de Paloma Sánchez-Garnica, que debo decir, es un excelente vehículo literario donde se regresa los orígenes de esta tradición para conocerla con una perspectiva moderna, pero antes de continuar con la reseña, he aquí la sinopsis:
«Es el año 824 cuando tres curiosos personajes: el ermitaño Paio, el obispo Teodomiro y su ayudante Martín de Bilibio hallan una tumba cuyos restos, aseguran, pertenecen a Santiago Apóstol. Crean así, en el bosque Libredón, cerca del finis terrae o fin del mundo, el Iocus Sancti Jacobi para mayor Gloria de Dios. Dos siglos después, una joven noble, Mabilia, que por una traición a su padre se ve obligada a meterse en un mundo de hombres, descubre de la mano de un cantero una marca en una piedra que conduce hasta La Inventio, un pergamino escrito por el monje Martín de Bilibio en el que se cuenta el milagroso hallazgo. Mabilia decidirá acompañar a Arno, el cantero, en busca de la verdad. En su peregrinaje conocerá la bondad que produce esa ruta, la construcción de ciudades, monasterios, caminos y puentes, así como el lado más oscuro de los canteros y su extraña labor de arrancarle el alma a las piedras, con el fin de evitar el olvido.»
En El alma de las piedras, Paloma Sánchez-Garnica parte de la premisa de que no existe una confirmación arqueológica o histórica sólida que demuestre de manera concluyente que la tumba en Santiago de Compostela sea la auténtica del apóstol Santiago. Sus fuentes bibliográficas se centran en el Inventio, un mítico pergamino medieval. Este documento se considera más una confesión espiritual que una explicación histórica concreta, y justifica la declaración de Santiago de Compostela como un lugar sagrado. Además, se menciona que el Inventio hace referencia a un posible hereje o mártir de la Iglesia de la época. La autenticidad de la tumba ha sido objeto de debate durante siglos. La tradición cristiana sostiene que las reliquias del apóstol se encuentran en la catedral de Santiago, pero la evidencia arqueológica y documental que respalda esta afirmación es limitada y poco sólida. En lugar de pruebas concretas, la veneración de Santiago Apóstol y la peregrinación a Santiago de Compostela se basan en la fe y la tradición religiosa arraigada en la historia europea. La posible existencia del Inventio u otros documentos medievales añaden un elemento misterioso y espiritual a la historia y francamente son un buen recurso para una narrativa novelada.
La novela tiene dos narraciones estructuradas en capítulos que se intercalan. Un relato comienza en 824 con el descubrimiento del sepulcro, y el otro en 1094 en un condado de Francia. La primera narración está escrita en tercera persona, y aunque al principio parece que el protagonismo recae en el obispo Teodomiro, pronto el foco se desplaza hacia su asistente, Martín de Bilibio. Esta primera historia es una reinterpretación del descubrimiento de la tumba y de la atribución sin ningún fundamento de los restos al apóstol Santiago. Al principio, parece que la fe es la base de la decisión, pero rápidamente nos damos cuenta de que es un acto consciente motivado por la necesidad de revitalizar el catolicismo en esas tierras distantes y olvidadas, cuyos pobladores, sumidos en una apatía espiritual, se encontraban constantemente amenazados por los antiguos ritos paganos y la religión expansionista y sin tregua de los moros al sur.
La primera historia es el relato de la creación de Santiago de Compostela, y no puedo negar que la perspectiva de Sánchez-Garnica es tan fascinante como interesante. Martín de Bilibio sufre una travesía moral en la que reflexiona sobre los elementos éticos y el peso de la conciencia ante una mentira que busca fortalecer la fe de las personas y de la cual es testigo de que efectivamente da sus frutos, y estos son buenos. El engaño, aunque bien intencionado, no deja de ser un engaño, pero revelarlo también implica traición, deslealtad y una confesión de la evidente complicidad, sin mencionar que socavaría irreparablemente la fe, esa fe que en primera instancia tenía como propósito ensalzar, guardar y predicar. La pérdida por la defensa de la verdad es considerable, y aun así, sobre la verdad misma no existe certeza alguna. El arco de Martín de Bilibio nos lleva a conocer varios poblados, distintos lugares y nos acerca a discusiones que, con el matiz de la teología, encubren una sutil reflexión filosófica.
La segunda historia es la más extensa y está narrada en primera persona por Mabilia, la hija del conde Archard de Montmerde. Esta narración comienza cuando Mabilia tiene 12 años y descubre un sepulcro oculto con extrañas marcas en una antigua capilla que está siendo restaurada en los dominios de su padre. La historia culmina con sus peripecias y su travesía por el Camino de Santiago cuando ya ha alcanzado los 25 años. La narración, en su esencia, se desarrolla como una traición shakesperiana contra Archard, el perjuro es su bienamado medio hermano Geoffroy. En consecuencia, Mabilia se ve obligada, junto a su hermano menor de sólo dos años, a huir y esconderse por media Europa y a lo largo de los años para evitar la crueldad y los sanguinarios propósitos de su tío y usurpador del título de su padre. Innegablemente, el detonante de la historia se perfila como un cliché y su resolución lo reafirma por su conveniencia, pero sirve como excusa para adentrarnos en la España de finales del siglo XI y conocer de paso el trasfondo de la tradición de los canteros en la interpretación de marcas en las piedras de las construcciones de iglesias, capillas, sepulcros o castillos, así como en dejar las propias como guía para las generaciones venideras. Es en esta parte de la historia donde surge el concepto de sacar el alma de las piedras.
La historia de Mabilia tiene sus momentos brillantes y sus sombras. Destaco la aventura y la actitud de la protagonista ante las adversidades que enfrenta, ya que está lejos de ser la típica damisela en apuros. La trama está bien construida, y la forma en que avanza la historia mantiene un buen ritmo entre la tensión y el entretenimiento. Algunos personajes que la acompañan, como Ernaud y Arno, son más interesantes en su ausencia, pero no puedo negar que su implicación en la trama es fundamental. De hecho, gran parte de la historia se centra en desvelar la invención de Santiago de Compostela, más que en la huida y las reclamaciones nobiliarias de la protagonista, quien observa todo desde lejos y a través de su perspectiva nos sumergimos en la narración. Sin embargo, debo confesar que los antagonistas son planos y unilaterales, con motivaciones sumamente básicas. Simplemente son malvados y crueles sin una razón clara, lo que contrasta con las víctimas, tanto las mortales como el conde Archard, que siempre actúan de manera justa y correcta. Esta presentación de extremos resta credibilidad a la trama. Si bien comprendo que es el testimonio de una mujer joven que narrará solo lo que ennoblezca a quienes ama y envilezca a quienes teme, porque sus motivos de odio no quedan claros, no puedo evitar pensar que la humanización general de los personajes, con sus defectos y virtudes, habría enriquecido la historia.
De la historia de Mabilia se desprenden pocas lecciones, salvo la idea de que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo soporte, que las cosas caen por su propio peso o que el karma es una ley de la vida. La estructura lineal y secuencial tiene un aire cinematográfico, y no tengo dudas de que su adaptación a un formato guionado para la pantalla, ya sea en la pequeña o la grande, es bastante factible. El personaje de Mabilia posee características dickensianas, y eso nunca falla. Como lectura, es bastante accesible, y no estaría mintiendo si dijera que sentimos empatía por ella.
El alma de las piedras de Paloma Sánchez-Garnica es una novela que demuestra una ejecución técnica sólida y un equilibrio en su trama. La narrativa fluye con una elegancia que recuerda a los grandes maestros de la literatura clásica, mientras que la trama, devela de a poco algunos secretos y giros que quizá no sorprendan, pero atrapan al lector sin dificultad. Aunque presenta áreas que podrían haber sido desarrolladas con mayor profundidad, estas no obstaculizan ni menoscaban la experiencia del lector. La autora logra cautivar al lector con su narrativa y mantiene un buen ritmo a lo largo de la historia. Uno de los aspectos más destacados de la novela es la habilidad de Sánchez-Garnica para tejer una trama que combina elementos históricos, religiosos y filosóficos de manera eficiente. Sin embargo, el enfoque en los personajes, especialmente los antagonistas, podría haberse beneficiado de una mayor complejidad para agregar más capas a la historia.
«Hay verdades que deben permanecer ocultas, porque la realidad a veces puede llevar a un desencanto mayor que el beneficio de conocerlas.»
«Para encontrar la verdad de la historia es necesario buscar en las sombras.»
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