«La negrura de las nubes había precipitado el anochecer. El aire húmedo era gélido y desapacible y había empezado a llover con fuerza. Yuri caminaba rápido, encogido, sintiendo la lluvia helada colarse por los resquicios de su abrigo. No había visto el sol en los veinte días de aquel gélido febrero, siempre nublado, siempre con lluvia o nevando.»
Paloma Sánchez-Garnica es una escritora española cuyo talento fue reconocido en 2016 al otorgársele el Premio Fernando Lara por su novela Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido. Sus novelas son recreaciones de personajes envueltos o atrapados en un evento histórico crítico. A diferencia de las novelas históricas tradicionales, donde los protagonistas son personas reales con situaciones y diálogos dramatizados, con Sánchez-Garnica los protagonistas son ficticios pero dan voz y rostro a muchas personas anónimas a los que los libros simplemente se refiere como los ciudadanos, la población, el pueblo, la sociedad. En 2021 su novela Últimos días en Berlín fue finalista del Premio Planeta, compartiendo el podio con la ganadora La Bestia de Carmen Mola.
Últimos días en Berlín conserva el mismo estilo narrativo y estructura que La sospecha de Sofía, obra que hizo muy popular a Paloma Sánchez-Garnica y que no solamente ha sido reeditada y reimpresa un sin número de veces, sino también cuenta con docenas de traducciones. Le ha dado y sigue dando la vuelta al mundo. Si previamente leímos La sospecha de Sofía encontraremos con facilidad esas similitudes de estilo, tono, planteamiento y descripciones. Obviamente son novelas independientes y autoconclusivas que se ubican en tiempos y lugares diferentes. Lo que busco subrayar es que la fórmula de la autora es efectiva y atrapa, y nos damos cuenta precisamente porque gusta.
Sánchez-Garnica presenta a los personajes uno a uno, pero ninguno aparece como un mero fondo cumpliendo un propósito narrativo caprichoso; a todos los desarrolla, les da una vida, una motivación, y si son los protagonistas, la profundidad llega a niveles casi ontogénicos: niñez, juventud y familia donde conocemos hasta cada miembro por nombre, personalidad y edad. El contexto histórico es muy importante y la novela no nos sitúa en un momento preciso e inamovible, sino que abarca períodos de tiempos amplios en los que vamos entendiendo el porqué de los acontecimientos y sus consecuencias.
La sinopsis de Últimos días en Berlín es la siguiente:
«Cuando Yuri Santacruz asistió al nombramiento como canciller de Adolf Hitler, no podía imaginar lo mucho que cambiaría su vida en Berlín. Había llegado allí unos meses atrás, después de haber huido, junto con parte de su familia, de San Petersburgo, asfixiados por una revolución que los había dejado sin nada. A Yuri también lo privó de su madre y su hermano pequeño, a quienes las autoridades rusas no permitieron la salida del país. Ya en Berlín, su sentido de la justicia lo impulsará a defender a un joven comunista agredido por las tropas de asalto de Hitler. Ese día, además, conocerá a su gran amor, Claudia. Su vida dará un giro inesperado, y la que hasta entonces había sido su máxima prioridad, buscar a su madre y a su hermano, será sustituida por otra más urgente en esos tiempos convulsos: seguir con vida.»
A través de la temprana vida de Yuri Santacruz, allá por el año 1921, Paloma Sánchez-Garnica nos cuenta los atropellos y crímenes de la revolución rusa, la toma del poder de los bolcheviques y la anulación completa del individuo a favor del colectivismo de los soviets. Tras una pausa nos lleva a España, puesto que el apellido Santacruz nos deja clara la ascendencia del protagonista, aunque no nos quedamos a presenciar la Guerra Civil Española ni el ascenso de Franco (aunque nos encontraremos referencias posteriormente). En España Yuri crece como un joven quebrado y resentido con su padre y perpetuamente herido por la ausencia de su madre y hermano. Al cumplir 24 años y dominando los idiomas ruso, alemán y español, se le presenta una oportunidad en la embajada de España en Berlín y decide tomarla. La misión de Yuri es rescatar a su madre y para ello debe regresar a Rusia, en ese momento más grande y férrea, la Unión Soviética de Stalin. No obstante, los acontecimientos lo dejan atrapado en Berlín en una Alemania donde el nazismo se estaba convirtiendo en religión, puesto que el fanatismo había tomado el lugar de lo racional y una suerte de inadaptados, resentidos y antisemitas habían tomado el poder.
La baza de la novela de Sánchez-Garnica es que nos presenta las consecuencias de los totalitarismos. Inicia con la dictadura del proletariado soviético, y luego pasamos al otro extremo, el nazismo alemán. En medio de todo ellos nos encontramos con personajes, familias enteras, que terminan siendo destruidas por cualquiera de estas facciones. Vemos la degradación del ser humano y un ascenso de los niveles de crueldad física y sicológica.
En las primeras páginas Paloma Sánchez-Garnica nos lleva por la decadencia de San Petersburgo, en otrora la joya de los zares, convertida en la gris Petrogrado y años después en Leningrado (más comunista, imposible). No obstante, la mayor parte del libro nos situamos primero en un Berlín en apogeo, una ciudad rebosante y una de las capitales europeas más importantes de aquel momento, y en seguida nos convertimos en testigos de otra ruta de decadencia, una caída constante de un Berlín, que tras los años de la guerra y bombardeos queda convertida en escombros, un lugar de miseria y podredumbre, donde las casas y edificios que todavía quedaron de pie fueron saqueadas posteriormente por las tropas rusas, aunque lo peor fue lo sufrido por las mujeres, que fueron violadas sistemáticamente. He leído muchos libros donde se retrata el horror de la guerra, pero ninguno contado de la manera que lo hace Sánchez-Garnica que nos hace ver otra cara de la barbarie, otra dimensión de la atrocidad.
La forma como Paloma Sánchez-Garnica teje los eventos históricos es magistral. El retrato de la brutalidad, también lo es. Las personas no son buenas ni malas en esencia, aunque tampoco podemos dispensar sus crímenes o atribuirles una inocencia que no les corresponde. No nos encontramos con ningún personaje histórico, pero sí que cada uno de los que aparecen son el rostro de las victimas o los verdugos, de los muertos o los sobrevivientes, de los perseguidos o de los perseguidores, de los idealistas o los objetivos, de quienes vivieron el totalitarismo y la guerra según su posición o lugar en la sociedad.
Últimos días en Berlín es una novela redonda, monumental, un pase por la historia que no debemos olvidar, colmada de reflexiones y personajes con los que podemos empatizar, una historia de amor, heroísmo y tragedia. Recomendable absolutamente.
Para concluir esta reseña, algunas líneas que vale la pena volver a leer.
«Cuando la espera está sostenida en la más angustiosa incertidumbre, el tiempo parece estancarse, los segundos se hacen horas, las horas pasan lentas añadiendo más desasosiego a la dilación del retorno. Es tan fuerte la opresión que a veces se retiene el aliento de forma inconsciente, alerta a cualquier ruido, cualquier indicio que anuncia el anhelado advenimiento.»
«El que está dispuesto a inmolar su bienestar por un ideal, por muy noble que sea, termina demandando el mismo sacrificio a los demás, aunque no quieran.»
«Hasta los más elevados ideales en manos de un tirano acaban convertidos en tiranía.»
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