«Faulkner se quedó en Misisipí para escribir sobre Misisipí, pero Joyce escribió su epopeya sobre Dublín mientras vivía en Triste, Zúrich y París. Kafka, que vivió en Praga y nunca puso el pie fuera de Europa, puso el título de “América” a su primera novela. En ella, la antorcha que sostiene en la mano derecha la estatua de la libertad se sustituye por una espada, y el último capítulo lleva el título del inexistente Teatro de la Naturaleza de Oklahoma. Para un escritor, todos los lugares son imaginarios, incluso aquel en el que casualmente vive.»
Paul Auster fue un escritor estadounidense de origen judío, nacido en Nueva Jersey. Graduado en Literatura Inglesa y Comparada por Columbia, su obra abarca novelas, ensayos y poesía, explorando temas como el azar, la identidad y la soledad. Con La Trilogía de Nueva York, publicada como antología en 1986, redefinió la novela detectivesca, convirtiéndola en una meditación sobre el yo y el destino. Fue conocido por escribir a mano, lo que le permitía mantener una conexión íntima con sus historias. Ganador de premios como el Príncipe de Asturias de las Letras, Auster ha sido traducido a más de cuarenta idiomas. Sus libros podemos leerlos como reflejos de las vidas que podrían haber sido y nunca fueron.
En 2021, Paul Auster publicó La llama inmortal de Stephen Crane, una biografía exhaustiva que explora la vida y obra del autor, también estadounidense, Stephen Crane, conocido por La roja insignia del valor, publicada en 1895. Este trabajo destacó por su meticulosa investigación y profundidad, ofreciendo una visión detallada de un escritor cuya vida fue tan breve como influyente en la literatura de Estados Unidos. Aunque Auster es reconocido principalmente por sus novelas, ha incursionado en la no ficción con obras como La invención de la soledad, publicada en 1982, que era una reflexión autobiográfica sobre la memoria y la paternidad, y así mismo, en 2012 publicó Diario de invierno, donde examinó su propia vida desde la perspectiva de la edad. La llama inmortal de Stephen Crane fue recibida con críticas variadas; algunos elogiaron la profundidad de la investigación y la calidad de su narrativa, mientras que otros cuestionaron ciertos enfoques interpretativos y densidad. Este fenómeno de escritores que biografían a otros autores no es inusual; Stefan Zweig, por ejemplo, es conocido por sus biografías de figuras literarias como Balzac y Dickens. Esto contribuye a aportar una perspectiva única desde la experiencia del novelista, aunque en el caso de Auster.
Sin embargo, antes de adentrarnos en la reseña de esta biografía de Auster, es necesario conocer quién era Stephen Crane, un autor cuya breve pero intensa trayectoria marcó la literatura estadounidense de finales del siglo XIX. Nacido en 1871 en Newark, Nueva Jersey, y fallecido a los 28 años en 1900 en Alemania, víctima de tuberculosis, Crane dejó un legado literario que desafió las convenciones de su tiempo, más en los temas abordados que por el estilo elegido. Entre sus obras más importantes destacan La roja insignia del valor, Maggie: una chica de la calle publicada en 1893 y Cuentos de Whilomville de 1900, el año en que murió. De estas, La roja insignia del valor es su obra más emblemática. Publicada cuando tenía solo 24 años, esta novela narra la experiencia de Henry Fleming, un joven soldado en la Guerra Civil estadounidense que enfrenta sus miedos y reflexiona sobre el valor y la cobardía. Aunque Crane nunca fue soldado ni vivió la guerra directamente, su vívido realismo y agudo entendimiento psicológico le otorgaron a la novela una autenticidad extraordinaria, convirtiéndola en lectura obligatoria en las escuelas estadounidenses durante décadas, gracias a su innovador estilo naturalista y su capacidad de capturar los conflictos internos del ser humano frente a la violencia y el deber. Además de novelista, Crane fue corresponsal de guerra, cubriendo conflictos en Cuba y Grecia, experiencias que influyeron en su visión del sufrimiento humano. Considerado un precursor del modernismo, Crane exploró la condición humana con una mirada despiadada y compasiva, haciendo de su breve vida y obra un objeto de estudio y admiración, como indudablemente fue el caso de Auster también hay que agregar su pericia y experiencia académica.
Auster había decidido escribir una biografía de Stephen Crane desde que descubrió su obra y quedar fascinado por la intensidad y modernidad de su escritura. En entrevistas, Auster ha mencionado que, al releer El monstruo de 1899, quedó impresionado por la profundidad y relevancia de los temas que Crane abordaba, a pesar de su corta vida. Esta admiración lo llevó a investigar más sobre Crane, descubriendo que, aunque había sido un autor influyente en su época, su figura había quedado en cierta medida relegada en la historia literaria. Auster sintió la necesidad de rescatar y reivindicar la importancia de Crane, no solo como novelista, sino también como poeta y periodista que se adelantó a su tiempo. Además, Auster se identificó con Crane en varios aspectos: ambos nacieron en Newark, Nueva Jersey, y compartían una visión crítica de la sociedad estadounidense. Esta conexión personal, sumada a la admiración por la obra de Crane, motivó a Auster a dedicar varios años a la investigación y escritura de La llama inmortal de Stephen Crane, con el objetivo de ofrecer una visión más completa y profunda de un autor que él consideraba fundamental en la literatura estadounidense.
En La llama inmortal de Stephen Crane, Paul Auster emplea una narrativa que fusiona la biografía detallada con un análisis literario profundo, reflejando su estilo característico de introspección y fluidez narrativa. Auster utiliza una prosa clara y precisa, evitando adornos innecesarios, lo que facilita la comprensión de la complejidad de Crane y su obra. La estructura del libro es lineal, siguiendo cronológicamente la vida de Crane, pero intercalando reflexiones personales, críticas y aclaraciones contextuales que enriquecen la lectura. Auster logró conectar eventos históricos con la evolución literaria de Crane, ofreciendo un perfil de vida integral que trasciende la mera recopilación de datos biográficos.
Al abordar La llama inmortal de Stephen Crane, es innegable que la obra presenta una ambición notable al intentar fusionar biografía y análisis literario en un solo volumen. Sin embargo, esta misma ambición puede ser su talón de Aquiles. Aunque inicialmente la narrativa resulta atractiva, la densidad del texto y la abundancia de citas y análisis de las obras de Crane pueden entorpecer la fluidez, llevando al lector a momentos de tedio. Es paradójico que una figura como Crane, cuya vida se extinguió a los 28 años, sea objeto de una biografía que casi alcanza las mil páginas, mientras que otros autores de longevidad considerable y una extensísima obra cuentan con relatos biográficos más concisos. Esta extensión se debe, en parte, a la inclusión de extensos fragmentos de las obras de Crane, acompañados de análisis y elogios que, aunque bien intencionados, diluyen el enfoque biográfico. Esta dualidad en la estructura del libro, al permanecer invariable, no contribuye con la experiencia del lector ocasional, pues con frecuencia se percibe que el libro tiene un carácter más académico, universitario superior. Si bien es loable el esfuerzo de Auster por rescatar a Crane del olvido y presentarlo a las nuevas generaciones, la ejecución puede resultar abrumadora para algunos lectores. La intención de Auster de evitar que Crane caiga en el olvido es noble, sin duda, pero la combinación de biografía y ensayo crítico en un solo libro puede no ser la más efectiva para todos los públicos.
La llama inmortal de Stephen Crane presenta varios puntos fuertes y débiles que conviene considerar. Entre sus fortalezas destaca la meticulosa investigación que sustenta la obra, un análisis literario profundo, y la explicación de la relevancia de la obra de Crane en la literatura estadounidense. La prosa de Auster, reconocida por su claridad y elegancia, facilita la inmersión en el texto, haciéndolo accesible. Sin embargo, la extensión del libro, que casi llega a las mil páginas, puede resultar abrumadora para algunos lectores, especialmente considerando la corta vida de Crane, que supondría que nos detenemos a explorar hasta los detalles más banales de su vida. La abundancia de citas y análisis intercalados interrumpen la fluidez narrativa, dificultando la continuidad de la lectura. Además, la combinación de biografía y ensayo genera, en algunos casos, confusión sobre la naturaleza del texto, diluyendo su enfoque principal. Este libro es recomendable para lectores con un interés profundo en la literatura estadounidense del siglo XIX, estudiosos de la obra de Stephen Crane o aquellos que disfrutan de biografías detalladas y análisis literarios exhaustivos. Por el contrario, quienes prefieren lecturas más concisas o narrativas biográficas tradicionales podrían encontrar este libro más desafiante que entretenido, y deberían considerar si están dispuestos a comprometerse con una obra de tal magnitud antes de iniciarla.
Aunque el libro ofrece nos hace conocer magistralmente a Stephen Crane, su extensión y estructura pueden desafiar la paciencia del lector promedio, haciendo que la experiencia de lectura sea menos gratificante de lo esperado. Particularmente, no volvería a Crane a través de esta biografía, sino leyendo alguna de sus novelas.
Para concluir, algunas líneas que vale la pena leer y releer.
«Crane escribía… y escribía, y dondequiera que se encontrase y sucediera lo que sucediese a su alrededor en cualquier tipo de circunstancia, escribir fue lo único seguro en su breve vida, con frecuencia insegura. Si ahora vale la pena examinar esa vida, es únicamente por la obra que surgió de ella.»
«Solo con llamar a la puerta no se consigue que la abran y lo inviten a uno a pasar.»
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