«El miedo es como una piedra que acarreas dentro del estómago. Día tras día vas tragando tu maraña de temores igual que los gatos se tragan sus pelos, hasta que acaban por formar una bola en la barriga, una densa pelota que produce ganas de vomitar y que te obliga a caminar un poco encorvado, como esperando un golpe. El miedo es un parásito, un invasor. Un vampiro que te chupa los pensamientos, porque no puedes alejarlo de tu cabeza. E incluso si, en un raro momento de tregua, consigues olvidar por un instante tu miedo, siempre queda cierta pesadumbre pendiente sobre ti, una vaga premonición de riesgos y de desgracia. No hay manera de librarse por completo de él.»
Rosa Montero es una periodista y escritora española que ha obtenido decenas de premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional tanto por su trabajo en las letras y literatura como en los medios periodísticos, entre estos destacan el Premio Nacional de las Letras Españolas, el Premio Rodríguez Santamaría y el Premio Nacional del Periodismo. Entre sus obras más notables se encuentran La hija del caníbal y La ridícula idea de no volver a verte. En 2020, en medio del confinamiento por la pandemia del COVID-19, publicó con la editorial Alfaguara su novela La buena suerte que, de acuerdo con las expectativas de la autora, en cada historia trata de encontrar esa conexión más profunda y personal entre la persona y el sentido de la vida y que con esta última novela se acercó más a su propósito.
La premisa de La buena suerte es quizá un poco trillada en el mundo literario o en el cine, un sujeto famoso que huye (se pierde, queda atrapado o busca refugio) en un lugar lejano y apartado poblado por gente sencilla, un lugar donde tiene un arco, una epifanía, una revelación, que cambia el sentido de las cosas y lo transforman. De hecho, es la trama central de Cars, la película de Pixar. No obstante, la novela de Montero no es un cliché de la idea, la reinventa buscando un estilo que se pasea por diversos umbrales: inicialmente nos parece una novela existencialista con tintes filosóficos, por momentos es comedia por algunos soliloquios y ocurrencias de los personajes, en otros es una historia romántica que se desprende de toda cursilería, aunque también se posa en la autosuperación por la cantidad de simbolismos, e incluso hay guiños al thriller (aunque edulcorado) y género policial por una subtrama y el agregado de historias reales tan crudas como viscerales.
La sinopsis de la novela es la siguiente:
«¿Qué impulsa a un hombre a bajarse anticipadamente de un tren y ocultarse en un pueblo de mala muerte? ¿Quiere recomenzar su vida o pretende acabar con ella? Tal vez esté huyendo de alguien, o de algo, o incluso de sí mismo, y el destino le ha traído a Pozonegro, un antiguo centro hullero que ahora agoniza. Por delante de su casa pasan trenes que pueden ser salvación o condena, mientras los perseguidores estrechan el cerco. La perdición parece estar más próxima cada día. Pero este hombre, Pablo, también conoce gente en aquel lugar maldito, como la luminosa, incompleta y algo chiflada Raluca, que pinta cuadros de caballos y tiene un secreto. Allí todos arrastran algún secreto, algunos más oscuros y peligrosos que otros. Y algunos simplemente ridículos. También hay humor en ese pueblo triste, porque la vida tiene mucho de comedia. Y gente que finge ser quien no es.»
La novela está narrada la mayor parte del tiempo en tercera persona contándonos la historia presente de Pablo, el protagonista, un hombre maduro, de cincuenta años, sin problemas económicos de ningún tipo, con autorrealización profesional y reconocimiento de su trabajo a nivel internacional, socio fundador de una de las firmas de arquitectos más importantes de Europa y que después de muchos años de sentir la soledad de la viudez y su desastrosa paternidad, cae en un vacío existencial, un pozo negro que después se convierte en algo literal pues llega a manera de escape y refugio a un pueblo aleatorio del camino llamado Pozonegro; sin embargo, la voz narrativa se alterna para sumergirnos en las introspecciones de los personajes encontrándonos con capítulos de soliloquios donde Raluca, Benito o Regina toman el hilo de la narración y desde sus pensamientos nos cuentan sus sentimientos y emociones respecto a un momento en particular.
La buena suerte es una novela bien escrita que en su sencillez nos aleja de toda pretensión y nos muestra una situación de contraste. Por un lado, tenemos a un personaje central, Pablo, que por lo que tiene y lo que ha logrado, no debería sentirse tan miserable, cierto que tiene traumas de la niñez y se ha enfrentado a situaciones complicadas a nivel personal, pero en realidad cualquiera enfrenta obstáculos similares todo el tiempo y los suyos aunque difíciles por lejos no son los peores. Por otro lado, tenemos a Raluca, una mujer que a pesar de todo lo que le ha pasado, abandonada desde bebé, viviendo en casas de acogida, internada en un psiquiátrico un tiempo, sin estudios, sola y un largo etcétera, tiene una actitud que no cae ni por un momento, dice tener buena suerte porque siempre ve el vaso medio lleno. Este contraste transmite al lector de que pueda que estemos viviendo una situación complicada, pero no somos los únicos; debemos enfrentar la situación y no huir de ella, que las huellas del pasado no es algo de lo que se pueda desprender y lo no resuelto siempre termina alcanzando al presente y tirando por la borda el brillo del futuro.
No es que La buena suerte sea una novela moral dado que el personaje central parece embebido por el nihilismo, pero podemos también encontrar otras moralejas como: lo que mal comienza, mal termina; no hay mentira que se sostenga a la luz de los hechos; el éxito profesional no garantiza la autorrealización personal; la felicidad no tiene relación con tener poco o mucho; el pasado no debe justificar el presente ni determinar el futuro; la paternidad es tanto un privilegio como una responsabilidad; la soberbia, orgullo o vergüenza no ayudan ni permiten pedir auxilio; un mentor no necesariamente es un gurú; no importa que tan profundo sea el pozo en el que se cayó, siempre se puede salir; etcétera.
Pese a lo que he comentado, La buena suerte podría sonar a novela pretenciosa, buscando ahondar en mensajes para el lector; no obstante, me quedo con la idea de que esta obra de Rosa Montero deja una cuota de entretenimiento pero no vacío, un entretenimiento que brinda una experiencia a través de una historia bien contada y desarrollada, con personajes entrañables y un lugar que aunque no sea Paris, es capaz de encender una chispa.
Para finalizar, algunos aforismos que fui recolectando durante la lectura.
«Si tu no haces algo por tu vida, la vida no hará nada por ti.»
«Para encontrarle un sentido a la muerte hay que encontrarle antes un sentido a la vida.»
«Los muertos nunca se van solos: se llevan un pedazo del universo.»
«Y da igual que aprendamos la melodía diez años o diez minutos antes del final. Ese final llegará y lo borrará todo. Pero, mientras llega, es lo que somos.»
«Muchas veces la vida consiste en elegir entre lo malo y lo peor.»
«El único siempre que de verdad existe es hoy.»
«Lo que llamamos locura no es más que un desesperado intento de sentir menos dolor.»
«La alegría es un hábito.»
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