«Así, pues, lo primero que la peste trajo a nuestros ciudadanos fue el exilio. Y el cronista está persuadido de que puede escribir aquí en nombre de todo lo que él mismo experimentó entonces, puesto que lo experimentó al mismo tiempo que otros muchos de nuestros conciudadanos. Pues era ciertamente un sentimiento de exilio aquel vacío que llevábamos dentro de nosotros, aquella emoción precisa; el deseo irrazonado de volver hacia atrás o, al contrario, de apresurar la marcha del tiempo, eran dos flechas abrasadoras en la memoria.»
Camus es uno de los grandes escritores del siglo XX, ganador del premio Nobel de Literatura en 1957, es reconocido por su obra más notable, El Extranjero, donde reflejó el sentimiento de alienación del hombre moderno y la conciencia de lo absurdo, de hecho, la obra en general de Camus es una oda al absurdismo, corriente filosófica que versa sobre el conflicto entre la búsqueda de un sentido intrínseco y objetivo a la vida o de las cosas y la inexistencia aparente de ese sentido. Influido por la obra de Nietzsche y Schopenhauer, frecuentemente se le relacionada con el existencialismo. La peste fue su segunda novela.
En 2020, después de setenta y tres años desde su publicación, La peste se convirtió en uno de los libros más vendidos y leídos en Europa. Lo cual tiene cierta lógica, la novela trata sobre un brote de peste bubónica en la ciudad de Orán ubicada al noroeste de Argelia. La epidemia pronto lleva a la cuarentena y cierre de toda la ciudad. Ningún habitante podría entrar o salir de Orán y sus calles que antes bullían en actividad y ocio, ahora eran tristes y silenciosas. En 1947 no se había vivido nada similar en el mundo, por lo que al encontrar en las páginas medidas muy parecidas a las utilizadas por los gobiernos para la contención y mitigación de la pandemia del COVID-19, despertó la curiosidad de muchos, incluyendo la mía.
La voz narrativa es la de un cronista que desde el comienzo nos informa tener pleno conocimiento de los acontecimientos de la ciudad de Orán porque los ha vivido junto a sus conciudadanos; posteriormente esa voz del narrador en primera persona pasa a describirnos, a relatarnos los hechos y principalmente las actividades de ciertos personajes que de inmediato se convirtieron en el centro de la atención desde su perspectiva. Durante la lectura el narrador eventualmente abandona la estructura de tercera persona para recordarnos que él es parte de la historia y empieza a hacer reflexiones de carácter filosófico y moral. Llegando al final, como era de suponer, nos enteramos que el cronista era uno de los personajes principales. La escritura del libro es brillante en su sencillez y sus descripciones directas, aunque conforme avanzamos en la lectura nos encontramos que la historia se estanca adrede y que no parece ni tiene intenciones de ir en alguna dirección concreta, como una espiral en la que únicamente va ganando mayor densidad la cantidad de simbolismos e interpretaciones que algunos diálogos o situaciones aportan, en este aspecto recuerda muchísimo a El proceso de Kafka y de cierto modo la ciudad de Orán estaba viviendo un infierno Kafkiano.
El tema central de la novela es la solidaridad humana. Personas que se ayudan mutuamente a sobrellevar los males traídos por la peste sin caer en retórica política, moralista o ideológica pese a que existen por allí algunos personajes o eventos que podrían dar cabida o lugar a tales insinuaciones. A pesar de que la lucha contra la peste sea una batalla perdida, no por ello se dejó de luchar. Sin esperanza, sin fe, sin recursos, sin más armas que la intención de hacer el bien. Bernard Rieux, uno de los personajes centrales, ejerce la medicina y es testigo de cómo la peste cual monstruo empieza a tragarse a la ciudad. De este personaje se desprenden diálogos brillantes y sobresale el que sostiene con un religioso que no entiende como en su ateísmo sirve al prójimo con tanto o más ahínco que cualquier cristiano.
El COVID-19 tiene una tasa de letalidad que se calcula por debajo del 2% y que años después de superada esta pandemia pueda que este número al final sea mucho más bajo. La peste bubónica por otra parte tiene una tasa de letalidad mucho más alta, una de cada dos personas infectadas muere. La ciudad de Orán en un confinamiento por la epidemia de peste al principio enterraba a sus muertos con dolor y con los ritos tradicionales, con el aumento de los casos pasaron a las fosas comunes y posteriormente, cuando los cementerios habían colapsado, a la cremación. El dolor por la pérdida pasó al temor por la muerte. Lo mismo sucedió con los médicos y el sistema de salud, al principio era más personalizado, al final las manos no fueron suficientes y hasta de voluntarios entre la población civil se necesitaron para atender a los enfermos que colmaron incluso los hoteles que fueron convertidos en hospitales.
En este libro se expone que la peste no tiene una explicación o condición causal ligada a un tipo de castigo o predestinación sobre la ciudad o sus habitantes, tampoco existe una razón más allá de la aleatoriedad de porqué algunas personas se infectan y mueren y otras sobreviven. Las pulgas de las ratas son las que transmiten la enfermedad, pero más allá de eso no puede explicarse porqué miles de ratas salieron de las alcantarillas para morir en las calles o porqué precisamente el brote surgió en esa ciudad y no en Paris o en Londres, en Nueva York o en la Ciudad de México. Es absurdo por la ridiculez buscar culpables o razones que expliquen de una manera ideológica o moralista el padecimiento o superación de este, puesto que la peste, los virus o lo que sea surgen todo el tiempo y las personas nunca están preparadas para combatirlos.
Las medidas de confinamiento parecen un orden totalitario que extingue la libertad, pero no hay libertad sin vida. El problema es que las personas por naturaleza son sociables y el aislamiento no sienta bien al ánimo. La peste podría haber tomado por dirección el deterioro de la psique de las personas, sin embargo, el ritmo de la contaminación, el contagio y la tasa de mortalidad no permite que los individuos vayan más allá de sus miedos, que de tener libertad y morir, a estar encerrados con mejores probabilidades de vivir, la última opción siempre será la mejor.
La peste es una novela con tintes filosóficos que no deja de tener en su recta final un filo de emotividad en un giro que quizá no sea inesperado, pero sin duda nos hará reflexionar.
Concluyo con un grupo de aforismos y frases que fui recolectando durante la lectura.
«El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere.»
«Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras toman las gentes siempre desprevenidas.»
«El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad.»
«El vicio más desesperado es el vicio de la ignorancia.»
«El azar muchas veces no actúa si no se lo provoca.»
«Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo.»
«Hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario