«Henos aquí, seis éminences grises que hemos luchado con uñas y dientes para llegar a la cima más alta, y ahora que hemos alcanzado la cumbre, ¿con qué nos encontramos? Nos encontramos con que somos demasiado viejos y endebles para gozar de los auténticos frutos de nuestro triunfo. ¿Es esto todo?, nos preguntamos al examinar el mundo de placeres que no podemos experimentar. ¿Merecía la pena el esfuerzo?»
Coetzee es un celebre y reconocido académico, escritor y novelista sudafricano ganador del Premio Nobel de Literatura en 2003. Actualmente reside en Australia, país en el cual se ha nacionalizado. Sus escritos más celebres han girado en torno a la denuncia del régimen del apartheid, el racismo y la exclusión social, donde sobresalen sus novelas Tierras de poniente, Esperando a los bárbaros y Desgracia. Aparte de la ficción, es ensayista, cuentista, poeta, crítico y traductor. En 2013 la Universidad Central de Colombia le otorgó un Doctorado Honoris Causa.
Diario de un mal año, publicado en 2007, es una novela bastante extraña pues rompe los esquemas tradicionales de estructura y particularmente nunca había leído ni visto una forma igual o similar de presentar un escrito. El título es algo mentiroso, puesto que no es un diario, al menos no uno en el sentido tradicional. Si en el título encontramos cierta trampa, falta leer la sinopsis para encontrar premisas que en realidad nos hacen creer una cosa, pero la realidad es otra. Hela aquí:
«Un eminente escritor australiano es invitado a colaborar en un volumen de ensayos titulado Opiniones contundentes. Dicha oportunidad le permite abordar una serie de temas (algunos de actualidad, otros universales) de su interés: los orígenes del Estado, la figura de Maquiavelo, el anarquismo, al-Qaeda, el diseño inteligente o la música. Mientras se encuentra inmerso en el proceso de redacción de los textos, el viejo escritor conoce a Anya, una atractiva joven que vive en el mismo bloque de apartamentos. Pronto sabe que Anya está buscando trabajo y le propone que mecanografíe sus manuscritos. La aparición de Alan, novio de Anya, cambiará el rumbo de la relación entre la joven y el escritor.»
Vamos a despejar lo que no es cierto en la sinopsis. El eminente escritor australiano no es australiano. Desde el principio no oculta que es un extranjero que reside en otro país, aunque inicialmente se crea la confusión de que si es sudamericano (específicamente colombiano) o sudafricano, que se confirma al poco tiempo por el idioma que domina. Anya, por otra parte, es una vecina que reside con su novio más de veinte pisos arriba en la torre de apartamentos y no estaba buscando trabajo, de hecho, se conocieron de forma fortuita en la lavandería. Su novio, Alan no cambia la relación entre la joven y el escritor, sino que es al revés, el escritor cambia la relación entre Alan y Anya. Quien escribió la sinopsis dudo mucho que no haya leído el libro, como en otras ocasiones hacen las editoriales con los bestsellers, sino que hizo estos cambios adrede. De cualquier manera, lo revelado aquí no es sustantivo para comprometer la lectura.
El libro está dividido en dos partes, la primera: Opiniones contundentes; la siguiente, Segundo diario. Esta división está en función de la parte medular o esencial, que son las impresiones del escritor sobre ciertos temas a manera de opiniones académicas vertidas por un erudito, ya que no todo es novelado. Aunque antes de pasar a ello es importante indicar que la parte novelada parece que es una autoficción: el protagonista de la novela es un hombre de la tercera edad, un reconocido y laureado escritor sudafricano al que llaman señor «C», por su apellido y solo en una ocasión lo llaman Juan (John en el original), confunden su origen como colombiano, ya que estuvo en Colombia recientemente. John Coetzee cumple con todas esas características: al momento de publicar este libro contaba con sesenta y siete años, es el más célebre escritor sudafricano, estuvo en Colombia y reside en Australia, sin mencionar las coincidencias insalvables del nombre y apellido y otros detalles que he omitido por ser parte central de la narración. A pesar de todo ello, Diario de un mal año no se clasifica entre los títulos de autoficción de Coetzee junto a su trilogía personal: Infancia, escena de una vida de provincias, Juventud y Verano.
La estructura narrativa divide, por lo general, cada página en tres secciones independientes en su lectura. La primera corresponde a los ensayos u opiniones, la siguiente es una línea narrativa en primera persona entre el escritor y Anya, donde más que conocer el actuar y pensamientos del escritor, conocemos mejor al personaje femenino, una mujer en sus treinta, de origen filipino, atractiva como modelo de revista; y la tercera sección es una narración que concentra las conversaciones entre Anya y su novio Alan, un hombre de mediana edad dedicado a las finanzas e inversiones bursátiles. El escritor contrata a Anya como secretaria (básicamente transcriptora) más por su belleza que por sus capacidades, prejuzgándola como una mujer trofeo para animar su vista, porque no tiene otra intención diferente a la de una compañía con quien platicar, esto principalmente debido a su edad. Alan, por otra parte, no se compadece del viejo escritor y empieza a sentir celos no porque pueda o siquiera intente conquistar a su novia, que también él ve como mujer trofeo, porque realmente a él le apasiona que su mujer sea objeto de deseo de otros hombres, sino que el celo va por la parte intelectual porque ella aprende del escritor, a través del trabajo que realiza, otra perspectiva de las concepciones del mundo que causan en ella un debate interno y con las cuales Alan, desde su óptica libertaria, no está de acuerdo.
Los ensayos y opiniones vertidos en la novela no son solo palabras soltadas al aire para rellenar la mentalidad de un personaje creado, son escritos realmente interesantes por su contenido profundo y sin duda reflejan el pensamiento de Coetzee acerca de diversos temas críticos en la sociedad moderna. Sin embargo, hay una segunda parte donde estas opiniones cambian y el escritor empieza a realizar más una opinión de sí mismo, sobre su sentir, pasado, oficio y profesión. Nos habla sobre la vejez, los sueños, la música de Bach, la fascinación por Tolstoi y Dostoievski.
En cuanto a la redacción, es una escritura sencilla y directa. Cuando usa metáforas y otros recursos narrativos, es bastante sutil y no se notan a menos que se busquen. Los ensayos y opiniones por otra parte guardan un tono rigurosamente académico sin entrar en un lenguaje especializado.
Imposible saber si Anya fue un personaje real o ficticio, o bien, compuesto por varios personajes a lo largo de la vida del autor. Lo cierto es que Diario de un mal año es una novela que nos lleva a presenciar la carga que representa la vejez y lo insoportable que puede llegar a ser; además de darnos una compresión progresista desde la óptica de un anarquista quietista, de pacifista pesimista, de un viejo académico anclado al pasado temeroso de los cambios que al mismo tiempo no soporta decir que todo tiempo pasado fue mejor.
Para concluir, algunas breves opiniones y aforismos que fue recolectando durante la lectura:
«La política es inherente a la naturaleza humana, como la monarquía es el destino de las abejas.»
«En las épocas de estabilidad nos olvidamos de lo terrible que es la guerra civil y la rapidez con que se convierte en una matanza sin sentido.»
«De la misma manera que en la época de los reyes habría sido ingenuo pensar que el primogénito varón del rey sería el más capacitado para gobernar, así en nuestro tiempo es ingenuo pensar que el dirigente democráticamente elegido será el más adecuado.»
«El gobierno de sucesión no es una fórmula para identificar al mejor gobernante, es una fórmula para conferir legitimidad a uno u otro y prevenir así el conflicto civil.»
«El electorado cree que su tarea consiste en elegir al mejor hombre, pero lo cierto es que se trata de una tarea mucho más sencilla: la de ungir a un hombre, no importa a quien.»
«La democracia no permite una política fuera del sistema democrático.»
«En el campo de la crítica, la suspicacia es la mejor virtud.»
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