«El Gastar Ilóm movía la cabeza de un lado a otro. Negar, moler la acusación del suelo en que estaba dormido con su petate, su sombra y su mujer y enterrado con sus muertos y su ombligo, sin poder deshacerse de una culebra de seiscientas mil vueltas de lodo, luna, bosques, aguaceros, montañas, pájaros y retumbos que sentía alrededor del cuerpo.»
Hombres de maíz es la segunda novela del Premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, publicada en Buenos Aires en 1949, cuando el autor fungía de embajador en aquel país. En esta obra rinde tributo a las creencias de los pueblos indígenas de Guatemala además de hacer una exploración del significado del mestizaje. La obra no precisa el cuándo y esta intemporalidad ubicua hacen que la obra se sienta tan actual hoy como hace más de medio siglo. Asturias hace una reinterpretación literaria del Popol Vuh, tomándose dentro de su prosa las licencias que como conocedor y experto en costumbres es difícil para cualquiera rebatir o cuestionar. Muchas personas consideran a “Hombres de maíz como la obra maestra del escritor, aunque también enfatizan que es la obra menos comprendida de todas y existe razón y sustancia en esas afirmaciones.
De Hombres de maíz podemos encontrar varios ensayos que profundizan en los significados de cada elemento que Miguel Ángel Asturias usó en su narración, desde los personajes hasta sus nahuales, desde situaciones hasta las acciones. Hubiera sido ideal contar con una nota explicativa del puño y letra Miguel Ángel Asturias, pero como escritor supo desde un inicio que Hombres de maíz sería un reto tan complejo como difícil para cualquier lector, un libro de múltiples perspectivas.
Cuando tomamos cualquier libro de Asturias nos enfrentamos a un estilo característico inigualable y hasta el momento inimitable. Leí un comentario que decía que la dificultad de leer a Asturias reside en que el escritor utiliza muchos coloquialismos de Guatemala. Lo que es cierto a medias, porque los guatemaltecos no hablamos como los personajes de Miguel Ángel Asturias. Habrá una que otra palabra o expresión con significado que en algún momento la habré escuchado de mi abuelo; pero en realidad tendríamos que remontarnos a la manera de hablar, a ese argot indígena, mestizo y criollo de finales del siglo XIX e inicios del XX. A ello habría que sumarle el amplio vocabulario de Asturias donde no importa que nos pongan un glosario de apéndice, necesitamos de un diccionario y no precisamente el pequeño Larousse lo resuelve todo. No obstante, tampoco la narrativa es del todo condescendiente. Asturias es un poeta versátil y no es difícil encontrar una sola página en la que no use más de algún recurso retórico. Encontramos metáforas a raudales, la anáfora como una regla lírica y fonética de la estructura y que casa con la aliteración de las oraciones, hipérboles a manos llenas, comparaciones vertidas en el oxímoron y quiasmos, alegorías, prosopopeyas, paradojas, onomatopeyas, elipsis, gradaciones, y un largo etcétera. Es toda una amalgama en donde con cinco páginas o menos podemos encontrar un ejemplo de todo.
Hombres de maíz es una novela muy exigente. Cuando llevaba un tercio del libro me di cuenta de que me había perdido entre la prosa y que era inútil continuar. Empecé desde el inicio. Luego, cuando había entrado al último segmento, superado poco más de la mitad, me vi en la necesidad de retroceder al menos treinta páginas. Y siempre encontraba momentos de regresar a la página anterior o a inicios del capítulo para entender que había pasado con el personaje con el que comenzamos porque luego ya no estaba, se nos desaparecía. Hombres de maíz no puede leerse de un tirón, es imposible. Su lenguaje no lo permite. Hacerlo sería perderse los detalles y eventualmente también nos perdemos entre las páginas.
La novela no tiene un centro argumental como tal, al menos no como estamos acostumbrados de inicio, desarrollo, nudo y desenlace. Hombres de maíz está compuesta por seis historias relacionadas entre sí que podríamos considerar como narrativas de la creación u origen de una leyenda popular: Gastar Ilóm, Machojón, El venado de las Siete-Rozas, Coronel Chalo Godoy, Goyo Yic y Correo-Coyote. Estas historias pueden leerse independientemente o en el orden que el lector decida, excepto la última historia que no solo es la más larga, sino también contiene algunas explicaciones de lo sucedido en las otras cinco, porque al menos aquí Asturias decidió ser condescendiente y explicarle al lector lo que pudo no haber comprendido.
«Para los muertos no hay cerca ni lejos.»
En Hombres de maíz abunda la magia, la fantasía, las leyendas y todo esto se mezcla con la realidad de cada uno de los personajes, en sus historias, en sus decisiones. Los personajes sin inmutarse toman todo este vasto universo que roza con lo imposible como lo normal en sus vidas, como algo que siempre ha estado allí. Si hay una novela que lleva el realismo mágico a sus extremos es sin duda esta. Aunque obviamente el realismo mágico como movimiento en aquella época todavía no existía y apenas el propio Asturias venía como precursor con sus Leyendas de Guatemala y en México Juan Rulfo hacía su propio aporte con Pedro Páramo. En todo caso Hombres de maíz es una novela vanguardista de alta complejidad literaria y dotada de la cosmovisión maya. Como lector es recomendable dejarse llevar sin cuestionar nada y de esa manera contemplar escenas e imágenes que se quedarán grabadas en la mente. Hombres de maíz es surrealista en sus estampas, es como un sueño con sobrados detalles al mismo tiempo que transpira muchas emociones, colores y percepciones.
«El maíz empobrece la tierra y no enriquece a ninguno.»
Según el Popol Vuh los hombres están hechos de maíz. En esta novela de Miguel Ángel Asturias los hombres no están precisamente hechos de maíz, pero sí que este grano es el hilo conductor de todos los conflictos suscitados. Por un lado, tenemos a los indígenas que han sido desplazados, que ven en el maíz su sustento sagrado; luego tenemos a los mestizos que han llenado de maíz la tierra para comerciar con él. Pero el maíz es traicionero, ni sacia completamente el hambre y tampoco enriquece. Ese enfrentamiento es el que suscita el reordenamiento de las leyendas. El maíz no pertenece solo a los indígenas, ha sido legado y transformado en el mestizaje y esto también aplica a las creencias y tradiciones que se han fusionado para crear otras más representativas a ese crisol de las tierras mayas que se convirtió en Guatemala.
«Desaparecieron los dioses, pero quedaron las leyendas, y éstas, como aquéllos, exigen sacrificios; desaparecieron los cuchillos de obsidiana para arrancar del pecho el corazón al sacrificado, pero quedaron los cuchillos de la ausencia que hiere y enloquece.»
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