«Yo soy Marcos Antil. Aquel niño cuyo ombligo quedó colgado de un árbol de Nancultac que sigue siendo el punto desde el cual se marca mi Norte, mi Sur, mi Este y mi Oeste. Dentro de mi hay sangre de muchos hermanos del mismo pueblo, muchos que emigraron a otros países por la guerra y la adversidad, muchos que murieron sin haber podido ver sus sueños cumplidos. Marcos procedentes, Marcos luchadores, Marcos servidores. Todos somos Marcos.»
Las historias nos mueven y nos transforman. Son enseñanzas desde la experiencia de un espíritu inquebrantable. Si te gustan esos relatos en los que nos cuentan como una persona lucha contra marea y corriente para descubrir su propósito de vida y alcanzar sus objetivos, si te gustan esos relatos en los que una persona no cree en el destino y como no puede cambiar su entorno termina por cambiar él, si te gustan esos relatos en el que una persona proveniente del rincón más humilde surge como un triunfador; entonces te gustará la historia de Marcos Antil.
Marcos Antil es el fundador y CEO de XumaK, una startup de desarrollo y servicios de tecnología fundada en 2004 en Estados Unidos. Actualmente posee otras dos sedes en Guatemala y Colombia. El nombre «Xumak» es una expresión en q’anjob’al, un idioma maya, que significa «florecer» cuya definición describe a la startup, pero que en realidad es la descripción de la vida de Marcos Antil, un guatemalteco que ha florecido y en Migrante nos cuenta su historia.
Migrante es el libro de un emprendedor que se abre con una narración franca y emotiva. Mientras lo leemos conocemos a Marcos y su familia y nos acerca tanto que, aunque no lo hayamos visto en persona, sentimos que lo conocemos de toda la vida. Nos confiesa tanto sus aciertos, como sus errores, sus alegrías y frustraciones. Se muestra tal y como es, sin reservas, porque en la vida hay tantas cumbres como abismos. El libro además es interactivo, al final de cada capítulo hay un código QR que al escanearlo nos muestra las fotografías concernientes a lo que acabamos de leer, muchas muy antiguas. Migrante en lugar de sinopsis en su contraportada posee breves e impactantes comentarios de grandes personalidades en Guatemala como lo son la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú; el CEO de Duolingo, Luis Von Ahn; el exgerente general de la corporación BI, Diego Pulido Aragón; el director de Saúl, Emilio Mendez; entre otros. El común denominador de estos comentarios son los elogios y la admiración. Formulan inmediatamente una invitación a todos a conocer la historia de Marcos Antil, porque no solamente es conmovedora, sino también despertará nuestra fascinación por un guatemalteco triunfador, fiel a sus raíces y con espíritu emprendedor.
Marcos Antil migró a los estados unidos cuando tenía catorce años, apenas hablaba español y solo sabía cuatro palabras en inglés. Toda su familia ya se encontraba en Los Ángeles, California. El primero en marcharse fue su padre, aunque no lo hizo porque quería, huía porque su vida estaba en peligro. La guerrilla quería darle muerte, aunque él, su familia y toda la comunidad solo eran civiles pacíficos y aterrados en medio del fuego cruzado. La vida de Marcos Antil se explica también a través de la historia de su familia, muchas de las páginas del libro las ocupa para contarnos la historia de su padre y la de su madre, además de la composición de su familia y muchas anécdotas que describen la vida de los campesinos en las áreas rurales de Guatemala entre las décadas de los sesentas y ochentas.
La forma de abordar la guerra civil guatemalteca –esa guerra fratricida que constantemente se disfraza con el pésimo eufemismo de «conflicto armado interno»– es completamente imparcial. Muchos testimonios que leemos demonizan al Ejército, otros a los grupos guerrilleros. Marcos Antil señala que ambos eran monstruos que sumían en terror a las comunidades, llevaban la guerra en las tierras donde siempre hubo paz, llevaban zozobra, miseria y muerte. Además, Antil expresa que había otros delincuentes que se aprovechaban de la disputa para hacerse pasar por miembros del ejército o de la guerrilla y de esa manera despojar a los campesinos de los pocos bienes que tenían o cobrarse venganza por envidias y rencores. Decir que fue una época difícil se queda muy corto. Fue una época cruenta. Marcos Antil y su familia al principio fueron testigos, luego fueron las víctimas del desplazamiento, huyeron de su hogar y de todo lo que conocían, abandonaron todo lo que tenían, se atrevieron a cruzar más de cuatro mil kilómetros, arriesgando sus vidas en cada frontera.
«Si el Ejército tenía la menor sospecha de que ayudabas a la guerrilla, te llevaban preso, te torturaban o te mataban. Si la guerrilla llegaba a la aldea y te pedían que les dieras gallinas, frijol o maíz; sino les dabas –aunque fuese porque no tenías–, asumían que estabas del lado del Ejército y te mataban.»
En una entrevista que le hicieron a Marcos Antil el menciona que proviene de una familia humilde, de pocos recursos. Antil nunca se consideró pobre ni víctima. Es frecuente escuchar a muchas personas decir que son pobres y por eso no hacen nada y tienen que conformarse con lo que la vida les da, otros se aferran a la victimización presente y futura por un pasado que no pueden cambiar ni superar. Marcos Antil fue sobreviviente desde los cinco años, cuando su madre lo llevó como última alternativa a una curandera en las montañas, ofreciendo en pago sus túnicas ancestrales que pertenecieron a su familia por generaciones, porque su mayor tesoro eran sus hijos y no se permitiría ni perdonaría que pudiendo hacer algo, perdiera a otro hijo. Porque varios años atrás había fallecido una hermana de Marcos, Juana, a quien no conoció, pero que el peso de su ausencia siempre se resintió en la familia. El padre de Marcos, también fue un luchador, cuando era un niño de diez años se aventuró a subir a un bus rumbo a la capital, iba solo, sin saber qué haría ni donde dormiría, sin dinero, sin saber leer ni escribir, sin saber español, su madre era una viuda y él quería aportar a su familia. Trabajó duro durante cuatro años, no solamente aprendió a hablar español, sino también a leer, escribir y hasta reparar radios. Regresó a Huehuetenango con sus ahorros completos y aun siendo un adolescente, había alcanzado una prematura madurez, además de liderazgo.
Normalmente los emprendedores son personas rebeldes, que muestran su inconformidad no con las palabras, sino provocando el cambio. La historia de Marcos Antil nos lleva por todas sus decisiones principalmente aquellas que tomó que no eran tan populares, pero que finalmente fueron significativas, por ejemplo, insistir con una beca universitaria porque su familia no podía costear la matricula, rechazar un empleo bien remunerado en un banco porque se sintió inclinado a aprender y convertirse en un desarrollador de algo nuevo llamado Java. Hoy vemos en Marcos Antil un hombre formado y exitoso en el campo de la tecnología, innovador y líder de un equipo que brinda servicios a grandes empresas alrededor del mundo; pero toda historia de éxito tiene un trasfondo de mucho trabajo duro y sacrificio. Literalmente en la vida de Marcos Antil encontramos sangre, sudor y lágrimas. El pasado de Marcos a muchos los hubiera encadenado y condenado: aparte de la escasez de recursos en su hogar y los constantes traslados para trabajar en las fincas de algodón, café y azúcar a cientos de kilómetros de su aldea, también fue un niño enfermizo y desnutrido, repitió el cuarto año, ya como inmigrante sufrió de bulling y segregación, incluso fue invitado a ingresar a una pandilla para buscar protección. En un momento Marcos Antil se dijo que la única manera de romper el ciclo para un mejor futuro era estudiar y con ello también le acompañó toda una ordalía para ingresar a la universidad siendo indocumentado y posteriormente lidiar con las privaciones de casi todo para completar su carrera: hambre, sueño, espacio, distancia, soledad; por ejemplo, comenta que en ocasiones compraba una hamburguesa de un dólar, un whopper, y lo dividía en tres para que le alcanzara para el desayuno, almuerzo y cena.
Muchos quieren ser exitosos sin pasar por las miles de horas de esfuerzo y sacrificio, sin tener que experimentar la consecuencia de los fracasos, las privaciones del sueño, el tormento de la desesperación. Marcos Antil dice que «en la vida no hay atajos. De los errores hay que aprender», y nada más cierto que eso.
«Nuestra identidad es nuestra fortaleza.»
Y para concluir, Marcos Antil es una persona de principios y valores, tiene en gran estima y respeto a su familia y se enorgullece de su identidad q’anjob’al y de su nacionalidad guatemalteca. Su libro no está auspiciado por ningún sello editorial y aun así está tan bien hecho que nos parece poco lo pagado en comparación a la calidad y diseño del libro, sin mencionar lo más importante, lo invaluable de su contenido. Compartirnos su historia también se convirtió en una forma de comunicar un mensaje a todos los guatemaltecos, tanto si están en el país como si son inmigrantes en otro. Del pasado, de nuestra historia, debemos ser lo suficientemente inteligentes y aprender de ella, superarla y no victimizarnos, que al final de cuentas quien no se hace responsable de su propia vida, tampoco espere que alguien más lo haga por él. Marcos Antil nos enseña que debemos tener un propósito y que no hay mejor propósito que servir a los demás.
«Si en algún momento olvido mi propósito de servicio, la vida me dará soledad.»
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