«Hay dos cosas muy tristes: un viejo que se cree joven y un viejo que se siente muerto. Quienes tenemos la oportunidad de conocer el atardecer de la vida, debemos asumirlo con el mismo coraje e ilusión que la juventud. Hay que aceptar que la caída del sol es tan valiosa como la luz de la mañana y la del mediodía. Cada hora tiene su propio paso y hay que gozar hasta el último destello en el cielo. Es lo único que pido ahora: poder disfrutar y compartir hasta mi último rayo de luz.»
Diego Pulido Aragón es toda una personalidad en la banca centroamericana y sociedad guatemalteca, conocido principalmente por dos razones, la primera es su liderazgo en el Banco Industrial –actualmente Corporación BI–, y la segunda, su inclinación para apoyar causas sociales a través de fundaciones que van desde la alfabetización hasta el deporte. Y si hubiera una tercera sería ese conjunto que combina su carácter fuerte, el carisma de líder y el olfato y visión empresarial. La mayoría de las innovaciones y reinvenciones en la banca guatemalteca fueron producto de su espíritu emprendedor que, adelantado a su época, buscaba la modernización y accesibilidad. Después de medio siglo de trabajo en la banca y a la edad de setenta y cinco años decidió que era momento de escribir sus memorias y publicarlas bajo el título Mis huellas.
Diego Pulido emigró a Guatemala cuando apenas era un adolescente. Su padre, un comerciante andaluz, se había adelantado años atrás. Buscando mejor suerte en el continente viajó a Panamá y posteriormente terminó por establecerse en Guatemala y al poco tiempo su familia en un acto de fe abandonó la provincia de Cádiz para descubrir un nuevo mundo. Pulido estudió en el Liceo Guatemala, donde se destacó en el deporte, lo que le valió para obtener media beca en la Universidad Rafael Landivar. Eligió matricularse en economía no porque le gustara o fuera su sueño ser economista, sino porque era la única opción que le convencía de las pocas que había que le permitieran estudiar y trabajar al mismo tiempo. La financiación de la otra mitad de la matricula debía proveérsela él con sus propios medios y así lo hizo. Al graduarse sintió que hacía falta algo, que las herramientas obtenidas no eran suficientes para poder aspirar a más y decidió seguir junto a varios de sus amigos una maestría en el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas –INCAE–, que era una institución educativa de prestigio, el Harvard de Centroamérica, que en aquellos momentos tenía su sede en Nicaragua y que sería clave para su formación gerencial y estratégica. Diego Pulido arriesgó el todo por el todo para garantizar sus estudios, dejó su trabajo de varios años en el Banco Agrícola Mercantil y se endeudó hasta las narices porque tenía la esperanza que saliendo del INCAE tendría un trabajo seguro en el Banco de Chicago. No se equivocó con lo de los estudios y su valía, pero la vida le jugó vueltas y regresó a Guatemala frustrado y traicionado, sin trabajo y con una deuda que no tenía idea de cómo podría pagarla, además tenía una familia que mantener, estaba casado y con hijos. La forma como lo logró no sólo nos deja lecciones de vida, sino también un bagaje de estrategia profesional y determinación personal. El título de sus memorias no podía ser mejor.
La narración de Diego Pulido es fluida, bien estructurada y sobre todo amena. Para el lector no es difícil sentirse pronto identificado con él. Sus anécdotas, algunas de situaciones bastante críticas y peligrosas, las relata desde el enfoque de la lección y el aprendizaje. Nos cuenta de sus raíces en los viñedos de la provincia de Cádiz, y también nos abre la puerta de su hogar y nos presenta a su familia. Relata como conoció a su esposa y la relación con sus hijos. Sin embargo, en donde brilla es cuando nos da cápsulas de su experiencia gerencial y aunque no fuera su intención, desde las páginas es capaz de transmitir lecciones magistrales de estrategia empresarial, de enfoque social y de valores de vida. Debo admitir que es no pocas ocasiones deja el contenido anecdótico en segundo plano para darle a sus memorias un perfil más académico y profesional, una especie de ensayo que no le debe envidiar nada a Peter Drucker. Si tenemos dudas sobre la gestión de personal y liderazgo, en sus páginas encontraremos teoría y modelos aplicados y validados; si queremos aprender de toma de decisiones, Pulido nos aclara la mente para que nos enfoquemos; Mis huellas también es un libro en el que podemos subrayar, anotar datos a los márgenes y consultar tal y como si fuera un texto universitario o un libro de emprendeduría.
La voz de Diego Pulido en Mis huellas se complementa con el testimonio de familiares, amigos y colaboradores, quienes, de forma franca, espontánea y emotiva, describen la personalidad, logros y alguna anécdota vivida con Diego Pulido. El archivo fotográfico dividido en varias secciones es también un valioso complemento que apoya la narrativa y hace que el lector se sitúe en algunos momentos que marcaron un hito en la vida de Pulido.
Hace muchos años tuve un jefe que trabajó en el Banco Industrial y conoció a Diego Pulido. Cuando se refería a él lo hacía con mucho respecto y admiración. Contaba de la fuerte personalidad de don Diego. Me decía que era un hombre directo y sin tapujos, que era economista hasta en las palabras, puesto que no decía más que lo suficiente y a veces, aunque no hablara, tanto su silencio como su presencia eran ya un discurso. Recuerdo que una vez me contó que cuando recién ingresó a trabajar al Banco Industrial le aterraba coincidir en el ascensor con don Diego, porque le habían dicho que él era capaz de despedir a cualquiera que no le devolviera el saludo, que para don Diego la educación y los modales eran muy importante. Aunque también me dijo que en cuanto se le empieza a conocer mejor, la imagen de tirano cambia radicalmente y en lugar de ello se visualiza a un líder como pocos, un mentor capaz de sacar lo mejor de cada persona. Diego Pulido se refiere a esto en su libro y lo llama efecto Pigmalión, que es como una especie de profecía autocumplida, aunque sin el efecto fatalista. Pulido lo define como el arte de convencer a las personas mediante la racionalización de que pueden lograr algo de tal forma que no hay lugar para las dudas y terminan consiguiendo su máximo potencial. Una persona podía no confiar en sí misma, pero si Diego Pulido les decía que podían, que eran capaces, les cambiaba el chip y terminaban alcanzando el objetivo. A veces solo necesitamos las palabras apropiadas para descubrir en nosotros mismos esa motivación.
«Solo cuando la persona posee su propio generador, se sentirá motivada. La motivación surge de ella, no puede ser inducida.»
Diego Pulido expone varias claves que explican su éxito. Una de ellas es su involucramiento en los proyectos, aunque él lo llama de otra manera, dice que le ha gustado ser un metido, estar en todo. Su carácter no conoce la timidez y si tiene que hablar con Trump y sabe el número, lo marca y habla. Pulido explica que desde joven ha sido así y eso le ha abierto puertas para conocer a otras personas y hacer más grande su agenda. Para hacer networking hay que involucrarse, y para tener el mejor networking hay que involucrarse con los mejores. Él ha estado presente tanto si son actividades laborales, familiares, sociales o deportivas. Probablemente el único tema que le quedó pendiente fue su involucramiento directo con la política, que oportunidades le sobraron y bastaba con un simple «sí» para tener a su cargo un ministerio como el de Finanzas o Economía. No obstante, sí que se involucró indirectamente dando sus opiniones sobre el panorama económico del país, entrevistándose con presidentes electos que lo buscaban –independientemente si lo escuchaban o no– y a quienes, además de darles una master class de economía, también en ocasiones les recomendaba profesionales para su gabinete. El proyecto más grande en que se involucró en la política de Guatemala fue en el Plan Visión de País, y esto lo hizo inspirado en el modelo español en donde todos los partidos se pusieron de acuerdo para alcanzar metas que tenían en común a favor de la población, tal vez no estaban de acuerdo en ideales y objetivos, pero al menos tenían comunes denominadores. Pulido lo que buscaba con esto era la certeza política que tanto la población guatemalteca necesitaba. Que los proyectos y leyes no cambiaran al antojo del partido político en el poder cada cuatro años. Comenta Pulido que fue un esfuerzo enorme reunir a los secretarios generales de todos los partidos políticos en Guatemala, que son más de una docena, y ponerlos de acuerdo porque se iban a los extremos, tanto derecha o de izquierda, pasando por una serie de grises de partidos que ni siquiera tenían definido su propósito a no ser llegar al poder. Lamentablemente el Plan Visión de País no logró superar su etapa de proyecto y cuando llegó al Congreso para que este aprobara una serie de leyes y reglamentos para garantizar su funcionamiento, se enfrentó al obstáculo insalvable de la corrupción política.
Otra clave del éxito de Diego Pulido son los cierres de los ciclos. Él incluso se atreve a decir que si tenemos muchos ciclos abiertos padeceremos de estrés por falta de cierres. Todo lo que tiene un comienzo debe desarrollarse y llevarse hasta el final. Si tenemos una carrera por terminar, terminémosla; si tenemos un informe por hacer, hagámoslo; si tenemos un proyecto iniciado, enfoquémonos en él antes de involucrarnos en otro; si encendemos una luz, recordemos que siempre debemos apagarla al final. La vida incluso es un ciclo. Pero de nada sirve cerrar ciclos si se hace por obligación, si lo que se hace no se ama y Pulido es muy enfático en ese aspecto. Él dice que «la mayor de todas las fortunas humanas es poder hacer aquello que se ama o, como mal menor, lograr amar lo que se hace», porque solo así nos sentiremos completos.
«Hay dos maneras de actuar: por obligación, lo cual torna las cosas en aburridas y desmotivantes, y por amor, que las hace gozosas y fecundas.»
Romper paradigmas es otra clave. Siempre se debe estar dispuesto al cambio, pero es mejor cuando uno es quien provoca el cambio. «La mejor forma de seguir una tradición es cambiándola» es una frase típica de Pulido. Obviamente pensar para el cambio y actuar en consecuencia trae muchos problemas. La mayoría de las personas defienden el status quo y harán todo lo que esté a su alcance para bloquear lo inevitable, o al menos sabotearlo. Pese a que desde afuera se admire la innovación y la creatividad, la realidad es que desde dentro es impopular.
Hay más claves del éxito y más lecciones que podemos encontrar en Mis huellas. Una persona como Diego Pulido que ha vivido, aprendido, construido, formado e inspirado, tiene mucho que contar y aunque a veces pensemos que ha sido muy breve en tal o cual tema, lo cierto es que ha sido ejecutivo. La retórica de sus discursos siempre fue puntual. Sus exposiciones no tenían rodeos. Y para cerrar este post recogí algunos aforismos que considero bastante destacados.
«¡Qué fácil es destruir! Lo difícil es construir, invertir, correr riesgo y dar empleo.»
«La crítica es inherente a la vida y al final lo que importa son las acciones y los resultados.»
«Cuando la decisión depende solamente de uno, entra en juego el olfato, pero también la determinación.»
«El hombre comienza a empequeñecerse el día en el que sus recuerdos son mayores que sus proyectos.»
«El mundo marchará bien el día en todos los humanos puedan asegurar que su trabajo es a la vez su ocio, su pasión y su vida.»
«Hacer las cosas por obligación, por mucho que uno se esfuerce, es como arrastrar una cadena. La lucha que todo hombre debería intentar es amar lo que se hace cuando no se puede hacer lo que se ama.»
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