jueves, 17 de septiembre de 2020

HOMBRES DE PAPEL de Oswaldo Salazar


«–¿Por qué recordamos mejor el dolor y la duda que la dicha y la certeza? ¿Por qué la memoria está hecha de perplejidad y frustración? Esta novela no es lo que yo quería. Su tema no es el Dictador, sino la Desesperanza; quiere saber de aquello que nos gobierna y nos lleva como penitentes por un desierto de penumbras. Pero no hay redención, el hombre no se salvará porque él es su propio abismo– Allí, en París, había descubierto cuán barroco está su pensamiento; había descubierto también el sentido de la soledad: el dramático intento de ser diferente.»

Oswaldo Salazar es un académico guatemalteco, doctorado en filosofía, que ha ejercido la docencia en varias universidades tanto nacionales como extranjeras impartiendo cursos de filosofía, literatura, historia, entre otros. Actualmente es miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Ganó notoriedad con su primera novela titulada Por el lado oscuro que en 2003 le hizo ganador del premio centroamericano de novela Mario Toledo; y en 2004, el reconocimiento al Escritor Nacional de la Universidad Francisco Marroquín. 

Hombres de papel es la segunda novela de Oswaldo Salazar publicada por la editorial Alfaguara. En ella aborda desde la ficción literaria la vida del escritor guatemalteco y Premio Nobel de Literatura, Miguel Ángel Asturias, haciendo énfasis en la relación complicada que el escritor tenía con su hijo, el comandante guerrillero Rodrigo Asturias. El título “Hombres de papel es una alusión a la obra Hombres de Maíz, la cual es considerada como una de las mejores novelas de Miguel Ángel Asturias. Con Hombres de Papel Oswaldo Salazar buscaba rendir tributo y homenaje al laureado escritor guatemalteco, pero algo no salió como se esperaba y la polémica terminó por enturbiar su propósito.

«El pensamiento del escritor no puede desligarse de la sensibilidad, no puede darle expresión a nada que no vibre en él.»

Antes de adentrarme a terreno pantanoso en lo de la polémica debo confesar que la novela brilla por su escritura pulcra y elegante. Es innegable la dedicación que Oswaldo Salazar invirtió en la construcción de cada párrafo, de cada oración, evidentemente tiene muchas habilidades retóricas y las plasma con bastante sutileza en su escritura. Habrá algunos detalles que se pasaron por alto como la falta de algunos guiones que señalan el cambio de la voz en el diálogo, pero son detalles mínimos que en una primera edición es típico encontrarlos, no son adrede y se atribuyen más al editor que al escritor. La novela se cuenta desde dos perspectivas, la primera es la de Miguel Ángel Asturias, la otra es la de su hijo Rodrigo, estas líneas narrativas no obedecen ningún orden cronológico, es decir, son discontinuas. También Oswaldo Salazar utiliza diferentes estilos narrativos: el narrador omnisciente, el narrador equisciente, la epístola, la entrevista, las transcripciones de grabaciones, entre otros. 

La escritura parece orientarse más al postmodernismo literario, al individualismo, a la sencillez o ausencia descriptiva de los espacios, las cosas y las personas y centrarse en los personajes, en los conflictos de estos consigo mismos; sin embargo, si es una novela inspirada por Miguel Ángel Asturias, como padre del realismo mágico debería haber por lo menos un guiño y eso es precisamente lo que Oswaldo Salazar ofrece al lector, un guiño. Al principio pensé que esas páginas en las que aparecía un extraño personaje de características paranormales era un recurso narrativo que ilustraba la soledad, la consciencia o el remordimiento, pero luego lo vemos aparecer en dos etapas ulteriores y en una incluso visible para otro personaje secundario; de cualquier manera, como ser espectral, no aportó nada a la trama o argumento y la supresión de este francamente no afecta el relato, excepto que su inclusión es como la pimienta a la comida. 

«En Guatemala la escritura está más vinculada al exilio que a la diplomacia.»

Normalmente valoro el que un escritor haga variada la narración porque enriquece la lectura, y digo «normalmente» porque no siempre el resultado es del todo plausible. Cuando se usan muchos recursos narrativos al mismo tiempo la lectura pierde su impulso, tiende a sentirse saturada y este es el caso de Hombres de papel que inicia bastante bien y posiblemente hasta un tercio todavía conserva toda nuestra atención, pero conforme avanzamos entre las páginas empezamos a sentir que la novela se ha estancado al punto de volverse tediosa, pesada, aburrida. Oswaldo Salazar hace mención en varias ocasiones que Hombres de maíz no tiene una trama, que no tiene un eje central, y me parece que esa característica la trasladó a “Hombres de papel porque tampoco vemos que haya un nudo, un conflicto real –porque esa relación extraña entre padre e hijo es más una excusa de la sinopsis que un catalizador de la trama–. En ocasiones no sabemos hacia dónde va realmente la narración, como que los temas son todos y ninguno al mismo tiempo. Esa relación entre padre e hijo –o hijos– al final de cuentas no está del todo bien dibujada y aunque es importante para los personajes centrales, no es determinante en sus decisiones, frustraciones y aciertos.

La introspección es la base para el desarrollo de los personajes. Oswaldo Salazar se concentra en las emociones, sentimientos y reflexiones que en sus acciones, decisiones y descripciones. Realmente no sabemos que aspecto tiene el Miguel Ángel de Oswaldo Salazar, tampoco como viste o cuáles son sus verdaderos gustos o motivaciones, de lo que sí sabemos son de las dudas que alimentan sus indecisiones y de los conflictos internos que llenan la distancia que los separa de las personas y que hacen que sus relaciones sean extrañas cuando no grises. Aunque no niego que esperaba un poco más en este aspecto considerando que Salazar es doctor en filosofía y bien podría haber ahondado en los conflictos existenciales de los personajes, por ejemplo, la explicación de que Rodrigo Asturias se involucre en la guerrilla es chata porque parece ser más un capricho por ganar la atención de su padre o su respecto –o su amor– que una creencia real de los ideales bolcheviques. En ningún momento me parece que los personajes que representan a Miguel Ángel Asturias y su hijo alcancen a sus contrapartes en la vida real. El padre y el hijo parecen estáticos en el tiempo narrativo, carecen de una evolución que los reivindique.

La novela puede calificarse en la categoría de novela histórica alternativa o nueva novela histórica, y esto es porque bajo la licencia de la ficción literaria Oswaldo Salazar crea una historia completamente de ficción utilizando personajes de la historia reciente, apenas del Siglo XX. Ni Miguel Ángel Asturias ni su hijo Rodrigo tuvieron un conflicto o distanciamiento en los términos expresados en la novela, tampoco ninguno de los otros personajes se vio en las situaciones y argumentos contados por Oswaldo Salazar. Todo lo que transcurre en la novela en relación con los personajes es producto de la inventiva de Salazar. Es cierto que muchos hechos históricos mencionados son reales como el derrocamiento de Manuel Estrada Cabrera, la revolución de 1944, el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura de 1967, las residencias de Miguel Ángel Asturias en México, Argentina y Francia, el involucramiento en la guerrilla de Rodrigo Asturias y su posterior postulación presidencial en 2003; sin embargo, lo que es ficción es la percepción, sentimiento y acciones de los personajes con relación a estos hechos. La familia Asturias consideró que la novela es una calumnia, una mentira, y no un tributo. Les pareció una ignominia que retrataran al ilustre escritor como un hombre borracho, desapegado de su familia y con la carga de un romance juvenil y homosexual –aunque platónico–, además que se le tacha de cierta cobardía por adaptarse a las circunstancias políticas al ponerse del lado de la oligarquía o de la revolución según le convenía y que siempre recibió a bien los exilios sin chistar. Esto lleva a pensar cuales son los límites de la ficción literaria cuando utiliza personajes reales, algunos incluso vivos –y sin su consentimiento–, para modificarlos de acuerdo con una trama o visión de lo que podría haber sucedido o como le gustaría al escritor que hubiera pasado los hechos para explicar tal o cual situación.

He visto que otros escritores han rendido tributos a sus autores favoritos de diversas formas: Isabel Allende lo hizo con Pablo Neruda en Largo pétalo de mar y en esa novela exaltó el activismo político y altruismo de Neruda; Joyce Carol Oates lo hace con Stephen King en Rey de picas cuando su personaje principal, también un escritor, quiere parecerse al rey del terror; John Grisham lo hizo alabando la obra y vida de Scott Fitzgerald en su libro El caso Fitzgerald; y así podríamos seguir con una variedad de maneras en que es posible rendir un homenaje a un autor que marcó la vida de un escritor y ha influenciado su estilo, porque todos lo han hecho explícita o implícitamente. En Hombres de papel el homenaje a la vida y obra de Miguel Ángel Asturias no parece tan evidente a menos que la intención de Salazar sea derrumbar el mito y la leyenda al mostrarnos a un hombre igual a todos, con los mismos miedos y recelos, con las mismas alegrías y frustraciones, con la misma soledad y miseria.

No niego que cuando compré la novela lo hice pensando que iba a tener un acercamiento desde otro ángulo al gran Miguel Ángel Asturias, pero cuál no fue mi sorpresa cuando veo en la página inmediata al título la advertencia de que lo que vamos a leer es una obra completamente de ficción que ha utilizado nombres de personajes reales. Desde allí cualquier nombre pudo haber sido sustituido por el que fuera y hubiese dado lo mismo porque no es un retrato de nadie, sino que son personajes inventados. Considero que Oswaldo Salazar podría haber seguido los pasos de David Unger en su novela El manipulador donde claramente sabemos que está hablando de Rodrigo Rosenberg Manzano, pero ha modificado las historias de tal forma que el lector tenga una experiencia distinta a lo que escuchó en los medios de comunicación. En cualquier caso, si lo que queremos es profundizar en la vida del laureado autor, es mejor la lectura de Miguel Ángel Asturias más que una biografía escrito por Gonzalo Asturias Montenegro, o bien la más popular de todas, Miguel Ángel Asturias: Casi una novela de Luis Cardoza y Aragón.

«Cuando un libro se cierra siempre se abre otro: el libro de la vida.»

Hombres de papel no es una mala novela desde el punto de vista argumental, tiene varios momentos destacables que el lector disfrutará, aunque no niego que algunos capítulos le sobran páginas mientras que a otros le faltan. Los defectos y virtudes ya los he descrito durante el post y lo que resta decir es que en la lectura prima más la curiosidad que su propósito. Quien adquirió la novela no lo hizo por Oswaldo Salazar sino por Miguel Ángel Asturias y allí creo que está el mayor giro de la historia, porque hasta yo me incluyo.

«Cuando uno vive solo, lejos de su país, lo que se hace no es tan importante como lo que se piensa, lo que se añora, recuerda, los castillos en el aire que se construye.»

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