«Un verdadero ZOMBI sería mío para siempre. Obedecería todas mis órdenes y mis caprichos. Diría “sí, amo” y “No, amo”. Se arrodillaría ante mí y levantaría la mirada hacia mí y diría: “Te quiero, Amo. No hay nadie más excepto tú, Amo. Y así sucedería y así sería. Ya que un verdadero ZOMBI no podría decir nada que no era, tan solo lo que sí era. Sus ojos estarían abiertos y serían transparentes pero no habría nada en ellos viendo. Y nada tras ellos penando. Nada juzgando.»
Joyce Carol Oates es una de las escritoras estadounidenses más importantes del siglo XX. Tan prolífera como polifacética, ha creado del arte de la escritura múltiples vehículos de conexión y experiencias que no solamente abordan historias de todo tipo y tono, sino también formas que van desde la novela hasta la poesía, desde el ensayo hasta el trabajo editorial. A lo largo de su carrera ha ganado decenas de premios, unos por su trayectoria y legado, otros por obras específicas y este es el caso de Zombi que en 1996 ganó el premio de novela Bram Stoker.
Zombi es una novela que se define en una sola palabra: perturbadora. Pese a lo que nos predispone el título de esta obra, aquí no encontraremos ningún mundo postapocalíptico o distopia en la que un virus convierte a todos en zombis. En Zombi no hay ningún zombi, al menos no desde el particular punto de vista de la cultura popular. Zombi no es una historia sobrenatural de horror, pero sí de terror, del terror más visceral que mana de las oscuras emociones humanas, depravación pura y dura. He aquí la sinopsis:
«Quentin es arrestado por agresión sexual a un menor; sin embargo, y aunque su sentencia queda suspendida, debe visitar regularmente a su agente de la condicional y a su psiquiatra, además de acudir a terapia de grupo. Trabaja como conserje en la vieja casa de sus abuelos, convertida en residencia universitaria, y también atiende un curso de ingeniería electrónica en la universidad. A pesar de su ajetreada vida, aún le queda tiempo para secuestrar, abusar y asesinar a jóvenes desahuciados en un intento por hacer realidad su obsesión de convertir a alguno de ellos en un zombi que satisfaga sus más retorcidos deseos y fantasías sexuales.»
La novela es narrada en primera persona por el protagonista, Quentin, quien tiene 31 años y se refiere a sí mismo como Q_ P_, lo que hace que en ocasiones se despersonalice y se vea al mismo tiempo como espectador y actor. Está escrita a manera de registros, como si fuese un diario, aunque claramente no lo es. Se acompaña en varias ocasiones por dibujos a mano alzada creados por el protagonista para ejemplificar su entender de las cosas, una acción o un deseo. Existen muchas regresiones a la adolescencia de Quentin y a la etapa de la década de sus veinte, lo que aporta a la obra una estructura mayormente discontinua e incluso algunas veces caótica hasta llegar a la segunda mitad donde apuesta por una historia lineal con ciertas salpicaduras de elipsis y analepsis. A menudo involucra reflexiones sobre la insignificancia del ser humano en el basto universo, a lo efímero de la existencia en el entramado del tiempo y espacio. Los capítulos son mayoritariamente cortos, de algunas cuantas páginas. La estructura interna de los párrafos es otra cosa: hay oraciones muy cortas y otras, por el contrario, muy pero muy largas.
Si Joyce Carol Oates hubiera usado un pseudónimo, cualquiera hubiera creído que quien escribió esta novela estaba enfermo y es que realmente se necesita mucho estómago y voluntad para continuar una lectura que bien podría ser el diario de una versión de Jeffrey Dahmer o John Wayne Gacy obsesionados por la creación de un esclavo absoluto, de un zombi. El leitmotiv es el placer sexual por la dominación total a un nivel infrahumano. La narración es fluida con alternación entre simpleza y elegancia, aunque esta última es rápidamente eclipsada por lo gráfico que pueden llegar a ser unas escenas que en otro tiempo hubieran significado la censura inmediata e incuestionable.
Probablemente lo más impactante del relato es que Quentin no tenía ningún motivo para ser quien es, al menos no explícito. Su padre era un científico que a menudo se codeaba con celebridades académicas. Su hogar era una familia tradicional e integrada que no podría calificarse ni por error como disfuncional. Además, provenía de una clase media alta, por lo que sus necesidades básicas siempre estuvieron cubiertas. Robar o delinquir, las malas amistades, las pandillas, las minorías, todo esto aquí no tiene cabida. Quentin puede ser uno de tantos adolescentes blancos americanos con vidas soñadas, excepto que tenerlo todo cubierto no significaba ser feliz. La diferencia entre las expectativas de la familia y la realidad de Quentin llevaron a que sobre sus hombros cayera la decepción generalizada, aunque esto en apariencia tampoco es que haya calado en el protagonista, cuyos objetivos y motivaciones estuvieron siempre muy claras y nunca perdió de vista su propio hedonismo.
La controversia y sensibilidad de los temas que toca Joyce Carol Oates son evidentes: homosexualidad reprimida, violación sexual, secuestro y tortura, clasismo, racismo y asesinato. La controversia se acrecienta principalmente por la perspectiva en que se hace, dado que estamos ante la narración de un protagonista completamente amoral que cosifica a sus víctimas desde que las elige.
Zombi no es la típica novela cliché de asesinos en serie, es un arma cargada cuyo disparo hace tanto eco en la mente que el olvido no es posible.
«Solo importa lo que haces y lo que quieres hacer y lo que haces es lo que eres.»
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