martes, 12 de octubre de 2021

LA INDEPENDENCIA Y EL CENTENARIO de María Lorena Castellanos y Carlos Sabino


«Hacer historia es relatar lo acontecido en el pasado tratando de comprenderlo en el contexto en que efectivamente se produjo, tomando en cuenta lo que sentían quienes entonces vivieron, sus ideas, sus valores y sus proyectos, sin olvidar qué es lo que sabían, pero también lo que en su momento ignoraban.»

La coautora, María Lorena Castellanos, es una académica e historiadora guatemalteca. Tiene una licenciatura en historia por la Universidad del Valle de Guatemala y una maestría en Ciencias Sociales y doctorado en historia por la Universidad Francisco Marroquín. Su tesis doctoral José María de Jesús Reina Barrios, un presidente guatemalteco olvidado por la historia fue editada y publicada en 2017. Es además investigadora, editora y catedrática universitaria. El coautor, Carlos Sabino, es un sociólogo, historiador, académico y escritor argentino radicado en Guatemala, como producto de sus investigaciones ha escrito varios libros, ensayos y artículos, ganó más notoriedad con la publicación de Guatemala: historia silenciada, donde en dos tomos narró los hechos devenidos desde la revolución de 1944 hasta los albores de la era democrática en Guatemala en 1986.

Por las referencias que tengo de los autores de La independencia y el centenario, me da la impresión de que Carlos Sabino fue profesor del doctorado, o al menos asesor de la tesis, de María Lorena Castellanos. Pero esto solo sería un detalle curioso donde vale la pena subrayar el simbolismo del mentor que forja a su aprendiz. Lo que sí es importante destacar es que este libro se publico en 2021, a pocos meses de conmemorarse el bicentenario de la independencia de Guatemala que por extensión también lo es de todos los países centroamericanos que alguna vez conformaron ese apéndice del virreinato de la Nueva España llamado Reino de Guatemala o Capitanía General de Guatemala.

El libro es una investigación propiamente dicha y como la mayoría de estas cuando son de corte histórico, fue elaborada a través de fuentes secundarias, es decir, documentales: libros, ensayos, artículos y principalmente periódicos cercanos a las fechas tratadas. Está estructurado en dos partes: la primera abarca los acontecimientos que rodearon la independencia: hechos que van desde la Revolución Francesa hasta la caída de Iturbide y la disolución del breve Imperio Mexicano. Y la segunda, que aborda los acontecimientos previos al centenario marcado por la devastación de los desastres naturales, la férrea dictadura del Manuel Estrada Cabrera y su posterior caída sin demeritar la violencia que todo aquello suscitó.

Hace poco reseñé Y lograron sin choque sangriento de Francisco Pérez de Antón, y en ese espacio listé los principales acontecimientos que prepararon el camino independentista de esta región; salvo que Pérez de Antón nos entregó un ensayo y reflexión que no demeritó en ningún momento la visión objetiva de la historia, es más, la puntualiza y subraya. De allí que si leímos a Pérez de Antón este libro nos suene un poco repetitivo, al menos la primera parte, donde María Lorena Castellanos y Carlos Sabino nos vuelven a contar estos hechos, con la diferencia que aportan otros contextos como la Revolución Gloriosa de 1688 y su influencia para los independentistas de las trece colonias británicas en América en 1776 que constituyeron una Unión que se convirtió en la primera colonia en la historia de la humanidad en obtener su independencia y que no fue poca cosa, que se la ganaron a los ingleses. Obviamente recibieron un poco de ayuda de los franceses (eternos enemigos de los ingleses), hecho que terminó por encarecer las arcas de la corona franca. Francia concentrada en los enfrentamientos geopolíticos descuidó sus asuntos internos. Su población fue llevada al límite de la tolerancia y la miseria lo cual desencadenó una serie de eventos que culminó con la toma de la bastilla y la Revolución Francesa en 1778. En medio de aquel caos y cabezas guillotinadas se crearon las condiciones para que la figura de un ambicioso militar, Napoleón Bonaparte subiera al trono de Francia, ya no de un reino sino de un imperio. España, por su parte y aliada con Napoleón, confío que su poderío naval era insuperable, el más grande del mundo; no obstante, tan grande fue la soberbia como la caída y en 1805 fue derrotada en Trafalgar, una batalla que selló el destino de España que luego tuvo que lidiar con la invasión francesa entre 1808 y 1814. Tras la traición de Bonaparte debió luchar por su propia independencia del yugo francés. Las colonias españolas una a una (bueno, tampoco es que fueran muchas, no eran la cantidad de países que son hoy), fueron levantándose y declarando su independencia. La mayoría de las batallas fue entre independentistas y absolutistas que ya estaban en el continente, puesto que estaba descartado que España enviara refuerzos suficientes para mantener su dominio. Al momento que llegó la decisión para lo que en aquel entonces era el reino de Guatemala, primó la diplomacia y fue así como el 15 de septiembre de 1821 se obtuvo la independencia de la corona española sin choque sangriento, lo cual no es cualquier cosa, son raras, extremadamente raras las fundaciones de países sin una batalla previa. No obstante, esta independencia sin batalla dejaba expuesta a la nueva nación ante la amenaza extranjera y la más próxima era la mexicana con la reciente creación del Imperio Mexicano de la mano de Iturbide y su magnánimo Plan Iguala que buscaba unificar los territorios de habla hispana de toda América. Iturbide, de forma muy persuasiva y convincente, invitó a la nueva nación a anexarse para evitar amenazas mayores. Fue así como en enero de 1822 el Reino de Guatemala pasa a formar parte del Imperio Mexicano. Sin embargo, aunque la capital estuviera de acuerdo con la anexión, muchas provincias no lo estaban y esto empezó a provocar un desgaste. Finalmente, el Imperio Mexicano fue una ilusión que no pudo sostenerse así mismo ni detener la creciente amenaza separatista del norte, por lo que el 1 de julio de 1823 nuevamente la nación vuelve a ser libre, soberana e independiente, con la diferencia que la provincia de Chiapas decidió quedarse anexada a México; y luego, décadas después, la República Centroamericana se fragmenta en cinco países.

La segunda parte del libro comienza haciendo un esbozo de la ciudad de Guatemala destruida por los terremotos de 1917 y 1918, donde finalmente se desnudó al mundo la vulnerabilidad, precariedad y pobreza de la ciudadanía y al mismo tiempo se terminó por confirmar lo cruel, corrupto y déspota de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, quien vivía alejado de la realidad en su fortaleza La palma que contaba hasta con un ejército privado dotado de artillería, cuál tirano feudal. Con una dictadura de 22 años, Estrada Cabrera ha sido el presidente que más tiempo ha ostentado el poder en Guatemala y que probablemente hubiese continuado si no hubiera habido un grupo de notables y valientes que se rebelaron ante él, inicialmente liderados por Manuel Cobo Batres. Pero antes de llegar al levantamiento armado contra Estrada Cabrera y la formación del Partido Unionista, los autores relatan el escenario de Guatemala con respecto al mundo e incluso abordan la pandemia de la gripe española que no por no contar con datos locales no significó que Guatemala haya salido indemne. Se cuenta que por aquellos años las fincas tuvieron un déficit de mano de obra, muchas personas murieron por enfermedad; no obstante, Manuel Estrada Cabrera por conveniencia política negó la pandemia o sus consecuencias en el suelo guatemalteco. 

Una vez depuesto Manuel Estrada Cabrera para convertirse en el primer presidente de Guatemala arrestado, fue Carlos Herrera Luna quien estaba al mando en el momento del centenario de la independencia. Es aquí cuando los autores abandonan la narración histórica con esos matices que hacen que el lector viva esos momentos, para pasar a una sección de la segunda parte que pormenoriza sobre todos los festejos de septiembre de 1921. Y realmente cuando menciono todos, es literalmente todo. Mencionan agendas previstas y ejecutadas día a día y hora por hora, programas desarrollados, concursos, deportes, artistas y hasta listan los nombres de los participantes, coordinadores, posiciones, etcétera. Probablemente esta parte del libro sea un tanto aburrida porque se vuelve reiterativa, pero al mismo tiempo es una ventana al pasado que sirve para contemplar como aquellas generaciones celebraban las fiestas cívicas.

¿Qué pasó con las fiestas cívicas del bicentenario? En algún punto de la historia, quizá un siglo después, historiadores revisarán los archivos y registros para analizar que pasó en Guatemala desde 2015 hasta 2021 y establecer un escenario de configuración social que marcó su bicentenario. Que poco podemos envidiarle a la generación del siglo pasado, porque tuvimos nuestra propia primavera de decirle hasta aquí a un presidente y la corrupción que este representaba, me refiero a la caída del general Otto Pérez Molina que cabe resaltar que se logró sin choque sangriento, que no es poca cosa. Y bueno, desde entonces probablemente lo más relevante ha sido la pandemia del COVID-19.

El libro se corona anexando al final las Actas de Independencia de 1821 y 1823. Están de forma íntegra. Y eso sí que era un valor agregado que no me lo esperaba.

Cierro con unas líneas, que en realidad son un par de párrafos, que están en concordancia con el de apertura de esta reseña y que sin duda no puedo dejar de rescatarlo y releerlo.

«No es el cometido del historiador relatar los sucesos del pasado desde el privilegiado punto de vista del presente. Hoy sabemos lo que pasó después de cada evento y las consecuencias que tuvo, a corto y largo plazo, pero quienes actuaban en ese momento solo tenían acerca del futuro vagas y confusas anticipaciones, guiadas generalmente por el deseo y el temor. Un general no podía saber el desenlace de la batalla en que comprometía a sus tropas; un hombre de estado apenas si podía entrever las reacciones que irán a suscitar sus decisiones.»

«Del mismo modo, no es justo juzgar a quienes actuaron en el pasado con las ideas y los valores que hoy tenemos. La historia no es un tribunal para condenar las faltas y los errores del pasado, ni el sitio apropiado para ensalzar a unos o denigrar a otros. Toda interpretación histórica debe partir del esfuerzo por conocer y entender el contexto en que los hechos se produjeron, el ambiente y las circunstancias en que se dieron, las motivaciones de quienes actuaron.»

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