jueves, 21 de octubre de 2021

FUEGO de Joe Hill


«En fin, que no hay mucho más que contar. Nos escondimos bajo los cuerpos mientras los demás prisioneros seguían echándolos allí. Nadie pareció fijarse en que faltábamos. Entonces, justo cuando estaban terminando, oí que alguien saltaba al interior del camión y empezaba a dar vueltas por allí. Oí el ruido de los talones de unas botas contra el metal. Los cadáveres no nos cubrían del todo, así que podía ver entre ellos y, de pronto, me encontré mirando a Devon y su sujetapapeles, y él me estaba mirando a mí, tal cual.»

Joe Hill es el pseudónimo de Joseph Hilltrom King, hijo de Stephen King. La utilización de un pseudónimo fue un acierto para obtener un espacio por mérito propio y no a través de la fama de su padre, aunque este también en el pasado se obligó a utilizar uno, Richard Bachman, para poder publicar sus primeras novelas que no encajaban con el corte de terror que las editoriales querían asociar a su nombre. La obra de Joe Hill es bastante variada, con una mayor concentración en el comic y novela gráfica. En los últimos catorce años solo ha publicado cuatro novelas siendo Fuego en 2016 la última y con la que consiguió el Premio Locus de novela de terror, que es una de varias distinciones otorgadas por Locus Magazine a obras destacadas en ciencia ficción, terror o fantasía. No obstante, el premio más importante que ha ganado Joe Hill en el aspecto literario lo hizo con El traje del muerto, que fue reconocida con el premio Bran Stoker a mejor primera novela.

The fireman es el título original de esta novela. La traducción literal es El bombero. Comprendo la decisión de la editorial de cambiar el título en la traducción por uno más llamativo e incluso me atrevería a decir más acertado al contenido. Hay un personaje llamado John Roockwood que precisamente es un bombero y oscila entre secundario y protagonista, dependiendo en que parte del libro nos encontremos. No negamos que el bombero sea importante para la trama, pero no la sostiene del todo. La novela no trata de él sino de una enfermera, Harper Willowes. “Fuego sin duda es un mejor nombre: lacónico, sencillo y contundente. Esta es la sinopsis:

«Nadie sabe dónde y cuándo se originó, pero una plaga se ha extendido por todas partes. Los médicos la llaman Trichophyton draco incendia; los demás, escama de dragón, una espora que marca la piel de los contagiados con manchas negras y doradas antes de hacerles estallar en llamas. Y no hay antídoto. Harper está embarazada y, por su trabajo de enfermera, ha visto a centenares de pacientes arder... o los veía antes de que el hospital se incendiara. Ahora sólo puede fijarse en las marcas que han empezado a recorrerle la piel. Tras el primer brote, ella y su marido acordaron resolver la situación por sus propios medios en caso de que se infectaran. Pero Harper quiere vivir; al menos, lo suficiente para dar a luz. Mientras la población en la que residen se ve envuelta en el caos por la enfermedad y los grupos que pretenden exterminar a los contagiados, Harper coincide con un misterioso desconocido que deambula entre los escombros con indumentaria de bombero y las marcas de la espora. Sin embargo, no arde. Es como si hubiera aprendido a usar el fuego a modo de escudo para las víctimas... y de arma contra los verdugos.»

La novela retrata los comienzos de un escenario apocalíptico. La humanidad ha sido mutilada tras una extraña enfermedad que produce la combustión espontánea de quienes la padecen y como daño colateral, incendios en serie. Es una pandemia de fuego y destrucción. La extraña enfermedad se adquiere por entrar en contacto con una espora que flota en el ambiente, que brota de las cenizas de las personas infectadas. El padecimiento es incurable, intratable y letal para la mayoría de las personas, excepto para cierto grupo reducido que no tienen ningún talento en especial, salvo que han logrado controlar la combustión propia encontrando una especie de comunidad simbiótica con el hongo que produce la escama dragón, como coloquialmente se llama al síntoma visible.

Fuego de Joe Hill me recordó a Apocalipsis y La Niebla de Stephen King, Soy leyenda de Richard Matheson y La carretera de Comarc McCarthy. Era indudable suponer que el hijo no haya tenido alguna inspiración de su padre cuando este aparece en la dedicatoria, aunque no por ello restaremos originalidad a la idea, pues construyó una historia que se sostiene bastante bien y con mérito propio. La narración es en tercera persona y lineal con breves elipsis en donde en un período de aproximadamente de un año seguimos los pasos de Harper Willowes que de una enfermera en un hospital que atendía a pacientes de Trichophyton draco incendia, se convierte en una enfermera en un campamento clandestino de refugiados infectados, salvo que con dos agravantes: tiene la enfermedad y está embarazada.

Por muy absurdo que parezca una enfermedad que encienda a las personas como un fósforo, Joe Hill se esfuerza en brindar una explicación pseudocientífica, argumentando la interacción del hongo con la biología humana a nivel límbico. La escama dragón no deja de ser una fantasía que nos lleva incluso a momentos tan surreales como si estuviéramos leyendo a Harry Potter; de hecho, entre las páginas se menciona a J. K. Rowling en unos de los diálogos, lo cual sin duda fue tan adrede como directo, un guiño para decir que la enfermedad no tiene ningún sentido en la realidad, una confesión del propio autor de su proximidad al planteamiento mágico y que no deberíamos estar analizando la sustentabilidad de sus argumentos que lindan lo paranormal. Lo que sí tiene sentido es el desmoronamiento de la sociedad a causa de la pandemia, esa psicosis e histeria colectiva producto del miedo, incertidumbre e impotencia que terminan por escindir a la población entre enfermos y sanos, entre condenados y los que todavía tienen una oportunidad de sobrevivir al apocalipsis, y en estos últimos no falta quienes desarrollen un sentimiento deshumanizador ante quienes sufren el padecimiento, actuando cruelmente contra ellos para conseguir su eliminación: algunos con propósitos egoístas para salvarse a sí mismos, otros altruistas en lo que cabe para salvar a los demás.

Joe Hill retrata ese rompimiento de las estructuras sociales, crea un caldo de anarquía en donde prevalece el más fuerte. Las personas ya no mueren por la enfermedad, sino por la violencia ejercida sobre ellas. Dentro del grupo de refugiados oculto en un campamento en el corazón de un bosque también surge una especie de culto, al principio bajo la tutela de un líder espiritual carismático y sabio, luego bajo la férula de otro que entre muchas cosas es inestable e inmaduro, más ligado al corte de Jim Jones, que haría lo que fuese para mantener su posición. Es en este pequeño espacio claustrofóbico donde Joe Hill consigue sus mejores basas y recrea un experimento social que no necesita de fantasmas, bestias o una enfermedad, el propio ser humano se convierte en un monstruo devastador cuyos límites no parecen visibles.

La historia tiene sus detalles flacos: en ciertos momentos los personajes, especialmente los protagonistas, caen en episodios cursis que desentonan completamente con el ritmo y el perfil que la obra está transmitiendo. El romance que surge a medio camino de la novela está completamente forzado y hubiera sido más provechoso suprimirlo. No es una novela rosa, sino apocalíptica y si Hill buscaba darle una humanización a sus personajes o mayor profundidad, había otros caminos que aportaban mayor credibilidad, por ejemplo, la historia de los presidiarios es brillante y con apenas unos gestos, una mirada o unas cuantas palabras es suficiente para entender la lealtad, la amistad, el compromiso o la conexión entre estos personajes, sus captores o sus verdugos. Otro detalle que hace mucho ruido es el de un villano, Jakob Grayson, que se hace recurrente y se conserva a lo largo de la novela. Usarlo una vez hubiera merecido un aplauso, era la dosis justa que necesitaba la historia para avanzar y la protagonista para transformarse, pero al darle más espacio a Jakob lo degrada a una figura patética que cansa, el lector ya no se inmuta, dice: «Ah, allí está Jakob otra vez». Se que Hill buscaba darle esa conexión emocional profunda con la protagonista, algo que hiciera sentido, pero en medio de un escenario donde sanos torturan y ejecutan a enfermos no hacía falta. Y finalmente tengo que hablar del bombero que en lugar de apellidarse Roockwood, debió ser McClane porque le pasa de todo y no se muere, es duro de matar, aunque luego Joe Hill arregla esto y entendemos sus porqués.

Fuego es una novela bastante satisfactoria; no se luce en el apartado literario, pero aporta su cuota de entretenimiento y está escrita para una adaptación ágil y rápida a la pantalla grande o pequeña, según la intención de quien haya comprado los derechos cinematográficos. Cierro con algunas líneas que vale la pena rescatar. 

 «La muerte es un mal trato para los adictos a la narrativa.»

«La personalidad no es cuestión de lo que sabes sobre ti mismo, sino de lo que los demás saben sobre ti.»

«La gente que está al mando siempre puede justificar las acciones más horribles en nombre del bien común.»

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