«Por un instante todos guardamos silencio. Solo se oía el resuello de nuestra respiración y las menguantes sacudidas que aquel Ser gigantesco producía a su paso.»
Ningún relato de Stephen King es tan parecido al universo de Lovecraft como La Niebla. Escrita en 1983 es una verdadera joya entre las propuestas de terror y horror, de lo mejor que ha surgido de los dedos de ese prolifero escritor. En ella, el personaje principal de la novela, David Drayton, narra una historia de acontecimientos crepitantes, extraños, sobrenaturales e incluso apocalípticos, surgidos después de una estrepitosa tormenta que libera a la mañana siguiente una densa niebla que por sí misma representa la convergencia hacia otra dimensión. La tormenta, como todo temporal, dejó tras su paso árboles derribados, casas dañadas, energía eléctrica interrumpida, lo que obliga a los vecinos del lugar a acudir a un pequeño supermercado a abastecerse de víveres. Drayton, acompañado de su pequeño hijo de cinco años, llega con ese mismo propósito al supermercado, cuando la niebla finalmente los alcanza y aparece alguien herido, huyendo y gritando que hay algo en ella, en la niebla, algo siniestro e inimaginable. En ese ambiente cerrado y acompañados por más de setenta personas, son testigos del terror de letales y repulsivas criaturas nunca antes vistas, así mismo, dentro del propio supermercado, el encierro, la pérdida de fe, esperanza y salvación, hace quebrar el espíritu de muchos, llegando a extremos fundamentalistas que desatarán un horror aún peor.
Esta novela es fascinante, es impactante y sin que uno lo note, sumerge al lector hacia esa claustrofobia y la gestación de imágenes de pesadillas.
En 2007, Frank Darabont, director especialista en novelas de Stephen King (anteriormente había tenido aclamado éxito filmando The Green Mille y The Shawnshak Redemption), decide llevar a cabo el proyecto de The Mist, y no sólo dirige la película, también se hace cargo de la producción y del guión, creando, según la crítica especializada, la mejor película de terror de ese año, y a mi criterio, una de esas muestras de verdadero arte cinematográfico que deja un impacto profundo e inextricable. Aplaudo a Frank Darabont, porque de las adaptaciones de libros, esta es una de las más fieles que he sido testigo. Quienes lean el libro y a la vez vean la película se encontrará que en el film está todo: la tormenta en la noche, el descubrimiento de los daños causados por el temporal en la mañana siguiente, el viaje al supermercado, la llegada de la niebla, la muerte del joven tras un mar de tentáculos, la discusión con Norton, la decisión de salir de Norton, las criaturas nocturnas, tanto los insectos como los demonios alados, la incursión a la farmacia, el enfrentamiento con las lovecraftianas arañas, el poder de la religión a través de más profundo miedo y desesperación, la secta de la señora Cadmory, el horror de la expiación, la huida del supermercado, el viaje en la carretera, hasta la criatura de proporciones gigantescas que hace temblar la tierra con sus pasos.
Stephen King tiene como peculiaridad de que no es un buen escritor para los finales. Realmente he leído novelas de este escritor del tamaño de una guía telefónica, y me han mantenido verdaderamente embebido; no obstante, al llegar al final todo termina de una manera que causa decepción y frustración. En La Niebla el final no existe, básicamente King escribe:
-Pero no debéis esperar un final claro. Esto no concluye ni en un: “Y escaparon de la niebla hacia el bendito sol de un nuevo día”, ni en un: “Al despertar descubrieron que la Guardia Nacional había llegado por fin”, ni menos aún el clásico manido: “Todo había sido un sueño”-
De cierta forma, no existe final en la novela. Darabont se aprovecha de ello y no sólo con su guión pule la profundidad emocional de todos los personajes y su tridimencionalidad, sino que se reserva el final más impactante que jamás en mi vida había visto ni antes ni después. No voy a crear spoilers, pero la película de Darabont está en mi lista y en el número uno de los filmes que logran superar satisfactoriamente la novela sobre la cual se basan. Creo que no hay mejor ejemplo. Extraordinario de principio a fin. En la parte final de la película, cuando logran escapar del supermercado y empiezan el recorrido por el devastado Maine, se escucha al fondo la canción The Host Of Seraphim de Dead Can Dance, que le aporta un sentimiento final de completa desesperanza, desolación y penumbra. Incluso mientras escribo este comentario, escucho dicha canción suena en mi reproductor, situación que me hace aplaudir doblemente al director de tan acertada selección de pista.
Pero si por una parte se aplaude a Frank Darabont por proveer la visión de un mundo implosionado en una dimensión de cataclismo. Se aplaude doblemente a Stephen King por ser el creador de tal escenario.
Aunque el libro se titule La Niebla, también trae consigo otros dos relatos cortos, El Mono, que es una historia de terror inspirada en un juguete de un mono de cuerda que usa unos platos (como el de Toy Story 3), y El Atajo de la Señora Todd, que es un relato más jocoso y de relleno. Creo que ambas historias no aportan demasiado y por lo tanto se sienten como sombras o páginas de más.
La Niebla es el día que Stephen King conoció la lóbrega musa del mismo Lovecraft. Y la inspiración surgió simplemente un día que compraba en un supermercado en una situación muy parecida a la del relato y pensó ¿Qué pasaría si allí afuera hubieran algunos dinosaurios o monstruos?
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