«La voz resulta omnipresente en la oscuridad. Susurra suave, con desdén. Cuando se cae, la levanta y se mezcla con el torbellino que la rodea. Laura Kjaer ha perdido la visión. No puede oír el silbido de las hojas de los árboles ni notar el césped frío y húmedo bajo sus pies. Lo único que queda es la voz, le susurra entre golpe y golpe. Y el palo con la bola en el extremo. Por un momento piensa que callará si no muestra resistencia, pero no. La voz sigue allí y los golpes tampoco cesan. Hasta que no puede moverse más. Y cuando nota cómo se aplastan las afiladas puntas de herramienta contra su muñeca, ya es demasiado tarde.»
Últimamente por este lado del mundo, en este continente, hemos visto más variedad de títulos de novelas negras de autores nórdicos. Obras de escritores como Christian Jungersen, Henning Mankell, Åsa Larsson, Camilla Läckberg, Håkan Nesser, entre otros, ya se ven mucho más frecuentes en las librerías. Esto no hubiese sido posible sin el escritor que marcó un hito en la novela negra contemporánea, Stieg Larsson. Este escritor sueco nos trajo la trilogía Millenium cuya punta de lanza fue «Los hombres que no amaban a las mujeres», un título sugerente y pletórico de significado que además contenía a uno de los mejores personajes de este género negro, un icono tan estrambótico como interesante de la investigación, Lisbeth Salander. En otra ocasión comentaré estos libros, porque vaya si no hacen un llamado a que los leamos de nuevo. Ahora, Søren Sveistrup, guionista y creador de la serie danesa «The Killing: Crónica de un asesino» –serie que por cierto ya va en su tercera temporada, con 40 episodias a la fecha–, se suma a este fenómeno nórdico con una propuesta ambientada en su natal Dinamarca.
Sveistrup desde joven soñó con escribir la gran novela danesa, un anhelo bastante fuerte y sin duda muy retador; pero también ha reconocido que con el transcurrir de los años su enfoque fue hacia la ficción criminal. Se convirtió en guionista y cineasta, que, aunque fuera de Dinamarca no es tan reconocido, en sus círculos tiene muy buena aceptación y reconocimiento. Escritores como Agatha Christie y Arthur Conan Doyle marcaron su inspiración, que no son precisamente novela negra, pero fueron de esos precursores de la novela policial y de investigación que posteriormente desencadenaría ese subgénero literario. Es difícil que una novela negra, en toda su expresión y con sus características, sea elevada al podio de una gran novela. Se necesita un poco más, y ese poco más pueda que la alejen de esa clasificación y la envíen a un círculo más ovacionado por la crítica como novela inteligente, novela vanguardista, novela existencial o kafkiana. En Nombre de la Rosa de Umberto Eco, por ejemplo, es una novela negra, pero está cuidadosamente narrada, escrita y es tan rica en detalles y significados –incluso homenajea subrepticiamente a Borges–, que se nos va una categoría distinta, novela histórica.
La novela de Sveistrup posee unas premisas interesantes. Aplaudo no al autor, si no a las editoriales, en elegir títulos brillantes que son literalmente una sinopsis en cuatro o cinco palabras a lo sumo. Ya esos títulos genéricos, verbigracia «el detective implacable», «un asesinato en la sombra», «sangre en el hielo» –títulos de mi invención, si un libro tiene ese nombre es pura coincidencia–, anuncian vaguedad y hasta vacuidad en la historia. Pueda que el escritor haya elegido el título de esta novela, aunque igualmente pueda que no, por los antecedentes de la serie, apuesto que fue su editor o la editorial.
Pero basta de prolegómenos, pasemos a la sinopsis: «Rosa Hartung vuelve a su trabajo como ministra de asuntos sociales después de un año de ausencia, al haber vivido una situación dramática: la desaparición de su hija de 12 años. Linus Berger, un joven que sufre de una enfermedad mental, confesó haber matado a la chica, pero es incapaz de recordar donde quemó las varias partes del cadáver, que fue desmembrado. Ese mismo primer día de trabajo, se encuentra el cadáver de una joven madre soltera, que ha sido brutalmente asesinada en su casa, ha sido torturada y le han cortado una mano. Naia Thulin y Mark Hess son enviados a investigar el caso. Al llegar al lugar del crimen, encuentran una figura de un hombrecito hecha con castañas. Parece que el muñeco está ocultando un secreto. Es el comienzo de una serie de asesinatos».
La novela cuenta con dos investigadores, ambos muy diferentes en personalidad y ambiciones. Primer ingrediente de una novela negra. Estos investigadores no son el mejor ejemplo de protección ciudadana, tienen un pasado y origen que los confronta internamente y los lleva a ser más arriesgado y atrevidos, caminando en una delgada línea de la ética policial. Segundo ingrediente de la novela negra. Unos asesinatos que inicialmente parecen ocultar un secreto, pero cuyo propósito es revelar pistas que muestren la miseria de las emociones humanas y lo más vil del instinto de otros personajes en la novela que creíamos íntegros. Tercer elemento de una novela negra. Mientras la investigación avanza se dan subtramas de hechos que ponen en vilo al lector, quizá no por la premura por una resolución, sino por el impacto de una escena que cala hasta la médula. Cuarto ingrediente de una novela negra. Creo que no hace falta explayarme más para confirmar que es una novela negra, huelga decir que Søren Sveistrup sabía lo que estaba escribiendo.
La novela, en la mitad de esta, tiene un buen ritmo y una narración que se aplaude, se aparta un tanto de lo genérico; como muestra, leer el párrafo que seleccioné para abrir ese comentario, me suena incluso a prosa. Además, el asesino en serie resulta una suerte de justiciero, pues sus crímenes revelan cosas más atroces: madres negligentes, pederastia, abuso infantil, tortura. Es evidente el nivel de esfuerzo que realizó su autor para hacer una historia que no solamente atrapara, sino que creara una atmósfera de dolor y consternación. Un trabajo muy ambicioso que llevó a su autor a tener un colapso de estrés y abandonar el proyecto a la altura de la página 170. Obviamente Sveistrup tenía otros compromisos que cumplir como guionista y concentrarse una novela con una temática un tanto perturbadora para una sociedad más inocua como la danesa –Dinamarca tiene un homicidio por cada 100 mil habitantes, comparado con los 83 de El Salvador, 56 de Venezuela o 57 de Honduras, es prácticamente un país que rehúye a la violencia–.
La segunda mitad de la novela empieza a perder brillo dramáticamente. Toda la atmósfera creada, esa niebla densa de intriga, comienza a levantarse para darnos un típico thriller. Aquí es donde empiezan a notarse las contradicciones –que ya estaban allí, pero nos negábamos a ver–. Los asesinos en serie son personas trastornadas con serios traumas y que encuentran en el asesinato una especie de placer o escape. Los asesinos en serie de la vida real son realmente unos monstruos: John Wayne Gacy, Jeffrey Dahmer, Adréi Chikalito, hasta el clásico Jack el Destripador. El asesino de la novela es sumamente cuidadoso, planificado, incluso se toma el tiempo en dejar figuras hechas de castañas, y sus motivaciones para matar son en demasía, enredadas. Esto sin mencionar el crimen mayor, completamente carente de sentido, el punto final de toda esa ola, como si los asesinos en serie pensaran que sus crímenes confluyen hacia un Opus Magnus. La segunda mitad de la novela se convierte en un juego del gato y el ratón. Los investigadores se acercan cada vez más a descubrir la identidad, y el asesino que empieza a cometer errores por su inusual improvisación, cuando antes era una persona altamente planificadora.
Me disgustan los desenlaces hollywoodescos. Me son aún peor cuando hubo un esfuerzo inicial por alejarse de ese estigma peyorativo que reduce una novela a «una más». No puedo separar a Sveistrup de su profesión, guionista para series y películas, cineasta; y que este sea el detonador para que caiga en la tentación de utilizar herramientas y giros de historia o tramas efectistas. Puede que incluso siempre haya tenido en mente que, si esta novela era un éxito, el siguiente paso sería convertirla en una película o serie, y que mejor que su planteamiento facilitara el trabajo del guionista.
Espero que Sveistrup en el futuro recupere su anhelo de escribir la novela danesa, tiene un buen potencial. Esta incursión en la literatura es aceptable, demuestra talento, puede decantarse por crear historias similares de asesinos seriales, que de por sí estas ideas ya están algo gastadas, o puede crear un escenario más dramático e inteligente. Stieg Larsson no necesitó que sus personajes persiguieran a un asesino en serie para brillar en la novela negra.
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