jueves, 18 de julio de 2019

TODO LO QUE SUCEDIÓ CON MIRANDA HUFF de Javier Castillo


«Cuando miré de nuevo a sus ojos, me di cuenta que ya no estaba en ellos.»
Javier Castillo es un joven profesional de los negocios, su carrera es de orientación empresarial y financiera. Su vida es un giro dramático real tras convertirse en escritor editado y publicado, y no de una novela con un tiraje de mil o dos mil libros, sino un auténtico bestseller que reimprime y reimprime a demanda de las librerías en todo el mundo, incluso sus primeras novelas ya están disponibles en edición de bolsillo. Su verdadera vena creativa está inspirada por su pasión a los relatos de suspenso y misterio, no por planes empresariales y análisis de estados financieros. En «Todo lo que sucedió con Miranda Huff» es un tanto oscuro, y con giros argumentales que a la medida que se desarrolla la historia van sorprendiendo al lector. Es su tercera novela y me parece un paso mucho más maduro, serio. Superior a las dos anteriores.
He aquí la sinopsis: 
«Una pareja en crisis decide pasar un fin de semana de retiro en una cabaña en el bosque en Hidden Springs, pero cuando Ryan Huff llega para encontrarse con Miranda la puerta está abierta, hay dos copas de vino sobre la mesa, nadie en el interior y el cuarto de baño se encuentra lleno de sangre. Todo lo que sucedió con Miranda Huff es un thriller psicológico de ritmo vertiginoso donde parece imposible encontrar a Miranda con vida. Lo que Ryan desconoce es que la desaparición de su mujer conecta su historia con la de su mentor, el gran James Black, y con el descubrimiento del cadáver de una mujer desaparecida treinta años atrás en la misma zona.»
Lo de ritmo vertiginoso en la sinopsis me parece una exageración. La novela tiene un buen ritmo, no lo niego, engancha y de hecho repite la fórmula de contar historias en varias líneas temporales. Una en el presente y las otras en el pasado que a medida en que ambas avanzan, los hilos empiezan a atarse y entendemos todo el entramado emocional de sus personajes. Todo lo que llevó a la consecuencia vertida en la desaparición de Miranda Huff. 

Resulta imposible hacer la comparación entre «Perdida» de Gillian Flynn y esta novela de Javier Castillo. Tenemos los mismos elementos básicos: una esposa desaparecida, un esposo desconcertado que da aviso a la policía, una casa donde hay señales de violencia que intuyen un homicidio, el esposo como principal sospechoso (otra vez). Si sigo haciendo más comparaciones podría ser que termine contando más de la cuenta y eso os perjudique si estáis pensando en leerla, pues se parece un poco. Lejos de mi echar a perder las sorpresas que deparan los giros de la obra de Castillo. Obviamente «Perdida» es otro tipo de novela, más psicológica, inteligente e intrigante, con un estilo narrativo simplemente exquisito que emula la elocuencia inglesa. Javier Castillo posee su propio estilo, menos denso, más sencillo y directo, con otro tipo de recursos. Aunque ambas novelas, la de Flynn y la de Castillo, tengan premisas muy parecidas, sus historias se separan para crearse cada una un arco argumental propio y diferenciado. Obviamente me decanto por la novela de Flynn que está no solamente bien contada y narrada, sino que también contiene una carga emocional en cada página que involucra al lector con la historia. Mientras que Castillo se inclina por el efectivismo, menos prosa y metáfora, y más datos e información para hacer avanzar la trama.

Lo que uno se disfruta de la Desaparición de Miranda Huff es la inclusión de un ficticio pero mítico director de cine, James Black. Algo así como un emulo de Hitchcock o Kubrick que además es catedrático universitario (me atrevería a decir que se parece más a Kubrick, ya que este era más estrambótico y hasta medio psicópata -¡torturó psicológicamente a Shelley Duvall en la filmación de El Resplandor!-). Un personaje pintoresco que desconoce los límites de la moralidad en pro de la conceptualización artística de los filmes. No estoy seguro si la intención de Javier Castillo es que este fuera un personaje secundario, pero me parece que no logró ese objetivo, porque los capítulos y principalmente, las escenas donde aparece él, las termina robando y prácticamente relega a reparto al resto de los personajes. Sin este personaje la novela se hunde. Personalmente quería llegar a los capítulos que tenían que ver con Black, eran por mucho, más interesantes, entretenidos y hasta mejor desarrollados.
«-¿Cuál es su película favorita?
- No tengo solo una. Tener solo una sería insultar a tantas películas…»
Si uno disfruta de ver una buena película, esta novela sin duda será un viaje, aunque ficticio, por ese mundo de Hollywood. Muchas referencias culturales, bastantes recuerdos que se traslapan con desbordes de imaginación. Y es que realmente siempre he creído que el buen cine es entretenimiento, y así mismo, una novela debe ser igual, entretenimiento. Aunque me gustaría que Castillo hubiese investigado un poco más. La novela de Shasha Gray tiene muchos más elementos relativos al mundo del cine, y ese aporte se valora, puesto que enriquece en conocimiento paralelo a la trama misma.

Hay una escena surrealista, la que da pie a la portada del libro, que me parece forzada (cuándo leáis el capítulo, entenderéis), que no solo desentona con el resto de la obra, sino también incomoda un poco, no por lo que es y representa, sino porque no encaja, es como una pieza suelta, un hilo de emoción forzado para justificar cierta acción que luego se convertirá en una explicación que tampoco termina por amalgamarse con el resto de la novela. Pienso que hubiera sido más efectivo crear un vínculo por otra vía, más familiar quizá o un trauma común.

He leído las tres obras de Javier Castillo publicadas hasta 2019, y todas tienen el defecto de pies de barro (la segunda es completamente barro); es decir, hay algo en el final que pudo ser mejor o simplemente omitirse. Y no es que sea un epílogo, sino que las novelas parecen desesperadas en terminar, y en esa impaciencia se insertan elementos contrastantes que lejos de permitir una ovación, se siente como que el escritor tenía una idea de cómo empezar, quizá continuar, pero que no había planificado el final. Para colmo siempre ha enredado tanto las historias con esas líneas temporales que no había forma de salir bien librado para cerrar los arcos argumentales. A más de algún personaje le fallaría el tino, y eso pasó.

¿La novela es entretenida?, obviamente diría sí y también la recomendaría, porque el hecho de que no me guste del todo su desenlace, no significa que no haya disfrutado el 90% previo a ese punto. Es como una comida decente con un postre mal preparado. 

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