viernes, 12 de julio de 2019

LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H. G. Wells


«Los hombres no viven y mueren en vano.»
Un clásico de ciencia ficción que vale la pena leerlo más por curiosidad que por entretención. La historia es del todo conocida: la invasión fracasa porque los extraterrestres no tomaron en cuenta a los organismos unicelulares, como las bacterias y protozoos, entes microscópicos que estaban fuera del alcance y comprensión de los invasores, o quizá de la vista (aunque llevaban miles de años observando la tierra y  tenían mejor tecnología). Cosa curiosa y un tanto absurda, puesto que, si estos alienígenas se vieron afectados biológicamente, es porque su composición orgánica es similar a los seres de la tierra y por lo tanto tendrán una experiencia evolutiva común, y en consecuencia debieron haberlo previsto.
Esto es un tanto parecido a un episodio de la historia de la humanidad, donde los franceses en 1881 vieron la necesidad de acortar una ruta comercial en América conectando los dos océanos: el Atlántico y el Pacífico. Harían el Canal Francés, un megaproyecto sin precedentes que modificaría no solo la forma de hacer comercio sino también demostraría que el hombre es capaz de cambiar la geografía del planeta a gran escala. Pero no contaban con un pequeño inconveniente, los mosquitos. Veinte años más tarde con más de 22 mil obreros fallecidos por fiebre amarilla y malaria los hizo desistir, regresaron a Francia diezmados  y derrotados. La naturaleza ganó. Aunque una década después, los norteamericanos, mejor preparados y con más y mejor tecnología retomaron el proyecto y concluyeron la obra, la rebautizaron el «Canal de Panamá». Literalmente ganaron una guerra biológica contra la naturaleza.

Probablemente lo más recordado de la Guerra de los Mundos por la polémica que desató, fue la adaptación radial de 1938 que realizó Orson Welles en Estados Unidos. Las personas que sintonizaron la radio después de anunciarse que era un programa de ficción, simplemente quedaron atónitas y aterradas ante las noticias: naves extraterrestres descendiendo a la tierra, trípodes asolando los poblados con rayos que evaporaban a las personas. Los radioescuchas, creyendo que la invasión era real, cedieron a la paranoia de salir en forma masiva a las calles. Esto quedó en los anales americanos como el mayor timo de la historia; aunque nadie buscó engañar a nadie, las propias personas en su ignorancia se arredraron al pánico colectivo.

La obra de Wells ha sido adaptada y parodiada cantidad de veces, incluso hasta en los Simpson. Probablemente todos recordamos mejor la versión y visión de Steven Spielberg en 2005. En esa oportunidad Tom Cruise era el protagonista y más que centrarse en el aspecto militar, se convirtió en una estampa de tragedia familiar por la conservación de la vida. Realmente una película que hasta la crítica más reticente alabó. Obviamente no podría ser de otra manera, era Spielberg, un maestro del cine especializado en la ciencia ficción adaptando a H. G. Wells, un maestro de la literatura de ciencia ficción.

La novela fue publicada en 1898. En aquella época no había misiles y las armas de fuego no eran tan letales como las actuales (hoy en día se dice que el ser humano tiene el poder de destruir a cada ser vivo en el planeta sesenta veces, el hombre se ha vuelto una máquina de exterminio inigualable). En la época que vivió Wells ni siquiera existían tanques. El mundo todavía no conocía la guerra a gran escala. La Primera Guerra Mundial fue en 1914, así que 16 años antes aun el principal vehículo de desplazamiento era el caballo. H. G. Wells tampoco no tuvo que ir demasiado lejos para buscar a los invasores: le bastó nuestro vecino más cercano, Marte, del cual se especulaba en aquella época, había vida. Y bueno, los marcianos, con su maquinaria avanzada, esos grandes y devastadores trípodes, lo único que tenían como obstáculo y ofensiva de la tierra eran cañones, simples cañones con bolas de hierro. Una milicia napoleónica para enfrentar una invasión interplanetaria. La derrota era total una sentencia inexorable e inminente. Si H. G. Wells hubiera sabido lo que ahora los humanos tenemos de armamento, creo que se asustaría, puesto que no se necesitan extraterrestres para desatar la muerte y el caos. 

La Guerra de los Mundos es la invasión de los marcianos a la tierra. Está narrada en primera persona y se desarrolla en Londres, Inglaterra. El hecho de que el autor sea un escritor inglés dota a su personaje principal de una elocuencia, sutileza y elegancia en narrar la situación, restándole el empuje que una novela con ese escenario apocalíptico y sentimiento de tragedia debe procurar. Por momentos sentí muy pesada la fluidez porque nunca se deja sentir ese sentimiento de urgencia, desesperación y desolación, que debió haber sido la constante. Y si comparo la novela de Wells con la versión de Spielberg fácilmente podría decir que son completamente distintas, a no ser por ciertas sutilezas, como los trípodes, la vegetación roja, el personaje principal es un simple civil que busca escapar de los extraterrestres, e incluso está el enfrentamiento a muerte con un sujeto demente mientras se encuentran en una casa.

Las novelas de ciencia ficción no tienden a envejecer muy bien, pero eso no les reta mérito, pues no es tanto la forma en que se imagina la tecnología o la ofensiva, sino la alegoría que un enfrentamiento en desigualdad de evolución podría producir.

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