«Todo en la vida tiene su porqué, pero solo se conoce cuando miras hacia atrás.»
Una obra escrita por un millennial que sorprende desde el título. Nacido en 1987, Javier Castillo no tenía más que veintisiete años cuando esta novela se convirtió en un fenómeno literario mundial. Y es que, desde el título de la novela, hasta la sinopsis son un gancho fuerte para cualquiera que pase por una librería y busque novedades. Con una sugerente portada es imposible no verla y después de eso, darle una oportunidad. Como lo afirmo al inicio, engancha desde las primeras dos páginas y para uno que ya está acostumbrado a que eso pase entres las páginas 50 y 100, encontrarse con esas novelas que lo hacen tan temprano es digno de mención.
He aquí la sinopsis:
«La historia nos sitúa en Boston, 24 de diciembre de 2013. Un día aparentemente tranquilo se convierte en un verdadero desastre cuando, en pleno centro de la ciudad, un hombre camina desnudo con una cabeza decapitada de una mujer en la mano. El hombre es detenido por la policía y llevado a un centro psiquiátrico de la ciudad. Una vez allí, el doctor Jenkins, director del centro, y Stella Hyden, especialista en perfiles psicológicos del FBI, llevarán a cabo una investigación sin saber que pondrán en juego sus vidas y les creará una pérdida de concepción de la cordura.
En un principio, el silencio de "el decapitador", como lo han bautizado los diversos medios de comunicación y la ciudadanía en general, es total y su identificación es prácticamente imposible. La ciudad sigue en desconcierto con lo sucedido, y la llegada de una misteriosa caja al centro desatará una nueva desgracia, provocando que la agente Hyden se ponga al mando de la investigación.
Este hecho está planeado por el sujeto, que es lo que precisamente quiere desde el comienzo de la investigación. A partir de esta situación, comenzará un viaje que llevará a los tres personajes principales a retroceder en el tiempo, en concreto hasta unos acontecimientos ocurridos diecisiete años antes, en el misterioso pueblo Salt Lake, y fueron los desencadenantes de lo que está pasando en la actualidad.»
Javier Castillo es un profesional titulado en ciencias empresariales y con una maestría en Management. En el campo laboral empezó a desempeñarse como un asesor financiero y consultor corporativo, pero aparentemente no era su pasión. Tras la lectura de esta novela no existe ninguna referencia a flujos de efectivo, contabilidad, inversiones, administración de riesgos, valores o el campo bursátil. Temas típicos que esperaríamos de un profesional en finanzas. Todo parece apuntar a una fascinación por las novelas de misterio, quizá con una dosis de novela policial, algo de thriller, una pizca de drama y una guinda de paranormal; aunque en una entrevista indicó que las conversaciones con amigos, las redes sociales, películas y series de televisión han influido en las historias que cuenta. En lo particular, me parece más un experto en marketing por los elementos que crean la presentación de su obra: título, portada, colores.
Como todo millennial es impaciente. Al terminar su novela, la envío a cuatro editoriales, y como no le fue posible guardar la espera de una respuesta, la publica casi de inmediato en una plataforma virtual, el Kinndle Direct Publishing, lo que le hizo ganar seguidores y obviamente dos años después tenía a las editoriales en fila para lograr un contrato. No leí esa primera publicación en el Kinndle, supongo que no estaba correctamente editada y pueda que la versión impresa que haya llegado a mis manos tenga notorios cambios, quizá no en la trama o el desarrollo de la historia, pero seguramente pasó por un recorte de subtramas que no llevaban a ninguna parte.
La novela transcurre en tres líneas temporales, lo cual no crea ninguna dificultad para el lector. Si fuera James Joyce, otra cosa sería el tema de las líneas temporales, al punto de quizá abandonar la lectura indefinidamente (¿alguien pensó en Finnegans Wake? Aquí, Javier Castillo sabe para quien escribe: para personas jóvenes que buscan entretenerse y no enredarse con complejos mensajes existenciales u otro tipo filosofía social. Si ese fuera era el caso, mejor leemos el Leviatan de Hobbes o Así Habló Zaratustra de Nietzsche y nos evitamos de prolegómenos. Para pasarla bien con este libro es importante nunca olvidar que su fin es entretenimiento. No encontraremos más allá de eso. No es una novela negra ni una novela policial, a pesar de que la sinopsis lo sugiera. Es sencillamente un thriller juvenil, sin pretensiones, sin ambiciones.
Una línea temporal se escribe en primera persona, las otras en tercera persona. Los capítulos son cortos y ninguno abandona la fórmula del cliffhanger. Los párrafos y las oraciones son con un vocabulario sencillo y muy fluido, lo que hace que el libro se lea rápido y a la vez se disfrute conforme se avanza. Castillo tiene la peculiaridad que atrapa con mucha naturalidad con su relato, algo que se agradece, porque aunque el libro sea de un número de páginas promedio, cae en la categoría novelas que se leen de un sentón, en una noche. Es parecido a una serie de Netflix que orilla al espectador a continuar el próximo episodio.
Los ejes del desarrollo de la trama son el amor, la locura y el odio; y hay un cuarto que es como el talón de Aquiles de la novela, realmente se encuentra ya en la parte final y es algo que no termina de cuajar con el resto. Me cuesta creer que el autor no haya encontrado otro modo de terminar la novela. Verlo recurrir a una trama completamente absurda de una extraña práctica medio iluminati o sectaria con lindes en lo ridículo, y todavía mal desarrollada, crea cierta incomodidad y vergüenza ajena. Si se hubiera omitido, habría sido una gran decisión. Quizá en la edición se perdió parte de esas explicaciones, o tal vez no. Fuera lo que haya pasado, El día que se perdió la cordura es una montaña rusa donde la primera cima es la más alta e intensa, y en la medida que avanzamos se pierde parte de esa emoción inicial.
Es fácil empatizar con los personajes cuando se encuentran en la atmósfera de misterio y secretos asfixiantes, mientras dure ese velo les sienta bastante bien. Pero una vez se nos revelan las cartas es como cuando un mago explica su truco, ya no se ve tan impresionante. Y al concluir la novela las expectativas se ven traicionadas. Sus personajes se tornan patéticos, puesto que sus motivaciones no son lo suficientemente lógicas y racionales para explicar sus decisiones.
Es una novela aceptable, entretenida y que se lee con buen ritmo. El climax se ve afectado porque me da la impresión, esa es mi percepción, de que el autor no sabía cómo acabar la novela y terminó por hacer un culebrón pseudoapocalíptico que desentona en extremo y que fue la solución más fácil que encontró para darle una salida al relato y cerrar los arcos argumentales de sus personajes.
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