«Como el que anda con miedo y temor por un camino solitario;
y tras volver la cabeza una vez,
no vuelve a mirar atrás,
pues sabe que un demonio temible le sigue los pasos.»
Siempre me he sentido impresionado de la Obra Prima de Mary Shelley que con tan sólo veintiún años y sin ninguna publicación previa, crea una novela que ha perdurado a través de dos siglos y al día de hoy es un hito de la corriente gótica y ciencia ficción. Un clásico de la literatura inglesa y por extensión de la literatura occidental y universal, que ha sido tantas veces llevado a las pantallas a través de la magia del séptimo arte, ya sea tratando de guardar la esencia de Shelley, o bien, apartándose tanto hasta el extremo de la parodia.
«Un ensueño nuestro sueño envenena.Un vago pensamiento enturbia el día.
Sentir, creer, pensar, la risa, el llanto,
sumirnos en congoja preferida,
u olvidarnos de penas y pesares;
todo es uno, tristeza o alegría;
bien pronto puede faltar, y no hay mañana
como el ayer del hombre, ¡solamente
lo fugitivo permanece y dura.»
El exordio de Frankenstein es anecdótico y peculiar. Mary Shelley con su esposo, el poeta Percy Shelley, se encontraban de visitando a Lord Byron que residía en Suiza, cerca de los Alpes. Atrapados en las habitaciones en medio de una aparente infinita tormenta de nieve, Lord Byron retó a sus invitados, luego de concluir la lectura de una antología alemana de fantasmas, a escribir una historia de terror. Mary Shelley aceptó el desafío y creo, de sus manos, al primer científico de la literatura que se atrevió a traspasar la línea de la creación divina, de allí la extensión del nombre, El Nuevo Prometeo.
Escrita de forma epistolar, no deja de sorprenderme. La profundidad de los personajes es sublime y hay emoción incluso cuando no tienen participación más que a través de un recuerdo. La forma tan fina y elegante, propia de la aristocracia inglesa, en crear y tejer los diálogos es un deleite. Y sumado a la desgarradora tragedia que hila la trama de fondo, los párrafos se transforman en una apoteosis al luto perpetuo, una maldición que persigue a cada personaje.
«Nada más penoso para la mente humana que la calma absoluta de la inactividad y la certidumbre que se siguen tras una rápida serie de sucesos que han excitado los sentimientos, y despojan el alma de esperanzas y de temores a un mismo tiempo.»
Creo que está de más cualquier sinopsis que haga de esta novela, es por todos conocida la historia de Viktor Frankenstein, un brillante joven de una acomodada familia en Ginebra Suiza que viaja a estudiar a Alemania y se obsesiona por las ciencias. Sus conocimientos amplios en biología, anatomía, química y electricidad le convencen en realizar un experimento, dar la vida una criatura hecha de partes humanas, un super hombre, de gran tamaño y resistencia. El experimento es un éxito, pero luego de ver su creación, siente repulsión del ser. Un ser que no tiene más conocimiento que un recién nacido, que posee deformaciones en su rostro y cuya desproporción de sus extremidades, además de su impresionante altura, lo hacen un engendro, un monstruo. El creador huye de su creación, y la criatura es expulsada al mundo sin saber nada. Finalmente, la creación aprende, y dado que tiene cualidades de un super hombre, aprende rápido: idioma, lectura, habla, geografía, pero además aprende a sentir: miedo, tristeza, frustración, y sobre todo odio, odio a su creador.
La historia por lo tanto se convierte en el enfrentamiento de la creación con su creador. Donde la tragedia de la creación en una balanza es mucho más pesada que la del creador. Finalmente, uno se cuestiona si el verdadero monstruo es el creador, y que la creación no es más que elemento inexorable de su propia vileza. Aunque esto dependerá del personaje que narra la historia, puesto que de la forma como está escrita, tanto Viktor Frankenstein como la creación, relatan su propia historia, exponen sus sentimientos, sufrimientos y deseos.
Si queréis leer una novela gótica en su máxima expresión, que además tenga como aliciente la reflexión de la moral científica y los cuestionamientos de los valores que hacen a las personas, humanas; este es el libro por excelencia.
«Llega al cabo un tiempo en que el luto tiene más de capricho que de necesidad, y la sonrisa no se destierra de los labios, aunque pueda parecer sacrílega».
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