«En cuanto una se despierta, los sueños son como capullos de polilla vacíos o como abiertas vainas de algodoncillo, cáscaras muertas en cuyo interior la vida aleteó fugazmente, animada por un furioso pero frágil vendaval de energía. Habría ocasiones en que tal amnesia –si de eso se trataba– la dejaba un poso de tristeza. Esta vez, no. En la vida había igualado tan rápida y completamente olvido y misericordia.»
Stephen King es un gran narrador, uno de los mejores de nuestro tiempo. Puede que su fama haya sido infundada en el terror, pero es en la psique de sus personajes donde brilla de forma excepcional, donde coloca los ejes de sus historias. Quien cree que Stephen King escribe novelas de terror es porque en lugar de leerlo lo que ha hecho es ver las adaptaciones cinematográficas de sus obras, adaptaciones que van de lo lamentable hasta lo excepcional, pasando por un gran número de modestos y anodinos intentos. En cualquier caso, King tiene talento y posee disciplina de escritor y no hay año que no nos falte al menos una novela firmada por él.
El juego de Gerald fue publicada en 1993 y es una novela que tiene una pequeña conexión con Dolores Claiborne por el suceso del eclipse. En ambos casos las protagonistas sufren una experiencia que será un parteaguas en sus vidas. Particularmente cuando leí Dolores Claiborne pensé que la conexión sería mucho más fuerte; no obstante, es tan sutil que si parpadeamos nos la perdemos y que incluso suprimirla no cambia en absoluto el curso de los acontecimientos en ambos relatos. Con seguridad puedo afirmar que esa conexión es un recurso paranormal intencional cual pimienta para recordarnos que estamos ante una novela de Stephen King, porque en efecto, estas novelas son muy diferentes a lo de esperar en el canon del escritor e incluso tomando a las dos por separado, son distintas en todo sentido: estilo, narración, personajes, historia, volumen. El único común denominador es el escritor.
La sinopsis de El juego de Gerald es la siguiente:
«En una cabaña aislada, desnuda y esposada a la cabecera de la cama, Jessie asiste inerte al macabro desenlace del juego erótico de Gerald, el hombre con quien ha convivido durante veinte años y que ahora está tendido en el suelo junto al lecho, muerto. Sola, sin poder liberarse, acuciada por el hambre y la sed y asediada por los fantasmas del pasado, Jessie se enfrenta al desafío de sobrevivir a la situación, mientras va adquiriendo conciencia de que la realidad es aún más pavorosa que la peor de sus pesadillas.»
Es usual que en la sinopsis de los libros de Stephen King las editoriales exageren en cuanto al contenido, haciéndole creer al posible lector que está ante una típica historia de terror, porque después de todo, cuando se busca historias de terror es más fácil comenzar con Stephen King. En este caso la sinopsis sube el tono de la expectativa y la orienta en una dirección que no es la que sigue el autor. El juego de Gerald trata sobre las introspecciones que hace una mujer de mediana edad mientras se encuentra atrapada accidentalmente y sin posibilidad de ayuda alguna. Es un repaso por los traumas del pasado que finalmente explican su presente. Es un encuentro con los fantasmas de la niñez mientras trata de escapar y al mismo tiempo sobrevivir.
Gerald Burlingame es un abogado medianamente exitoso, de 46 años, corpulento, que últimamente ha desarrollado ciertos apetitos sexuales que involucra el uso de esposas, una forma de dominación sin llegar al típico sadomasoquismo. Su esposa por más de dos décadas, Jessie, es siete años menor. Ella ha seguido su juego sin que le guste tan siquiera un poco. No se explica por qué cede, probablemente es que en la relación siempre ha sido la figura débil. No obstante, un día, en una cabaña apartada en el bosque, con ambas manos esposadas a la cabecera y desnuda, decide que ya no es divertido, que es momento de decir no. Lamentablemente en esa discusión a Gerald le sucede un infarto. Esto no es un espóiler, puesto que ocurre en las primeras páginas de la novela. Es aquí donde la obra parte realmente.
La narración es en tercera persona y nos cuenta a detalle el presente, casi momento a momento, mientras oscila a saltos con analepsis en la infancia de la protagonista, haciendo hincapié en los sucesos del eclipse de 1963 cuando ella apenas tenía diez años. También agrega pesadillas, alucinaciones y reflexiones que pueden ir del pensamiento al simple soliloquio. Presenciamos lentamente el deterioro mental hasta el colapso de Jessie. Stephen King ha escrito tanto que es muy arriesgado decir que esta obra es la más diferente, pero ciertamente es experimental y el autor se atreve a colocar toda la obra sobre los hombros de un solo personaje. Ciertamente está Gerald, los padres de Jessie, sus hermanos y hasta un perro furibundo, pero sus participaciones son meramente secundarias y hasta fugaces (excepto quizá por uno). La carga narrativa es exclusiva de Jessie. Por otra parte, y no menos importante, la locación es la misma. Estamos atrapados junto a Jessie. King se encarga de que veamos lo que ella ve, temamos lo que ella teme y hasta recordemos lo que ella recuerda. La novela es claustrofóbica, y no porque estemos en un lugar cerrado, sino porque no podemos escapar de él.
Donde Stephen King tropieza es en el final. Hay unas treinta o cuarenta páginas a manera de epilogo, aunque no se exponen como tal, sino como parte integral de la novela. Hubiera preferido que El juego de Gerald se abriera y cerrara con Jessie, en el primer acto doblegada por su pasado, en el tercero, superándolo de cara a sus cicatrices; pero en lugar de ello King empieza tirar de una subtrama que todo el tiempo habíamos creído que era una alucinación, el rostro que tomaba el miedo nocturno, la cara de la muerte en nuestra mente ocultada en las sombras no tan lejos de su víctima, como buitres que revolotean a su presa en agonía, esperando el momento de hundir su pico. Pero no. Probablemente a King 400 páginas le parecieron pocas y se dijo que bien podría sumarle más, y nos da una historia tan gratuita como innecesaria de un necrofílico llamado Raymond Andrew Joubert, que viene siendo una especie de Ed Gein. Lamentablemente esta adición se ve forzada, anticlimática y tira por la borda todo lo que había logrado antes, incluso Jessie no parece la misma. Hay una adaptación fílmica de esta novela, no la he visto, ojalá los escritores del guion se hayan dado cuenta de esta inconsistencia.
Para cerrar, El juego de Gerald es una buena novela de Stephen King, pero se queda muy lejos de lo que logró con Dolores Claiborne. No la pondría en el top diez del escritor, aunque cualquier novela del escritor es bastante superior a la media de lo que aparece cada cierto tiempo en las librerías.
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