«Y te voy a querer más en cada cosa que te recuerde, en tu música, en tu barrio, en cada palabrota que escuche y hasta en cada bala que suene y mate.»
Rosario Tijeras fue la novela que posicionó al joven escritor paisa, Jorge Franco, como uno de los novelistas revelación de Colombia. Fue publicada en 1999 y desde entonces se ha adaptado a la gran pantalla con una película, y también a la televisión con una telenovela colombiana y otra mexicana, algo bastante curioso porque la novela no es muy extensa como para sacar horas y horas de filmación.
No he visto ninguna de las adaptaciones por lo que no me es posible siquiera mínimamente comparar la obra escrita con el formato fílmico y telenovelesco. De allí que mis comentarios no estén influidos por ese aspecto. Aquí la sinopsis de la obra:
«Una bella mujer está envuelta en la subcultura de los sicarios en los últimos años de los ochenta - principios de los noventa en los barrios de Medellín, Colombia. Rosario, es una mujer peligrosa la cual fue abusada y violada a los ocho años por su padrastro. Unos vecinos la violaron a los 14 años, aunque después se vengó de uno de ellos cortándole los testículos con unas tijeras (de allí su apodo). Convertida en asesina y prostituta por su hermano mayor, que la vende a sus socios narcotraficantes. Rosario ya adulta proclamada como dueña de nadie, vive la vida al filo mientras intenta arreglar su pasado y los hombres en su vida, no haciendo las mejores elecciones por su camino.»
Se dice que Rosario Tijeras sí existió, pero también que ha habido más de una. Diana Carolina Jiménez, capturada en 2013, respondía a ese alias, aunque por la edad y fecha no se corresponden a la Rosario creada por Jorge Franco, que también en su obra resalta como aquel nombre fue ganando más fuerza que el propio personaje. Rosario Tijeras quedó en las comunas de Medellín como una leyenda que era necesaria en una época donde el crimen y la violencia era la moneda de cambio cada día.
«Rosario es de esas mujeres que son veneno y antídoto a la vez. Al que quiere curar cura, y al que quiere matar mata.»
La novela transcurre en un período de tiempo muy corto, apenas una noche. Comienza con el ingreso de Rosario baleada al hospital y concluye horas después, al día siguiente con el anuncio de su muerte. El personaje principal es Antonio quien narra la historia a partir de recuerdos que llevan un orden azaroso, aunque en una estructura inteligente que deja un hijo importante, el alma de la novela hasta el final. El resto de los recuerdos van y vienen, en beneficio de la trama.
Se cuenta muy poco de Rosario Tijeras; dado que ella no es la narradora y Antonio no es más que un amigo y en secreto un eterno enamorado, la única persona que probablemente la ama en verdad. Antonio simplemente cuenta lo que sabe, lo que ella le compartió, y ella le dijo no más de lo que quería contarle. La única fuente de información de Rosario Tijeras para Antonio es ella misma. La novela son sus recuerdos mientras espera en la sala del hospital noticias buenas o malas de la mujer que marcó su vida. Inexorablemente queda un velo de misterio y oscuridad respecto a Rosario. Se convierte en un mito o una leyenda, donde se dibujan verdades y mentiras.
Antonio y su mejor amigo Emilio, quien es novio o algo similar de Rosario, son jóvenes sin trabajo y sin responsabilidades que provienen de familias acomodadas de Medellín. Rosario por otra parte es de las comunas, y tal como lo indica la sinopsis, su vida no ha sido fácil y la terminaron endureciendo. La vida desenfrenada de los jóvenes en Medellín los lleva a encontrarse y juntos reirán y llorarán, pelearán y sangrarán.
No estoy muy seguro de etiquetarla como novela romántica, puesto que, pese a que tiene esos elementos, se trata de un amor en silencio y no correspondido. Lo cierto es que el componente social es bastante fuerte y el retrato de Medellín violento evoca las realidades de muchas ciudades en América Latina donde las pandillas, sicarios y narcotráfico han mellado la sociedad y creado su propio sistema de valores e impuesto sus reglas a las comunas, a la parte de la población más vulnerable. Pueda que los protagonistas pertenezcan a realidades distintas, pero eso no hace inevitable que confluyan en historias comunes, cada uno con sus propias motivaciones e intereses. Esa temática social tratada con crudeza y sin reparos es lo que hace que las letras de Franco enganchen al lector.
La narración de Franco es brillante. Capítulos cortos que van completando un rompecabezas centrado en la historia de Rosario Tijeras. Esos recuerdos fluyen de la misma manera como una persona recordaría a otra en una situación crítica. El uso de coloquialismos colombianos es moderado, y los que utiliza, excepto unos cuantos, no requieren que uno busque un diccionario para confirmar el significado.
Franco encuentra la manera de plasmar emociones y con pocas palabras, crea profundidad. No es casual que la novela haya trascendido más allá de su autor y que por sí misma construya más páginas de esos vacíos que la mente de Antonio no llegó a comprender o a conocer. Que el propio Gabriel García Márquez haya invitado a Jorge Franco a disertar en un taller de escritura como se narra un cuento es una muestra de las capacidades y talento de este escritor, que no pasaron desapercibidas.
«No importa cuánto se vive, sino cómo se vive.»
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