domingo, 19 de enero de 2020

LOS PEORES DÍAS de Fernando González Davison


«El estado se recicla según el provecho o negocio oscuro entre gobernantes, empresarios y narcos, con la clase política y sus financistas, cuyo enemigo común pareciera que sólo es la CICIG, que la consideran una pocilga llena de comunistas que respaldan los países nórdicos.»
El 10 de mayo de 2009 un respetable e influyente abogado fue asesinado en una de las zonas residenciales más exclusivas de la Ciudad de Guatemala. Menos de 48 horas después, en su inhumación, fue distribuido un video que él grabó con la intención de que fuera hecho público en caso de su muerte. En el video se observa a Rosemberg en un primer plano ante la cámara expresando que si lo veían de esa forma era porque había sido asesinado. Acusaba a altos funcionarios de un banco y políticos de gobierno, pero especialmente expresaba que todo había sido fraguado por el presidente de la república y la primera dama. Además, la cosa no se limitaba allí, había una razón para silenciarlo y eso era porque él tenía pruebas de que estas personas también habían asesinado a un distinguido empresario y a su hija, a quienes representaba, con el propósito de quitárselos de encima para continuar haciendo turbios negocios y enriquecerse en el vicio de la corrupción. El video está disponible en youtube y en otros portales. Aún puede escucharse esa funesta introducción:

«La razón por la cual estoy muerto al momento que ustedes vean este mensaje es única y exclusivamente porque hasta el último momento fui abogado del señor Khalil Musa y su hija Marjorie Musa, quienes fueron cobardemente asesinados por el señor presidente Álvaro Colom, en abril, con el consentimiento de su esposa Sandra Torres, Gustavo Alejos y el empresario Gregorio Valdez…»

Del caso Rosemberg ya había leído un ensayo e investigación de Roberto Oliva y El manipulador, novela de David Unger. Además, como este caso se relaciona también con el vil asesinato de Khalil Musa, también había leído la narración biográfica de su hija, Aziza Musa, Un libanés de San Marcos; sin contar los innumerables noticias y artículos de los periódicos. Con respecto al libro de Roberto Oliva, hace algún tiempo que fue publicado y tomó el impuso de la herida mediática que continuaba abierta, por lo que a pesar de que contiene mucha información interesante, requería de más tiempo y principalmente, de más datos, al mejor estilo del periodismo de investigación para evitar cualquier calificación peyorativa o sugerencia de que los comentarios que allí se contienen son sesgados o al menos favorecen las teorías aportadas por Rosemberg. La novela de Unger es completamente ficción y se inspira en los acontecimientos, los utiliza para crear un escenario, un telón de fondo de realidad guatemalteca. No es una fuente documental puesto que no era la intención de Unger, aunque no por ello demerito la calidad de su obra. Y finalmente, el libro de Aziza Musa se centra en la vida de Khalil Musa, no solamente en su muerte, narra una historia de esfuerzo, sacrificio y éxito en Guatemala que fue apagada trágicamente en el ocaso de sus años. 

Fernando Gonzales Davidson nos aporta una novela de no ficción, como él la llama, donde mantiene una calidad narrativa en la que probablemente lo único que presume son algunos diálogos entre los personajes, pero indudablemente trata de apegarse tanto como le fue posible a los acontecimientos. Aunque esa situación también lo limita a no suponer más allá del horizonte de sus propias investigaciones. Sin duda Unger contempló esos obstáculos de investigación o la complejidad del asunto y prefirió honrar la vieja vocación de la ficción literaria para retratar una realidad que no se puede expresar de otra manera. Nadie quiere terminar como Gerardi o Hugo Arce en Guatemala.

Gonzales Davidson es un diplomático, columnista y escritor. Su edad, estatus y conocimiento de la política guatemalteca le proporciona de tacto, visión y perspectiva al abordar algunos temas que desbordan polémica.

Los casos de Khalil Musa y Rodrigo Rosemberg están rodeados de tantos enigmas, vicios, vacíos y conspiraciones que hasta la fecha la opinión pública es dispersa y contradictoria. Muchos consideran que la verdad, toda la verdad, no ha salido a luz y que hay mucho, mucho más de lo que las investigaciones de la Comisión Internacional Contra la Impunidad –CICIG– y el Ministerio Público hicieron en su momento. Espero que este libro de González Davidson no sea el último que veamos sobre esos temas y que otros periodistas y escritores se sumen a las investigaciones y que con el tiempo estos crímenes conspirativos y políticos, que superan cualquier obra de ficción, tengan más cabos atados.

La estructura del libro es narrativa, no es un ensayo ni una investigación. En la narrativa los personajes principales son Rodrigo Rosenberg, Álvaro Colom y Carlos Castresana. Rodrigo Rosenberg fue el abogado que planeó su asesinato, tal como lo hiciera Catalina en “Sin tetas no hay paraíso de Gustavo Bolívar Moreno, pero con el agregado que detonó una desestabilización política en Guatemala que estuvo a punto de deponer a un gobierno, algo que no se vería sino hasta 2015 en donde las protestas por casos de corrupción sí lograron las renuncias de la vicepresidente Roxana Baldetti y, posteriormente, del presidente Otto Pérez Molina. El segundo personaje, Álvaro Colom, fue el presidente de Guatemala en el período comprendido del año 2008 al 2012, un gobierno que estuvo marcado por escándalos de corrupción, ineptitud y populismo y donde se presumía que quien gobernaba en realidad era la primera dama, Sandra Torres. Y el personaje que cierra la obra, Carlos Castresana, quien fue el primer comisionado de la CICIG, y a quien le fue encomendada la investigación de este caso por el propio presidente.  Posterior a este caso y el de Khalil Musa tuvo una campaña de difamación y desprestigio que lo llevó a dimitir y abandonar Guatemala.

En lo que respecta a contenido, la obra de Gonzalez Davidson se corresponde a todo lo que ha sido publicado o que puede evidenciarse en las diversas fuentes. Él también realizó unas entrevistas a algunos involucrados o personajes que estuvieron cerca de los acontecimientos, aunque realmente no encontré información que no se conociera con anterioridad. Esto último no lo veo como un aspecto negativo, porque no es un caso fácil y después de diez años la impunidad no ha disminuido y tampoco la diligencia investigativa y el ejercicio de la búsqueda de justicia ha aumentado. Pero quizá Gonzales Davidson pudo ahondar un poco más, o plantear nuevas hipótesis, o simplemente enfocarse en aspectos distintos a la conspiración y el asesinato político.

Gonzalez Davidson hizo un esfuerzo por retratar la psique de Rosenberg, pero se quedó en esfuerzo e intento fallido. Siempre he creído que los escritores que logran esto es porque apuestan por una narración en primera persona y como un actor de teatro o cine, se meten en el personaje al escribir de tal cuenta que el resultado resulta brillante, como Amy Elliot en Perdida de Gilllian Flynn o Juan Pablo Castel en El Tunel de Ernesto Sabato. En los capítulos de Rosemberg no vemos esto, ni en Colom, ni en ningún otro. Sentimos una narración plana y no logramos identificarnos ni sentir simpatía por ningún personaje. Nos acercan a ellos como nunca, pero aun así los sentimos distantes como siempre.

Si no fuera porque tengo conocimiento de los acontecimientos diría que la novela es confusa en su estructura. Fui testigo de las marchas y protestas en la Plaza de la Constitución que se hicieron cuando fueron las acusaciones, vi tantas veces el video tratando de descifrar el lenguaje corporal de Rosemberg, vi los reportajes y hasta la conferencia de prensa de Castresana revelando los detalles de la conspiración, también vi la horrible entrevista de Colom con Patricia Janiot en CNN entre otras muchas cosas más. Eso me hizo sentir al libro como una especie de Déjà vu. Nada aburrido. Era como recordar aquellos acontecimientos.

Si me despojo de lo que sé de los casos, de todo lo que he leído, y me pongo en el lugar de un lector en otro país que poco o nada sabe de lo que pasa en Guatemala, me encontraré con una novela cuyo hilo argumental avanza a pasos desiguales, retrocede y salta. Los personajes no están del todo definidos y profundizados. Pueda que me confunda varias veces y deba retroceder para saber de quién o de qué se está hablando. Es decir, existen vacíos argumentales que podrían haber sido resueltos si el autor se hubiera tomado la molestia de introducir a cada personaje o crearle un perfil más satisfactorio.

Enfocándome en la narración como tal, me encuentro con varios estilos. Se que últimamente las novelas que han sido premiadas han buscado la vanguardia u originalidad haciendo alternancia en tiempos narrativos, en la voz que cuenta la historia, pero esto siempre me ha parecido un guiño para los críticos en lugar de una ventaja para los lectores. No siempre resulta bien y en este caso hubiese preferido que no se experimentara, pero supongo que al autor no le quedó de otra que al privarse de la ficción narrativa o de “licencias literarias” como se les llama, optó por demostrar su pericia en el estilo.

Tendremos que esperar que transcurra un par de décadas más, o quizá medio siglo, cuando sea posible tomar este hecho como una novela histórica y ya a nadie le preocupe demasiado quien o quienes estuvieron relacionados en los asesinatos y las conspiraciones, porque ya estarán muertos.
«La tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad.» Thomas Mann

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