«Mi estación preferida es la primavera. Las flores como recargas de batería dan dosis de alegría que tan pocas veces brota de mis intestinos. No soy una mujer jovial, de sonrisa fácil. No lo he sido nunca o, si algún día lo fui, ya no lo recuerdo. La vida pasa frente a mí como el viento, la siento pero eres incapaz de alcanzarla, de tocarla, de detenerla y, mucho menos, de controlarla. Me gusta la primavera, no solo la energía se renueva, sino que todos salimos de la oscuridad del invierno. Estoy preparando un viaje; me había prometido no volver a explorar, pero necesito sentir la carretera y disfruto de lo desconocido.»
Sandra Barneda es una presentadora de televisión catalana, inicialmente periodista y más recientemente escritora. Ha estado ante las cámaras desde 1997 hasta la fecha, siendo Tele 5 el canal en el que más programas ha grabado, pero también ha trabajado para Televisión Española (TVE), Antena 3, Telemadrid, TV8, etc., así mismo, ha escrito artículos para varios periódicos y revistas españolas. En sus inicios apareció en pequeños cameos en series de televisión, pero aparentemente lo actoral no era lo suyo. Reír al viento, publicada en 2013, fue su primera novela de la cual obtuvo buenas críticas y vendió más de 100 mil ejemplares. En el año 2020 fue finalista del Premio Planeta con su novela Un océano para llegar a ti.
La tierra de las mujeres es la segunda novela de Sandra Barneda y fue publicada en 2014, que no hay que confundirla con Tierra de mujeres de María Sánchez, que fue publicada cinco años después. La sinopsis de la novela de Barneda es bastante concisa y probablemente sea todo lo que se puede decir de la obra sin descoser los caminos y giros por lo que transitará el lector. He aquí la misma:
«Gala Marlborough viaja con sus dos hijas, Kate y Adele, a un pequeño pueblo del Empordà con la única intención de cobrar la herencia de un familiar desconocido y retomar cuanto antes su vida en Nueva York. Ignora que esa decisión activará una perfecta, sutil y acompasada maquinaria dispuesta a desempolvar mentiras enterradas, secretos familiares y a sanar almas entregadas a la amargura del dolor.»
La novela es narrada en tercera persona y lo que en las primeras páginas parece la historia cliché de una herencia, con el pasar de estas nos adentramos en una trama familiar en la que cada uno de sus personajes cumple un arco bastante satisfactorio si cabe decir. Se parte de tres perspectivas: la de Gala, una mujer cerca de sus cuarenta años criada desde la infancia en Nueva York, y la de sus hijas, Kate de trece años con los problemas de una adolescente del siglo XXI y Adele, una niña soñadora de ocho años que apenas descubre el mundo. La historia transcurre en un pueblo completamente rural llamado Muga en el condado de Ampurdán.
Nuestra primera impresión es que nos encontramos en una historia de contrastes: una madre y sus hijas más americanas que españolas, provenientes de unas de las ciudades más famosas y bulliciosas de Estados Unidos, la capital de la moda, el escenario de muchas películas, el centro financiero del mundo, el símbolo del sueño americano, Nueva York. Una madre e hijas ya con sangre y apellido yanqui, con una vida opulenta de clase media alta, acostumbradas a las comodidades, vanidades y frivolidades que presumen no sin cierta jactancia. Ahora vuelan a España y no a una urbe como Madrid o Barcelona, sino a un pueblo catalán que como congelado en el tiempo, es el epítome de la vida rural, de la campiña catalana. La Muga es un lugar olvidado cuyos habitantes están allí más por hábito que por deseo, más por resignación que por anhelo, más por costumbre que por celo. La Muga es un pueblo sencillo y pequeño, con los problemas de cualquier pueblo pequeño, en lo que los pobladores lo saben todo de todos y que, aunque a veces discurran en algunas hipocresías, priman los sentimientos nobles y los lazos de afinidad más parecidos a los de una familia.
La tierra de las mujeres es un título que no dice demasiado del contenido de la obra, hasta que nos adentramos en él y encontramos las respuestas. No es que el pueblo al que viajan las protagonistas por una herencia de su tía abuela tenga alguna magia, hechizo o suerte que lo haga distinto a cualquier otro pueblo, son las personas que lo habitan, las familias, las mujeres del lugar, las ancianas, la que lo hacen un lugar entrañable. Concentrándome en Gala como la protagonista, tenemos a una mujer producto de su época y con una historia mutilada. Ese sentimiento de desarraigo producto de haber perdido a temprana edad a su padre, sumado a la fatalidad de un matrimonio tan conveniente como aparente, le convencen de que aquel lugar al que nunca había ido y del que no sabía tiene las respuestas a las preguntas que todavía no conoce o al menos, es un escape, una desconexión de un mundo que no deja de girar a su alrededor. Gala no se sentía la protagonista de su historia, sino un personaje secundario, aunque sin poder establecer de la historia de quien, si de su madre, de su esposo, o ahora, de sus hijas.
El lector acompaña a Gala por los caminos polvorientos del pueblo, conoce la vida y la historia de sus habitantes, encuentra también su propia desconexión y es que La tierra de las mujeres tiene la capacidad de enganchar al lector sin que exista la promesa de una sorpresa que sacuda los cimientos que ha construido la autora, es como dejarse llevar por una corriente sin sentirse nunca en deriva. Dentro de la novela nos encontramos con un viejo diario y sus extractos más importantes en las páginas, que también es uno de esos recursos clichés, más propios del género epistolar, del que tenemos que reconocer su efectividad. Mientras avanzamos nos encontramos giros que más de alguno veíamos venir, pero igual nos sumíamos en una autoimpuesta ignorancia y abrazábamos la nueva información como presente para armar la relación de Gala y aquella mujer en cuyo testamento críptico había un tesoro más valioso que cualquier posesión, el de tener una historia.
No puedo descartar a los personajes masculinos, que los hay. Sus roles no son tan importantes en el esquema general, aunque no por ello signifique que algunas de sus acciones no sean determinantes para la historia. Después de repasar la lista de todos, ninguno sobra y tampoco otro hace falta. Por ejemplo, un niño llamado Marc es el amor infantil e inocente de Adele, ambos tienen casi la misma edad y sus aventuras recuerdan un tanto a El jardín Secreto de Frances Hodgson. Lo que hace Marc termina por crear los cimientos para los años venideros.
La tierra de las mujeres es una obra donde las mujeres están empoderadas. Son las mujeres las que crean y deshacen, las que dan y quitan, las que acarician y lastiman, las que dicen y callan, las que ríen y lloran, las que se quedan y huyen. Cada mujer tiene una historia, un trasfondo, un brillo o una sombra, siempre hay un obstáculo a vencer, un logro que enorgullece, un sueño enturbiado o una resignación pasmosa.
Sandra Barneda hace una exploración de la necesidad de pasado, de ese deseo de saber de donde venimos, pero no desde una forma existencial o espiritual, sino algo mucho más propio y elemental, más profano si se quiere. Con una narración tan elegante como fluida cuya prosa en ocasiones rosa lo poético, nos invita a ver nuestro pasado familiar y a no tomar partido de si algo es bueno o malo, si es justo o injusto, simplemente a tomarlo como un hecho que obró en hilar los finos hilos que terminaron en convertirse en nuestra realidad actual y que es en esta realidad en donde podemos tener la propiedad de decidir sobre nuestras intenciones, actitudes y mañanas.
Para cerrar, algunas líneas que vale la pena releer y mantener en la memoria. Y vaya que son muchas. Conforme leemos esta obra no solo construimos familias de personajes, sino que también subrayamos aforismos que calan hondo.
«Hay momentos, lugares, edades y días en los que se tiene más consciencia de la fugacidad del tiempo; en los que se sabe con certeza que la vida es un leve suspiro, un viaje sin fecha de retorno, un camino de una sola dirección. Lo sorprendente es que, a pesar de ser conocedores de su caducidad, la mayor parte del tiempo se vive con la ilusión de que nada termina y la eternidad nos acompaña.»
«Las cosas no siempre son como se ven; a veces todo lo que parece no es y lo que es se aparece solo a unos pocos.»
«Cuando la edad y la espera se unen, te alejan de sueños pasados y hacen de la inmovilidad rutina.»
«Pocas son las conversaciones profundas y muchas las de cortesía.»
«El silencio suele, en ocasiones, ser mucho más revelador que cientos de palabras.»
«Optar por la soledad no es una elección, sino una necesidad.»
«La mente es prodigiosa construyendo mundos imaginarios que, aunque bordeen la locura, sirven para quitarle la responsabilidad a la cordura.»
«Las generaciones heredan de sus antepasados, en forma de hilos invisibles, emociones retenidas entre una vida y otra.»
«Ninguno nace con la virtud de conocer el mapa de sus propias vidas y aprende a dibujarlo sobre la marcha; con trazos gruesos, finos e intermitentes.»
«Si no decides pagar con tu cordura, nadie puede decidir lo que olvida.»
«Con los años, todo pasa más deprisa, incluso las rencillas pasadas. Cuando la muerte te acompaña, de poco sirve vivir con el lamento a cuestas.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario