martes, 31 de mayo de 2022

BERTA ISLA de Javier Marías

«Pero tardó mucho en contar y jamás lo contó todo, yo me acostumbré a no pedirle detalles y él fue muy capaz de ocultar, a eso ayuda sobremanera la absoluta prohibición de revelar. Cada vez que uno siente la tentación de confesar, recuerda las represalias que podría sufrir, y el riesgo a que sometería a otros, y además se da cuenta de que abriría la puerta de preguntas sin fin. Mejor ser hermético, no soltar ni una palabra, mejor inventar mentiras y, si se tercia, negar.»

Javier Marías es probablemente el escritor español con más mérito para ser nominado o incluso ganar el Premio Nobel de Literatura. No hay año en que no aparezca en más de alguna lista de favoritos para este máximo galardón. Sus contribuciones no han sido pocas y entre artículos, novelas, traducciones y ensayos ha obtenido tantos premios, galardones, reconocimientos, menciones y nominaciones que ya se hace difícil listarlas todas. Actualmente es miembro numerario de la Real Academia Española.

Berta Isla, publicada en 2017, obtuvo el Premio de la Crítica de la narrativa castellana, galardón que en sus inicios lo obtuvo Camilo José Cela con su obra La catira y que posteriormente lo han alcanzado escritores como Ana María Matute con Los hijos Muertos, Mario Vargas Llosa en dos oportunidades diferentes con La ciudad y los perros y La casa verde, y Francisco Umbral con Leyenda del César Visionario, por mencionar algunos. Para Javier Marías no era la primera vez que recibía este premio, ya en 1992 lo había alcanzado con Corazón tan blanco, una de sus obras más notables, sino la que más. Berta Isla es un acierto de difícil parangón donde la calidad literaria, la historia atrapante y los empáticos personajes guardan un equilibrio constante, pero antes de adentrarnos en más detalle, he aquí la sinopsis: 

«Muy jóvenes se conocieron Berta Isla y Tomás Nevinson en Madrid, y muy pronta fue su determinación de pasar la vida juntos, sin sospechar que los aguardaba una convivencia intermitente y después una desaparición. Tomás, medio español y medio inglés, es un superdotado para las lenguas y los acentos, y eso hace que, durante sus estudios en Oxford, la Corona ponga sus ojos en él. Un día cualquiera, “un día estúpido” que se podría haber ahorrado, condicionará el resto de su existencia, así como la de su mujer.»

Decir que Berta Isla es una novela de espía como Falcó de Arturo Pérez-Reverte, El agente secreto de Joseph Conrad o Chacal de Fredercik Forsyth es quedarnos muy cortos en la definición y no porque las novelas con las que la comparo sean muy sencillas, que ha decir verdad, es de lo mejor que nos podemos encontrar de ese subgénero e incluso me atrevería a decir que hay cierta lectura e inspiración de estas en Berta Isla. La novela de Javier Marías es una exploración del pensamiento, una introspección que cae en vetas profundas del miedo, del hábito, de la distancia, del amor y de la memoria. En un inicio nos presenta a dos personajes, a nuestros protagonistas, jóvenes e ingenuos con un brillo irreflexivo por la vida y el futuro, brillo que de apoco se irá perdiendo para no dejar más que un rastro de lo que pudo haber sido y no fue y de lo que fue que no es ni será.

La historia comienza en Madrid con dos adolescentes nacidos en 1951, Berta Isla y Tomás Nevinson, este último hijo de un diplomático inglés, aunque de madre española, lo que lo hacía tener dos nacionalidades. Se enamoran en un colegio de educación secundaria, de los pocos mixtos de la época de Franco, lo que les confiere ciertos privilegios de clase y comodidades que a la mayoría de los españoles les estaba vedado. Los jóvenes maduran y pronto sus caminos deben separarse temporalmente mientras realizan sus estudios universitarios. Tomás Nevinson, talentoso en idiomas, desenvuelto, carismático y simpático, se matricula en Oxford gracias a los recursos e influencias de su padre, mientras Berta Isla se queda realizando sus estudios en Madrid. La voz impersonalizada, omnisciente y omnipresente del narrador no soporta la división de las historias y pronto Berta Isla parece relegada a un secundario de su propia novela mientras el foco recae sobre Tomás Nevinson. Corría el año 1969 cuando sucedieron los hechos que definirían el futuro de Tomás Nevinson que, al convertirse años después en el esposo de Berta Isla, terminarían por absorberla a ella también en un inexorable vacío o algo muy parecido a ello.

Después de varios capítulos el narrador en tercera persona deja la voz en una Berta Isla casada y extrañamente solitaria que nos habla al principio abriendo su corazón y después desbordando su alma, sin dejar en ningún momento la sobriedad, elocuencia y lógica de sus apreciaciones y suprimiendo cualquier cursilería, vanidad o futilidad. Comenzamos con una Berta Isla expectante convertida en la esposa de su único novio, de su primer amor, un Tomás Nevinson siguiendo los pasos de su padre como diplomático, con la diferencia que viaja frecuentemente a Inglaterra. Gana un buen sueldo y gracias a ello les es posible permitirse ciertos lujos y comodidades. Berta Isla intuye que algo no va bien, pues Tomás a pesar de tener la misma edad, parece envejecido y atormentado. La discreción del trabajo y las ausencias por semanas empezaron por perpetuar y acentuar una distancia que fracturaría su matrimonio de forma lenta y constante al mismo tiempo que irreparable. Nos convertimos en confidentes de una joven Berta Isla que empieza a entender que la vida matrimonial que poco deslumbró poco es en realidad y que ese hombre al que conocía de años resultó tan desconocido que con el tiempo se terminaron por forjar abismos cuyo único puente de conexión era ese pasado común. Por más de veinte años acompañamos a Berta Isla y su pesar de ser la esposa de un espía al servicio del Mi5 y Mi6 que estaba casi siempre en una misión, mientras ella en vilo únicamente le restaba esperar. Eran los años de la Guerra Fría y eso significaba que en Europa había espías soviéticos de la KGB y Stasi, militantes de IRA, terroristas de ETA, agentes de la CIA y del Mossad y por supuestos, agentes británicos del Mi5 y Mi6, esto por mencionar algunos cuerpos de inteligencia, que cada país disponía o carecía (según como se le vea) de servicios de inteligencia. Morir o desaparecer en una misión era un riesgo latente, lo mismo que sobrevivirlas, que como a cualquier soldado, le crea secuelas o le mutila el alma. Berta Isla sufría cada día que Tomás Nevinson partía a una misión, en ocasiones pasaban meses sin tener noticias suyas, salvo que uno de esos días ya no regresó y el silencio mezclado con la ausencia fue lo que perduró año tras año, lustro tras lustro. Berta Isla se transformó en una especie de Penélope.

La narración de Javier Marías es sobresaliente. Si tendemos el hilo de los acontecimientos, la novela realmente no da para mucho y francamente como relato de espías se queda corta. Tomás Nevinson nunca le dice que es lo que hace a Berta Isla, simplemente que él es un servidor de la Corona Británica y pertenece a ese grupo de hombres al margen de la historia que hacen que las cosas pasen o no pasen, que evitan una guerra o la remiten a otro lugar en el tiempo. Esos hombres que son alguien, pero al mismo tiempo son nadie, que lo que hacen no existe y si existe no lo hacen. Javier Marías nos relata muy pocos hechos que en manos menos habilidosas pueden ser despachados fácilmente en 50 páginas, pero en el caso de Javier Marías esos hechos se extienden en varias dimensiones y perspectivas. Cada hecho, sea una acción o pensamiento, es como el toque de una campana maximizado por el eco, de tal cuenta que las 500 páginas de extensión nos parecen todavía poco. No conocemos ninguna misión de Tomás Nevinson y realmente no nos hace falta conocer ninguna porque la novela no va sobre el espionaje sino sobre sus calidades éticas, políticas y filosóficas y la obra no se llama Tomás Nevinson porque no es el espía, sino su esposa Berta Isla, la que encarna una dimensión diferente. Es la carga emocional que se nutre de lo que es y no debería ser un matrimonio a lo largo de décadas.

Quizá en algunos diálogos la credibilidad se ve afectada, no porque el diálogo sea malo, que no hay ninguno que pueda tildarse así, sino porque en realidad son demasiado buenos, tan buenos que calzan más con un discurso preelaborado y ensayado, que en una conversación espontánea o dilatada. De cualquier manera, es un punto que como lector soy capaz de pasar por alto y conscientemente aligerarlo hasta no importar en lo absoluto. Esta habilidad discursiva de Javier Marías urde recuerdo de conversaciones entre conversaciones, pensamientos rumiantes e interpretaciones del tono, acento y lenguaje corporal entre cada cruce de palabras e incluso respuestas alternativas que quedan como intento antes de morir en una contestación dada por inercia o conveniencia. Los diálogos y pensamientos en Berta Isla son los ladrillos que construyen un fortín que sin miramientos nos lanzan sin descanso y en cada párrafo algo que nos haga reflexionar o empatizar.

En Berta Isla se mencionan algunos acontecimientos históricos de la segunda mitad del siglo XX, como la invasión de las Malvinas o (Falklands para los ingleses), la represión franquista ya un poco más diluida en la década de los setenta o la caída del Muro de Berlín. De cualquier manera, esas menciones son más someras que profundas, que la obra no pretende ser lo que no es, una novela histórica alternativa (o nueva novela histórica), aunque tampoco es una novela de espías propiamente dicha. El espionaje es un recurso que utiliza Javier Marías para abordar al individuo y despojarlo de sí mismo, de su capacidad de elección pese a vivir en un mundo occidentalizado donde la democracia garantiza o debería garantizar la realización o búsqueda de esa realización. Aquí tanto Tomás Nevinson como Berta Isla carecen de libertad; lo de Tomás Nevinson se entiende que su elección quedó suprimida a dos opciones y no tuvo más remedio que elegir el menor de los males, pero en el caso de Berta Isla la elección es continuar o cortar con una compañía que a la postre le hace más daño que bien y donde conscientemente enarbolando la bandera de esposa estoica y madre ejemplar opta por mantenerse leal (aunque no siempre fiel, que lealtad y fidelidad no son lo mismo, pero tampoco es posible juzgar su desconsuelo que hasta allí estaba Tomás como sentimiento o resentimiento). La ausencia prolongada que la hacía viuda todavía dejaba un pequeño espacio para una esperanza a la cual asirse.

Berta Isla calza bastante bien como novela psicológica donde las palabras más que las acciones construyen o destruyen sueños, pensamientos y emociones. Donde importa poco si existe lejanía o cercanía física, la distancia viene dada de un punto anterior y el peso de los acontecimientos la hace irreparable. La realidad es una constante decepción y amenaza y parece que nada libra de esta que se hace acompañar del miedo. Ya lo desconocido es un temor instintivo, vivir sin saber que será del día siguiente es el horror de las incertidumbres. Y sustrayendo el apartado psicológico, nos queda los arcos filosóficos que se tensan al punto de que de esas páginas es posible extraer párrafos enteros como material para un ensayo cuyo tema sea relevancia o irrelevancia de la decisión o existencia.

Berta Isla es una novela magistral, muy recomendable. De principio a fin es lo mejor que podría ser y una muestra de que Javier Marías está por encima de la media y que toda la reputación que le antecede se confirma. Si queréis leer una novela inteligente, bien estructurada y además rematada con sobrada elocuencia, esta es la novela.

Para concluir, algunas líneas que vale la pena traer, releer y recordar: 

«Vivir en la certeza absoluta es aburrido y condena a llevar una sola existencia, o a que sean la misma la real y la imaginaria, y nadie escapa enteramente a esta última.»

«Cuando las cosas se eternizan impiden imaginar el futuro.»

«A todos nos influye el universo sin que nosotros podamos influir en él lo más mínimo.»

«La costumbre obra milagros y confiere rango de necesidad a lo antojadizo y superfluo.»

«Parece necesario coronar los viejos proyectos antes de plantearse renunciar a ellos.»

«Cuán fácil es creer que se sabe y no saber nada.»

«Somos intercambiables y sustituibles, de hecho hay una interminable cola aguardando a que dejemos nuestro espacio libre, por modesto que sea.»

«Se olvida hasta lo inolvidable.»

«Una de las características del hombre es que nunca renuncia a nada que haya probado, si lo ha probado con impunidad o con éxito, tanto da.»

«Lo que acaba de suceder pero ya no sucede no interesa, la atención de las gentes se va tras lo siguiente.»

«A nosotros nos usurpan los adultos o los viejos en que nos convertimos sin querer.»

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