lunes, 5 de mayo de 2025

VICTORIA de Paloma Sánchez-Garnica

«El conocimiento del pasado permite una mirada comprensiva hacia la realidad presente. La ficción literaria puede convertirse en un instrumento extraordinario para entender esa realidad, la presente y la pasada, y estar mejor preparados para afrontar la que nos viene, en el futuro.»

Paloma Sánchez-Garnica es una escritora española reconocida actualmente por su habilidad para entrelazar ficción y contexto histórico. Licenciada en Derecho y en Geografía e Historia, siempre ha dicho que abandonó la abogacía para dedicarse por completo a la literatura. En 2016 obtuvo el Premio Fernando Lara con Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido, y en 2021 fue finalista del Premio Planeta con Últimos días en Berlín. Su consagración llegó en 2024 al ganar el Premio Planeta con Victoria.

Tuve la fortuna, hace algunos años, de encontrarme con la lectura de La sospecha de Sofía que, aunque no haya recibido ningún galardón literario, la considero como la novela más compleja, auténtica y reflexiva de Paloma Sánchez-Garnica. Y no creo ser el único en sostener esta apreciación, pues se trata de una de las obras más reeditadas de su autoría. Esta situación, sin embargo, encierra tanto una ventaja como una dificultad para la autora. La ventaja es evidente: se trata de una excelente puerta de entrada a su universo narrativo —el equivalente literario a la Puerta de Brandeburgo—; la dificultad, por su parte, radica en que establece un listón muy alto, difícil de superar, que inevitablemente se convierte en punto de referencia cada vez que nos enfrentamos a una nueva entrega suya. No obstante, antes de profundizar en la reseña, he aquí la sinopsis:

«Recién terminada la Segunda Guerra Mundial, en un Berlín arrasado y sin futuro aparente, Victoria sobrevive cantando cada noche en el club Kassandra. Pese a tener una mente prodigiosa, capaz de crear un poderoso sistema de cifrado de mensajes, su hija Hedy y su hermana Rebecca dependen de ese mísero sueldo para sobrevivir. Un chantaje sin escrúpulos por parte de los rusos obligará a Victoria a viajar sola a Estados Unidos, donde, sin embargo, disfrutará del amor incondicional del capitán Norton. Allí descubrirá que la que parecía la sociedad más democrática del mundo esconde una rancia capa de racismo e injusticias de la mano del Ku Klux Klan y el senador McCarthy.»

Victoria contiene dos elementos que resultan especialmente relevantes para cualquier jurado alineado con el sesgo cultural occidental contemporáneo: feminismo y racismo, aunque no cualquier forma de racismo, sino específicamente el de los Estados Unidos. No afirmo con esto que Editorial Planeta se haya plegado por completo a los dictados de lo políticamente correcto, pero resulta difícil explicar cómo esta novela, y no la finalista —Fuego en la garganta, de Beatriz Serrano—, ha obtenido el máximo galardón. Últimos días en Berlín, que fue finalista en 2021, contaba con más méritos para haber sido premiada entonces, y da la impresión de que ahora los papeles se han invertido. Me gustaría pensar que se trata de una corrección del propio destino, pues lo cierto es que los libros de Paloma Sánchez-Garnica se reconocen con facilidad desde los primeros capítulos. Un jurado experimentado sabría identificar ciertos patrones en la construcción de los personajes y en el planteamiento del conflicto característicos de un escritor, de modo que una plica cerrada no garantiza un anonimato absoluto. En cualquier caso, todo parece conducirme a la observación inicial: los temas abordados no son fortuitos, sino que probablemente han sido determinantes en su elección. Tampoco con esto pretendo exonerar por completo la novela de Serrano, pero es evidente que ambas representan el feminismo de manera muy distinta. No puedo evitar notar que muchas de las últimas obras ganadoras del Premio Planeta se inscriben en esa misma línea temática, aunque prefiero no profundizar más en ello: es un terreno pantanoso, y de allí no se sale indemne.

Podría pensarse, a partir de lo expuesto, que Victoria es una novela fallida, pero no es así. Tiene méritos evidentes: es entretenida, de lectura ágil y con un ritmo sostenido que facilita su seguimiento. Sin embargo, presenta ciertas debilidades estructurales. El contexto histórico no alcanza a convertirse en un protagonista narrativo, quedando reducido a un mero decorado, y el exceso de elementos melodramáticos roza, en ocasiones, los límites del patetismo y la cursilería —aunque sin llegar a franquearlos del todo—, como si la autora advirtiera a tiempo la dirección y corrigiera el rumbo, aunque no siempre con la suficiente firmeza. Como símbolo de resiliencia, Victoria es un cúmulo casi ininterrumpido de adversidades: madre soltera, violación, asesinato del ser amado, prostitución como medio de subsistencia, separación forzada de su hija, rechazo familiar, sometimiento y chantaje y la lista de desgracias podría continuar. Este tipo de acumulación suele ser un error de principiante, y si se tratara de la primera novela de Paloma Sánchez-Garnica, podría excusarse como parte del aprendizaje narrativo. Pero no lo es y lejos de enriquecer la trama, la sobrecarga de dramatismo.

La protagonista, Victoria —de allí el título de la novela—, a pesar de su belleza, inteligencia y capacidades, es retratada con una bondad y una resiliencia que bordean la inverosimilitud, lo que inevitablemente limita la profundidad y el realismo del personaje, convertida en una auténtica Mary Sue. El tratamiento que recibe puede entenderse como una simplificación de la complejidad humana, especialmente en el caso de los personajes femeninos, que aquí aparecen construidos con esquemas previsibles y carentes de matices. En lugar de adentrarse en las contradicciones que configuran la experiencia interior de una persona real, la narración opta por una figura idealizada, lo que reduce el margen de identificación y empatía por parte del lector. Personalmente, me resultan más sugestivas las protagonistas de Siri Hustvedt, incluso cuando me desagradan por sus pensamientos, decisiones o actos, pues son precisamente esos rasgos los que las convierten en vehículos verosímiles para explorar la complejidad de la condición humana.

Uno de los ejes temáticos de la novela es el racismo, particularmente en su expresión más extrema: el Ku Klux Klan. Si bien el abordaje resulta algo rudimentario, carente de detalles y guiado más por una mirada externa que por una comprensión profunda del fenómeno, es justo reconocer que las escenas ambientadas en el sur profundo de los Estados Unidos constituyen algunos de los pasajes más memorables del libro. Ese entorno hostil y segregado, evoca inevitablemente —aunque con marcadas diferencias— a Lo que el viento se llevó. Debo subrayar que las distancias entre Victoria y Scarlett O’Hara son notorias, pero la comparación surge casi de manera natural por el contexto y la ambientación. El Ku Klux Klan que describe Margaret Mitchell posee una densidad histórica y una autenticidad que se derivan de su experiencia vital, mientras que el retratado en Victoria parece construido a partir de clichés ideológicos. Los villanos estadounidenses de Sánchez-Garnica son racistas porque son malvados, y malvados porque son racistas; una circularidad que impide explorar las verdaderas raíces sociales, culturales y psicológicas de dicho odio. Aun así, y pese a esta simplificación, es en esos capítulos es donde la novela logra su mejor tensión narrativa.

Si no fuera por la posguerra europea, la ocupación soviética, el espionaje, el racismo sureño estadounidense y el macartismo, Victoria le faltaría muy poco para llegar a clasificarse como una novela rosa. ¿Significa que eso esté mal? De ninguna manera. Considero que todo depende de las expectativas. Lamentablemente haber ganado el Premio Planeta juega más en contra que a favor y obviamente, lo dicho desde el inicio, ser una novela de Paloma Sánchez-Garnica significa que el lector ya espera mucho desde la primera página y ese era mi caso. ¿Esto está mal? Por supuesto que no, la próxima mejor obra de un escritor puede que esté en unos años o nunca, pero si lo deja de intentar, no lo sabremos, no la leeremos. 

Recomendar Victoria depende, en última instancia, de lo que el lector espere de una novela. Si lo que busca es una lectura ágil, emocional y con giros dramáticos que mantengan el interés, esta obra cumple su propósito y de buena manera. Sin embargo, si se espera una exploración profunda de los dilemas históricos, una construcción compleja y moralmente ambigua de personajes o una mirada más reflexiva sobre los grandes temas que aborda, tal vez convenga pensarlo dos veces.

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