martes, 20 de julio de 2021

EL MONO OBESO de José Enrique Campillo Álvarez


«La respuesta de la evolución ante la falta de alimentos fue diseñar un organismo con gran capacidad de acumular reservas de energía en forma de grasa. Apareció el “mono obeso”. A la característica metabólica, que permitía este almacenamiento extra de energía en los períodos de abundancia, se le denomina “genotipo ahorrador” y se basa en la existencia de insulinorresistencia en las células musculares y gran sensibilidad a la insulina en las células adiposas. Esta situación permitía derivar la glucosa excedente hacia la síntesis de triglicéridos en los adipocitos. También interviene un cierto grado de leptinorresistencia de los receptores hipotalámicos a esta hormona. Esto permitía que, aunque los depósitos grasos aumentaran de tamaño, siguieran teniendo hambre para llenarlos aún un poco más.»

José Campillo es un médico español, experto en nutrición y alimentación. Se doctoró en medicina por la Universidad de Granada y es catedrático de fisiología en la Universidad de Extremadura. También ha sido profesor de nutrición y dietética de la Universidad de Mayorga, y ha viajado por el mundo impartiendo cursos y charlas de medicina darwiniana y enfermedades centradas en la opulencia. En 1989 recibió el Premio Nacional de Investigación, concebido por la Sociedad Española de Diabetes. Sus libros más conocidos son La cadera de Eva y El mono obeso

No hace muchas décadas, menos de un siglo, uno de los problemas que afligía al mundo era la suficiencia de alimentos. Fuimos testigos de oleadas de hambrunas que terminaron con la vida de cientos de millones de personas, por ejemplo, se calcula que la gran hambruna de China entre 1959 y 1961 significó la vida de más de 45 millones de personas; la gran hambruna de Ucrania a principio de la década de los treinta le costó la vida a alrededor de diez millones de personas; y más recientemente la hambruna de Etiopia en 1985 acabó con la vida de cerca de un millón de personas. Muchas de estas olas que actuaron de forma tan cruel y letal como cualquier virus o epidemia han sido producto de cuestiones políticas que van desde las guerras, externas e internas, hasta problemas con la distribución de los recursos, la subestimación de la escasez y negligencia general de los gobernantes (la mayoría de estos han sido dictadores). Incluso el mundo hoy no está a salvo de la falta de comida. Existen muchos países en los cuales la desnutrición infantil representa uno de los mayores retos a resolver y que eventualmente padecen de hambrunas por la dependencia a prácticas primitivas de cultivo aunado a un sistema político corrupto que acentúa la pobreza y miseria de la población. Hace tres siglos Malthus afirmaba que la población crece en forma geométrica, mientras que la producción alimentaria aumenta de forma aritmética, lo que terminaría desencadenando inevitablemente la muerte de la población ya sea por hambre o por guerra para obtener los recursos, de allí que debía hacerse algo urgentemente para controlar el crecimiento poblacional. No obstante, con el tiempo esta hipótesis resultó invalidada. En la época de Malthus el mundo tenía aproximadamente 950 millones de personas, hoy somos casi ocho veces esa cantidad y la comida parece no escasear y cuando lo hace es por un problema de distribución de riqueza. Si un país logra estabilizarse y está en desarrollo es bastante probable que una buena parte de su población esté sufriendo no de desnutrición, sino de obesidad.

En 2020 aproximadamente 158 millones de niños y adolescentes sufrían de obesidad en el mundo, mientras que 162 millones sufren lo contrario, desnutrición. En un par de años se llegará a un punto de inflexión donde la obesidad infantil en los niños será mayor que la desnutrición. Pero si cambiamos el contexto y nos referimos a la población en general, más de dos mil millones de personas presentan cuadros de obesidad y se calcula que las enfermedades relacionadas al sobrepeso se cobran la vida de más de cuatro millones de personas cada año. De allí que la Organización Mundial de la Salud declarara a la obesidad como una pandemia de tipo no infeccioso. Y cómo no iba de ser de otro modo, se ha comprobado la relación directa entre la obesidad y enfermedades como la diabetes, la hipertensión arterial, los fallos hepáticos e incluso su correlación con varios padecimientos oncológicos; esto significa una fuerte presión sobre los sistemas de salud de todos los países y la disminución de la calidad de vida. Una persona con sobrepeso reduce su expectativa de vida entre cinco y veinte años. Esto significa que no es un problema simple y que conlleva un desafío colectivo.

Ciertamente lo más sencillo es endosarle la culpa a las grasas saturadas y azúcares, decir que toda la comida chatarra y el acceso a tanto producto artificial y procesado es lo que causa esos kilos de más; esto sin restarle importancia al sedentarismo, que muchos limitan su actividad física a apenas unos cuantos pasos al día. Lo anterior significaría que bastaría que tuviéramos una dieta balanceada que incluyera frutas, verduras, carnes y cereales, que comiéramos las raciones justas para nutrirnos, además de mantener una actividad física constante y diaria; entonces, si la solución es tan obvia ¿por qué no lo hacemos? ¿Por qué apostamos por un camino de autodestrucción nutritiva? ¿Por qué no paramos de comer, aunque no tengamos hambre?

José Enrique Campillo en El mono obeso nos explica que nosotros somos consecuencia de nuestra propia evolución. Hubo un tiempo en que la escasez era la regla general para todos. La comida de hoy era la segura, la de mañana solo una hipótesis. Como homínidos en camino a convertirnos en los homo sapiens que somos ahora no teníamos ningún recurso ni idea de almacenamiento. La comida es energía, es lo que permite seguir vivo, y si hay comida en abundancia lo ideal es conservar esa energía en algún sitio de nuestro cuerpo, porque seguramente si la dejamos escondida para después lo más probable es que se la lleve un carroñero, otro se la coma o bien, se termine pudriendo. Nuestro cuerpo por tanto se adaptó a esa circunstancia, tanto en la reducción del consumo calórico como en el almacenamiento. Uno de nuestros tejidos celulares, el adiposo, se perfeccionó y se convirtió en el receptor propicio para nuestras grasas y qué mejor lugar para llevarlas que en un lugar que no estorbe demasiado, la barriga. 

Tal y como si fuera un profesor en una larga y entretenida exposición, José Enrique Campillo en El mono obeso sostiene como hipótesis fundamental que:

«La selección natural favoreció el desarrollo en nuestros ancestros de una peculiar condición metabólica que se denomina genotipo ahorrador y que tiene como base los fenómenos de la insulinorresistencia y también de la leptinorrresistencia. Este diseño les permitió evolucionar en difíciles condiciones a lo largo de millones de años. Pero cuando un genotipo ahorrador se enfrenta a las condiciones alejadas de su diseño evolutivo (abundancia permanente de calorías, de azúcares rápidos y de sedentarismo), se transforma en algo muy perjudicial. El mal uso del diseño evolutivo, como señala la medicina darwiniana, da lugar a un exceso de insulina circulante y al desarrollo del Síndrome Metabólico y a su final obligado, como es la enfermedad cardiovascular.»

El mono obeso es en realidad un ensayo científico cuya redacción está enfocada a un público amplio. De allí que pese al lenguaje médico y los argumentos que utilizan conceptos no del todo comunes para un lector esporádico, terminen en su mayoría bastante comprendidos. Obviamente también es importante resaltar el talento en la redacción del doctor Campillo que en ningún momento la hace aburrida y se apoyo en esquemas, ilustraciones y analogías, entre otros recursos narrativos, para explicarnos cada uno de los puntos que expone.

El doctor Campanillo comienza el libro con la exposición del síndrome metabólico y las enfermedades que de este se desprenden, del como afecta la calidad de vida, es como mostrarnos la fotografía de la realidad que vivimos, porque después de todo podríamos afirmar que una de cada cuatro personas en el mundo tiene sobrepeso; pero dado que los promedios son mentirosos, cuando vamos a países desarrollados, la proporción aumenta a una de cada dos. Luego hacemos un recorrido por toda la historia evolutiva del ser humano, desde el ancestro común con los chimpancés hasta el homo sapiens moderno. Este recorrido antropológico y darwiniano tiene un enfoque en la dieta, porque tan cierto es el dicho que somos lo que comemos, lo que nuestra madre comía, como lo que nuestros ancestros comían. Observamos a los simios viviendo feliz en el paraíso selvático, comiendo cuando tenían hambre, plácidos en su edén. Enseguida los observamos en las estepas, nómadas y carroñeros, sufriendo frío, hambre, enfermedades, sequías, haciéndose fuertes y resistentes, ganándose su lugar en la tierra. Recorriendo todo el mundo se hicieron cazadores y principalmente pescadores, nuestra inteligencia se debe a los nutrientes aportados por esta dieta. Dominaron a otras criaturas, pasaron de ser la comida de alguien a ser los depredadores. Eventualmente descubrieron la agricultura y nuevamente se asentaron hasta llegar a un nuevo ciclo de abundancia. 

Campillo también explica la biología digestiva y la genética de las especies, principalmente la de los primates. Compara el sistema digestivo de los humanos con el del gorila, chimpancé y orangután, y eso le sirve para hacer una extrapolación de como hubiese sido el sistema digestivo de nuestros ancestros. Concluye que si conocemos a una persona delgada que independiente de qué y cuánto sea lo que coma, permanece delgada, se debe a un defecto genético que no le permite ahorrar energía.

El mono obeso es un libro que entretiene, que aporta respuestas y que muchos deberían de leer. Para finalizar, algunas notas que resalté durante la lectura y que vale la pena rescatar y compartir.

«La acumulación de grandes cantidades de grasa es un desperdicio de peso y de energía que no aporta ninguna ventaja de supervivencia.»

«El nacer con bajo peso, y sobre todo si se mantiene esta circunstancia durante el primer año de vida, es una garantía para padecer Síndrome Metabólico y todas las enfermedades que lo conforman.»

«En especial hay cinco circunstancias de alimentación de los países desarrollados que inciden de manera especial sobre una expresión incorrecta de los genes ahorradores paleolíticos: el exceso de calorías, el abuso de hidratos de carbono rápidos (los dulces), la carencia de fibra vegetal, el exceso de grasas saturadas y de grasas trans, la presencia de tóxicos y contaminantes químicos en los alimentos y el embudo alimentario.»

1 comentario:

  1. Hace algunos años atrás preocupado por mi peso le pregunte al doctor a ¿qué se debía el aumento de peso, si de joven eran muy delgado?, él me pregunto si de joven practicaba algún ejercicio, le respondí que sí, que jugaba mucho foot ball y practicaba ciclismo todos los días, y ¿ahora que practicas?, me pregunto, pues no mucho, eventualmente salgo a caminar y hago algo de ejercicio, pero es ocasional. El doctor me indico que tenia mucho que ver con mi tipo de sangre y mi alimentación, y al igual que en el libro el doctor se remontó a tiempos de los primeros hombres para que pudiera entender un poco el significado de una buena dieta.
    -Tu tipo de sangre tiene mucho que ver, me dijo el doctor, los antepasados con este tipo de sangre eran nómadas, comían carnes y grasas, pero al mantenerse en movimiento su cuerpo quemaba toda la grasa acumulada, ese metabolismo perdura hasta nuestros días, es por eso que te recomiendo una dieta saludable y mucho ejercicio como mínimo una hora como máximo tres diarias y veras como esa barriga se va -.
    Al principio no le creí pero con solo el hecho de caminar diario una hora pude notar cambios drásticos en mi cuerpo y eso que dicen que ha cierta edad el metabolismo se hace más lento, pero como bien dice el autor es una combinación de factores. Lo lamentable como diría una buena amiga es ¿Por qué lo mas delicioso hace daño?, y es que las grandes empresas de alimentos han perfeccionado los preservantes y sabores artificiales a tal punto que se han vuelto muy adictivos. En un reportaje que vi sobre dulces y galletas descubrieron que las galletas “Oreo” provocan una gran reacción de necesidad en el organismo como la misma cocaína, el actor Ben Stiller tuvo que recurrir a la hipnosis para quitarse la adicción a los chocolates M&M pues llego a confesar que diario se comía un kilo de estos chocolates si ha esto le agregamos la gente que come por ansiedad el cuadro de salud se complica aún más.
    Por si fuera poco, las grandes cadenas de comida rápida ofrecen productos no menos adulterados en gluten, grasas y preservantes. Nuestro ritmo de vida que es más acelerado que en los últimos diez años nos ha llevado a cambiar nuestra alimentación y como bien dice el libro ha dado a luz nuevas pandemias por la misma alimentación dañina que ingerimos. Recientemente se lanzo la alerta para retirar ciertas sopas instantáneas pues en su contenido habían ingredientes que eran nocivos para la salud. Al final creo que como todo en la vida parte de una buena educación a temprana edad, he visto a padres dándole Coca Cola a niños , o ingiriendo estas sopas instantáneas o atiborrándolos de comida chatarra como Tortrix, Doritos y sus derivados, que en abundancia y con el paso del tiempo causan severos daños a temprana edad. Al final es lamentable, pero muchos llegaron a comer saludable porque enfrentaron estos problemas, otros corrigieron a tiempo la situación y a otros les tocara pasar por el tortuoso camino de las enfermedades y daños lamentables e irreversibles en su cuerpo.

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