«Nuestra piel es una gran página en blanco; el cuerpo, un libro. El tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas. Recién llegados al mundo, nos imprimen en la tripa una gran “o”, el ombligo. Después, van apareciendo lentamente otras letras. Las líneas de la mano. Las pecas, como puntos y aparte. Las tachaduras que dejan los médicos cuando abren la carne y luego la cosen. Con el paso de los años, las cicatrices, las arrugas, las manchas y las ramificaciones varicosas trazan las sílabas que relatan una vida.»
Irene Vallejo es una escritora española, posee un doctorado en Filología Clásica por las universidades de Zaragoza y Florencia, y es columnista del Heraldo de Aragón y El País. Sus primeras publicaciones fueron novelas maduras donde exploraba los sentimientos humanos mientras se desarrollaban acontecimientos históricos o contemporáneos, posteriormente incursionó en la literatura infantil; no obstante, su mayor logro hasta el momento ha sido el ensayo y con El infinito en un junco, publicado en 2019, ha conseguido una serie de premios y reconocimientos, además de mucha notoriedad a nivel nacional e internacional.
Cuando tomamos un libro en nuestras manos pocas veces nos detenemos a pensar todo el cúmulo de eventos que han sucedido para que ese hecho tan natural y espontáneo fuera posible. Ese bloque de hojas color marfil que atrapa las voces de un autor o varios de ellos no siempre tuvo esa forma y accesibilidad. Si hilamos más fino encontraremos libros que han tenido su propia odisea para llegar a nuestras estanterías. El tiempo, el fuego, el olvido han sido obstáculos muy duros y en comparación han sido relativamente pocas las páginas que han logrado colarse en los entresijos de la historia y aún así todas estas páginas superan y con creces la vida humana. No podemos leerlo todo, pero los libros que sí, son ya un triunfo de su autor.
El infinito en un junco es un ensayo de corte histórico y al mismo tiempo un Opus magnum que no puede pasar desapercibido, no porque su contenido no haya sido tratado antes (existen muchas investigaciones que abordan la historia de la escritura), sino porque utiliza técnicas narrativas que mejoran la didáctica, comprensión y, sobre todo, captan la atención de cualquier lector, por novel que este sea, desde la primera página hasta la última. El infinito en un junco ha sido reimpreso varias veces, convirtiéndose en un fenómeno editorial y obteniendo a su paso el Premio El Ojo Crítico de Narrativa, el Premio Las Librerías Recomiendan en la categoría de no ficción, el Premio Búho al Mejor Libro de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro, el Premio de Novela Histórica Hislibris en la categoría de mejor obra de no ficción y el Premio Nacional de Ensayo. Así mismo, gracias al éxito y calidad de El infinito en un junco, en 2021 Irene Vallejo recibió el Premio Aragón, que es un reconocimiento que otorga la Comunidad Autónoma de Aragón a sus ciudadanos insignes u organizaciones destacadas por sus aportes a la cultura, ciencia, tecnología o valores humanos.
El infinito en un junco de Irene Vallejo es el equivalente de Sapiens de Yuval Noah Harari, pero mientras este último cuenta la historia de la humanidad, Irene Vallejo cuenta la historia de los libros desde el comienzo de la escritura misma, centrándose en la etapa clásica griega y romana sin dejar de contenerse en historias periféricas y anecdóticas a lo largo de los siglos que terminan enriqueciendo la obra. Los libros tras varios milenios han venido a convertirse en la memoria de la humanidad desde que esta aprendió a escribir y registrar lo que veía, lo que contaba, sus pensamientos, su inventiva, sus sueños. La tesis fundamental de Sapiens de Yuval Noah Harari es que la humanidad es lo que es hoy por las historias que nos contarnos y creemos; y uno de los mejores medios para contar historias es la escritura. Es un hecho que los textos pueden sobrevivir a su autor y uno de los mejores ejemplos es La Ilíada, escrita hace 28 siglos, Homero probablemente no superó uno solo. Aquiles y Héctor ya eran polvo cuando se convirtieron en personajes de La Ilíada, pero eso no frenó que, hasta hoy, tres milenios después, los conozcamos e incluso se sigan bautizando niños con sus nombres. El que un libro venza el tiempo no ha sido cosa fácil y la humanidad ha pasado por tanto que los textos que hoy leemos de épocas remotas son apenas una fracción. Uno pensaría que esa práctica de prohibir, destruir y quemar libros pertenece a épocas oscuras, pero en pleno siglo XXI todavía se observa y lo peor de todo es que aquellas sociedades que parecen las más cultas no están exentas de que esto les vuelva a suceder, vaya si no.
Con El infinito en un junco Irene Vallejo literalmente nos transmite esa sensación infinita de la escritura. Pese a que el ensayo en ningún momento deja de ser serio cual tesis doctoral, Irene Vallejo se las arregla para mantener la atención del lector sin caer en el tedio mediante la transmisión de un conjunto de conocimiento literario tan abrumador como interesante. Y así como cita a Virgilio o Eurípides, también a Javier Cercas o Mario Vargas Llosa. He visto y escuchado a Irene Vallejo en entrevistas y podría fácilmente afirmar que esa sencillez, calidez y humildad también resuma en su obra. El conocimiento es amplio y las cuotas de reflexión que encontramos en sus páginas son apropiadas, justas y certeras, donde en ningún momento existe más pretensión que enfatizar la importancia y trascendencia de los libros.
La historia del libro es también la historia de los materiales con los que están hechos: en un inicio las tablillas de barro, de metal, de madera, posteriormente los rollos de papiro y los pliegos de pergamino. El infinito en un junco es también un recorrido por la evolución de la escritura, las traducciones, los autores y los innumerables copistas quienes fueron héroes silenciosos sin nombre y sin rostro. Y como no mencionar la importancia de las bibliotecas y especialmente el brillo del oficio de los libreros, quienes leían, catalogaban, clasificaban, recomendaban y hasta copiaban obras. Los acontecimientos que cambiaron el curso de la historia también lo hicieron para los libros, por ejemplo, Alejandro Magno además de un conquistador era un asiduo lector y siempre tenía bajo el brazo un ejemplar de La Ilíada. Muchas ciudades llevaron su nombre y en una de ellas se encontraba la biblioteca más grande de la historia, la Biblioteca de Alejandría, al menos eso creemos, puesto que el incendio que acabó con ella segó para siempre la voz de miles de autores de la antigüedad.
Los libros durante milenios fueron un artículo de lujo, eran escasos y además no cualquiera podía leerlos porque entre otras cosas primaba el analfabetismo. Tener un libro era estatus, leerlo era de nobles y un rollo podía llegar a costar el salario anual de un obrero cual si fuera una joya, una biblioteca personal no digamos, una fortuna. La invención de Gutenberg facilitó mucho las cosas, los libros se hicieron más accesibles, aunque no de inmediato, fueron necesarios algunos siglos más.
Este libro recibió muchos elogios por otros escritores y uno que rescato es el de Juan José millas, que se refiere a El infinito en un junco como a «esos libros que te desbravan, que te doman, que te imponen el ritmo de lectura, que te quitan los nervios». Mario Vargas Llosa también dedica unas líneas a Irene Vallejo: «el amor a los libros y a la lectura son la atmósfera en la que transcurren las páginas de esta obra maestra. Tengo la seguridad absoluta de que se seguirá leyendo cuando sus lectores de ahora estén ya en la otra vida».
Para cerrar, hay tantas buenas líneas que rescatar de la obra que estas son apenas una muestra para lograr ese broche de oro:
«Preferimos ignorar que el progreso y la belleza incluyen dolor y violencia.»
«Ulises prefirió las tristezas auténticas a una felicidad artificial.»
«Qué antiguo puede llegar a ser el futuro.»
«Somos seres económicos y simbólicos. Empezamos escribiendo inventarios, y después invenciones (primero las cuentas; a continuación los cuentos).»
«El conocimiento de cada uno es un archipiélago mínimo en el inconmensurable océano de la ignorancia.»
«Buscando las palabras a veces se encuentra el remedio.»
«Sentir cierta incomodidad es parte de la experiencia de leer un libro; hay mucha más pedagogía en la inquietud que en el alivio.»
«Los libros nos ayudan a sobrevivir en las grandes catástrofes históricas y en las pequeñas tragedias de nuestra vida.»
«El mejor de los mundos posibles nunca lo es para todos.»
«Al regalar una novela o un poemario a alguien que nos importa, sabemos que su opinión sobre el texto se reflejará sobre nosotros.»
«Las librerías son esos territorios mágicos donde, en un acto de inspiración, escuchamos los ecos suaves y chisporroteantes de la memoria desconocida.»
«Cada paso del progreso ha supuesto a su vez una deviación.»
«Cuanto más sensata y perspicaz sea nuestra comprensión histórica, más seremos capaces de proteger aquello que valoramos.»
«Sin los libros, las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido.»
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