miércoles, 15 de febrero de 2023

LA HISTORIA DEL HEAVY METAL de Andrew O’Neill

«Antes de crear Black Sabbath, sus cuatro integrantes tuvieron varios trabajos bastantes metaleros. El guitarrista Tony Iommi trabajó en una fábrica de láminas de metal. El batería Bill Ward, en una fundación de hierro. El vocalista Ozzy Osbourne, después de su breve estancia en chirona por robo, trabajó en un matadero. Y el bajista Geezer Butler era… bueno… contable. No se puede tener todo (¡aunque, oye, fue contable en una metalúrgica!»

Andrew O’Neill es un comediante, presentador y músico británico y recientemente escritor con la publicación de su primer y único libro hasta el momento, La Historia del Heavy Metal. O’Neill es fundador, guitarrista y vocalista de la banda de punk The Men That Will Not Be Blamed For Nothing (Los hombres que no serán culpados de nada), que es en realidad una agrupación crossover que hace una mezcla de varios géneros y subgéneros del heavy metal. Aunque en donde más se ha destacado O’Neill es en la comedia stand up, de cuyo trabajo ha recibido varias nominaciones.

Nunca había oído nada de Andrew O’Neill hasta que leí su libro. Es una persona en cualquier caso ecléctica. Recientemente escuché su banda y llegué a la conclusión de que lo suyo es la comedia, pero es que nunca me gustó el punk ni ninguna de sus variantes, así que es posible que sea bueno, o al menos aceptable, entre toda esa teatralidad que le infunde a su banda. Lo cierto es que ambos tenemos en común que escuchamos heavy metal y sus subgéneros derivados desde el despertar de nuestra pubertad, aunque en mi caso que soy unos pocos años menor y que estoy al otro lado del viejo continente, mi acceso a la música fue más bien limitado, por ejemplo, aunque había oído y leído de Bathory, Venom y Celtic Frost, no fue hasta el 2001 que logré escuchar algunas de sus canciones.

Hubo un momento en que investigué y me interesé en historias de las bandas del metal, biografías de algunos músicos metaleros emblemáticos, los orígenes del género y la mitología que lo rodeaba, que no es poca. La música bullía con pasión en mí, no como un instrumentista, sino como un escuchador (si hay lector, observador o mirón, también hay escuchador u oidor). Todo esto lo hice a finales del siglo XX y los primeros años del XXI, cuando el internet estaba muy lejos de ser lo que es hoy. Si en aquella época hubiera habido Spotify, qué no hubiera descubierto y escuchado. Nunca estuve de acuerdo con que se refirieran a Led Zeppelin, AC/DC o Guns ‘n Roses como bandas de heavy metal. Para mí el heavy metal comenzaba con Black Sabbath y continuaba con Judas Priest, luego la música llegó a América y la Europa continental y explotó en formas, colores y variantes que hasta la fecha no se detienen. Siempre he creído que el heavy metal es un género que no se le ha dado el lugar que es debido, pese a que literalmente ha conquistado el mundo y con excepción de algunos países del medio oriente y de África, no hay suelo en este planeta que no cuente con una banda de metal. 

Después de una vida entera escuchando metal, era de esperarse que me hiciera mucha ilusión el libro de Andrew O’Neill; sin embargo, no puedo negar que tenía cierto escepticismo al comienzo. Si O’Neill hubiera dicho que Queen o Kiss era heavy metal hasta allí hubiera llegado la lectura y abandono el libro al más hermético ostracismo. Afortunadamente no fue así. O’Neill hizo la tarea e investigó y con mucho rigor, pero investigar algunas veces no es suficiente y en este tema se necesita tener una verdadera pasión, experiencia y conocimiento de la música para escribir con propiedad sobre ella. La objetividad y la subjetividad corren en líneas paralelas. O’Neill tiene la suficiente madurez, al menos como autor, para describir las cosas como son, sin ese germen desiderativo de la juventud que enajena tanto como ciega. La subjetividad la aporta el autor en sus comentarios y opiniones, en su mayoría jocosos e irreverentes. La cuna del heavy metal está en Birmingham, Inglaterra, y O’Neill tiene la fortuna también de ser un músico británico, aunque de Portsmouth.

La Historia del Heavy Metal ha recibido muchas críticas positivas. Alan Moore, creador de Wathmen, dijo que era «un análisis histórico completo de un área enorme de la música que ha estado demasiado tiempo sin tal cosa, y tiene la gran ventaja de que lo divertido se multiplicó por doce. Una historia de amor ruidosa y completamente apasionante». Sin duda, las palabras de Moore son muy acertadas para describir a este libro. O’Neill es tanto músico como comediante y era difícil no permitirse algunos comentarios que lejos de restarle seriedad a su libro, lo hacen más accesible y desenfadado. “La Historia del Heavy Metal es un ensayo que se encuentra bien estructurado y documentado al que, si lo escindiéramos de la parte cómica, bien podría pasar por un documento académico que aborda la historia de un género que definió la música occidental de las últimas décadas del siglo XX y que por mucho es uno de los géneros musicales más interesantes. 

La Historia del Heavy Metal es también la historia del thrash metal, del black metal, del glam metal, del death metal, del nümetal, del folk metal, del post-metal. El heavy metal tiene tantos géneros y subgéneros que fácilmente si nos pusiéramos demasiados finos llegaríamos a un número de tres cifras. Hace como veinte años empecé a clasificar las derivaciones del black metal hasta entonces, en aquellos momentos conté treinta y seis, hoy si hiciera nuevamente el ejercicio tendría que agregar otras veinte. Algo similar pasa con los otros subgéneros, que todo puede ser posible en ese universo de músicos talentosos y otros no tanto. Andrew O’Neill parte de Black Sabbath como el comienzo de todo, pero también escarba para exponer cuáles fueron los orígenes de esa banda, que músicos y bandas los inspiraron, que hacían, que leían. Comienza en las raíces para que, en la parte final, contemplemos un número verdaderamente asombroso de ramas de un gigantesco árbol.

Este primer libro de Andrew O’Neill es una bocanada de aire fresco que despierta la nostalgia y hasta la sacude si se le acompaña con una playlist en la que redescubrimos los hitos más importantes del heavy metal, un género que por muchas décadas despertó recelo, desconfianza y hasta temor, y pueda que todavía hoy en día exista cierta mitología que crispe a los más puritanos y conservadores. Lo cierto es que Ozzy Osbourne no es un adolescente, es un anciano de 74 años, Rob Halford ya tiene 71 y hasta James Hetfield está por cumplir 60. Es una música que ha trascendido generaciones y que sin duda seguirá evolucionando. El año pasado uno de los géneros que más escuché fue el voidgaze que es casi lo mismo que post-black metal, género que hace una década ni existía.

El heavy metal es un universo donde podemos encontrar una variedad enorme de sonidos, instrumentos y mezclas, que al pasarlos por el prisma de la intensidad se extienden casi al infinito. Además, existe una larga lista de temas líricos, desde los más pueriles y banales hasta los más filosóficos y profundos. Incluso me es difícil definir mis bandas favoritas, salvo que las divida por las diez mejores de cada época según las fui descubriendo: en los noventa no habría duda de que estarían Metallica, Megadeth, Iron Maiden, Testament, Judas Priest, King Diamond, Stratovarius, Europe, Skid Row y Sepultura; en los 2000 serían Emperor, Dimmu Borgir, Cradle Of Filth, Summoning, Nightwish, Rhapsody, Sonata Arctica, Limbonic Art, Slechtvalk y The Sin Of Thy Beloved; en la década del 2010 podrían ser Avantasia, Paradise Lost, My Dying Bride, Orphand Land, Amorphis, Sabaton, Pantheist, Sentenced, Draconian y Twilight Force; y en la década del 2020, que apenas comienza, bien podría nombrar a: Imperium Dekadenz, Witcher, Galderia, Ultar, Firienholt, Myrkur, Germ, Novembre y quizás Dwarrowdelf y Sylvaine. Vaya que no hay nada más difícil que nombrar bandas significativas sin sentir que se dejan fuera a muchas otras que también merecen mención, por ejemplo: Immortal, Hecate Enthrone, Sirenia, Tristania, Old Man’s Child, Children Of Bodom, Wintersun, Alcest, Gamma Ray, Freedom Call, Edguy, Crematory, Sanctifica, Unreqvicted, Sirius, Equilibrium, Insomnium, Human Fortress, The Howling Void, Red Moon Architectect, Darkwoods My Betrothed, Within Temptation, After Forever, Unlight, Fairyland, Mist Of Misery y un larguísimo etcétera. Si alguna de las bandas que he mencionado no la conocéis, pues a por ella, que realmente son muy buenas.

Todo comenzó con Black Sabath y hoy se calcula que son más de 160 mil bandas de metal en el mundo. El 99.9% de bandas no suenan en la radio, no aparecen en vallas, no se promocionan más que por el boca a boca y ahora también por los algoritmos, que ayudan mejor. Podríamos escuchar una canción diferente cada vez y la vida no sería suficiente para todas. Y en universo del metal los extremos son la norma, porque podríamos pasar de un brutal death metal como Nile a un neocclassical darkwave como Dargaard que es básicamente música atmosférica instrumental con el acompañamiento de una soprano. 

En el metal los oídos terminan por afinarse y son capaces de distinguir desde la guitarra distorsionada hasta el violín oculto en el fondo, desde el doble bombo de la batería hasta el extraño salterio que no esperábamos. “La Historia del Heavy Metal es un libro muy recomendable.

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