«Había niños muertos en todas las familias. Enfermedades repentinas y sin remedio, diarrea, convulsiones, difteria. La huella de su breve paso por la tierra era una tumba en forma de cuna con barrotes de hierro y la inscripción “un ángel al cielo”, fotos que se enseñan enjugando una lágrima, conversaciones a media voz, casi serenas, que asustaban a los niños vivos, que se veían pendientes de un hilo. Solo se sentirán salvados entre los doce y los quince años, después de haber pasado la tosferina, el sarampión y la varicela, las paperas y las otitis, la bronquitis todos los inviernos, después de escapar a la tuberculosis y la meningitis, cuando les dijeran que están hermosos y lozanos.»
Annie Ernaux es una escritora francesa, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2022. Su obra comienza en 1974 con la publicación de Los armarios vacíos, con la cual encuentra tempranamente su estilo e identificación como escritora. Cada página que publicara desde aquel entonces sería el testimonio de una mujer que se abre camino desde una posición social difícil marcada con los prejuicios y tradición de las clases obreras francesas. Otras obras notables son El acontecimiento, publicada en 2000, y la obra que da pie a esta reseña, Los años, publicada en 2008 y traducida y publicada en español once años después de la mano de una editorial independiente, Cabaret Voltaire.
Annie Ernaux siempre se refiere a sus publicaciones como libros y no novelas, porque a pesar de utilizar las herramientas narrativas de la ficción, son sus vivencias, experiencias, sentimientos e ideas las materias primas de cada página. Su obra es una extensa autobiografía en la cual las salpicaduras de ficción únicamente son vehículos que cohesionan la estructura argumental, protegen el anonimato de algunas personas o bien, intensifican la carga emocional de la narración o enfatizan su mensaje.
De acuerdo con la Academia Sueca, el Nobel de Literatura fue concebido «por el coraje y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas de la memoria personal». Cuando se hace mención a «trabas colectivas», quieren decir la diferencia de oportunidades basadas en el género y clase social. Hubiera sido mejor que la Academia suprimiese los eufemismos y expresara abiertamente el sentimiento feminista de la obra de la autora. Buena parte de la popularidad de la Annie Ernaux es la valentía con la cual expone lo que ha vivido, lo que ha pasado y como en esos acontecimientos hay terrenos comunes en donde muchas mujeres han estado, pero que lo guardan en silencio. Pero silencio no es olvido y la voz entre letras de Ernaux se convierte en una catarsis personal para muchas mujeres y una lección general para los lectores de que las desigualdades, incluso en sociedades tan avanzadas como la francesa, todavía persisten y no precisamente como un fantasma cuya inmaterialidad asusta, pero no daña, sino más bien como un paradigma del cual no se es consciente por ignorancia o vesania.
Los años es una de las mejores obras de la autora, la única en tener tres premios, dos franceses en 2009 y uno italiano en 2016: el Prix Margerite-Duras, el Prix François-Mauriac y el Premio Strega. De este último fue en la categoría de escritores europeos, donde me gustaría destacar que en 2018 el ganador fue Fernando Aramburu con su magistral novela Patria. También me atrevo a pensar que Los años justifica el Nobel y no porque toda su obra anterior o posterior a esta sea de menor valor literario, sino porque la potencia de Los años es tal que no puede pasar desapercibida, quizá no tanto por las características narrativas, sino porque termina convirtiéndose en un reflejo, en un espejo de la mujer de la segunda mitad del siglo XX. La sinopsis de Los años la expresa, la encierra, la enfatiza el mismo título, y la que aparece en la contraportada es en realidad un extracto, he aquí esas líneas:
«Se desvanecerán todas de golpe como ha sucedido con los millones de imágenes que estaban tras las frentes de los abuelos muertos hace medio siglo, de los padres, muertos también ellos. Imágenes donde aparecíamos como niñas en medio de otros seres ya desaparecidos antes de que naciéramos, igual que en nuestra memoria están presentes nuestros hijos pequeños junto a nuestros padres y nuestras compañeras de colegio. Y un día estaremos en el recuerdo de nuestros hijos entre nietos y personas que aún no han nacido. Como el deseo sexual, la memoria no se detiene nunca. Empareja a muertos y vivos, a seres reales e imaginarios, el sueño y la historia.»
Los años es una memoria personal convertida en una autobiografía colectiva. Dicho de esta manera, se parece un poco a las líneas pronunciadas por la Academia Sueca en 2022. Narrativamente es como ver un álbum de fotografías y escuchar una voz tan interior como ausente disgregarse sobre lo que cada imagen cuenta. Es un recorrido por los recuerdos de la autora que contienen la historia de la sociedad francesa de los últimos sesenta y cinco años, con cierta inclinación a subrayar la sexualidad y el feminismo además de las desigualdades sociales que trascienden al espectro político y que nos hace contemplar una turgente vena de izquierda progresista y antiimperialista en oposición al fascismo y totalitarismos, nacional o internacional. No hay un personaje central o protagonista, y de haberlo indudablemente sería el tiempo que inexorable, ineludible e ineluctable, es la constante invariable de página a página. La autora misma aparece, pero está vez se encuentra despersonalizada y no hay hilo conductual que vaya atando los acontecimientos. Funciona como lo que es, un conjunto de recuerdos que se van sucediendo uno después de otro, a veces se trasponen, a veces dan saltos, a veces son muy claros y otras grises y confusos.
Honestamente debo decir que al inicio me fue dificultoso encontrar el ritmo en la lectura. No veía más que una prosa tan pulcra como sencilla que a veces omitía puntos y en otras agregaba renglones, pareciéndose más a una composición lírica. En la medida que avanzaba me adentré al sentimiento de la posguerra, tanto en sus miedos como en la esperanza. Annie Ernaux utiliza el narrador en primera persona del plural, porque lo que nos cuenta, a pesar de que tenga un componente muy personal y vívido, es al mismo tiempo un acontecimiento colectivo. Es solo cuando se detiene en los objetos como fotografías o eventos familiares cuando Annie Ernaux cambia la perspectiva y se describe vagamente en tercera persona. Esa narración dual que va de un nosotros a ella es sumamente fluida que muchas veces no nos percatamos cuando es que abandonamos la visión del bosque para contemplar un árbol y cuando dejamos ese árbol para perdernos nuevamente en los colores del follaje.
Para toda la generación de franceses que creció con los discursos, las apariciones y las intervenciones políticas de Charles de Gaulle, Los años es una novela que los describe, porque les hace sentir el paso de los años, a veces un paso sutil y otras severo. Creo que en todo país habrá más de algún político que se siente perpetuo, que siempre ha estado allí y el día que falta, el día que muere, deja un vacío casi existencial y no precisamente porque se le extrañe, sino porque nos hará sentir increíblemente viejos con una consciencia de la propia mortalidad, fatalidad que no discrimina y engulle a ricos y pobres, hombres y mujeres, líderes y seguidores, héroes y villanos, conocidos o anónimos, a todos.
Los años es un ejercicio de introspección de la autora. Básicamente repasa todo lo que ha visto, todo lo que ha vivido, desde que era una niña, desde que apareció su consciencia, hasta un momento en el que ya no es el último eslabón de una generación, sino el recuerdo vivo de los que todavía no han partido. Lamentablemente para un lector de otras latitudes no es la misma experiencia que para uno galo. Los años tiene muchas referencias culturales de la Francia de la última mitad del siglo XX que nos aleja de la vivencia y del sentimiento. Películas, lugares, música y programas de televisión se sentirán simplemente como datos fríos. Es como si un francés leyera acerca de un programa llamado En familia con Chabelo, Siempre en domingo o Sábado gigante, para él no tendría ningún sentido, aunque para un latino pueda que signifique un fin de semana de niño al lado de sus padres o abuelos.
Los años se escribió para «salvar algo del tiempo en el que ya no estaremos nunca más». Es una obra muy buena, con un estilo experimental que me atrevería a tildar de vanguardista. Al menos no conozco otra obra que se le parezca. Es muy recomendable para entender las capacidades de Annie Ernaux como escritora y el mejor ejemplo de su obra que explica por qué mereció el Nobel.
Para cerrar, más que unas líneas es un párrafo, pero que más da, es muy bueno.
«A cada momento del tiempo, junto a lo que la gente considera natural hacer o decir, junto a lo que hay que pensar por prescripción de los libros, de los carteles del metro o hasta de los chistes, están todas las cosas sobre las que la sociedad guarda silencio y no sabe que lo hace, condenando al malestar solitario a quienes sienten cosas que no pueden nombrar. Silencio que se rompe un día, bruscamente, o poco a poco, y unas palabras se superponen a las cosas, por fin reconocidas, mientras se forman de nuevo, debajo, otros silencios.»
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