«Todo viaja hacia su difuminación y se pierde y pocas cosas dejan huella, sobre todo si no se repiten, si acontecen una sola vez y ya no vuelven, lo mismo que las que se instalan demasiado cómodamente y vuelven a diario y se yuxtaponen, tampoco esas dejan huella.»
Hace no mucho leí que el mejor homenaje para Javier Marías es leerlo. Una gran verdad. Sus novelas, sus ensayos, sus artículos, toda su obra es una catarsis de la literatura. También considero que no hay mejor forma de honrar a los buenos autores que leyéndolos, solo así los salvamos del olvido, solo así nos encontramos cuando estamos perdidos y el propio Marías hubiera estado de acuerdo con ello, pues él también honraba a los grandes, a Shakespeare, a Joyce, a Faulkner, a Conrad, a Flaubert.
Cuando leí Corazón tan blanco tardé en escribir la reseña. Pensaba en cómo alguien tan pequeño podría hablar de algo tan grande. No obstante, heme aquí de nuevo con el mismo dilema y quizá con un nivel mayor de dificultad, puesto que Mañana en la batalla piensa en mí es una obra tan magnífica y brillante como la otra. Cualquier expectativa, por muy alta que sea, queda reducida y superada. Marías fluye con su prosa limpia, erudita y elegante y escarba con sus historias dilemas éticos, disyuntivas existenciales y reflexiones tan profundas como abismos. Se aleja de las fórmulas efectistas y convencionales para entregarnos una narración por capas que hace eco en un vacío que él mismo nos ha creado en el reflejo de la vida misma. Esta obra es una novela muy elogiada y reconocida por la crítica tanto en lengua española como en todas las traducciones que ha tenido, ha ganado varios premios, entre ellos el Premio Rómulo Gallegos, el Premio Fastenrath, el Prix Femina Étranger y el Premio Letterario Internazionale Mondello-Città di Palermo.
Mañana en la batalla piensa en mí tiene un título que dice muy poco o casi nada de su contenido, de su relato. Es un título engañoso, que no podría ser de otra manera, que no podría ser mejor, pues es una novela sobre el engaño, aunque antes de profundizar, he aquí la sinopsis:
«Víctor Francés es un guionista de televisión y “negro” o “escritor fantasma”, encargado de redactar los discursos de la gente importante e ignorante. Recientemente divorciado, es invitado a cenar a su casa por Marta Téllez, mujer casada cuyo marido está de viaje y madre de un niño de dos años. Tras la cena galante, el hombre y la mujer pasan al dormitorio donde, aún medio vestidos, ella empieza a sentirse mal hasta que agoniza y muere en una escena sobrecogedora. Esa infidelidad no consumada se convierte así en una especie de “despertar”, con problemas bien reales e inmediatos: qué hacer con el cadáver, avisar o no avisar, qué hacer respecto al marido, qué hacer con el niño dormido, qué diferencia hay entre la vida y la muerte.»
Mañana en la batalla piensa en mí es un título engañoso, pero también es shakesperiano y allí no cabe engaño alguno. Es tomado de Ricardo III, específicamente en la escena III del acto V, cuando el protagonista de la obra está siendo atormentado por sus demonios, por sus fantasmas. La línea es dicha por el espíritu de la difunta reina Ana, que es más una maldición que lamentos, una sentencia que Javier Marías traduce de la siguiente manera:
«Mañana en la batalla piensa en mí y caiga tu espada sin filo. Mañana en la batalla piensa en mí, cuando fui mortal, y caiga herrumbrosa tu lanza. Pese yo mañana sobre tu alma, sea yo plomo en el interior de tu pecho y acaben tus días en sangrienta batalla. Mañana en la batalla piensa mí, desespera y muere.»
Víctor Francés no es un rey y tampoco proviene de noble cuna, pero el recuerdo de Marta Tellez le causa tanta impresión como si viera el fantasma de Lady Ana pregonando su infortunio. La culpa de lo que no hubo, la culpa de lo que no fue, la culpa de lo que no hizo, es el peso que suma a su cruz, el leitmotiv de su narración. Es solo a partir de la muerte de Marta Tellez en sus brazos que el protagonista toma consciencia de esa realidad que siempre había estado ignorando y en búsqueda de una respuesta que no puede expiarlo ni aliviarlo, va contemplando y comprendiendo la fragilidad e inconstancia de la vida y la inefabilidad de la muerte, al mismo tiempo que encuentra una cadena de engaños que eslabón por eslabón solo sirve para darse cuenta de lo poco que sabemos de las personas y de lo mucho que ignoramos de todo.
La narración de Víctor Francés acompaña al lector en la historia, aunque sabemos que esto es únicamente aplicable a los acontecimientos, a las acciones, a los diálogos, porque al quedarnos en los pensamientos, en las digresiones, en las reflexiones, es la voz de Javier Marías la que nos sacude, la que nos mueve, la que nos hace sentir que estamos leyendo una novela con sabor a ensayo filosófico, capaz de evocar temores y ansiedades, sean por recuerdos o la propia consciencia de una realidad también ignorada o rehuida. La historia en un inicio parece ser una trivialidad, una ligereza tan común y tantas veces vista, leída o escuchada de la que quizá no queramos enterarnos, pero que al paso de los acontecimientos abandona toda banalidad hasta volverse lúgubre. Ya no es la historia cortada por un común denominador, el engaño, sino un común denominador analizado a través de una historia que pergeña cada detalle. Resuma tragedia, transpone dolor, es tan oscura que las escenas más emblemáticas, los hitos, siempre transcurren de noche.
Ninguna persona o elemento es azaroso. Todo se subyuga al tema núcleo como en un eje transversal. Por ejemplo, dejando por un lado el evidente adulterio como el pico del engaño, está la profesión de Víctor Francés. Es un escritor fantasma, aunque en realidad se describe como el negro del negro, es decir, un escritor fantasma de otro fantasma. ¿Y qué hace un escritor fantasma? Pues escribe un discurso, un artículo, un libro, lo que fuera por encargo y a solicitud de alguien menos diestro y talentoso con las letras, que le paga y hace creer a las personas, a sus seguidores, a sus allegados, a cualquiera que lo lea, que lo ha escrito él. Esto ocurre con frecuencia con las celebridades. Cuando vemos un libro de un actor, de un músico, de un político, lo más probable es que un escritor fantasma se haya hecho cargo. Pero Víctor Francés baja un peldaño, puesto que su contratante es un escritor fantasma. El engaño, como lo esboza Marías, no es blanco y negro, no es una suma cero. No siempre es un acto de mentir y ocultar para dañar o beneficiarse, también puede ser un acto de misericordia, de bondad, de ingenuidad, de miedo. Hay muchos matices, más de los que podemos notar, que el mejor juicio que se puede hacer es que todos vivimos engañados de algo, en forma total o parcial, voluntaria o involuntaria, engañamos o nos engañan, nos ocultan u ocultamos, nos mienten o mentimos, ni siquiera la verdad es absoluta cuando se trata de las relaciones humanas y una palabra, un gesto, hasta el más insignificante, puede ser entendido o desentendido según la circunstancia, según la vivencia, según la disposición de ánimo.
Así como hay un eje transversal, también hay uno vertical, la muerte. Ya desde Corazón tan blanco Javier Marías pergeñaba con la culpa, con la memoria, con los secretos y en Mañana en la batalla piensa en mí no es que repita una fórmula, sino que expande esa comprensión que termina por atormentarnos al igual que lo hace ese sonsonete de lady Ana que le da título a la obra. La vida no solo está compuesta por lo que se hizo, sino también por lo que no se hizo y lo que se pudo haber hecho, es decir, las posibilidades e imposibilidades transcurren en igual grado de importancia e irrealidad.
Mañana en la batalla piensa en mí es una novela muy recomendable, una novela como pocas, una novela que destila lo mejor de la narración de Javier Marías, con esa sensibilidad estética, modales decimonónicos y trascendencia literaria. Y que mejor cierre que la relectura de las líneas que contienen los aforismos más destacables de la obra:
«Hasta el tiempo que se resiste a pasar acaba pasando.»
«Cada momento queda disuelto más pronto o más tarde, con su grado de irrealidad siempre en aumento, viajando todo hacia su difuminación a medida que pasan los días.»
«Lo más intolerable es que se convierta en pasado quien uno recuerda como futuro.»
«Nada se cuenta dos veces de la misma forma ni con las mismas palabras, ni siquiera si el que cuenta dos veces es la misma persona.»
«Todo viaja hacia su difuminación lentamente nada más ocurrir y hasta mientras acontece, y hasta mientras se lo espera y aún no sucede, y se recuerda como pasado lo que aún es futuro y tal vez acabe por no cumplirse, se recuerda lo que no ha sido.»
«Tantas cosas suceden sin que nadie se entere ni las recuerde, o todo se olvida y prescribe. Y cuán poco va quedando de cada individuo en el tiempo inútil como la nieve resbaladiza, de qué poco hay constancia, y de ese poco tanto se calla, y de lo que no se calla se recuerda después tan sólo una mínima parte, y durante poco tiempo: mientras viajamos hacia nuestra difuminación lentamente para transitar tan sólo por la espalda o revés de ese tiempo, donde uno no puede seguir pensando ni se puede seguir despidiendo.»
«Vivir en el engaño es fácil, y aún más, es nuestra condición natural, y por eso no debería dolernos tanto.»
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