«Y estaba claro que en todo un mes no habría dónde entrar en calor, ni el menor abrigo. Y, aún menos, pensar en hacer fuego, ¿qué iban a quemar? La única tabla de salvación: bregar a consciencia.»
Alexandr Solzhenitsyn fue un escritor esencial en la literatura rusa del siglo XX, destacando por su incisiva crítica al sistema soviético. Su obra, marcada por la experiencia en los campos de trabajo forzado, exhibe una prosa austera que revelaba una verdad implacable hasta ese entonces desconocida para muchos occidentales y que por mucho tiempo permaneció censurada en la Unión Soviética y muchos otros países satélites del pacto de Varsovia. Sus escritos, desprovistos de ornamentos innecesarios, exploraron la brutalidad del régimen comunista con una precisión quirúrgica. Su valentía para exponer las fallas del sistema, expresada en obras como Un día en la vida de Iván Denísovich y Archipiélago Gulag, lo consagra como un testimonio literario de la lucha por la dignidad humana. En 1970 ganó el Premio Nobel de Literatura; sin embargo, Solzhenitsyn no aceptó personalmente el premio. En aquel momento, estaba en desacuerdo con la Academia Sueca y con la idea de aceptar un premio occidental, probablemente presionado por las propias autoridades del partido comunista, aún vivía en Moscú. De cualquier manera, cuatro años más tarde ya no era grato en su país y tuvo que exiliarse.
Solzhenitsyn publicó en 1962 Un día en la vida de Iván Denísovich con el título SCH-854 y dentro de una revista literaria rusa, Novy Mir. La obra fue sometida a una cuidadosa revisión y edición para asegurar que cumpliera con las restricciones impuestas por las autoridades soviéticas en ese momento. Aunque el relato de Aleksandr Solzhenitsyn ofrecía una visión crítica de la vida en los campos de trabajo forzado soviéticos, la versión publicada en Novy Mir fue aceptada para su publicación después de realizar algunas modificaciones para suavizar o eliminar elementos considerados sensibles o inapropiados por el régimen. He aquí la sinopsis:
«El protagonista, Iván Denísovich Shújov, lleva encerrado ocho años –de una condena de diez– en un campo de trabajo situado en algún lugar de la estepa siberiana. Aunque en teoría se halla allí por "traición a la patria", la realidad es mucho más amarga: durante la guerra contra Alemania, Denísovich fue capturado por los nazis, pero logró escapar y reintegrarse en las filas soviéticas. Se le acusó entonces de haber huido del ejercito soviético con la intención de traicionar, y de regresar para ejercer de espía para los alemanes. A fin de evitar la condena a muerte, Denísovich reconoció los hechos de los que se le acusaba y fue mandado al Gulag.»
A pesar de la censura inicial, la publicación de la obra marcó un hito al permitir que se abordaran temas críticos dentro del contexto literario soviético. Solzhenitsyn evitó directamente criticar a Stalin o a las autoridades soviéticas de manera explícita. Solzhenitsyn fue enviado a Siberia, a los campos de trabajo forzado, también conocidos como Gulag, debido a su crítica abierta al régimen soviético y su participación en actividades consideradas subversivas por las autoridades de la Unión Soviética. Solzhenitsyn sirvió como oficial en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, pero en 1945, fue arrestado por escribir cartas en las que criticaba a Stalin y cuestionaba la conducción del conflicto. Solzhenitsyn pasó ocho años en diversos campos de trabajo, y esa experiencia se convirtió en la base de Un día en la vida de Iván Denísovich. La obra, escrita en un tono más bien descriptivo y enfocada en la experiencia personal del autor, se centró en mostrar las difíciles condiciones de vida y el sistema opresivo en un gulag sin apuntar específicamente a figuras de autoridad.
Un día en la vida de Iván Denísovich es precisamente un día en la vida de su protagonista, desde el despuntar del alba, hasta la misma noche. El estilo de Solzhenitsyn en retratar este día reviste un realismo detallado. Desde las condiciones materiales hasta las interacciones humanas. Cada detalle contribuye a la autenticidad y cruda representación de la realidad. El relato es frío, y no podría ser de otro modo. Un hombre que lleva ocho años en trabajos forzados debía tener una actitud de hierro, un estoicismo calado hasta los huesos. El protagonista, no expone sus emociones ni para sí mismo; no obstante, esto no impide que empaticemos con él, puesto que, pese a que la narración es en tercera persona, hay un ligero flujo de consciencia que nos hacen ver a través de los ojos del protagonista, aunque sea por algunos momentos.
Como lo mencioné anteriormente, Solzhenitsyn utiliza un vocabulario sencillo, lo que hace al relato bastante accesible para cualquiera, al mismo tiempo que acentúa la crudeza, porque no hay nada más agudo que nombrar las cosas por su propio nombre, sin adjetivos ni metáforas. Lo florido y elegante no cabe en el gulag. Y dada esta característica, una estructura lineal fortalece el relato, puesto que vamos acción por acción, hora a hora, siguiendo al protagonista hasta culminar el día.
Solzhenitsyn en esta obra se abstiene de emitir juicios morales directos sobre los eventos y personajes. La obra se presenta de manera objetiva primando las descripciones y permitiendo que los lectores saquen sus propias conclusiones sobre la injusticia y la opresión retratada. En cualquier caso, desde mi criterio, Solzhenitsyn subraya la resiliencia humana, la capacidad para sobrellevar las cargas más pesadas en los lugares más sombríos, tanto sin perder la esperanza, como colapsar ante la ausencia de esta. Iván Denísovich celebra cada pequeña victoria, como lograr que no lo castiguen, tener un poco más de comida o no tener demasiada fiebre. Da por bueno que al caer la noche siga vivo, con la capacidad de ponerse de pie y con una fuerte probabilidad de abrir los ojos el siguiente día y asumir lo que ese día le traiga. Iván Denísovich no doblega su espíritu, sabe quien es y por qué está donde está y no se arrepiente, su lucha contra la adversidad es una resistencia por mantener su identidad, por elegir lo único que tiene, su actitud ante cada situación, lo cual me hizo recordar mucho al libro de Victor Frank, El hombre en busca del sentido. Salvando la distancia que un gulag no es un campo de concentración nazi, resulta ser que el trayecto no son más que un par de pasos. Tanto Frankl como Solzhenitsyn enfatizan la capacidad del ser humano para mantener su dignidad incluso cuando enfrenta circunstancias inhumanas. Los personajes de ambas historias, que en uno es un testimonio, y en otro es una autoficción, luchan por preservar su humanidad y valores a pesar de la brutalidad que los rodea.
Tolstói escribió que «una obra literaria podía ocuparse tanto de siglos de historia europea como de un solo día en la vida de un hombre», y francamente grandes obras de la literatura universal tratan de un día en la vida de una persona como La señora Dalloway de Virginia Woolf o Ulises de James Joyce. Y francamente pienso que Un día en la vida de Iván Denísovich está en ese grupo selecto y, por lo tanto, muy recomendable.
«¿Quién es el principal enemigo del preso? Pues otro preso.»
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