«Según una reciente estimación del hospital pediátrico de Philadelphia Research Institute, actualmente hay 393 millones de armas de fuego en poder de residentes en Estados Unidos: más de una para cada hombre, mujer y niño de todo el país. Cada año, unos cuarenta mil norteamericanos mueren por heridas de arma de fuego, lo que equivale al número de muertes causadas por accidente de tráfico en las carreteras y autovías de Estados Unidos. De esas cuarenta mil muertes producidas por arma de fuego, más de la mitad son suicidios, lo que a su vez equivale a la mitad de todos los suicidios por año. Si a eso se añaden los asesinatos efectuados con pistolas y las muertes accidentales causadas por armas de fuego, el promedio indica que diariamente hay más de cien norteamericanos muertos a balazos. A ese mismo promedio diario hay que agregar más de doscientos heridos, lo que supone ochenta mil al año.»
Paul Auster es un destacado novelista, cineasta y poeta estadounidense. Su obra se caracteriza por una mezcla única de misterio, existencialismo y referencias literarias. Su obra más notable es la llamada La trilogía de Nueva York, compuesta por tres novelas publicadas entre 1985 y 1986, que posteriormente se han publicado en un solo volumen; aunque también no puedo dejar de mencionar a La invención de la soledad, publicada en 1982, una obra hendida que en su primera parte es una semblanza de su padre. Es innegable que Auster ha contribuido de manera significativa a la literatura estadounidense contemporánea, explorando temas de la identidad, el azar y la búsqueda de significado en un mundo impredecible. Su técnica literaria se distingue por narrativas complejas y estructuras laberínticas, donde la intertextualidad y las conexiones inesperadas entre personajes son recurrentes. En 2006 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, uno de los reconocimientos más importantes en la literatura, compartiendo espacio con escritores como Amos Oz, Margaret Atwood, Haruki Murakami, entre otros que para muchos siempre han sido favoritos para el Nobel de Literatura.
Además de su destacada carrera como novelista, Paul Auster ha incursionado en el ámbito de los ensayos y la no ficción, donde su elocuencia narrativa es capaz de enganchar al lector de la misma manera que lo hace con sus novelas. Las reflexiones de Auster abarcan una amplia gama de temas, desde la literatura y el cine hasta las experiencias personales y la reflexión filosófica. En obras como El cuaderno rojo, publicada en 1983, y Diario de invierno, de 2012, Auster desdibuja las fronteras entre la realidad y la ficción, explorando la naturaleza de la creación artística, la estética y la búsqueda de significado en la existencia y las contradicciones de la sociedad. Sus ensayos, perspicaces y bien elaborados, revelan la mente inquisitiva de un autor que no solo narra historias cautivadoras, sino que también se sumerge en la exploración profunda del tema que desea destacara, sin apartar la mirada y enfatizando al lector que todo lo que escribe es bajo su perspectiva, su experiencia y su consciencia. Un país bañado en sangre, publicado en 2023, es un ensayo que, desde la elección de su portada, no dejará a nadie impávido. He aquí la sinopsis:
«Ningún tema divide más profundamente a los estadounidenses que el debate sobre las armas. Actualmente, hay más armas que personas en Estados Unidos, y cada día más de cien estadounidenses mueren a causa de ellas y otros doscientos resultan heridos. Estos números son tan catastróficos y desproporcionados con respecto a lo que sucede en otros países del mundo, que solo cabe preguntarse: ¿Por qué Estados Unidos es tan diferente y por qué somos el país más violento del mundo occidental?, escribe Auster.»
Como es característico en Auster, previo a adentrarse en el tema, comparte aspectos íntimos de su vida y la de su familia. Esto proporciona un contexto que revela su profundo conocimiento y la razón detrás de su discurso. En esta ocasión, inicia con la anécdota evasiva en torno a la muerte de su abuelo. La fatalidad fue violenta, implicando disparos, y las circunstancias incluían un asalto, un robo, una baja en la Gran Guerra, un accidente o una bala perdida. En su vida adulta, al descubrir la verdad, comprendió el motivo del secreto celosamente guardado: su abuela había perpetrado el acto con frialdad, frente a sus propios hijos, quienes, aún niños y destinados a ser los futuros tíos y padre de Auster, presenciaron la escena. La familia de Auster jamás se recuperó de ese incidente que, a pesar de haber sido relegado al silencio, dejó heridas imborrables en la psique de aquellos niños, quienes, además de lidiar con el trauma de la separación de sus padres (que ya no vivían juntos cuando sucedió el homicidio), también debieron enfrentar la carga de la sangre derramada por su propia madre.
Toda una generación de niños estadounidenses creció jugando con armas de juguete; todos eran vaqueros del salvaje oeste que simulaban duelos, asaltaban diligencias, defendían a viudas o guerreaban con los indios. El western fue el género de moda en las décadas de los cincuenta y sesenta, época en la que Auster vivió su infancia. Sin embargo, responsabilizar al western de la violencia es una respuesta tan simplista como ridícula. Apenas constituye un pequeño matiz que contribuía a la normalización de las armas y, por extensión, de la violencia a través de su uso. El western ya ha pasado de moda, pero no significa que el cine o el entretenimiento sea menos violento. Las armas de juguete ya casi no se producen o venden, pero las reales sí y su demanda sigue.
A través de su prolífica carrera, Auster ha consolidado su lugar como un escritor versátil y provocativo, cuyas obras invitan a la reflexión sobre la condición humana en la complejidad del siglo XXI. En Un país bañado en sangre abre nuevamente el polémico debate de las armas y cómo una mezcla entre política partidaria que raya en el populismo clientelar del mundo subdesarrollado, capitalismo agresivo sin ética alguna y posverdades que manipulan la información al antojo de intereses particulares, hacen que la sociedad estadounidense lejos de salir del túnel, se adentre más en él. El ensayo de Auster destaca no por lo extenso, sino por su brevedad, en la que cada afirmación no necesita un argumento prolijo porque las pruebas no se pueden ocultar y lamentablemente, se sufren día a día.
El libro está complementado con una selección de fotografías de Spencer Ostrander. Son imágenes en blanco y negro de sitios marcados por masacres, donde muchas personas perdieron la vida y resultaron heridas. Estas fotografías no buscan provocar escándalo ni despertar morbo. No hay rastro de amarillismo ni sensacionalismo, solo un profundo silencio. Las capturas fueron realizadas en fechas posteriores, quizás meses o años después, en los lugares donde ocurrieron las peores masacres en Estados Unidos: escuelas, discotecas, supermercados, iglesias, almacenes, parques, entre otros. Las fotografías no contienen ninguna presencia humana ni sugerencia de violencia; simplemente, no hay nadie, una ausencia completa. Y si el sonido de un disparo, que apenas dura un segundo, genera terror, el silencio que sigue parece extenderse eternamente, creando la desolación.
En el vasto lienzo de la sociedad estadounidense, el debate sobre el control de armas se teje con hilos de complejidad y resistencia. La Segunda Enmienda, con su interpretación diversa, actúa como un ancla constitucional, protegiendo el derecho a portar armas para cualquiera, sin importar su condición o vulnerabilidad mental. Sin embargo, la poderosa influencia de grupos de presión como la Asociación Nacional del Rifle –NRA–, nunca tan fuerte y con tanto poder político, agrega capas de obstáculos a la implementación de medidas más estrictas. Otro factor es la cultura arraigada de la autodefensa, la cual se convierte en sí mismo en otra arma para una resistencia a restricciones sin importar si son insignificantes. A pesar de tragedias y masacres, no hay menos armas ni menos balas, de hecho, nunca se han producido más. Las víctimas no solo son las que perecen, entre quienes sobreviven y las familias de las víctimas hay una cicatriz que nunca deja de sangrar.
No he encontrado un libro de Auster que no pueda recomendar, y por supuesto, este no es la excepción.
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