martes, 30 de enero de 2024

UN OCÉANO PARA LLEGAR A TI de Sandra Barneda

«Metida en aquel vagón de tren. Gabriele era incapaz de imaginar la posibilidad de que el reloj de su madre hubiera decidido dejar de funcionar. Estaba segura de que solo sería cuestión de volver a darle cuerda, de corregir o cambiar alguna pieza, para que todo volviera a ser igual. Cuando temes que el tiempo se agote, te das cuenta del que has perdido, sobre todo con aquellos a los que amas y que ingenuamente crees que serán eternos.»

Sandra Barneda es una destacada periodista, escritora y presentadora española. Inició su carrera en el mundo de la comunicación como locutora de radio, pero rápidamente destacó en la televisión, participando en programas como Gran Hermano y Mujeres y hombres y viceversa. Es mucho más probable reconocer a Sandra Barneda por su exposición mediática que por su trabajo como novelista, pero su incursión por la escritura ha sido bien recibida, llegando a ser finalista del Premio Planeta en 2020 con su novela Un océano para llegar a ti. Su estilo y carisma la han convertido en una figura feminista influyente, abogando por la igualdad, equidad y libertad.

El Premio Planeta de 2020 fue conquistado por Aquitania de Eva García Sáenz de Urturi, una novela histórica que nos transporta a la plena Edad Media, sumergiéndonos en los primeros años de la duquesa Eleanor de Aquitania. En no pocas ocasiones, la obra finalista del Premio resulta ser, a mi parecer, aún más interesante que la ganadora, como sucedió en 2021 con Últimos días en Berlín de Paloma Sánchez-Garnica, superior a La bestia de Carmen Mola, o en 2019, donde Alegría de Manuel Vilas, aunque manteniendo la gravedad de Ordesa, rivalizaba con fuerza con Terra Alta de Javier Cercas. No obstante, la elección del jurado, encargado de otorgar el galardón de la literatura con la dotación económica actualmente más grande, nunca es sencilla. Entre Un océano para llegar a ti y Aquitania, personalmente, me cuesta decidirme, pero finalmente apuesto por la obra de Barneda. Pero antes de profundizar, he aquí la sinopsis:

«Tras la muerte de su madre, Gabriele vuelve al pueblo de los veranos de su infancia. Allí le espera su padre, con el que no habla desde hace años.  Juntos se disponen a cumplir el último deseo de Greta: que las tres personas más importantes de su vida—su marido, su única hija y su cuñada—esparzan sus cenizas en un lugar donde fueron felices. Los secretos que Greta desvela en las cartas que deja a su familia terminarán con el silencio entre padre e hija y, como en un dominó, alterarán la vida de todos y propiciarán un encuentro inesperado que hará que Gabriele descubra que en la vulnerabilidad se halla la magia de la vida.»

De Sandra Barneda, recientemente he tenido el placer de sumergirme en La tierra de las mujeres, y debo confesar que hallé algunas similitudes resonantes con su obra posterior, Un océano para llegar a ti: ambas tienen como eje central a mujeres fuertes y complejas, protagonizando un viaje que transmuta el ajetreo urbano por la tranquilidad rústica del campo. El telón se descorre sobre secretos familiares, revelando las causas de la distancia y frialdad en las relaciones, mientras un arco narrativo impulsa a cada personaje a un crecimiento y desarrollo que los hace mejores. Sin ostentación, Barneda teje lecciones perceptibles para el lector en la trama de sus historias. Aunque mi experiencia con sus obras se limita a estas dos, debo reconocer que ambas me sorprendieron gratamente. La tierra de las mujeres quizá logró impactarme un tanto más, posiblemente debido a mis expectativas más moderadas, permitiéndome abordarla con la guardia baja. Contrariamente, con Un océano para llegar a ti, saber que es finalista de un prestigioso premio, junto con los elogios de la crítica, elevó la vara considerablemente. Afortunadamente, la novela cumplió, quizá no superó en demasía las expectativas, pero funcionó y fue muy grata.

El núcleo emocional de la novela radica en el proceso de duelo que atraviesa la protagonista, Gabriele, tras la muerte de su madre. La trama se enreda en los silencios, donde la frialdad y distanciamiento con su padre, Félix, arrojan una sombra sobre la vida de Gabriele, una mujer en la encrucijada de sus cuarenta años, lidiando con la frustración de la carencia de objetivos de vida, la soltería y el desempleo, atrapada en un autoconcepto de fracaso. Su vulnerabilidad y baja autoestima se enmascaran tras capas de ira y hermetismo. Félix, por otro lado, es un contrapunto, un hombre taciturno y melancólico, cuya dificultad para expresar emociones lo convierte en un enigma indescifrable. Su nombre, Félix, irónicamente contrasta con la tristeza que lo consume. La madre, Ángela, fallecida por un agónico cáncer y apodada Greta toda la vida por su parecido a Greta Garbo, funge como un vínculo invisible que mantiene unida a la familia. Las cartas que deja tras de sí desatan una trama de secretos y misterios que actúan como anclas pesadas en la vida de sus seres queridos. Un océano para llegar a ti se presenta como una metáfora de la distancia que separa a Gabriele y su padre, un viaje emocional necesario para reencontrarse. También, simboliza la exploración profunda de los secretos maternos, una odisea que solo tras la muerte de Ángela se revela por completo. En ambas interpretaciones, el hilo conductor es el amor, y la narrativa resulta conmovedora en su exploración de estos lazos familiares.

El retrato de Gabriele en la novela puede resultar inicialmente asfixiante para el lector, castrante como se dice ahora. Empatizar con ella se torna un desafío, a menos que se posea el contexto mencionado anteriormente. Solo entonces se desentraña que la Gabrielle que se esconde entre las líneas es apenas un tenue reflejo, una sombra que deambula siguiendo las pistas de las cartas que como el último deseo fueron escritas por su madre. La fase del duelo que atraviesa se manifiesta en la ira, una tormenta emocional que la sumerge en la autonegación y el resentimiento. Se culpa a sí misma por no haber pasado más tiempo con su madre, por no haber mostrado un cuidado más profundo, por las palabras no dichas y las pronunciadas, por todo aquello que pudo haber hecho mejor. Asimismo, destila resentimiento hacia su padre, reprochándole el silencio sobre la enfermedad de su madre, lamentando un pasado que podría haber sido más prometedor y lamentando la vida que su madre merecía pero que, según Gabriele, no fue capaz de proporcionarle. Este crisol de emociones añade capas complejas a la construcción del personaje, haciendo que su viaje emocional sea un entramado de autodescubrimiento y reconciliación.

Además de explorar las complejidades del duelo, el amor y la vulnerabilidad, la novela aborda con sensibilidad y naturalidad temas tan fundamentales como la aceptación y la identidad. La orientación sexual de Sandra Barneda, aunque no es un secreto y mucho menos un elemento que inspira algo de la trama, se refleja de manera sutil en el personaje de Sole, la hermana de Félix y tía de la protagonista. Sole, propietaria de un pequeño restaurante en el pueblo, mantiene una relación sentimental con Ada, su cocinera desde hace muchos años. Aunque su homosexualidad es conocida en la comunidad, Sole se debate internamente ante la idea de dar un paso más allá y casarse, temiendo el juicio de los demás, especialmente el de su hermano Félix, a quien no quiere defraudar. Estas subtramas, que incluyen también al amigo homosexual de Gabriele, aportan capas adicionales a la narrativa principal, enriqueciendo la historia con personajes auténticos y complejos cuyos miedos y desafíos se entrelazan de manera natural con la trama central. 

La novela transmite un mensaje contundente sobre el peso del pasado y la inevitable consecuencia de enterrarlo: el riesgo de cometer errores. La metáfora que emplea, sugiriendo que enterrar el pasado no es más que un intento fútil de contenerlo, es particularmente elocuente. La protagonista, al igual que cualquiera que intente olvidar, se ve atrapada en un círculo vicioso, donde la voluntad de ignorar un suceso solo distorsiona la percepción de la realidad. Es como si al intentar dejar de ver, nuestra visión se nublara; al querer olvidar, solo recordáramos de manera imprecisa, y al intentar deshacernos del pasado, nos encontráramos atados a él en el presente. La imagen de aventar tierra sobre nosotros mismos al enterrar un suceso es potente, destacando cómo este intento de ocultar la realidad solo nos conduce a la autolimitación y la ceguera autoimpuesta.

La narración de Sandra Barneda cautiva con su sutileza y profundidad emocional, envolviendo al lector en la complejidad de situaciones marcadas por el dolor. La autora aborda con destreza una trama que podría parecer trillada, como el recurrente motivo de las notas dejadas por un ser querido fallecido, cuya resolución revelará un secreto oculto. Sin embargo, es la maestría con la que Barneda maneja esta premisa lo que eleva la historia, permitiendo que el lector se sumerja en la trama sin percatarse de las posibles incongruencias que podrían presentarse en situaciones aparentemente triviales. La atención a los matices emocionales y la habilidad para tejer los elementos narrativos hacen que la novela no solo sea una historia de resolución de misterios, sino una exploración profunda de las relaciones y los vínculos humanos.

Esta es una novela muy recomendable, y que a lo largo de sus páginas y líneas deja más que una entretención al lector. Hay lecciones escondidas entre las líneas, líneas que vale la pena rescatar y releer:

«Los años te regalan la distancia para comprender que gastamos muchas palabras y solo vivimos unas pocas. Pero a veces, en lugar de eso, nos resistimos a poner en palabras la evidencia. Ella misma, con todo lo que sucedía, sentía el revuelo en su interior. Lo que durante años le había parecido bien, ahora comenzaba a atragantársele. Sus silencios, su conformidad, su cobardía. Las verdades silenciadas por su cuñada y su hermano habían modificado su vida.»

«Solo hay algo más fuerte que la voluntad: el amor.»

«Ante el acecho de la muerte, todos negamos su presencia, aunque sintamos en nuestra piel erizada que ha aparecido y que no está dispuesta a irse sin llevarse a alguien.»

«Ante la incapacidad de soportar lo sucedido, buscamos en la culpa un mal consuelo, como si el destino estuviera en nuestras manos y pudiéramos evitar la ola que va directa hacia nosotros.»

«La cobardía no se quita con cultura, sino con arrojo.»

«La impulsividad no es buena consejera ni conciliadora, porque suele terminar en desastre.»

«Los muertos no abandonan jamás a los vivos, hermano. Somos los vivos los que les damos la espalda.»

«La desesperación provoca una metralla de incoherencias que recorren la mente de cualquiera y viajan a lo más profundo de los infiernos.»

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