«La amistad puede resultar un estado sublime durante la niñez, convertida en vínculo inquebrantable que nada ni nadie podrían llegar a romper, ni ensuciar, ni pisotear, una unión eterna y casi perfecta de los miembros que componen dicha confraternidad. En la inocencia infantil no cabe el hecho de la traición y, en el caso de que llegara a suceder, la vileza nunca alcanza la amenaza o la convulsión que se produce cuando se es adulto, porque la deslealtad de un niño no puede ser nunca, por su propia naturaleza, hiriente y conflictiva, sino un despiste, una confusión, un juego mal comprendido o mal aprendido o mal jugado, pero no acostumbra a existir una malicia consciente de perjudicar o dañar al amigo.»
Paloma Sánchez-Garnica es una escritora española conocida por su enfoque en narraciones que abordan eventos clave de la historia reciente de España y Alemania. Nacida en Madrid, ejerció la abogacía por muchos años al mismo tiempo que se licenciaba en geografía e historia. Su obra se destaca por la meticulosidad con la que fusiona datos históricos mientras explora las relaciones y emociones humanas a través de personajes que ejemplifican la resiliencia. En 2016 obtuvo el Premio Fernando Lara por su novela Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido y, en 2021, fue finalista por Últimos días en Berlín.
La sonata del silencio es una novela publicada en 2014 ambientada en los primeros años de la posguerra española, en la mitad de la década de los cuarenta, y teniendo como escenario a un Madrid conservador marcado por el machismo y las apariencias, que son los temas centrales de la novela. No obstante, antes de continuar, he aquí la sinopsis:
«Marta Ribas tenía un futuro prometedor cuando conoció a Antonio, pero una lealtad mal entendida trastocará sus vidas. Cuando Antonio cae enfermo, Marta se ve obligada a ponerse a trabajar, exponiéndose a las murmuraciones del vecindario y a la indignación del esposo, humillado en su hombría. Pero a Marta se le presenta una inesperada oportunidad que le permitirá salvar su propia supervivencia y la de su hija, y encontrar, por fin, su lugar en el mundo.»
La Sonata del Silencio es una novela ambientada en la posguerra, escrita setenta años después del período que pretende retratar, que se suma a la vasta cantidad de obras literarias que exploran esta época. Almudena Grandes, por ejemplo, dedicó una parte significativa de su vida a su magnum opus, una serie de novelas autoconclusivas titulada Episodios de una Guerra Interminable. María Dueñas, Javier Cercas, Ana María Matute, Carmen Laforet, Mario Delibes y prácticamente todos los novelistas españoles han abordado directa o indirectamente la guerra civil, la posguerra y la España de Franco en sus obras. Aunque podría pensarse que este tema ha sido exhaustivamente explorado, libros como La Sonata del Silencio demuestran lo contrario al revelar aspectos no contados de la realidad de las mujeres en los primeros años de la posguerra, aportando una perspectiva quizá no fresca, pero sí valiosa.
Esta novela de Paloma Sánchez-Garnica es la más extensa de todas sus obras, con casi 900 páginas que garantizan muchas horas de lectura. Sin embargo, la cantidad de páginas no necesariamente la convierte en una obra destacada, ni siquiera en una de las mejores propuestas de la autora. De hecho, Las Tres Heridas, publicada dos años antes, exhibe una mayor profundidad y un uso más efectivo de recursos narrativos, situándose claramente por encima. ¿Y qué decir de La Sospecha de Sofía, una historia conmovedora, extraordinaria y brillante, su magnum opus, o de Últimos Días en Berlín, que personalmente considero merecedora del Premio Planeta en lugar de ser finalista? En resumen, La Sonata del Silencio no es una novela deficiente, presenta algunos detalles notables, pero el problema radica en que, si se han leído obras anteriores de la autora como las mencionadas, la expectativa queda extraordinariamente alta.
La narrativa de la novela sigue una estructura lineal en tercera persona, centrada principalmente en Marta Ribas y su hija Elena, compartiendo el protagonismo. A pesar de su extensión, la obra se desarrolla en un período relativamente corto, aproximadamente un año o poco más, ya que todas las acciones y situaciones se acumulan, convergen y coexisten. En parte, por esta razón, la novela se ajusta perfectamente al género de melodrama con giros argumentales, traiciones y secretos, aunque las protagonistas permanecen como almas puras, bondadosas y caritativas, dispuestas a sacrificarlo todo. Aunque la autora intenta resaltar el machismo soportado estoicamente por las mujeres de esa época, la abundancia de detalles subjetivos y situaciones dramáticas roza a una telenovela típica.
El relato presenta una proliferación de personajes, lo cual no necesariamente es malo, sino lo esperado en una obra de esta magnitud; sin embargo, sus historias tienden a entrelazarse de manera tenue con la trama central, llevando consigo un peso desigual en el desarrollo general. Aunque algunos personajes experimentan un arco redentor que añade profundidad a la narrativa, otros parecen carecer de esta evolución y sus contextos quedan difuminados, al borde de convertirse en figuras estereotipadas. Tomemos el ejemplo del violinista, cuya historia de origen se desvanece ante su papel superficial como interés romántico. Su rol se limita a mendigar, huir y esconderse, alejándolo de la autenticidad de un héroe, ni siquiera el violín sacrificó. Lo mismo se observa con el profesor de piano introducido más adelante en la trama. Además, los socios y perseguidores de Basilio, un personaje secundario, son unidimensionales y, literalmente, resultan poco creíbles debido a su conveniente aparición en la historia. Estos aspectos contribuyen a la sensación de que algunos personajes no alcanzan su potencial narrativo, dejando un terreno estéril al finalizar la novela.
Creo haber destacado algunos detalles que generan crispación en la novela, y profundizar más en los entresijos del melodrama podría resultar redundante. Es suficiente señalar que, si estás en busca de un melodrama o buscas un ejemplo de este género, esta novela sin duda cumple con creces. Cada elemento característico del melodrama se encuentra entretejido en La Sonata del Silencio. Esta observación me lleva a reflexionar sobre la posibilidad de que la autora haya optado intencionalmente por darle a su obra esta tonalidad específica. ¿Fue acaso su intención perfilarse hacia el melodrama para impactar al lector? ¿Buscaba deliberadamente contornos de historia más contrastantes para evitar ambigüedades en su mensaje? En este sentido, cabe cuestionar si la elección estilística de la autora fue una estrategia consciente para generar un impacto más contundente en sus lectores y clarificar la esencia de su mensaje. Explorar estas posibilidades podría ofrecer una comprensión más profunda de las decisiones narrativas de la autora.
La manera en que Marta y Elena son tratadas en la novela representa el epítome del machismo: coexisten la codependencia, la violencia sexual, física y psicológica, la manipulación y el chantaje, la humillación y la cosificación. Rápidamente, como lector, surge una empatía profunda hacia ellas como víctimas, forzadas a renunciar a su humanidad en un entorno opresivo. Notablemente, la autora acierta al despojar a la narrativa de sus elementos religiosos y políticos, dejando al descubierto que todo gira alrededor del dominio y la opresión machista. Aunque esto no convierte la obra en un manifiesto feminista, destaca la humanidad de la mujer, resaltando sus talentos, inteligencia y emociones, todos anulados para permanecer a la sombra de sus esposos. Es crucial reconocer que, en el contexto histórico de la novela, las mujeres carecían de voz, voto y autonomía laboral, con matrimonios arreglados como transacciones. Explorar estos aspectos resalta no solo el machismo imperante en la España de posguerra, sino también el feminismo mal entendido en la actualidad, evidenciando la lucha continua por la igualdad y la autonomía femenina.
Otro tema fundamental en la novela es la exploración de las apariencias. Aunque la miseria, el hambre y el dolor, así como el desamor, el resentimiento y la crueldad, permeen el trasfondo de la narrativa, esa sociedad demandaba la representación de una familia unida y feliz. Es fascinante cómo, a pesar de las adversidades, la presión social imperante exige la preservación de apariencias a cualquier costo. Este aspecto se convierte en un elemento crucial que arroja luz sobre la complejidad de las relaciones familiares y cómo, incluso en medio de las circunstancias más difíciles, las expectativas sociales pueden eclipsar la realidad. Esta dinámica proporciona un espacio de reflexión sobre la tensión entre la autenticidad y la fachada externa, sugiriendo que, en la búsqueda de aceptación y conformidad, las familias a menudo se ven forzadas a esconder sus luchas internas detrás de una máscara de felicidad.
La Sonata del Silencio podría no figurar entre las obras más destacadas de Paloma Sánchez-Garnica y rozar el terreno del melodrama, pero es innegable que se revela como una novela entretenida y, al final, efectiva en su mensaje. A través de sus páginas, nos sumergimos en una sociedad que, aunque separada por poco más de medio siglo en el tiempo, sigue siendo sorprendentemente vigente no solo en España, sino también en muchos otros lugares del mundo. La figura de la mujer emancipada, capaz de forjar su propia existencia y perseguir sus deseos, sigue siendo la excepción más que la norma. La obra despliega una narrativa que, si bien puede resbalar en ciertos tropos melodramáticos, logra resonar con la realidad contemporánea, señalando que la lucha por la autonomía femenina es aún una batalla en curso, que no debe haber resignación ni capitulación en memoria de las que ya no tienen voz.
«Dicen que cuando el hambre entra por la puerta, el amor salta por la ventana.»
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