martes, 17 de diciembre de 2024

YOGA de Emmanuel Carrère

«La meditación es estar al corriente de que los demás existen. La meditación es zambullirte en tu interior y excavar túneles, construir barreras, abrir nuevas vías circulatorias y presionar para que algo nazca y desembocar en el gran cielo abierto. La meditación es encontrar en tu interior una zona secreta e irradiante en la que te sientes bien. La meditación es estar en tu lugar, sea donde sea. La meditación es ser consciente de todo todo el tiempo (esta definición es de Krishnamurti). La meditación es aceptar todo lo que se presenta. La meditación es no contarse más historias. La meditación es desistir, no esperar ya nada, no intentar una acción, sea la que sea. La meditación es vivir en el instante presente.»

Emmanuel Carrère es un escritor, guionista y director de cine francés, reconocido por su habilidad para difuminar las fronteras entre la ficción y la no ficción. Estudió en el Instituto de Estudios Políticos de París y comenzó su carrera como crítico de cine en revistas como Positif y Télérama. Entre sus obras más destacadas se encuentran El adversario, publicada en 2000, una crónica sobre el caso real de Jean-Claude Romand; Limónov de 2011, biografía novelada del controvertido escritor ruso Eduard Limónov; y El Reino de 2014, una exploración personal sobre los orígenes del cristianismo. Su estilo se caracteriza por una profunda introspección y una narrativa que combina elementos autobiográficos con investigaciones periodísticas. En 2021, fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras por su contribución a la literatura contemporánea.

Yoga, publicada en 2020, es una de esas lecturas singulares que aparecen de cuando en cuando, difíciles de encasillar y, al mismo tiempo, extrañamente accesibles. No es que Emmanuel Carrère escriba de manera caótica ni que la estructura de sus libros sea arbitraria; más bien, los temas que aborda se despliegan en múltiples direcciones, como lo harían los propios pensamientos, con una fluidez natural que nunca se siente forzada ni fuera de lugar. Si un autor menos hábil intentara lo mismo, el resultado podría ser una amalgama desordenada y abrumadora, una maraña difícil de seguir. Pero Carrère, consciente de las reglas narrativas, las desborda y las moldea, permitiendo que estas se ajusten a su necesidad expresiva y no al revés. El resultado es una obra que parece expandirse sobre sí misma sin perder el hilo que la mantiene unida, una especie de corriente que discurre libre, pero con propósito. Antes de seguir explorando sus méritos y particularidades, he aquí la sinopsis:

«Quede claro para posibles lectores despistados que este no es un manual práctico sobre yoga, ni tampoco un bienintencionado libro de autoayuda. Es la narración en primera persona y sin ningún tipo de tapujo de la profunda depresión con tendencias suicidas que llevó al autor a ser hospitalizado, diagnosticado de trastorno bipolar y tratado durante cuatro meses. Es asimismo un libro sobre una crisis de pareja, sobre la ruptura afectiva y sus consecuencias. Y sobre el terrorismo islamista y el drama de los refugiados. Y sí, en cierto modo también sobre el yoga, que el escritor practica desde hace veinte años.»

La crítica ha señalado con acierto que Yoga entrecruza la autobiografía, el ensayo y la crónica periodística, y cada uno de estos elementos fluye con naturalidad dentro del libro, como si Carrère orquestara un equilibrio inestable pero armónico entre géneros. Por un lado, la obra es profundamente personal: Carrère se convierte en protagonista y no solo describe las acciones que componen su recorrido, sino también las emociones y pensamientos que lo atraviesan. Sin embargo, no es una biografía tradicional. No se trata de narrar una vida completa, sino de situarnos en un momento preciso, uno donde las reflexiones, la meditación y el yoga funcionan como vehículos hacia una conexión con el presente, con la realidad del instante. Por otro lado, el matiz ensayístico emerge cuando Carrère abandona lo meramente subjetivo para apoyarse en lecturas, investigaciones y conocimientos adquiridos, los cuales dotan a sus opiniones de un fundamento intelectual que amplía y enriquece su discurso. Finalmente, la faceta periodística aparece cuando el autor cede el protagonismo. Aquí, los hechos cobran relevancia por sí mismos, descritos con una objetividad casi quirúrgica, sin juicios ni especulaciones, pero con una narrativa que establece un escenario donde las tragedias —individuales o colectivas— afectan a Francia, al mundo, a sus amigos y, por supuesto, a él mismo. La fuerza del texto reside precisamente en esa oscilación: Carrère escribe sobre sí mismo, pero se abre al mundo con una lucidez que lo trasciende.

Yoga es la narración de un hombre que contempla el rostro de la depresión sin apartar la vista, un ejercicio en el que Emmanuel Carrère comparte los métodos, principalmente la meditación (el mindfulness), que le han permitido lidiar con esa sombra persistente, aunque nunca de manera definitiva, pues cuando se enfrenta a un cerebro marcado por el trastorno bipolar, todo intento es frágil, incierto y, a menudo, provisional. El trastorno bipolar, conocido no hace mucho también como maníaco-depresivo, se manifiesta en oscilaciones extremas entre fases de euforia, donde la energía se desborda y las ideas parecen fluir con intensidad inusitada, y períodos de depresión tan profundos que su peso puede paralizar la voluntad, deteriorar las relaciones humanas y llevar al individuo a un abismo donde las estadísticas nos dicen que el riesgo de suicidio es considerablemente mayor que en la población general, y si bien no todos los cuadros depresivos son indicativos de bipolaridad, el espectro de la depresión es tan vasto que puede surgir por factores tan diversos como un trauma, un entorno desfavorable o, como sugieren los estudios más recientes, el desequilibrio en neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, los cuales regulan el ánimo y nos permiten sentir placer o bienestar, y cuando fallan, todo estímulo parece insuficiente para conectar al individuo con su entorno o consigo mismo. Carrère, consciente de esta realidad, propone que el yoga, y el lector percibe también que la escritura, se convierte en un vehículo capaz de aliviar esa condición lacerante, no porque ofrezca curas milagrosas, sino porque permite una vía de escape en medio del caos, y en particular la escritura puede funcionar como una forma de catarsis donde volcar las emociones más inasibles, estructurar el desorden interno y darle, si no un sentido definitivo, al menos una forma que nos permita convivir con lo inevitable. Escribir es una herramienta que abre una ventana en medio de la oscuridad y permite, aunque sea temporalmente, reorganizar lo vivido, otorgar nombre a lo innombrable y crear algo con lo que, paradójicamente, se puede seguir viviendo; así, Carrère no nos ofrece respuestas, pero nos deja un testimonio de cómo el arte y la introspección pueden ser, si no soluciones, al menos refugios en esa batalla contra un dolor que no desaparece, pero que, en ocasiones, se puede soportar.

Yoga también aborda el sentimiento de duelo de un amigo a través de la muerte de Bernard Maris, economista, escritor y periodista francés conocido como Oncle Bernard, quien perdió la vida en el atentado terrorista contra la revista Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015. Ese día, los hermanos Chérif y Saïd Kouachi irrumpieron en la redacción armados con fusiles de asalto, gritando Allahu Akbar y ejecutando a doce personas en represalia por las caricaturas de Mahoma publicadas en el semanario, dejando a Francia y al mundo conmocionados por un ataque que representó un golpe brutal a la libertad de expresión. Maris, que formaba parte del equipo editorial, era alguien profundamente admirado en los círculos intelectuales y cercano a Emmanuel Carrère, quien, como relata en Yoga, recibió la noticia mientras se encontraba en un retiro de meditación, un instante de calma que se quebró de forma irreversible y que precipitó su caída en la depresión, al punto de necesitar intervención psiquiátrica. Carrère describe la difícil tarea de escribir el discurso fúnebre para su amigo, un gesto mínimo en comparación con la magnitud de la pérdida, pero al mismo tiempo un acto de resistencia personal ante el absurdo de la tragedia. El atentado de Charlie Hebdo, más allá del horror inmediato, dejó a su paso cicatrices profundas, y en la experiencia de Carrère se percibe cómo el duelo se mezcla con la impotencia, cómo el terrorismo puede desgarrar tanto el mundo exterior como el interior de quienes lo sobreviven. 

El fenómeno del terrorismo en Francia, vinculado a la llegada de refugiados de países árabes, plantea ingentes desafíos en una sociedad que, al ofrecer asilo, enfrenta la paradoja de acoger a individuos que, lejos de adoptar las costumbres y valores occidentales, mantienen actitudes de radicalización y, en casos extremos, un rechazo u odio hacia lo no musulmán. Esta tensión entre la integración y la preservación de identidades culturales divergentes es explorada en Sumisión, la controvertida novela de Michel Houellebecq publicada en 2015, el mismo año del atentado terrorista, que imagina una Francia del futuro próximo donde un partido islámico moderado asciende al poder, transformando gradualmente la sociedad laica en un estado islámico. El protagonista, François, un profesor universitario desencantado, observa cómo la nación se adapta a nuevas normas religiosas y sociales, reflejando una sumisión colectiva que, más que una distopía, parece una inquietante profecía sobre la fragilidad de los valores democráticos ante la apatía y el conformismo de la Europa más progresista. Emmanuel Carrère, en Yoga, menciona brevemente Sumisión, reconociendo la capacidad de Houellebecq para captar las ansiedades contemporáneas y proyectarlas en escenarios que, aunque ficticios, tienen el caris de profecías.

Para comprender los hilos conductores de Yoga no es necesario haber atravesado la depresión, pero resulta innegable que la experiencia de lectura se enriquece si el lector ha conocido, de cerca o a través de otros, lo que significa ese vacío insondable. Ya sea que la haya padecido personalmente, que la esté atravesando o que la haya visto reflejada en un padre, una madre, un hermano o una pareja, la comprensión se vuelve más íntima, más cruda. Lamentablemente, quienes no entienden la depresión tienden a reducirla a una tristeza banal, creyendo que basta con decir «no estés triste, mira todo lo que has logrado» o «deberías estar agradecido por lo que tienes», frases que, por bien intencionadas que sean, oscilan entre lo absurdo y lo cruel. Lo admirable de Carrère es que no busca en ningún momento provocar lástima ni complacer con discursos de autocompasión o resiliencia forzada. Yoga está lejos de ser un manual de superación o un catalizador de esperanza: es simplemente un escritor contándose a sí mismo y, después, al mundo lo que vive, lo que piensa y lo que siente, con una franqueza que desarma por su falta de pretensión. Carrère no busca redimir ni enseñarle nada a nadie, y, sin embargo, en ese proceso casi involuntario, nos deja fragmentos de yoga, de meditación y de mindfulness, prácticas que parecen emerger como un respiro en medio de la tormenta, aunque nunca como soluciones definitivas, porque en Yoga no hay soluciones, solo el relato de alguien que intenta sostenerse cuando todo amenaza con derrumbarse.

Recomendar Yoga no es tarea sencilla. Una parte de mí lo celebra como un gran libro, repleto de momentos en los que la lectura se vuelve disfrutable, casi iluminadora; otra parte duda y advierte que no es un libro para todos, que alguien ajeno al estilo de Emmanuel Carrère podría sentirse frustrado por la naturaleza errática, fragmentaria y profundamente personal de su escritura, hasta podría abandonarlo por completo. Tal vez lo mejor sea lanzarse sin demasiadas expectativas, saltar a esas páginas que, aunque no son un abismo sin paracaídas, sí invitan a un descenso en el que uno no está del todo seguro de lo que encontrará. Leer a Carrère en Yoga es como escuchar a alguien que habla consigo mismo sin saber que estamos allí, escondidos y atentos, y esa cercanía puede resultarnos inquietante; puede que encontremos algo que nos guste o algo que nos incomode. Pero eso, precisamente, es lo valioso: que en su aparente desorden y en su sinceridad brutal, Carrère deja líneas que vale la pena detenerse a leer y releer, como estas: 

«El hecho de existir en el espacio y el tiempo, de que seamos un hombre o una mosca o un dios, nos condena a este sufrimiento que es la ley de la existencia, junto con el cambio perpetuo.»

«Actuar de la misma manera cuando hay un testigo y cuando nadie nos ve me parece el criterio absoluto de la moral.»

«Hay que respetar los sufrimientos, no relativizarlos.»

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